Familias reales
Llego tarde, y como últimamente sólo tengo pensamientos absurdos que me da vergüenza plasmar -señal inequivoca que me estoy haciendo no ya mayor, sino viejo- echo mano de esa gran Biblia por fascículos semanales que es el ¡HOLA!. Creo que alguna vez he expresado mi más absoluto respeto por el decano de la prensa rosa española, y éste no me ha fallado en la ocasión.
Un día la princesa Carolina salió de compras por París. Creo que era noticia porque fue después de la muerte de Cashiragi, y de su retiro en la Provenza, mientras se quedaba calva y ponía de moda los vestiditos de florecitas minúsculas y la consolaba Vincent Lindon. El caso es que esa semana Carolina copó las portadas de todas las revistas y alguien señaló, ante tanta portada y con cierta mala leche, si había quedado en París algo que no hubiera comprado Carolina.
Ahora las princesas salen de compras y es visto como algo normal, bueno, casi. Sin ir más lejos, Letizia fue la semana pasada a una fruteria, mientras Mary de Dinamarca, neé Donalson, iba de compras de ropa. Lo real, en realidad, da para mucho juego. La propia Mary de Dinamarca, unas páginas más allá, luego se fue a celebrar el 40 aniversario de su suegra en el trono. Sin solución de continuidad. Pasar de comprar en el H&M a llevar un precioso parure de rubíes y diamantes lo tienen que explicar en algún capítulo de ´Ser princesa es fácil … si sabes cómo’.
Sin embargo, es un avance. Recordemos que no hace mucho estas ‘jóvenes de hoy con sus lógicas inquietudes, independientes y modernas’ hasta hace poco eran, simplemente, ‘de origen plebeyo’. Y es el signo de los tiempos. Hasta no hace mucho los gays eran maricones, las lesbianas, tortilleras y los trans ni eran -eran trasvestidos, mariconazos de mierda que se visten de mujeres, pervertidos, invertidos, etc… Esa es la parte positiva de la corrección política, de la que nos deshacemos alegremente cuando nos incomoda, y de la que renegamos cuando nos conviene, y sin embargo nos ha ayudado, a su manera, más de lo que nosotros queremos imaginar, porque trata de quitar la carga peyorativa y describir la realidad sin ofender a nadie, lo cual ya, en sí, es un avance.
La correción política, entonces, ayuda a definir lo real, tanto en las princesas como en las que debieran serlo pero no son tratadas como tales, como es el caso de la ‘violencia de género’ aunque esa denominación fue contestada en su momento por la ministra Ana Mato. Ella lo denominó, en su momento, ‘violencia en el entorno familiar’. Lo que sucede cuando reformulas el mundo a través de las palabras te puede pasar como cuando inventas un nuevo hechizo, no sabes todos los efectos que tiene. En el caso de ‘violencia en el entorno familiar’ la primera intención es quitar de enmedio la palabra género. En realidad, la nueva acepción tiene un tufo a ‘algo habrá hecho‘ pero tratando de definirlo como ‘algo ha pasado en el entorno familiar pero no es cuestión de género, porque esas son cosas de progresí‘.
Considerando que ‘familia‘ es un ‘grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntos’ entendemos que toda la violencia que se produce en el entorno de esas agrupaciones es ‘violencia en el entorno familiar’. En los últimos meses hemos tenido conocimiento de parejas del mismo sexo que han tenido, en el seno de ese grupo de personas emparentadas que viven bajo el mismo techo, ese tipo de violencia, lo que resulta lamentable. No somos ángeles y respondemos, por desgracia, a la misma estadística de homicidios, divorcios y desavenencias que las parejas heterosexuales (no así a la de suicidios, pero ese es otro tema).
Sin embargo, resulta un consuelo, dentro de todo el drama, que a través de la recorrección política, Ana Mato nos reconozca como familias, al fín. Familias reales, como la de Letizia, como la de Mary, como la suya, como las de hombre y mujer con niño, buey y mula de las de toda la vida.
Las compras en la frutería, en las rebajas o por París ya las tenemos. Los parures de rubíes, los palacetes en Pedralbes y los jaguares despistados, aparcados en la puerta vendrán, tarde o temprano.
Al tiempo.
Una de las ventajas de los avances es que normalmente no permiten un retroceso total, aunque se quiera.
Así, suprimen Educación para la Ciudadanía, pero ya no pueden volver al punto de partida, ahora tienen que poner Educación Cívica y poner los valores constitucionales (supongo que aceptarán el principio de no discriminación -art.14- y que «la ley regulará las formas de matrimonio» -art.32-).
Y ya no es violencia de género, pero resulta que tienen que llamarnos familias… en fin…
Hemos dado dos pasos adelante, puede que ahora den uno atrás, al menos en EpC, pero ya no pueden volver al punto de partida, ya no 🙂
No nos confundamos, el hecho de que Ana Mato, reformulase la «violencia de género», por «violencia en el entorno familiar», se debe a dos causas:
Primera. Considera el PP que la violencia de género con esa denominación solo afecta la violencia que ejerce el hombre sobre la mujer y como ya dijeron en otras ocasiones la mujer también puede ejercer la violencia sobre el hombre, por lo tanto con esta nueva frase intentan igualar la violencia ejercida por un hombre o por una mujer.
Segunda. Y no por ello más importante, y que no os lleve a engaño «en el entorno familiar», no es que incluya en familias a las parejas homoxesuales, sino todo lo contrario, el PP no considera familias a los matrimonios homosexuales.
Por lo tanto la «violencia en el entorno familiar», quedaría reflejada como violencia que se ejerce dentro de un matrimonio heterosexual bien religioso, civil o de convivencia y que es ejercida indistintamente por el hombre o por la mujer.
Fé de erratas, donde pone «Segunda. Y no por ello más importante» debería decir: «Segunda y no por ello menos importante».
Sería genial que algún periodista, en la ocasión pertinente en que volviera a usar el término -que no lo ha vuelto a usar- se lo preguntara
– Señora Mato ¿entonces cuando una pareja agrede a su cónyuge del mismo sexo, eso es violencia en el entorno familiar también, no? . ¿O no son familias?
No te preocupes Ody, ningún periodista se atreverá a hacer esa pregunta, por dos cuestiones una que mayoritariamente ningún miembro del gobierno responde a preguntas de periodistas en las llamadas «ruedas de prensa», en las que no se puede preguntar. Y segundo que como ves a ningún periodista se le ocurrió que tal denominación supusiese las dos correcciones que yo mencioné y a nadie hasta el día de hoy se las ha planteado por lo menos públicamente.
El por qué, eso ya no lo sé, torpeza de nuestra clase periodística, o por no molestar al gobierno.