La sangría no cesa: dos nuevos casos de suicidio en adolescentes LGTB o percibidos como tales
La sangría no se detiene. Dos nuevos adolescentes se han quitado la vida estas últimas semanas, en Estados Unidos y Reino Unido. Ronin Shinizu, de 12 años, no pudo soportar el acoso al que fue sometido por ser el único chico que formaba parte del grupo de cheerleaders de su colegio. En el caso de Elisabeth Lowe, de 14 años, fueron los sentimientos de culpa provocados por su fe religiosa los que la llevaron a suicidarse sin ni siquiera haber tenido el valor de desvelar su homosexualidad a sus propios padres.
La historia de Ronin Shinizu, un chico que en las fotos que han trascendido de él aparece siempre feliz y sonriente, es especialmente triste. Su «falta», haber querido integrarse el pasado curso en el grupo de cheerleaders de su colegio, en Folsom (California). Ello desembocó en el acoso de sus compañeros, varios de los cuales no dejaban de llamarle «gay». Hasta tal punto llegó el acoso que sus padres decidieron sacarlo del colegio y proseguir su formación escolar en casa, algo que no acabó con la tristeza del chico, que hace un par de semanas acabó por quitarse la vida. Un responsable de su distrito escolar ha confirmado que la familia había denunciado el acoso, pero asegura que se habían seguido los protocolos. No parece desde luego que funcionasen muy bien: la familia afirma que su hijo seguía siendo víctima de acoso y de hecho había decidido mantenerlo fuera del colegio este nuevo curso.
La historia de Shinizu trae a nuestra memoria la de de Tyler Wilson, otro chaval que también sufrió acoso por formar parte de un grupo de animadores (actividad de gran tradición en Estados Unidos, desempeñada mayoritariamente por chicas, pero en la que también participan algunos chicos). A Wilson le dieron una paliza y le rompieron un brazo en 2010, aunque ello no le hizo perder la ilusión. Peor final tuvo la historia de Jeffrey Fehr, que sí acabó quitándose la vida a los 18 años el Día de Año Nuevo de 2012. Fehr era abiertamente gay ante sus amigos y su familia, y también había sido capitán del equipo de animadores de su instituto en California.
Algo distinta es la historia de Elisabeth Lowe, una chica británica de 14 años que se quitó la vida en septiembre, aunque es ahora cuando ha trascendido que detrás del suicidio, ocurrido en Manchester, se encontraba la angustia que sentía al sentirse incapaz de reconciliar su condición de lesbiana con la fe cristiana de sus padres y de ella misma.
Los padres de Elisabeth, abatidos, han declarado no saber nada de la lucha interna que vivía su hija, asegurando que sus miedos era injustificados. Su hermano Kevin confirma la versión de sus padres y asegura que también desconocía los sentimientos de su hermana, aunque afirma que si se los hubiera comunicado no le hubiera sorprendido demasiado ya que su hermana «era mucho más chico que muchos chicos».
Iniciativas como It Gets Better siguen siendo imprescindibles
Se trata de dos casos más de suicidio adolescente por acoso LGTfóbico, ya sea por la orientación sexual de las víctimas, por su identidad de género o simplemente por cómo su expresión de género es percibida por los demás. Dos casos más que suponen solo la punta de un iceberg y que ponen de manifiesto la permanente necesidad de iniciativas como It Gets Better, que como informamos hace pocos días acaba de aterrizar en España.
En su presentación, que tuvo lugar el pasado sábado, estuvo por cierto dosmanzanas. Allí, como ya sabéis los que nos seguís a través de Twitter, pudimos escuchar los testimonios de personas LGTB que en algún momento de sus vidas se han tenido que enfrentar al acoso, como Zach Portilla (antiguo asesor de Obama y hoy destinado en la Embajada de España en Madrid), Sergio Lavilla (uno de los impulsores de la iniciativa en España), el conocido decorador y empresario Lorenzo Castillo, la estudiante de periodismo Lourdes Salvo o el ejecutivo Miguel Castro, todos ellos buenos ejemplos de que pese a ser víctimas de acoso «todo mejora» después.
No faltó el toque de sentido del humor e ironía de la galerista argentina Topacio Fresh, que entre otras muchas anécdotas dio un perfecto ejemplo de cómo darle la vuelta al insulto y transformarlo en un instrumento contra la transfobia. Topacio Fresh desveló que en realidad su actual nombre comenzó siendo el apodo despectivo que le dedicaban cuando comenzó a hacer visible su identidad femenina (época en la que una telenovela de nombre Topacio triunfaba en las televisiones). «Hoy es mi nombre en el DNI, tanto en el español como en el argentino», concluyó.
Os dejamos con una galería fotográfica del acto:
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Flick
Flick no es más que el "nick" con el que empecé a comentar (y discutir, y razonar...) en dosmanzanas, allá por 2006. Me sabía a poco, por eso decidí colaborar y compartir mi pasión por estar informado. Y aquí sigo.