Dos jóvenes detenidas en Brasil por besarse durante un evento evangélico en presencia del diputado homófobo Marco Feliciano
Yunka Mihura y Joana Palhares (de 20 y 18 años, respectivamente) decidieron hacer público, mediante un inocente beso, su rechazo al aberrante nombramiento de Marco Feliciano como presidente de la Comisión de los Derechos Humanos de la Cámara de Diputados de Brasil. Todo ocurrió durante una reunión pública evangélica que tuvo lugar en septiembre, mientras él realizaba su discurso. Las chicas, finalmente, fueron detenidas y agredidas físicamente por la policía.
Dicen que del amor al odio hay un paso. Esta expresión popular encarna a la perfección la conducta de determinados líderes religiosos y políticos que predican mensajes sobre el amor y la fe, menos cuando se trata de abordar (paradójicamente) cualquier tema relacionado con el amor entre personas del mismo sexo o con los derechos de la comunidad LGTB. Entonces salen a relucir sus prejuicios, su odio y sus manías persecutorias. Marco Feliciano, el pastor y diputado evangélico, encaja en este perfil.
“Estas dos chicas tienen que salir de aquí esposadas” o “no os sirve de nada correr, la policía va hacia allí” fueron alguna de las frases que vociferó el pastor radical, micrófono en mano, tras ordenar a la policía que las detuviera. ¿Su delito? Besarse públicamente durante un evento público evangelista (pagado además con el dinero de los contribuyentes brasileños).
En una entrevista a The Advocate, Yunka Mihura, que se reconoce bisexual, ha dicho que ella y su amiga Joana Palhares, junto con otros veinte amigos, fueron al evento para manifestar sus “sentimientos sobre los derechos humanos”. Durante el discurso de Feliciano, el grupo trató de desplegar algunas pancartas con mensajes como “la homosexualidad no necesita cura”, “la homofobia es un delito” y “Feliciano debe ser expulsado del Gobierno”. La policía les invitó a retirar las pancartas y, tras el beso de las jóvenes, se las arrebataron. Ellas fueron detenidas, esposadas y golpeadas, aunque por fortuna no sufren secuelas físicas y siguen dispuestas a dar la batalla.
Marco Feliciano, un reconocido homófobo
Feliciano fue nombrado presidente de la comisión de Derechos Humanos en marzo pese a contar entre sus antecedentes con declaraciones abiertamente racistas y homófobas. Es miembro del PSC (Partido Social Cristiano de Brasil), que forma parte de la denominada “base aliada”, la coalición de fuerzas que sostiene al Gobierno de Dilma Rouseff, a la que poco pareció importarle colocar a un personaje así al frente de la comisión pese a la oposición de numerosos diputados de su propio partido (el PT, Partido de los Trabajadores).
El nombramiento de Feliciano, en último término, es una buena muestra del poder e influencia que los grupos evangélicos, que agrupan ya a un quinto de la población brasileña, están acumulando en ese país. En mayo, por ejemplo, los evangélicos convocaban a más de 100.000 personas en Río de Janeiro para protestar contra el matrimonio igualitario, recientemente reconocido en todo el país por decisión del Consejo Nacional de Justicia. Bien es cierto que pocos días después cientos de miles de personas celebraban con gran éxito la 17ª edición del Orgullo LGTB de São Paulo.
Marco Feliciano fue también uno de los promotores de una iniciativa para reintroducir en Brasil las “terapias” reparadoras de la homosexualidad, que fue retirada cuando quedó claro que sería objeto de una contundente derrota en el pleno de la Cámara de Diputados si llegaba a votarse bajo la presión de las movilizaciones sociales que tenían lugar en ese momento, en las que participó de forma muy activa el colectivo LGTB.
Incluso otros destacados pastores evangélicos, como el profesor universitario Roberlei Panasiewic o el teólogo de la Asamblea de Dios José Gonçalves, se han distanciado de las posturas extremistas de Feliciano y lo han calificado de “fundamentalista”.
En Colombia tenemos a nuestro propio Marco Feliciano con Alejandro Ordoñez y con Marco Fidel Ramírez.