«Pride», comedia sobre el difícil entendimiento entre activistas LGTB y mineros en el Reino Unido de los 80, Palma Queer 2014
Pride, dirigida por el realizador británico Matthew Warchus, es la flamante ganadora de la Palma Queer, galardón que al margen del palmarés oficial reconoce desde el año 2010 a la mejor cinta de temática LGTB de entre todas las presentadas en cualquiera de las secciones del Festival de Cannes. Pride, que no competía en la sección oficial, fue presentada en la quincena de realizadores, y se desarrolla en los años ochenta, en el contexto de las movilizaciones de los mineros contra el gobierno de Margaret Thatcher.
En clave de comedia, Pride cuenta como un grupo de activistas LGTB de Londres decide solidarizarse con los mineros en huelga y reunir dinero para sus familias. El problema llegará cuando el sindicato minero se muestre reacio a aceptar el donativo y los activistas decidan presentarse en persona en un pueblo del Gales profundo para materializar su ayuda… La película está protagonizada, entre otros, por Bill Nighy, Dominic West, Andrew Scott, Paddy Considine y la maravillosa Imelda Staunton.
Curiosamente, el año que el jurado de la Palma Queer está presidido por Bruce LaBruce, paradigma del cine gay más underground, es cuando el galardón ha ido a parar a la que posiblemente es la más comercial de todas las películas que hasta han logrado este galardón. Pride sucede a Stranger by the Lake (ganadora en 2013), Laurence Anyways (2012), Skoonhaid (2011) y Kaboom (2010).
Os dejamos con un breve aperitivo de la película, que esperamos poder disfrutar pronto…
¿Qué estamos haciendo por nuestros niños y jóvenes LGBT?
Escrito por ionath en «Para meditar».
Me tome el tiempo para navegar en la web e investigar sobre índices de suicidio de jóvenes homosexuales, las cifras resultan alarmantes, máxime si consideramos que las causas que los motivan son inaceptables y son prevenibles.
Lo más triste es que son pocas las organizaciones de homosexuales que han denunciado esta problemática y las que están colaborando con las agencias gubernamentales en la formulación y planificación de políticas que ayuden a la solución de este flagelo humano; siendo nulo el registro del acompañamiento, que por razones humanitarias y morales, estamos obligados a efectuar cada uno de nosotros como miembros de la comunidad LGBT a nuestras generaciones más jóvenes carentes de experiencia para afrontar sus problemas de aceptación e integración social.
Estudios realizados en EEUU, en España, en Suiza, entre otros países, han evidenciado que los intentos y los suicidios concretados de jóvenes homosexuales son más frecuentes en sociedades conservadoras, con una cultura heterocéntrica cerrada y una homofobia institucionalizada e internalizada, que lleva a los jóvenes a no aceptarse al experimentar conflictos intrínsecos sobre su orientación sexual por razones exógenas y atemporales a su realidad
Estas sociedades cuadradas tienden a reproducir ambientes nocivos para un desarrollo sexual sano de los niños y de los adolescentes LGBT, en estos contextos es casi imposible la coexistencia de programas en defensa de los derechos de los grupos diversos, de escuelas y colegios con alianzas entre gay y heterosexuales, de la enunciación de políticas contra la discriminación por orientación sexual, de la promoción de puntos de vista liberales, de la presencia de profesores homosexuales en sus nóminas educativas, de programas que incluyan la diversidad sexual en sus planes de educación sexual.
Los hallazgos de estas investigaciones han detectado que no es la orientación sexual la razón que propicia el intento o la concreción del suicidio, es el estrés que les produce a nuestros niños y a nuestros jóvenes las situaciones adversas – reales o imaginarias – a enfrentar, al asumir su sexualidad; como el tener que tomar la decisión de confesar su orientación a sus familias por el temor a no ser aceptados en su entorno inmediato; a no encontrar un modo para vivir su homosexualidad dentro de su sociedad; ante la imposibilidad de visualizar horizontes con futuro; por sus sentimientos de culpa producto de los mecanismos de socialización y por el adoctrinamiento religioso que los hace sentirse excluidos del redil de su Creador.
Los factores que tienen más peso en la toma de este tipo de decisiones extremas son la falta de apoyo familiar, según estos sondeos se hace evidente que con frecuencia los jóvenes LGBT son expulsados de sus casas a una edad temprana tras asumir su preferencia sexual. Otra causa que influye es el “bullying” –violencia, hostigamiento- que sufren en sus centros de estudio, este acoso no solo es físico sino es emocional, es viral, es sexual, es racial.
El acoso físico va desde las patadas, los puñetazos; en tanto que el emocional consiste en los insultos, la creación de rumores. El acoso viral o “ciberacoso” incluye el envió de textos, de imágenes, de mensajes descalificativos, peyorativos, de amenazas de agresión física y de muerte a través de las redes sociales; el acoso sexual suele consistir en manoseos, en gestos, en chistes obscenos y en algunos casos en abusos sexuales; finalmente el acoso racial está relacionado con los estereotipos y la discriminación; todos estos tipos de persecución enumerados hacen que los jóvenes LGBT experimenten la sensación “outside”, con lo que se sienten sutil y profundamente afectados por todo lo que sucede en su entorno adyacente.
Inexcusablemente el acoso escolar es interpretado por el esquema hetero dominante como un tipo de ”ceremonia de paso” por el que deben transitar los estudiantes en su periodo de adaptación social, y en muchos de los casos los adultos responsables de su formación y educación procuran hacer sentir culpable a la víctima y el exonerar a los agresores de su actuar; pero la verdad es que conlleva efectos físicos y psicológicos negativos que marca a sus víctimas. Estas prácticas provocadoras constituyen una reproducción de los patrones homofóbicos de las familias de los agresores y de la sociedad en general.
La realidad es que los jóvenes LGBT se han convertido en blanco de numerosas expresiones intolerantes, de constantes mensajes agresivos de su entorno, orillándolos a tomar decisiones que comprometen su integridad física como mecanismo para escapar del ambiente social que los lastima al discriminarlos y al marginarlos.
Estos tipos de experiencias negativas suelen producir en nuestros jóvenes una baja autoestima, vidas cargadas de estrés, problemas de cambios en sus estados de ánimo, los vuelve vulnerables al consumo abusivo de drogas como mecanismo de escape y los lleva a la deserción escolar. No solo los estudiantes son acosados dentro de sus recintos formativos, sino que los empleados, los profesores y los activistas con orientación homosexual sufren la misma suerte.
Lo más frustrante para nuestros jóvenes es que no encuentran apoyo en las personas que comparten el ámbito en que se desarrollan a saber sus familias, sus profesores, sus compañeros de estudios, su líderes religiosos; lo que constituye el reflejo de la ignorancia social y del desconocimiento de las comunidades heterodominantes sobre la naturaleza de la diversidad humana.
Sobre todo la falta del apoyo de sus padres, del sistema educativo y la iglesia, principales agentes sociales llamados a la consolidación de los valores del respeto a los derechos de todos los ciudadanos y a la tolerancia de las diferencias existentes en la diversidad humana, hace experimentar a nuestros jovenes sensaciones de desamparo y abandono social.
Estas conductas auto destructivas de nuestros jovenes obedecen a los diversos factores enunciados que interactúan en su entorno social inmediato; estas interacciones complejas subrayan la necesidad de estrategias integrales para la prevención del suicidio e intervenciones para cambiar este ambiente a niveles estructurales, que enfaticen en el accionar familiar, que eduque a las familias sobre la diversidad sexual – LGBT-, las familias homoparentales, el matrimonio igualitario, elimine la homofobia, promueva el respeto y la tolerancia, en síntesis que origine la aceptación de la diversidad sexual al interior de las familias homo y heterosexuales fundamento de nuestras sociedades, como primer paso para el cambio social
Debemos luchar por la concreción de programas educativos que coadyuven a reducir la vulnerabilidad de nuestros jovenes, las conductas sociales de rechazo y por ende el riesgo latente en nuestros niños, en nuestros jóvenes y hasta en nuestros adultos LGBT de atentar en contra de sus vidas, complementada con una consejería pastoral-espiritual integracionista con el objetivo de eliminar los sentimientos de culpa y temor. Instrumentos didácticos con los que puedan aprender nuestros congéneres menores sobre su identidad sexual y sus derechos.
Es una tarea preventiva, formativa, sistemática, completa y compleja que deberá integrar familia, iglesia, sistema educativo, agencias gubernamentales- servicios familiares, justicia juvenil- , programas de salud mental y formación profesional, fundaciones y organizaciones LGBT. Pero sobre todo deberá contar con la participación incondicional de todos nosotros como adultos homosexuales con experiencia de vida, obligados moralmente, a cuidar y a orientar a las nuevas generaciones, a luchar por su derecho a una vida plena en una sociedad más igualitaria y con espacios seguros para su desarrollo integral.
“Matrimonio igualitario: hasta que la muerte nos separe o hasta que el otro nos separe”
Escrito por ionath en «Para meditar». Comentarios (0)
Es un tema que no deseaba tocar, porque existen tantas posiciones encontradas como personas que conforman esta majestuosa diversidad humana producto de la gracia y el amor de nuestro Autor; sobre todo porque los caminos de los sentimientos de los seres humanos constituyen un enigma y el matrimonio es amalgamar en una, la libertad intrínseca de dos espíritus.
He llegado a la conclusión que no se puede obviar, evadir o posponer esta discusión que se encuentra en la palestra político, social y religiosa, considero que los derechos y el respeto de cualquier ser humano no se deben negociar simplemente se exigen.
En esta medida el derecho a contraer matrimonio, a ser reconocidos legalmente con todos los derechos y deberes es comprensible, siempre que este sea su fin único, pero si lo hacemos para reproducir patrones heterosexuales y sentirnos en igualdad de condiciones, es a mi criterio innecesario, existiendo otras figuras legales que garantizan los mismos derechos a las parejas diversas.
El matrimonio es una institución sobrevaluada, a la que los seres humanos le hemos dado un carácter temporal que pretende acoplar mediante un sacramento dos individualidades que no dejan de crecer y evolucionar a ritmos diferentes, creándose necesidades distintas que si no se saben manejar traerán, irremediablemente, desencantos que generaran tensiones y por ende situaciones que terminaran por disolver esa unión que se nos ha vendido con la frase “hasta que la muerte nos separe”, que hoy debería decir “hasta que el otro nos separe” o hasta que la pasión sea apaciguada por lo cotidiano.
Conste no estoy pretendiendo ser cínico solo realista, basta con investigar un poco y ver los índices de «divorcio igualitario»… – “Se divorcian un 2% de las 2 513 parejas homosexuales en México demostrando su carácter de inestabilidad frente a la estabilidad de las parejas heterosexuales según el presidente del Instituto de Política Familiar (IPF), Eduardo Hertfelder”. Las cifras en Argentina y España son similares.-
Lo que no se nos subraya es que el matrimonio exige presencia, conocimiento, requiere de entrega, de valoración, de protección, de esfuerzo, de compromiso, de sacrificio, de renuncia y es una tarea de día con día; el matrimonio no es de perdón sino de capacidad de olvido para que las heridas emocionales no dejen cicatrices. Porque si algo no acepta el ser humano es que lo hagan sentirse comprometido o culpable, la apelación a estas dos emociones no sostiene a ninguna relación. El matrimonio no solo son sensaciones sino la suma de sentimientos muy profundos que deben ser cuidados y ejercitados para que logre trascendencia.
Todo esto hay que elevarlo al cuadrado si esta dentro de nuestros planes constituir familias homoparentales, donde se deberán considerar otras variables, al entrar en juego otras personas que dependeran totalmente de nosotros para la satisfacción de sus necesidaes básicas – formación, educación, salud, lograr un desarrollo integralmente sano y equilibrado-.
El matrimonio igualitario en el orbe terrestre ha generado gran polémica, al considerarse que el matrimonio es la institución donde nace la familia, y donde se garantiza la perpetuidad de la especie, argumentos que no deben extrañarnos tratándose de Estados conservadores en donde la religión sobre todo la Católica tiene gran peso en la toma de decisiones. Esgrimiéndose tesis antropológicas y éticas que apelan a los valores, a los temores y a los sentimientos más respetados por la sociedad, como es el experimentar con algo tan fundamental como es el derecho de los niños a conocer a su padre y a su madre y a vivir con ellos, o, en su caso, a contar al menos con un padre y una madre adoptivos, capaces de representar la polaridad sexual conyugal. La figura del padre y de la madre es magnificada para la clara identificación sexual de la persona. Descalificando las familias homoparentales.
Satanizando la unión entre personas del mismo sexo porque equiparar las uniones homosexuales a los verdaderos matrimonios, es introducir un peligroso factor de disolución de la institución matrimonial y, con ella, del justo orden social. Se dice que el Estado tendría la obligación de eliminar la secular discriminación que los homosexuales han padecido por no poder acceder al matrimonio. Es, ciertamente, necesario proteger a los ciudadanos contra toda discriminación injusta. Pero es igualmente necesario proteger a la sociedad de las pretensiones injustas de los grupos o de los individuos. No es justo que dos personas del mismo sexo pretendan casarse. Concluyendo que las leyes lo impidan no supone discriminación alguna porque la minoría debe sacrificarse en aras del bien común.
Se ha pretendido permear la percepción y el criterio de las sociedades heterosexuales en cuanto a la viabilidad de la familia homoparental recurriendo a la figura máxima del catolicismo, que con sus palabras ha cuestionado la fe que profesa y la forma en que educarían a sus niños, si se les reconocieran sus aspiraciones. Lo positivo de esto, es que solo el hecho de que la Iglesia Católica asuma una posición y se replantee sobre el que hacer de la comunidad gay dentro de la congregación cristiana es un reconocimiento tácito que obliga a sus jerarcas a asumir una posición más tolerante como mecanismo para llegar a su prole.
El matrimonio igualitario en Hispanoamérica deberá superar una serie de escollos como la religiosidad –fanatismo-, la homofobia, el autoritarismo que camufla al machismo y alimenta el desconocimiento -la ignorancia- de la población en general sobre estos temas.
Aunque las sociedades hispanoamericanas son esencialmente matriarcales los estudios demuestran que en pleno siglo XXI el machismo sigue influyendo en sus decisiones políticas con su desfasado autoritarismo cargado de prejuicio. Lo que menos está en la arena política hoy es el matrimonio igualitario, la reivindicación de los derechos de los homosexuales, estamos ante una pugna entre religiosidad y prejuicio social, como ya lo hemos señalado, lo que influye en las decisiones políticas de los representantes ciudadanos que se encuentran en puestos de decisión política no solo con voz sino con voto.
Existe un marcado temor, por desconocimiento, a las implicaciones culturales de legitimizar el estilo de vida homosexual que según ellos atenta contra los valores morales y la institución misma del matrimonio. No obstante tenemos esperanza ya que según sondeos y estudios periodísticos los ciudadanos en general se muestran más reticentes a la aprobación del matrimonio y se manifiestan más flexibles a las uniones civiles. Revelando implícitamente que existe una marcada diferencia entre el estado de derecho siempre a favor de todos los procesos reivindicativos de los ciudadanos y el estado confesional que continua fuertemente conservador y evasivo al cambio dominado por la iglesia católica e influenciado por las demás denominaciones religiosas que han proliferado en el mundo.
Pareciera que se hace una negociación entre sus valores de igualdad – equidad y sus valores religiosos de ahí su simpatía por la unión civil y su recia oposición por el matrimonio dado su contenido religioso. Las personas mayormente homofóbicas son las que tienden a oponerse a los derechos ciudadanos de los homosexuales como el matrimonio y la unión civil. Los sectores más jóvenes y educados de las sociedades que han tenido un mayor contacto con grupos LGTB no registran prejuicios y se muestran de acuerdo con la igualdad y equidad en el tema del matrimonio igualitario y demás derechos
Yo como homosexual confeso considero que no requiero de matrimonio igualitario para obtener equidad, les reconozco a las otras figuras legales existentes su efectividad –registro de unión de hecho, unión civil, conformación de sociedades para asegurar transmisión de bienes, herencias o restituciones materiales, como quiera que se llamen-. Prefiero una relación que asegura su permanencia en la vigencia y fortalecimiento de los sentimientos, sin promesas falsas libres como el aire, no necesito de bendiciones de papel con las que atarme al hombre que amo, innecesarias para marcarnos metas. Es más refrescante la promesa contenida en una decisión de unir destinos, compartir sueños, apoyarnos, construir una vida, para crecer y para envejecer juntos sellada día con día con la ternura y la pasión de un beso.
Históricamente nuestra forma libre de vivir y amar nos ha definido, no creo en los roles sociales preestablecidos, me agrada pensar que yo establezco mis reglas y que en el amor la permanencia la dicta los sentimientos. Que si deseo restituir a la sociedad en que habito la inversión social que hizo en mi garantizándome el acceso a la educación, el derecho al trabajo y un ambiente propicio para mi desarrollo económico puedo hacerlo reinvirtiendo en la educación de otras personas menos afortunadas y en el desarrollo, en la creación de oportunidades para sectores sociales más vulnerables y desprotegidos. No me visualizo como padre ni adoptando niños. Espero no parecer frívolo, es honestidad y constituye la base de cualquier relación humana sana.
Pero no soy tan prepotente para arrogarme la verdad absoluta del sentir y la voz de toda una comunidad o el deseo de mi pareja si así me lo expresara y solicitara lo que me obligaría a reconsiderar mi posición por respeto , solidaridad a sus aspiraciones y a su pensar. Acepto los argumentos y posiciones de la comunidad LGTB, asegurándoles que siempre estaré del lado de sus trincheras apoyándolos por la consecución de lo que les dicta su conciencia.
Lo que me resta decir es que como comunidad prediquemos con el ejemplo, que si nos unimos mediante la figura del matrimonio igualitario nos constituyamos en ejemplos de vida para la humanidad respetando, dignificando, luchando por hacer atemporales esas decisiones de compartir vidas; y si traemos niños o asumimos responsabilidades no solo sean legales, sino de corazón procurándoles un presente, un futuro digno donde puedan crecer libres de prejuicios, discriminación y marginación.