El hombre (gay) contra el nazismo: críticas de las películas «The Imitation Game» y «El caso Fritz Bauer»
De la II Guerra Mundial y la lucha contra los nazis surgieron héroes de todo tipo. Y, claro, muchos de ellos eran homosexuales, una comunidad a la que el nazismo forzó a esconder la propia identidad. Quizá por ello, la importante labor del matemático británico Alan Turing (Paddington, Londres, 23 de junio de 1912 – Wilmslow, Cheshire, 7 de junio de 1954) y el fiscal alemán Fritz Bauer (Stuttgart, 16 de julio de 1903 – Fráncfort del Meno, 1 de julio de 1968) ha sido tristemente ignorada por la historia. Suerte que el séptimo arte les ha devuelto, al menos en parte, la fama que merecerían haber recibido en su día. Hablo, por supuesto, de The Imitation Game y El caso Fritz Bauer, dos destacables películas recientes —la primera acaba de ser editada en DVD y la segunda sigue en cartelera— a las que hoy me dedico.
El matemático británico Alan Turing descifró los códigos secretos nazis contenidos en la máquina Enigma, lo cual determinó el devenir de la II Guerra Mundial (1939-1945) en favor de los Aliados. Lamentablemente, no sólo no fue nunca aplaudido por su labor, sino que fue juzgado por su condición de homosexual en 1952. Hubo de pasar más de medio siglo para que, el 24 de diciembre de 2013, la reina Isabel II promulgara el edicto por el que se le exonerara oficialmente. Por aquel entonces ya se estaba gestando The Imitation Game, una coproducción británico-estadounidense dirigida por el noruego Morten Tyldum (Headhunters, 2011), cuyo guion (obra de Graham Moore a partir de la novela de Andrew Hodges) llevaba años en la Lista Negra hollywoodiense de libretos prometedores no producidos. Fue precisamente el concerniente a mejor guion adaptado el único Óscar que obtuvo finalmente la cinta a partir de sus ocho nominaciones, pronunciando Moore un discurso inolvidable eternamente ligado a la comunidad LGTB aun cuando él mismo fuera heterosexual: “cuando tenía 16 años, traté de suicidarme porque me sentía raro, diferente, como fuera de lugar. Ahora aquí estoy. Así que me gustaría que este momento sea para ese chico que se siente raro o diferente o que no encaja en ningún lado: sí que lo haces. Sigue siendo raro y diferente y, cuando llegue tu turno y estés en este escenario, por favor, pasa este mismo mensaje al siguiente”. Siendo justos, nos encontramos ante una producción bastante convencional en la que la historia real es relativamente dejada de lado en pos de la narración más previsible. No obstante, el buen trabajo interpretativo de Benedict Cumberbatch y Keira Knightley, la notable factura técnica (donde destaca la partitura de Alexandre Desplat, a quien también debemos el acompañamiento musical de La chica danesa [crítica]) y el interés granjeado por una historia que, aunque simplificada, está muy bien contada garantizan una buena experiencia cinematográfica. (Hace unos meses le hice entrega de dos Premios Apolo.)
Por su parte Fritz Bauer fue un fiscal general alemán que contribuyó de forma considerable a la realización de los procesos de Auschwitz. Su contacto con chaperos acrecentó los rumores acerca de su homosexualidad, si bien estos nunca fueron confirmados. Flamante ganadora de los últimos Premios Lola del cine alemán, así como del Premio del Público del prestigioso Festival de Locarno, El caso Fritz Bauer está coescrita —junto a Olivier Guez— y dirigida por Lars Kraume (Todo por el éxito, 2001), quien logra desmarcar la cinta de otras producciones de apariencia similar gracias a una puesta en escena sobria pero efectiva que va desvelando poco a poco los entresijos de la acción y el interior de unos personajes excelentemente encarnados por intérpretes de la talla de Burghart Klaußner, Ronald Zehrfeld y Lilith Stangenberg (aunque la elección de esta última para un papel del que es difícil hablar sin spoilers es, en mi opinión, errónea). Al igual que en The Imitation Game, la ambientación y la música (obra en este caso de Christoph M. Kaiser y Julian Maas) son exquisitas. A medio camino entre el cine negro y el biopic de espionaje, la poco arriesgada pero efectiva cinta posee un ritmo pausado fruto de un anhelo de realismo que la vuelve relativamente menos entretenida que la obra dedicada a Alan Turning, pero también más fidedigna. La supuesta homosexualidad de Bauer está tratada con delicadeza, evitándose el romance como tal en pos de una amistad especial que cada espectador puede entender como quiera. Recordemos que en su irregular J. Edgar (2011), centrada en el famoso director general del FBI, Clint Eastwood procedió de un modo parecido.
Tanto The Imitation Game como El caso Fritz Bauer ponen de manifiesto cuán absurdo resultaba que la homosexualidad estuviera penada en una época durante la cual la humanidad padecía suficientes problemas por sí sola como para extraerlos de la nada. Así, tanto Alan Turing como Fritz Bauer vieron cómo su condición de héroes era lastrada por una condición sexual contra la que no podían —ni tenían por qué— hacer nada. La homosexualidad no es el tema central de ninguna de estas cintas, pero sí una pieza ineludible de las mismas que determina, para bien y para mal, todo cuanto acontece a sus dos icónicos protagonistas, excelentemente encarnados por los multipremiados Benedict Cumberbatch y Burghart Klaußner. Nos hallamos por tanto ante dos ejemplos inusuales de cine LGTB que nos recuerdan cuán presente ha estado nuestra comunidad en la historia por mucho que algunos se esfuercen por ignorarlo.