Adolescencia entre homofobia: crítica de «El fuego en el que ardo» y entrevista al autor Mike Lightwood
Salir del armario no es fácil. Sobre todo cuando vives en un mundo dominado por prejuicios arcaicos. Algunas obras nos acercan a la vida de tantos jóvenes incapaces de ser ellos mismos por miedo a que su sexualidad sea descubierta. Otras, sin embargo, se centran en el proceso posterior, o sea, las dificultades afrontadas cuando la homosexualidad ha salido a relucir. El fuego en el que ardo, primera novela del veinteañero Mike Lightwood (quien nació en Sevilla, creció en las Palmas de Gran Canaria y vive en Madrid aunque su nombre parezca querer ocultarlo), es un buen ejemplo de lo segundo: una novela que combina el romance y el drama social para contar la historia de un adolescente víctima de la homofobia que lo rodea. “¿Todas esas películas y series que te cuentan lo maravilloso que es ser gay? ¿Estar rodeado de compañeros modernos que te quieren tal y como eres? ¿Padres que te apoyan incondicionalmente? Todo mentira. La realidad no es esa”, afirma tajantemente la contraportada del libro, la cual, eso sí, añade un necesario “…al menos, no la del protagonista”. Ojalá llegue el día en que nada de eso sea mentira. Pero aún queda mucho para eso; con lo que novelas así no podrían ser más necesarias.
Narrada en primera persona, El fuego en el que ardo nos adentra en el interior de un personaje imaginario que representa a muchos otros jóvenes en su misma situación. Y es que Óscar, el protagonista de esta historia, sólo se tiene a sí mismo para afrontar su propia identidad, lo que le obliga a recurrir a medidas desesperadas que ponen en peligro su propia salud. Bueno, en realidad no está solo del todo, ya que cuenta con el fiel apoyo de un amigo heterosexual de toda la vida presentado prácticamente como un ángel de la guarda, así como una profesora y una madre que velan por él como pueden… y, finalmente, esa persona especial capaz de hacerte sonreír cuando menos te lo esperas; o sea, más de lo que muchos soñarían tener. En la otra cara de la moneda encontramos a un amigo que no pudo tomarse peor una confesión de amor, un rudo padre maltratador y unos compañeros que parecen guiados por el mismísimo diablo. Y es que los matices no son precisamente el fuerte de unos personajes que resultan demasiado extremos para ser creíbles pero cumplen su función en una historia donde Óscar es el innegable corazón. De hecho, la narración en primera persona justifica la falta de grises, ¿no tiende acaso a volverse extrema nuestra percepción del mundo cuando estamos desesperados? A fin de cuentas, en el caso de los chicos acosados por la homofobia, sólo hay dos tipos de personas: las que les ayudan a sobrellevar la carga y las que la vuelven más pesada que el plomo.
Es incluso probable que el tratamiento relativamente simplista de El fuego en el que ardo sea precisamente lo que necesitan tantos jóvenes y no tan jóvenes cuyos problemas han sido dejados de lado por la práctica totalidad del universo literario. Nos encontramos, por tanto, ante una perfecta oportunidad de iniciarse en la literatura LGTB: una obra muy entretenida que se gana la empatía del lector desde el principio gracias a su cariñoso acercamiento al crudo tema, así como a la agradable edición, que incluye ilustraciones, citas de canciones, páginas negras y reproducciones del formato de las redes sociales (Twitter, WhatsApp y la blogosfera son claves de una novela que sería completamente diferente de haberse escrito tan sólo unos años antes). Y es que, entre emociones del primer amor e intrigas del pasado, la novela se lee prácticamente sola. Innegablemente, la pasión por las letras del joven Mike Lightwood, bloguero, escritor, traductor y twittero, es latente, pues el uso del lenguaje es verdaderamente maduro, algo admirable dado el apenas cuarto de siglo de vida con el que cuenta. Sin ser perfecto, El fuego en el que ardo es un libro recomendable y necesario que da el pistoletazo de salida para una carrera que se antoja muy prometedora.
Os dejo con mi entrevista a Mike Lightwood, autor de El fuego en el que ardo, que tuvo lugar en el corazón de Madrid, en la icónica Plaza de España. Podéis haceros con la novela en Amazon e innumerables librerías del país.
Antes de nada me gustaría saber cómo empezó la creación de este libro.
Bueno, yo llevo escribiendo ya muchos años. Es mi quinta novela. Cuando iba a empezar a escribir la cuarta conocí a personas en una situación similar a la del protagonista de El fuego en el que ardo y quise darles voz y recordarles que, aunque se vean en un hoyo muy profundo del que parece no haber salida, siempre acabarán encontrando una: sólo necesitan un poco de ayuda, o quizá confiar en sí mismos (depende mucho de cada persona). Quería reflejar eso en una historia. Mi primera idea fue introducirlo como subtrama en mi cuarta obra, ya que no sabía si sería capaz de escribir un libro entero realista, pues siempre había escrito fantasía o ciencia-ficción, pero la idea no funcionaba, con lo que al final opté por un libro que se centra en el tema directamente.
Esta es tu quinta novela, pero la primera publicada. ¿A qué crees que se debe? ¿La notabas más madura con respecto a las anteriores?
Yo creo que sí. Transmite algo, o esa ha sido mi intención. De las otras, la primera era muy mala pero la escribí con 17 años y no se pueden esperar demasiado [risas]. A partir de la tercera, me gustan bastante, pero eran historias sin más, mientras que esta aporta un mensaje que busco transmitir. La cuarta quedó finalista para un premio de esta editorial, con lo que no creo que esté tan mal. La he enviado a otras editoriales, pero estoy a la espera.
¿Publicaste El fuego en el que ardo gracias a dicho premio, entonces?
No; la envié, pero era una primera versión con muchas menos páginas, una versión floja que envié por falta de tiempo. Después envié la versión mejorada, les gustó y la quisieron publicar. El 21 de mayo estaba viendo la semifinal de Eurovisión y me llamó la editora. Me habló de las típicas condiciones (adelantos, número de ejemplares…), pero me dijo que en Plataforma Editorial confiaban en la historia y su mensaje y la querían sacar.
¿Te sugirieron algún cambio a nivel creativo?
Claro. Los dibujos, por ejemplo, fueron idea de la editorial: yo había incluido el hecho de que el personaje dibujara porque se basa en una persona concreta que lo hacía como vía de escape, pero como yo no dibujo no me planteé añadir ilustraciones. Sin embargo, ahora no me imagino el libro sin ellas, pues le dan un toque diferente. También me sugirieron cambios narrativos: el personaje de Darío era muy malo de entrada y estaba poco profundizado, con lo que se me instó a hacerlo más gris.
¿Y con respecto a las conversaciones de Whatsapp o las páginas negras que aparecen?
Las conversaciones estaban en el libro, pero la editorial decidió “ponerlo bonito”, emulando las propias webs. Las páginas negras también fueron su idea, pues lo habían probado con otra novela anterior y había gustado mucho. Los flashbacks se prestaban a ello.
Dos novelas similares publicadas últimamente (El chico de las estrellas, de Chris Pueyo, y la tuya) juegan con la estética, ¿crees que es una estrategia útil para animar a la gente joven a leer?
Yo trabajo en el mundo editorial; más en la traducción, pero también en la corrección y la promoción. Vivimos un momento malo para la literatura, aunque parece que estamos saliendo de él. Las editoriales buscan hacer los libros más agradables, aportar detalles bonitos que no intervienen mucho en el coste pero los vuelven más atractivos. Claro ejemplo de ello es la tinta azul de El chico de las estrellas. Es una estrategia para animar a comprar. Y es efectiva.
Con respecto a la creación de la novela, tú comentas que tu historia personal fue mucho más feliz que la del personaje, ¿cómo te metiste en la piel de este?
Bueno, no “feliz” del todo, pero tuve la suerte de contar con una familia buena y un colegio abierto. De pequeño lo pasé mal: era el niño nuevo y encima el gordo y ya se sabe como son los niños… Eso me llevó a ocultar la homosexualidad de adolescente para evitar más motivos de burla. Por tanto, no he sufrido el acoso del libro, pero sí sé lo que es sentirse fuera de lugar.
Aun así, ¿te has puesto en contacto con personas que han vivido el tema del libro? Me llama especialmente la atención el tema de las cuchillas, demasiado fuerte para tratarlo sin conocerlo…
Eso se basa sobre todo en la persona de la que hablaba antes, pero también tiene parte autobiográfica. Yo nunca llegué a los extremos del libro, pero sí tuve un par de épocas durante las que hacía eso. Conozco ese dolor que te fuerzas a sentir para acallar el otro dolor. Luego esta persona me lo contó, yo le conté que también lo había hecho… y ahondamos en el tema para ayudarle a seguir de ahí, pues él seguía metido en ello. El sentimiento del libro es, por tanto, bastante real.
¿Qué me dices de tus influencias literarias? (Al margen de Harry Potter, claro…)
Bueno, Harry Potter no me influye como autor, pero sí me anima a escribir. Con respecto a la escritura me gusta mucho Cazadores de sombras; de hecho mi pseudónimo está basado en ella. En 2009 leí el primer libro y me gustó ver el tema de la homosexualidad tratado abiertamente de forma muy natural: uno de los protagonistas es homosexual, se enamora de otro personaje masculino que es heterosexual, y tiene su propia evolución. Eso me demostró que estos temas no tienen que esconderse en la literatura. Yo hasta entonces siempre había escrito literatura heteronormativa, con amor heterosexual, pero me di cuenta de que no tenía que limitarme a una norma que a fin de cuentas no encajaba conmigo. Una gran influencia es David Levithan, también homosexual, quien siempre saca el tema de forma bonita, natural y realista, que es a lo que yo aspiro. Sé que no alcanzaré su nivel, pero es mi mayor inspiración. En español ha publicado Cada día, Cuaderno para dos y alguno más, pero por desgracia no es muy conocido. Escribió una novela con John Green, Will Grayson, Will Grayson, con dos personajes que se llaman igual, uno gay y otro heterosexual. A su vez, el personaje de Green tiene un mejor amigo gay en el que Levithan basó un musical posterior.
Y ahora que has publicado esta novela, ¿intentarás publicar las anteriores o miras al futuro?
Ahora estoy escribiendo la historia de Darío, un personaje que tiene mucho que contar y no tiene demasiado espacio en esta novela. Me parece importante la parte del acoso del protagonista, pero también la represión que vive él como personaje secundario por ocultar lo que es. Es una historia paralela a esta que aporta la versión de Darío de la historia, su punto de vista, centrándose más en el pasado y terminando un poco después. Me gustaría publicarla porque trata un tema complementario. En cuanto a las anteriores, estuve retocando la cuarta y estoy esperando respuesta de las editoriales. La segunda y la tercera me gustaría retomarlas algún día y mejorarlas, porque he aprendido mucho desde que las escribí.
Al igual que Chris Pueyo, tú te has dado a conocer en las redes sociales; ¿hasta qué punto te ayudan de cara a la promoción?
Bueno, nunca sabes cuál es el porcentaje de seguidores que realmente se interesa por un libro así. Por ejemplo, entre mis seguidores tengo bastante público gay y bastante público lector, pero no siempre coinciden. Lógicamente Twitter ayuda a la promoción, pero no sabría decir hasta que punto. Yo pensaba que la novela interesaría a un público muy concreto, protagonista de la historia, pero veo que llega a más gente, por ejemplo a muchas chicas heterosexuales, incluso a un par de padres que lo han leído para conocer mejor a sus hijos y me han mandado mensajes… Creo que se ha abierto la puerta a este tipo de literatura y las redes sociales ayudan a que se conozcan.
Yo he leído el libro y, aunque me ha gustado, encuentro que los personajes son demasiado planos y que deberían tener más personalidad. Espero que en la siguiente novela los desarrolle mucho más 🙂