El príncipe de Liechtenstein se pronuncia contra la homoparentalidad y sugiere desoír una posible sentencia europea en ese sentido
El pequeño principado de Liechtenstein vuelve a destacar como uno de los países más conservadores de Europa, más por sus gobernantes que por sus pobladores. Su jefe de estado, el príncipe Hans-Adam, se ha declarado contrario a la homoparentalidad, llegando a señalar que el país podría ignorar una eventual sentencia europea que obligara al reconocimiento de las familias con progenitores del mismo sexo.
Recientemente, por mandato de su Tribunal Constitucional, Austria ha aprobado la equiparación de parejas del mismo y distinto sexo en lo referido a la adopción. Esto no ha pasado desapercibido en su pequeño vecino, el principado de Liechtenstein, situado en un valle de los Alpes entre Austria y Suiza. En una entrevista radiofónica con Martin Frommelt, el príncipe Hans-Adam, de 70 años, fue preguntado si tras la reforma austriaca Liechtenstein podía seguir manteniendo la prohibición de adoptar que pesa sobre las parejas del mismo sexo. Respondió afirmativamente: “Creo que debemos mantenerla. Nosotros comprobamos con toda precisión si una adopción es en interés del niño; y si yo me imagino que dos hombres homosexuales adoptan un muchacho —quizás incluso de países en vías de desarrollo—, entonces hay que decir efectivamente que si lo permitimos sería una irresponsabilidad”. El niño tiene derecho, afirma, a crecer en una “familia normal”. Eso sí, ve menos problema cuando es criado por una pareja de mujeres y una de ellas es la madre biológica, aunque ahí también que “hay que poner ciertos límites”.
Más grave, si cabe, fueron sus declaraciones acerca de lo que debería hacer su país si el Tribunal Europeo de Derechos Humanos les obligase a reconocer la homoparentalidad. Señala, sencillamente, que podrían ignorar la sentencia: “Creo que siempre podemos ignorar ese Tribunal. Si no cumplimos una sentencia judicial, ¿qué harían?”, y es que el Tribunal “no tiene tropas que pudieran invadirnos”.
Como era de esperar, estas declaraciones han traído polémica. Lucas Oehry, líder del colectivo LGTB Flay del principado alpino, afirmó no estar sorprendido con las declaraciones del príncipe pero sí “algo impactado y descolocado«. Por su parte, la diputada Helen Konzett-Bargetze ha afirmado en radio Liechtenstein que «no debe quedar sin respuesta lo que ha dicho el príncipe«.
Liechtenstein: un lento camino hacia la igualdad
Estas declaraciones deben entenderse en el contexto de un país donde el príncipe goza de poderes efectivos y no meramente representativos (actualmente los poderes los ejerce su hijo desde que los delegó en 2004). Además, las decisiones parlamentarias suelen basarse en el acuerdo entre los dos grandes partidos, ambos de carácter conservador. Esto sin duda influyó en que hasta 1989 las relaciones homosexuales estuvieran prohibidas, y que sólo en 2001 fueran equiparadas las edades de consentimiento para relaciones homo y heterosexuales.
No obstante, los cambios sociales han ido llegando también este país. En 2011, hubo un apoyo masivo en referéndum a las uniones civiles entre parejas del mismo sexo. Dicha ley había sido aprobada en marzo de ese año por unanimidad de las fuerzas políticas representadas en el Landtag (Parlamento) del Principado de Liechtenstein, y concedía a las parejas del mismo sexo derechos similares a los de los matrimonios heterosexuales en terrenos como la herencia, seguridad social y pensiones de jubilación, normativa de inmigración y naturalización, así como en el terreno fiscal. Quedaban fuera de la regulación tanto la adopción como el acceso a los procedimientos de reproducción asistida.
Esta ley fue desafiada en referéndum por Vox Populi, una organización constituida al efecto. La convocatoria fue recibida con alegría por Credo, organización católica que había encarnado la oposición a la ley pero que se había mostrado reacia a la idea de promover por sí misma un referéndum. Recordemos que apenas cuatro años atrás, en 2007, el arzobispo de Vaduz, Wolfgang Haas, había declarado que “la homosexualidad es un pecado grave” y que “el reconocimiento de un pecado es un escándalo”. Sin embargo, el referéndum fracasó, y el principado de Liechtenstein adoptó así una regulación equivalente a la de sus dos países vecinos, Suiza y Austria (el Parlamento de Austria había aprobado su ley de uniones en diciembre de 2009, mientras que Suiza lo había hecho, también en referéndum, en junio de 2005).
Precisamente, esta equiparación se ha roto ahora en el caso de Austria, con la reforma mencionada antes, y parcialmente en Suiza, que abrió en 2012 la adopción a los hijos de la pareja. Esto ayuda a entender las declaraciones del príncipe: sus dos referencias más importantes dan pasos adelante, lo que inmediatamente deja al pequeño país en una situación, como mínimo, de desequilibrio.
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De un tonto tan sólo se pueden esperar tonterías
Esta clase de minipaíses que jalonan Europa, a los que se puede unir la colonia Gibraltar, no son más que patios traseros donde históricamente las grandes potencias han escondido sus basuras. Paraísos fiscales de origen medieval. Lietchenstein, o como se escriba, es un residuo de la historia que debería haberse integrado en cualquiera de sus países circundantes. Además, la actitud de su jefe de Estado, que se negó a hacer reformas democráticas sobre su poder político, es intolerable. Lo mismo pienso de Mónaco. Andorra me parece que tiene mejor entidad, entre otras cosas porque tiene algo más de territorio y ya proclamó una Constitución democrática, pero haría bien en proclamar su república.
Es absurdo el comentario del principe su hermana Nora de Liechtenstein se caso con Vicente Sartourius