El “sí” de Irlanda al matrimonio igualitario impacta profundamente en la Iglesia católica
Los resultados del referéndum irlandés han caído como una auténtica bomba en el mundo católico, especialmente entre la jerarquía. Una sociedad antaño tenida por firme seguidora de la doctrina de la Iglesia se muestra ahora muy alejada de sus enseñanzas en materia de moral sexual: el “sí” de Irlanda al matrimonio igualitario es también un “no” a la postura oficial de la Iglesia católica. Las reacciones que han trascendido oscilan entre el rechazo a lo que se considera casi una traición y la preocupación ante el toque de atención que supone el resultado.
Difícilmente pueden exagerarse las repercusiones del “sí” de Irlanda al matrimonio igualitario. Entre ellas, está sin duda su impacto en la Iglesia católica. No es de extrañar: Irlanda es un país tradicionalmente católico y con una intensa influencia de la Iglesia hasta tiempos muy recientes. Hasta 1993 las relaciones homosexuales eran delito, y el divorcio no fue legal hasta 1996, tras un referéndum celebrado en noviembre de 1995. La legislación irlandesa sobre aborto sigue siendo una de las más restrictiva del mundo occidental. Y sin embargo ahora la Iglesia católica se encuentra con que su población aprueba el matrimonio igualitario en votación popular y por amplia mayoría.
Entre la jerarquía las reacciones han sido fundamentalmente de dos tipos. Unas han sido indignadas, rechazando frontalmente el resultado y reafirmando sin matices la doctrina oficial. Otras, en cambio, apuntan a un serio problema de sintonía entre esta y una mayoría de fieles, especialmente los más jóvenes.
Quienes deploran la decisión del pueblo irlandés…
Entre las reacciones de rechazo, destaca muy especialmente la del secretario de Estado vaticano, cardenal Pietro Parolin, que reconoció sentirse entristecido y aseguró que «no creo que solo podamos hablar de una derrota de los principios cristianos, más bien es una derrota para la humanidad». Unas declaraciones que dieron la vuelta al mundo y que numerosos medios de comunicación señalaron como contradictorias con la postura aparentemente aperturista del papa Francisco en materia LGTB.
Más rotundo se mostró incluso el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke, uno de los que más visiblemente se opone a los rumbos nuevos, en forma o contenido, del pontificado de Francisco. Literalmente Burke declaró que “esto es un desafío a Dios. Es sencillamente increíble. Los paganos puede que tolerasen los comportamientos homosexuales pero nunca se atrevieron a llamarlo matrimonio”.
… y quienes ven una llamada de atención
Más interés tienen las reacciones de aquellos sectores de la jerarquía católica que aprecian en los resultados del referéndum una llamada de atención a la Iglesia por parte de sus fieles. Destaca muy especialmente la del arzobispo de Dublín y primado de Irlanda, Diarmuid Martin, que reconoció que lo sucedido plantea un desafío y señaló que “la Iglesia católica tiene que poner los pies en la tierra y no negar esas realidades”. Martin afirmó igualmente que “la Iglesia necesita hacer un test de realidad y ver en qué áreas tenemos que preguntarnos: ‘¿Nos hemos alejado completamente de los jóvenes?”. Según el arzobispo de Dublín, la Iglesia debe plantearse si está abierta a todos o “solo para acólitos”.
Eamon Martin, arzobispo de Armagh y primado de «Toda Irlanda» (título eclesial distinto al que ostenta el arzobispo de Dublín) declaró por su parte a la cadena pública irlandesa RTÉ que la Iglesia estaba “de luto”. A su juicio, en la campaña se había confundido el “respeto a los gais” con la cuestión del matrimonio. Igualmente, calificó de “valiente” la decisión de quienes votaron “no”. Sin embargo, en un esfuerzo por evitar el reproche de homofobia, Eamon Martin afirmó que en ocasiones se puede ser ofensivo sin buscarlo y reconoció que el debate sobre el matrimonio había permitido conocer el “aislamiento” que habían vivido gais y lesbianas. En este sentido, el resultado señala a la Iglesia, a su juicio, la necesidad de acercarse a este colectivo.
Igualmente Eamon Martin se mostró favorable a que los hijos de parejas del mismo sexo sean bautizados si así se solicita, insistiendo no obstante en que ello no significa que se esté «de acuerdo” con el comportamiento de gais y lesbianas. Por último, resulta llamativa su declaración de que “no creo que lo que hayan dicho 750.000 personas sea relevante«, refiriéndose a quienes votaron “sí” (confundiendo por cierto las cifras, pues 750.000 fueron los que votaron en contra, mientras que los votos favorables ascendieron a 1,2 millones). Martin trató también de interpretar el voto de muchas personas a favor del matrimonio igualitario como un simple gesto de apoyo a “algún amigo gay” (como si esa amistad no pudiera hacer replantearse seriamente a una persona su postura sobre el matrimonio).
Tambén el diario oficial del Vaticano, L’Osservatore Romano, propugnaba la tesis del «desafío» que el referéndum plantea a la Iglesia católica. “El margen entre el sí y el no es demasiado amplio como para no aceptar la derrota: ésta es resultado de la gran participación, en particular de los jóvenes”, reconocía en un editorial. “No hay anatema, sino un desafío a enfrentar por parte de toda la Iglesia”, añadía.
En definitiva, parece que sectores significativos de la jerarquía católica aceptan ya que existe un divorcio con la sociedad en materia LGTB. De ahí a que en un futuro se materialicen cambios en la doctrina hay sin embargo todo un mundo.
Por allá anduvo la vieja bruja de Teresa de Calculta haciendo campaña contra el divorcio.
La Iglesia es un enorme elefante que se mueve muy despacio, pero que se mueve. Y a lo largo de los siglos este movimiento se aprecia. No les queda otra: tienen que adaptarse al entorno. Si no, ¿cómo habrían sobrevivido dos milenios? ¿Con la ayuda del Espíritu Santo?
Siempre recomiendo la lectura de una novela al respecto: Vaticano 2035. Me parece muy lúcida.
Se mueve cuando ya no le queda no le queda otra, cuando no tiene más remedio para sobrevivir, y dejando la estela de las miles de personas que sufrieron daños, persecución y hasta muerte por su intransigencia, y prepotencia, cuando tenían la sartén por el mango.
#2 iñigo
La iglesia de Roma no sobrevivió por el espíritu santo sino porque ha detentado el Poder y ha hecho la guerra. La «Santa Inquisición» es un ejemplo de su poder.
Estos que viven en una película montada hace 2000 años se piensan que los normales son ellos.
Yo no entiendo como a esta gente se le da credibilidad. Creen en sucesos paranormales, piensan que la gente resucita, tienen unas costumbres raras raras raras que carecen de total sentido (echar vapor de agua a la gente, o agua con un palo de hierro, poner a un señor clavado ensangrientado delante de los niños, ir con túnicas, etc).
Después viene uno que cree en extraterrestres y se lo tacha de loco (la ciencia dice que lo más problable es que existan) y en cambio a los curas obispos y toda esta gente se las trata muy en serio.
No sé, pero el no haber nacido en un ambiente de este tipo, el no haber ido a «comuniones», ni cualquier rito religioso, quizás me haga tener un punto de vista muy distinto. Sólo he crecido en una urbanización normal de una ciudad, he ido a un instituto normal, he tenido mi familia, y mi pandilla como cualquiera y no me he cruzado nunca en la vida con el ambiente religioso.
El tener que ver cada dos por tres esa escena gore del hombre clavado incluso cuando jura el Presidente de tu país, me parece muy fuerte. No se nos respeta a los demás. Y aún por encima andan jodiendo a los homosexuales con sus paranoias y se lo permitimos!!! es que manda cojones!!!
Y con esto no digo que no haya nada después de la muerte, pero coño ¿hace falta hacer toda esa serie de sinsentidos, ritos, psuedopalabrería, invenciones fantásticas, cuentos de hadas, ofender a los homosexuales,etc.. para convencer a la gente de que hay algo despúes de la muerte?.
Lo digo en serio, para mi esta gente esta fuera de órbita y lo que me preocupa es que hay millones de personas que siguen esta filosofía de vida. Que crean en lo que quieran hasta que la ciencia demuestre que hay después de la muerte, pero que no jodan a los demás.