Escuela con armarios
Nació en julio de 1969, a medio camino entre los disturbios de Stonewall y la llegada del ser humano a la Luna. Durante muchos años, siendo niño, creyó que el segundo de estos dos acontecimientos iba a marcar su vida, que conocería un futuro de viajes interplanetarios y colonias en otros mundos. De Stonewall, sin embargo, lo ignoró todo, ni siquiera supo que había sucedido, durante más de la mitad de su vida hasta ahora.
Tampoco nada remotamente parecido a ese orgullo LGTB que tiene en Stonewall su referencia más emblemática estuvo presente en la primera mitad de su existencia. Otras cosas, sin embargo, le llegaron mucho antes. En 1979 cumplió 10 años. Ese mismo año la homosexualidad había dejado de ser delito en España y los últimos presos por dicho concepto habían sido liberados; pero por desgracia, la abolición de las leyes franquistas que castigaban a gais y lesbianas no significó ni mucho menos el rápido fin de la feroz homofobia social.
Con 10 años, había empezado a darse cuenta de ciertas cosas. Una mañana, paseando por el patio de su escuela, había sentido una extraña e íntima conmoción al ver a unos chicos del último curso de la EGB (de unos 13 años por lo tanto, pero a él le parecían ya hombres hechos y derechos) jugando al voleibol: especialmente quedó fascinado por uno de ellos. Se recuerda a sí mismo, instantes después, vagando por aquel patio que le resultaba inmenso, solo como un astronauta perdido en la superficie lunar, intentando ahogar como fuera en su cabeza la naciente conciencia de lo que aquello significaba; había empezado a cerrar los ojos, a mentirse.
En el mundo de su infancia y adolescencia, la homosexualidad sólo era un insulto –mariquita, maricón…– o el pretexto para un chiste. Así era en su entorno, y también en los medios de comunicación. En clase nunca se mencionó el tema: no era materia apropiada.
En 1989, unos meses antes de la caída del Muro de Berlín, cumplió 20 años. Ese mismo día compró –por primera vez– una revista con fotos de mujeres desnudas. Después de tantos años no podía seguir ignorando la evidencia de que se sentía atraído hacia su propio sexo; pero quería convencerse de que dicha atracción no era exclusiva, de que en realidad era bisexual, lo que en su mente significaba, ante todo, que podría llegar a vivir como heterosexual. Pocas horas después, descorazonado ante los pobres resultados de su experimento, se deshizo de la revista, pero no pudo deshacerse con ella de sus prejuicios y miedos, de tantas mentiras acumuladas. No pudo echar abajo su propio muro de la vergüenza.
Cinco años más tarde, precisamente el día en que cumplió los 25, le dijo por primera vez a otra persona –un chico de su misma edad– que era homosexual. No sólo eso: le dijo también que se había enamorado de él. Ese otro chico, que por entonces estaba también empeñado en convencerse a sí mismo de que era hetero, es hoy su marido.
La historia acaba bien, pues. Pero podría haber acabado de otro modo. Seguro que muchas otras historias similares acabaron peor, alguna incluso de forma trágica. Además, ese hombre que acaba de cumplir 40 años siente –yo lo sé muy bien– que se perdió, que nunca pudo vivir, una parte esencial de su infancia, de su adolescencia, de su juventud. Que hubo en ellas demasiada amargura y confusión y solitaria melancolía, y una falta, en cambio, de confianza en sí mismo, de razones para vivir, de alegría franca y expansiva.
40 años después de Stonewall, creo que no deberíamos permitir que ningún niño o niña, ningún adolescente, ningún joven tenga que crecer así en nuestra sociedad. Por esta razón, el lema de la celebración del Orgullo LGTB de este año, “Escuela sin armarios”, me parece tan acertado, aunque haya despertado –como era previsible– la ira y la retorcida mala baba habituales de los homófobos más virulentos. Porque es imprescindible sacar de una vez por todas la homofobia de las vidas de quienes están descubriendo el mundo y a sí mismos, para que puedan hacerlo sin miedos innecesarios y sin mentiras. Para que puedan desarrollar su personalidad libremente y de manera armónica. Se lo debemos a ellos, desde luego, pero también al niño, al adolescente, al joven que fuimos, y que, de algún modo, todavía somos.
¡Cuántos y cuántas nos vemos reflejados en este texto!
Y sí, Nemo, por muy bien que haya acabado mi historia, siempre me quedará el regusto amargo de todo lo que me he perdido durante años.
Para que nadie vuelva a pasar por esto: ¡ESCUELAS SIN ARMARIOS, SI!
Muy emocionante y muy bien redactado (como todas tus columnas).
A mi también me parece muy acertado dar protagonismo a los chavales lgtb y denunciar la tolerancia de la homofobia en las escuelas. Es más, me parece que todos los años debería hacerse lo mismo, hasta que cambie la situación. Y si les jode a los fachas es buen síntoma.
No hay que pararse, eso es lo más importante, algunos queiren hacernos creer que ya está el tema conseguido, como ocurre con la lucha de las mujeres, pero es un grave error. Ningún esfuerzo es en vano, pues todo es una suma.
Cuando estudiaba bachillerato me callé como una puta, al mismo tiempo que veía a mis compañeros hablar sin tapujos de su afectividad y sexualidad y desarrollándola sin pararse ni un segundo a meditar si confesarnos cuál era la chica que les gustaba (para que nosotros hiciésemos lo posible para que se conociesen) le traería consecuencias negativas.
Cuando la reina consorte (1) dijo que había que enseñar religión a los niños hasta una cierta edad, yo dije que a los niños habría que enseñarles religión desde una cierta edad, cuando ya tengan formado su espíritu crítico y hayan conocido las diversas religiones del planeta. En esto digo lo mismo, que los niños aprendan que la ley dice que todos somos iguales en deberes y derechos, cuando hayan asimilado el respeto, entonces ya pueden pasar curas y espectadores de Intereconomía a enseñarles homofobia.
(1) En el caso de un rey varón consorte, como Francisco de Borbón, siempre se especifica, creo que también habría que hacerlo con las mujeres consorte.
pero quería convencerse de que dicha atracción no era exclusiva, de que en realidad era bisexual, lo que en su mente significaba, ante todo, que podría llegar a vivir como heterosexual.
Con todos mis respetos para las personas bisexuales de verdad, cuántas personas homosexuales se han escudado en eso, en una presunta bisexualidad, para poder permanecer más a gustito dentro del armario, o porque en la mente de muchos homófobos, la bisexualidad era una especie de «vicio nefando atenuado».
Dr. Turbio: muy agudo lo que dices sobre la reina consorte. Pero fíjate en una cosa: el art. 58 de nuestra Constitución habla de «la reina consorte o el consorte de la reina». O sea, que la esposa del rey tiene el título de reina, pero el esposo de la reina no tiene título de rey. Hasta ese punto llega esa distinción absurda.
Felicidades por tu magnífico post.
Todos hemos pasado por experiencias como la tuya. De negación de nuestra homosexualidad.
Recuerdo una entrevista a un director de cine en la tele (no me acuerdo de su nombre). Hablaba de cuando tenía 12 o 13 años y empezaba a sentirse atraído y excitado por las chicas. Yo debía tener esa edad, cuando oí la entrevista. No podia entender, no podía concebir porque a mi eso no me pasaba. Finalmente llegué a la conclusión de que el director estaba exagerando. ¿Cómo iba a sentir tanta atracción por una chica? Podían ser simpáticas y guapas, pero esa atracción ¿de qué? Me engañaba a mí mismo pensando que no era que yo fuera homosexual, era que el director de cine exageraba.
¿y alguna vez podré dejar de decir «el mejor post de Nemo hasta la fecha»?
Ese niño de julio del 69 ha pasado por mucho y se ha perdido muchas cosas, pero ha aprendido muchas otras. A lo mejor nunca habría sido el hombre que es hoy sin esos paseos angustiados por el patio y estaría diciendo «yo no me identifico con los gays con pluma y las transexuales del orgullo, que es una cabalgata»
Te lo dice un niño de julio del 67 que conozco.
Crasamet: no es sólo eso, sino que además no se contempla al rey consorte. Hace ya algunos años hablamos sobre la reina lesbiana. Como dijo nigra entonces, la república lo haría todo más fácil. 🙂
Julio es un buen mes para nacer. Felicidades a los que sopláis velas estos días.
Todos estamos de acuerdo en que las escuelas son poco menos que un gulag para los adolescentes GLBT. También estamos más o menos de acuerdo que es necesario (pero no suficiente) introducir las diferentes orientaciones e identidades sexoafectivas en los currículos.
Más allá de que a los niños y adolescentes se les diga que hay que respetar la diversidad sexoafectiva lo que hay que exigir es que esta se respete. En la escuela no sólo se debe enseñar el respeto en plan teoría sino que éste se debe practicar. Y la violencia verbal y física contra gays y lesbianas y ya no digamos transexuales se sigo viendo como «cosas de chavales», incluso en sectores teóricamente progresistas y «gayfriendly». Por lo menos un dato esperanzador es que cada vez se ba rebajando más la edad de salir del armario, con lo que los padres y el entorno son cada vez más partícipes de las dificultades que viven los jóvenes GLBT y se convierten en potenciales aliados frente al aislamiento que persiguen los homófobos.
En definitiva, hay que conseguir la tolerancia 0 hacia cualquier tipo de acoso homófobo o tránsfobo en la escuela. Y el camino no es sólo introducir la diversidad sexoafectiva en los currículos, sino informar y formar a los futuros padres, a los educadores… y poner especial énfasis allí donde más hace falta (barrios periféricos, zonas rurales…). Yo me niego a asumir como normal que un adolescente de clase media de una gran ciudad salga de promedio unos cuantos años antes que, por ejemplo, uno de una zona rural con cargas familiares. O que si eres gay o lesbiana tengas hasta 13 veces mas probabilidades de casarte si vives en una determinada provincia que en otra (según los datos del INE comparando la proporción de bodas del mismo sexo sobre el total de bodas en cada provincia).
No sé, si las administraciones ponen medios en las escuelas para corregir desigualdades allí donde hay más abandono escolar o allí donde las tasas de empleo femenino son menores, sigo sin entender por qué los GLBT tenemos que ser siempre los grandes olvidados.
Qué bien expresado. Felicidades. Si pudieran hablar los patios de los colegios sobre la cantidad de niños y niñas que hemos vagado solos por ellos imaginando que, en algún punto, todo debería haber sido diferente…
Si ese niño no hubiese vagado solo por el patio del colegio observando el mundo con extrañeza tal vez hoy no tendría la sensibilidad que tiene…
😉
Este largo proceso de vivencias y sentimientos «outsider» no lo pueden ni imaginar l@s heteros; le quitan importancia y entienden que no es asunto suyo. Además, si ser les o gay tiene sus dificultades, mejor que mejor, piensan much@s…
Ningún hetero se plantea que su hijo o hija, presente o futuro, pueda ser homo. Además, en tal caso, sería como un hijo o hija «rebelde».
Yo en el instituto jamás dije efectivamente que soy gay. Sabía muy bien lo que podia pasar.
Aunque en aquella epoca tampoco es que lo tuviera del todo aceptado.
Es un objetivo muy deseable, el de este año. Tanto mas cuando además tenemos la oposicion frontal con uñas y dientes del cristofascismo patrio, con su gusto por «educar en valores morales homófobos».
Al final va todo en bloque, lograr incluir contenidos afectivo-sexuales (y educacion sexual también, que el VIH no es cosa de broma) y a la vez expulsar la religion de las escuelas y dejarla donde debe estar, en los templos.
Y hablando de los reyes de roma, vease al «lobby cristofacha» molesto con el «malvado lobby gay» que se organiza para retirarles vídeos en el youtube:
«Intereconomía publica en su periódico digital ultra católico de extrema derecha una respuesta a los usuarios que les han denunciado a un video en YouTube, quitado por ser considerado homofobo. Todo esto ha pasado después de su publicación en Menéame. Intereconomía declara que jamás ha incitado la homofobia y que simplemente se posiciona en contra el Lobby Gay.»
http://meneame.net/story/grupo-intereconomia-publica-respuesta-youtube
Jojoojojo, lo que se lee por ahí.
Atención:
http://meneame.net/story/colega-granada-contra-jornadas-turismo-lgtb
“Desde COLEGAS no queremos ser complices de la venta del colectivo gay por un plato de lentejas, en esta ocasión de caviar, paseos en veleros y otros lujos sin medida. Parece ser que Diputación ha pensado que las organizaciones gays den el beneplácito para el uso de la etiqueta GAYFRIENDLY para este pack de turismo de lujo. Le pedimos a Diputación que el dinero de nuestras plazas se dedique a proyectos sociales de sensibilización y de lucha contra la homofobia.»
Ahora COLEGAS va contra el lujo sin medida de los paseitos en barco.
¿Alguien recuerda donde celebro COLEGAS el orgullo 2008?
Ningún hetero se plantea que su hijo o hija, presente o futuro, pueda ser homo. Además, en tal caso, sería como un hijo o hija “rebelde”.
Por suerte la generación que ahora empieza a tener hijos ya se lo empieza a plantear. En España la primera generación que conoce a gays de primera mano (amigos, hermanos) está empezando a tener hijos.
No digo que el 100% de padres estén preparados para tener un hijo gay o lesbiana. Pero si antes sólo estaba «preparado» el 1% ahora puede que el 20-25%.
Que levante la mano quien no haya tenido una infancia y/o adolescencia parecida a la que relata el (estupendo) artículo. Si es que a veces da rabia pensar la cantidad de años que se han ido por el desagüe como si nada. Rabia y tristeza.
Y los comentarios cojonudos también.
Empecemos por no asumir ni utilizar los insultos homófobos contra otros homosexuales. Siempre escuchamos al patético homosexual desinhibido de turno despreciando a otros dicendo por ej. «…fuí y estaban todos los maricones allí», «… es que las mariconas son muy malas…», «cuántos maricones van a vernir?…». No tenemos por qué aprobar todo lo que sale por la boca o por la obra de un homosexual venga la homofobia de donde venga y si es desdela propia homosexualidad es todavía más preocupante. Lo primero hy que tener dignidad y respeto por uno mismo, pero eso es optativo porque siempre hay que tenerlo por los demás.
Tu relato es precioso. Es de esas joyitas a atesorar como el artículo del «Silencio» de Jack. Y es que historias así acongojan. Tantos de nosotros hemos pasado por cosas parecidas que, ¿cómo no revivirlas con este relato?
Yo tuve la suerte de ir de haberme dado prisa, por lo que a los 15 (para mi generación no está mal) ya toqué fondo y me di mi primera gran ostia con la homosexualidad. Me pasé casi un año rehaciéndome del trauma, pero estaba ya harto de taaaanta discriminación arrastrada desde los 6 años, cuando los diabólicos compañeros de clase me llamaban «niña».
La verdad es que tuve la suerte mágico-casual de ir a enamorarme, a los 16, de un chico gay, mayor que yo, por lo que en seguida descubrí que no era el único gay de Barcelona, sino que había miles…
Miro a mi infancia con mucha tristeza. No fue del todo mala, pero pudo ser infinitamente mejor. En cuanto a mi adolescencia, no consigo acordarme de nada hasta ese mismo día 11 de noviembre de 1990 en que la homosexualidad se me presentó, cuando empecé a ser YO.
rafa, incluso los propios hermanos cruzan los dedos porque sus hijos no sean como su tío…
«Intereconomía declara que jamás ha incitado la homofobia y que simplemente se posiciona en contra el Lobby Gay.”
Para el caso, patatas. Lo mismo me da que me da lo mismo.
Se me han saltado las lagrimas, que le vamos hacer. Creo que mi infancia fue muy feliz, unos padres y hermanos que me han querido mucho y buenos amigos,pero de verdad que da mucha rabia el saber que una parte esencial tu vida la has vivido a medias y con una preocupación insistente e innecesaria. No podemos volver atrás, pero desde luego tenemos que llevar a los colegios el tema de la orientación sexual, su diversidad, y el respeto con el que hay que tratarla
Emocionante, Nemo… Qué preciosidad de artículo. La adolescencia robada es, sin duda, de las cosas más difíciles de superar para un LGTB, y sigue pesando incluso años de haber salido del armario. Un saludo.
Javier, también cruzan los dedos para que «tenga los ojos azules como el bisabuelo» o para que «no tenga el mal carácter de su tío» o para que «sea tan inteligente como el primo» o incluso para que «tenga las mismas ideas políticas que yo».
En todo caso quienes conocen a gays y lesbianas salidos del armario en su entorno más próximo tienen mejores papeletas para asumir la homosexualidad de sus hijos que quienes no conocen a ningún gay o lesbiana fuera del armario. Es de cajón.
La homofobia no desaparece de la noche al día e incluso los propios gays tenemos bastante internalizada: ya sabes eso de la paja en el ojo ajeno y la viga en el ojo propio…
Lo que sí es de cajón es que hay distintos grados de homofobia y que las actitudes y pensamientos homófobos dentro de una persona van desapareciendo progresivamente, nunca desaparecen de la noche al día. Francamente yo prefiero unos padres un poquito homófobos y heterosexistas a unos padres tremendamente homófobos y heterosexistas. Más que nada que a los primeros les queda menos camino por recorrer… y en la disminución (que no desaparición) de las actitudes homófobas, insisto, tiene mucho que ver que se conozcan de primera mano a GLBT en el entorno más próximo.
Muchas gracias a todos. De verdad que da gusto que un artículo tuyo se convierta en el punto de partida de tantos y tan buenos comentarios.
Gracias especialmente a fernando1984: tu maravillosa carta «Un hombre como Dios manda» está en la base de mi decisión de escribir este artículo.
Gracias tb a zarevitz por la felicitación (¡y felicidades tb para ti, Jack!). Y muchas gracias a felivet, él sabe por qué 😉
Me ha encantado el artículo, me siento muy identificado…
Pero yo no lo tenía nada claro, como no tenía sentimientos hacía las chicas y no sabía que se podían tener por los chicos, pues no los tenía… yo era el raro… más adelante le dije a mi madre que me gustaban los chicos y consiguió convencerme de lo contrario… eso no se si me ayudó o no… solo se que en el instituto no había dia que al volver del recreo en mi estuche no pusiera «maricón» con tiza, o que me lo llamaran a la cara, o algo parecido… El gran problema que veo ahora es que yo no sabía responder, porque yo no sabía por que me lo decían, si mi madre decía que yo no podía serlo, no lo era… porque se empeñaban ellos en llamarme eso tan feo?
Ahora miro hacía atrás y veo una infancia de un chico raro que no tuvo ni un amigo… nadie que le apoyara… ahora mis padres lo saben y han empezado a asimilarlo, ahora a los 20 años empiezo a ver la luz…
Gracias por estas muestras de que yo no soy el unico que no vivió la infancia, que se la quitaron…