Moscú prohíbe por décimo año consecutivo el Orgullo LGTB y advierte a los organizadores de los “riesgos” de desoír su negativa
Rusia se ha situado, en los últimos años, en las antípodas del respeto a los derechos de las personas LGTB. Una suerte de leyes homófobas, de impunes ataques y de miserables discriminaciones al colectivo tiñen de negro el mapa de Rusia, en el ámbito de los derechos humanos más elementales. En esta ocasión, y por décimo año consecutivo, el Ayuntamiento de Moscú vuelve a denegar el permiso para la celebración del Orgullo LGTB. A pesar de este revés, por otra parte previsible, Nikolai Alexeev ha declarado valientemente que “llevaremos a cabo algún tipo de acción el 30 de mayo, aunque el lugar todavía no está decidido”. Este activista LGTB, sin embargo, ya ha experimentado el odio homófobo en sus carnes: Alekseev y Kiril Nepomnyaschiy fueron agredidos en septiembre de 2014 por dos individuos que cubrían sus cabezas con capuchas negras.
Por enésima vez, Rusia ocupa titulares por su LGTBfobia institucionalizada. El ayuntamiento de Moscú prohíbe de nuevo la celebración del Orgullo LGTB. El portavoz de la alcaldía Alexei Mayorov aseguraba que “hemos advertido a los organizadores de que no se autoriza la manifestación” y lanzaba la siguiente amenaza velada: el posible incumplimiento de esta negativa acarrearía “riesgos”. Toda una declaración de intenciones, desde luego. No obstante, lejos de amedrentarse, el activismo LGTB moscovita se plantea algún tipo de acto reivindicativo alternativo, aún por determinar. Nikolai Alexeev, uno de los organizadores, se ha propuesto apelar la prohibición. Además, denuncia que fue llevado ante un juez “sin motivo aparente”, una hora antes de hacerse pública la decisión del ayuntamiento de impedir el Orgullo de Moscú.
Recientemente, el conocido político homófobo Vitaly Milonov trató de impedir que los activistas LGTB participaran en la gran manifestación celebrada en San Petersburgo el 1 de mayo, Día del Trabajo. Milonov y sus compinches no consiguieron, en esta ocasión, convencer a las fuerzas del orden, que ordenaron al grupo de fanáticos que se alejaran de la columna por la que desfilaban los activistas LGTB y continuaran manifestándose en otra más alejada. Pero, a pesar de esta pequeña victoria, quienes simplemente enarbolan una bandera arcoíris o reivindican la celebración del Orgullo son detenidos y sancionados. Aun más temible es la práctica impunidad con que actúan grupos como Occupy Pedofilyaj y similares, dedicados al acoso, tortura e incluso asesinato de personas LGTB ante la pasividad muda de autoridades y población.
Recordemos que la administración rusa no tolera informar positivamente de la homosexualidad a menores, e impide que las parejas del mismo sexo extranjeras accedan a la adopción de niños rusos. Esta última ley, que afecta a familias homoparentales españolas, ya ha contado en diversas ocasiones con la oposición de organizaciones LGTB españolas como COGAM (colectivo de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales de Madrid) y GALEHI (asociación de familias LGTB), ya que el convenio bilateral de adopciones entre España y Rusia excluye a las familias homoparentales. El activista Jesús Santos, en nombre las familias LGTB, aseguraba en septiembre de 2014 para dosmanzanas que “este convenio pone en peligro a todos aquellos que adoptamos hace años en Rusia y hace peligrar también la situación de nuestros hijos”. Además, Santos argumentó que “es muy difícil explicarle a un niño cómo pueden venir de fuera a entrometerse en un proceso que ellos han vivido como bueno”.
La “marca Rusia”: exportando odio, discriminación y LGTBfobia
La homofobia de estado rusa no solo es un peligro para el colectivo LGTB de aquel país, sino que su influencia (especialmente en los antiguos estados de órbita soviética) amenaza los derechos de millones de personas fuera de sus fronteras. Esta asociación queda especialmente manifiesta en Sebastopol (la península de Crimea escindida de Ucrania). Tras su anexión a Rusia, quedaban prohibidas las Marchas del Orgullo en Sebastopol, en aplicación de sus leyes homófobas. En la propia Ucrania no es que la situación social sea mucho mejor, con una homofobia profundamente enraizada, pero su aproximación a Europa provocaba el archivo de su proyecto de ley contra la “propaganda homosexual”, igual que ocurría en Lituania.
En 2014, las organizaciones Equal Rights Trust y el Comité Bielorruso de Helsinki denunciaban el proyecto de ley destinado a proteger a los niños de Bielorrusia, supuestamente, contra la “propaganda homosexual”, y revelaban que su redacción se incluía en un decreto presidencial de la agenda legislativa del parlamento. El mismo año, grupos homófobos solicitaban que el gobierno de Kazajistán prohibiera la “propaganda homosexual” y reintrodujera el delito de “sodomía”. Son solo algunos de los ejemplos aunque, desde Moscú, grupos homófobos celebraban un encuentro en el que reivindicaban la extensión de las leyes homófobas rusas al resto del mundo. Esta es la peligrosa “marca Rusia” que está exportando la administración de Vladimir Putin.