Multitudinaria manifestación contra un proyecto de ley de uniones entre personas del mismo sexo en Italia
Ante la perspectiva de un posible reconocimiento jurídico de las parejas del mismo sexo, los sectores sociales más conservadores muestran la intensidad de su odio homófobo en Italia manifestándose de forma multitudinaria en las calles, como antes lo hicieran en España o en Francia. La diferencia es que mientras en estos dos últimos países la intensa reacción homófoba se producía frente al matrimonio igualitario, en Italia lo hace contra una propuesta de ley de uniones civiles que ni siquiera contempla la adopción conjunta.
La fortaleza de los homófobos es indudable en Italia. Según sus promotores, más de un millón de personas salieron a las calles de Roma este sábado para protestar contra un proyecto que en las últimas semanas parece haber salido de su letargo. Según el Ministerio del Interior, fueron 400.000 personas. Muy posiblemente ambas cifras son exageradas (el Ministerio del Interior italiano está en las manos de Angelino Alfano, político derechista contrario al proyecto de uniones civiles y que hizo público en redes sociales su apoyo a la manifestación, aunque no acudió en persona), pero en cualquier caso fueron decenas de miles de personas las que acudieron al centro de la capital italiana para hacer una gran demostración de fuerza.
Para comprender lo que está sucediendo en Italia hay que retrotraerse unas semanas atrás, cuando el pueblo de Irlanda dio un ejemplo al mundo incorporando a su Constitución el matrimonio igualitario por amplia mayoría en un histórico referéndum. Un resultado que dejaba a Italia, que comparte con Irlanda su tradición católica, como prácticamente el único país de la Europa occidental que no reconoce los derechos de las parejas LGTB, ni mediante el matrimonio igualitario ni con la fórmula de la unión civil. El primer ministro Matteo Renzi declaraba tras conocer el resultado irlandés que “las uniones civiles no pueden retrasarse más”. Y ello pese a que el propio Renzi ha actuado en el pasado como freno al proyecto (el Parlamento salido de las elecciones de 2013 no debería tener, en teoría, especiales dificultades para aprobar un proyecto así). La misma Corte Constitucional dictaminaba en 2010 que los derechos de las parejas del mismo sexo deben ser reconocidos bajo una forma u otra, aunque la fórmula no sea el matrimonio (si bien tampoco hay nada que consitucionalmente impida esta posibilidad), línea argumentativa que han seguido después los tribunales italianos sin que al legislativo le haya parecido urgente hacerles caso.
Por el momento, existe un proyecto presentado por la senadora Monica Cirinnà en junio de 2014, que reconocería a las parejas del mismo sexo su derecho a contraer una unión civil con derechos similares a los del matrimonio salvo la adopción conjunta (sí permitiría, bajo ciertas circunstancias, la adopción de los hijos que ya tenga la pareja) que ya ha recibido el visto bueno de la Comisión de Justicia del Senado, aunque en principio le quedaría una larga rodadura. Pero tras el referéndum irlandés Cirinnà se mostraba esperanzada y declaraba que “finalmente ha llegado el momento de que se apruebe antes del verano”.
Unas previsiones que aunque no se han cumplido (el verano ya está aquí…) parecen haber despertado las alarmas de los homófobos y han desembocado en la gran manifestación de este sábado a favor de la familia tradicional y en contra de la «ideología de género» que se acompañará sin duda de más protestas. Protestas que por mucho que quieran difuminar (la Conferencia Episcopal Italiana se ha desmarcado de la convocatoria, aunque asegura compartir sus reivindicaciones, y se ha invitado a participar, por ejemplo, a Ben Mohamed, imán de la barriada romana de Centocelli) están promovidas y lideradas por el catolicismo más tradicionalista, que tiene gran fuerza en Italia. No faltó, por cierto, representación española: otro de los intervinientes fue Kiko Arguello, uno de los fundadores del Camino Neocatecumenal, los conocidos «kikos».
También participaron políticos italianos de gran tradición homófoba, como Carlo Giovanardi, Paola Binetti, Maurizio Gasparri, Roberto Formigoni o Mario Adinolfi. Este último, que intervino como orador en el acto, es de hecho uno de los líderes del movimiento homófobo italiano, pese a ser diputado del Partido Democrático, el mismo al que pertenecen el primer ministro Renzi y la senadora Cirinnà. Adinolfi ha sido, de hecho, uno de los apoyos internos de Renzi (un político que, no olvidemos, proviene de la democracia cristiana). Una muestra más de lo complicado de la escena política en materia LGTB en Italia, un país en el que la Iglesia católica cuenta con terminales en prácticamente todos los partidos.
Sigo sin entender en qué puede afectar al resto de una sociedad el hecho de que se equiparen los derechos de sus ciudadanos. Si fuera a la inversa podría tener sentido, si se produjera un recorte de derechos sólo para unos (que, al final, es la situación en que se encuentran las personas LGTB, que tienen que luchar por unos derechos que para el resto siquiera se cuestionan).
¿En qué les afecta a quienes se posturan en contra que dos mujeres u hombres contraigan matrimonio? Absolutamente en mada, al menos utilizando la razón.