El primer ministro australiano anuncia que el referéndum sobre el matrimonio igualitario se celebrará antes del fin de año
Se confirma lo que ya adelantó el fiscal general de Australia, pero el Gobierno no acababa de aclarar: el referéndum sobre la introducción del matrimonio igualitario se celebrará antes de fin de año si el gobernante Partido Liberal del primer ministro Malcolm Turnbull gana las elecciones del próximo 2 de julio. La oposición laborista sigue oponiéndose a la consulta y reclama su aprobación por la vía parlamentaria.
Sin grandes novedades en Australia. La discusión sobre el matrimonio igualitario sigue siendo incierta, porque a pesar de que los representantes partidarios del matrimonio igualitario ya son mayoría en ambas cámaras del Parlamento, el primer ministro Turnbull sigue apostando por la consulta no vinculante como paso previo para iniciar el trámite. El Senado, por su parte, ya hizo el año pasado una petición formal para no demorar más el tema. El pasado mayo se hizo pública una partida presupuestaria de 160 millones de dólares australianos (unos 104 millones de euros) para cubrir los costes del referéndum.
El pasado mes de marzo, el fiscal general, George Brandis, afirmaba que el plebiscito se celebraría en este año, “al poco tiempo de iniciarse la andadura del nuevo Parlamento”. Si el resultado fuera afirmativo, como apuntan las encuestas, Brandis no tiene duda de que el legislativo aprobaría rápidamente el matrimonio igualitario. Solo un día después, la portavoz de Gobierno matizaba las palabras del fiscal general y aseguraba que el primer ministro mantiene sus planes de plantear el referéndum tan pronto como sea posible tras las elecciones, pero en cualquier caso ya en 2017.
A pocos días de las próximas elecciones, Turnbull confirma el anuncio del fiscal general: si es reelegido primer ministro, convocará la consulta antes de fin de año. Durante su participación en un programa de televisión, una espectadora le inquirió sobre la necesidad de celebrar el referéndum, recordando el coste de la medida y el hecho de que el papel de los representantes elegidos al Parlamento es el de aprobar leyes.
El primer ministro se escudó en la diversidad de opiniones en el seno de su Gobierno y en el conservador Partido Liberal, al que pertenece, para seguir adelante con el plebiscito. “Soy el primer ministro pero no soy el dictador”, afirmó, para justificar la medida como un equilibrio entre los partidarios (como el propio Turnbull) y los detractores del matrimonio igualitario. El gobernante añadió que el referéndum tendría lugar a la mayor brevedad tras las elecciones y que hará campaña por el sí.
Por parte de la oposición laborista, se mantiene la postura contraria a la consulta. La portavoz Penny Wong aseguró que si su partido asume el Gobierno tras las elecciones, presentará un proyecto de ley para abrir el matrimonio a las parejas del mismo sexo, son un referéndum previo. El líder de los laboristas Bill Shorten advirtió del carácter divisivo de un plebiscito de este tipo, que podría fomentar la homofobia, e instó al primer ministro a permitir una votación libre en el Parlamento. Veremos lo que ocurre en un escenario en el que se prevé un resultado ajustado para los distintos partidos y coaliciones, con bajadas de los mayoritarios y fuertes subidas de los emergentes.
Una sociedad favorable con líderes contrarios la igualdad
El debate sobre la aprobación del matrimonio igualitario en Australia viene de muy lejos. Ya antes de las elecciones de 2013, que dieron la victoria a Tony Abbott, fueron los laboristas, entonces al frente del Gobierno, los que actuaron como freno. La que hasta junio de ese año había sido primera ministra, Julia Gillard, se oponía, y durante sus años de gobierno no dudó en maniobrar para impedir que los partidarios de la igualdad dentro del Partido Laborista trasladaran su criterio al Parlamento. Y ello pese a que ya en su congreso nacional de 2011 el partido incorporaba la defensa del matrimonio igualitario a su ideario. Ideario que Gillard se encargó de convertir en papel mojado al imponer que los legisladores laboristas –cuyos votos eran todos necesarios, debido a lo ajustado de su mayoría– tuvieran libertad de voto. Una libertad que Tony Abbott negó entonces a los suyos y que desembocó en el fracaso de la iniciativa. De la mano de Gillard, Australia perdía una primera oportunidad histórica.
La impopularidad de Gillard llevó a Kevin Rudd a arrebatarle el liderazgo del partido y el puesto de primer ministro (mediante una maniobra similar a la que luego destronó a Abbott, y que a su vez antes había utilizado Gillard para sustituir a Rudd). Ya por entonces Rudd se había convertido en defensor del matrimonio igualitario, pese a que su anterior etapa como primer ministro se caracterizó también por un rechazo frontal. Pero la sustitución de Gillard no evitó la derrota laborista, y, tras las elecciones, Abbott (un católico conservador fuertemente opuesto al matrimonio igualitario, pese a tener una hermana abiertamente lesbiana) se convertía en primer ministro. Su victoria alejó las expectativas de aprobación, pese a que un número no determinado de diputados de su partido son partidarios del matrimonio igualitario, y de hecho ya desde el principio el propio Abbott reconoció que en el futuro le resultaría complicado mantener la disciplina de voto en esta materia. Lo consiguió… pero el empeño contribuyó a la gran bajada de popularidad que finalmente acabó por costarle el puesto y ser sustituido por Malcolm Turnbull.