El Partido Republicano hace de la oposición a los derechos LGTB uno de los elementos centrales de su asalto a la Casa Blanca
Nunca antes las personas LGTB (de Estados Unidos, pero también del resto del mundo) se jugaban tanto en unas elecciones presidenciales. Hasta un medio generalista como The New York Times avisa en su editorial de este martes: el Partido Republicano ha hecho del odio homófobo una pieza central de su campaña para reconquistar la presidencia en noviembre de 2016. A una plataforma más abiertamente anti-LGTB que nunca, el candidato republicano Donald Trump ha unido además la elección de un político marcadamente conservador y contrario a los derechos LGTB, Mike Pence, como su vicepresidente si gana las elecciones.
El viaje de un candidato no especialmente anti-LGTB…
Pocos podían presagiar, hace solo unos pocos meses, la posición tan marcadamente hostil que el Partido Republicano ha decidido adoptar en materia LGTB. A diferencia del que fue su principal rival en la carrera por la nominación republicana, Ted Cruz, estrechamente vinculado a la derecha religiosa y ultraconservador en materia moral, Trump nunca se había caracterizado por una feroz oposición a los derechos LGTB. Cuando se produjo el encarcelamiento de Kim Davis, la funcionaria de Kentucky que se negaba a permitir que en su condado se emitiesen licencias de matrimonio a parejas del mismo sexo, Trump llegó a asegurar que el matrimonio igualitario era ya ley, y que si Davis no quería emitir estas licencias debería haber permitido que sus funcionarios lo hicieran. Un posicionamiento pragmático, que contrastaba con las manifestaciones de apoyo incondicional a Davis por parte de sus entonces oponentes, y muy especialmente de Ted Cruz.
Donald Trump también se había manifestado en contra de que las empresas privadas pudiesen despedir a trabajadores por el mero hecho de ser homosexuales, aunque de forma ambigua y sin comprometer un apoyo formal a una posible ley antidiscriminatoria (la Ley de No Discriminación en el Empleo, también conocida como “ENDA” por sus siglas en inglés, lleva más de dos décadas en discusión pero aún no ha podido ser aprobada). Y antes de entrar abiertamente en política Trump había demostrado una “cierta sensibilidad” ante la realidad trans, cuando como propietario de la marca Miss Universo aceptó en 2012 readmitir a Jenna Talackova después de haber sido excluida por ser una mujer transexual. Miss Universo, de hecho, modificó sus reglas para permitir a partir de ese momento la participación de mujeres transexuales en todas sus competiciones.
Las cosas comenzaron a torcerse cuando Trump, en un primer guiño al sector más conservador de los republicanos, sugirió la posibilidad de revertir la decisión del Tribunal Supremo sobre el matrimonio igualitario proponiendo en el futuro a nuevos jueces del Supremo dispuestos a valorar de nuevo la cuestión. Declaraciones que causaron cierta sorpresa en el colectivo LGTB estadounidense, que consideraba que en el tema del matrimonio igualitario Trump era partidario de pasar página, y que «compensó» parcialmente semanas después, cuando por sorpresa defendió, al ser preguntado por periodistas sobre la ley anti-LGTB de Carolina del Norte, que las personas transexuales pudiesen hacer uso de los baños que mejor se acomodasen a su identidad de género, al tiempo que se lamentó del daño económico que generan este tipo de leyes, que considera innecesarias. Eso sí, a las pocas horas Trump matizaba su posición, asegurando que debían ser los estados los que decidieran sobre esta materia, para finalmente apoyar abiertamente la posición de los republicanos de Carolina del Norte y de su gobernador, Pat McCrory, firme defensor de la ley discriminatoria.
… hacia posiciones marcadamente homófobas y tránsfobas
En esto, Donald Trump, a pesar de contar con todo el establishment republicano en su contra, se hizo con la nominación republicana gracias a sus sucesivas victorias en las primarias. Llegó la hora de «unificar» a su partido…. y desgraciadamente no hay mejor recurso a la hora de poner de acuerdo a los políticos republicanos (salvo honrosas excepciones en estados marcadamente liberales, como California, Nueva York o los estados de Nueva Inglaterra) que defender políticas contrarias a los derechos LGTB, tan queridas por sus bases más fieles.
En esta línea, los encargados de elaborar la plataforma ideológica que los republicanos acaban de aprobar en la convención que está teniendo lugar en estos momentos en Cleveland (Ohio) se han encargado de incluir diversas propuestas abiertamente homófobas y tránsfobas. Conviene señalar, a este respecto, que las «plataformas» que tanto republicanos como demócratas aprueban en sus respectivas convenciones no son «programas electorales» definidos tal y como clásicamente se entienden en Europa, sino más bien una enumeración de los principios que marcarán las líneas programáticas del partido en los siguientes cuatro años. Su desarrollo efectivo dependerá de los equilibrios de poder entre la Presidencia y el Congreso (que cambian cada dos años), cuyos legisladores cuentan además con una libertad de voto desconocida en Europa (donde la disciplina de partido es la norma). En cualquier caso, supone un indicador de las prioridades de cada partido a la hora de impulsar unas u otras políticas.
Los puntos incluidos en la plataforma son, a este respecto:
- Sobre el matrimonio igualitario: rechazo expreso de la sentencia del Tribunal Supremo en el caso Obergefell v. Hodges, que supuso la extensión del matrimonio igualitario a todo el país. El Partido Republicano considera que las leyes federales solo deben reconocer el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer y hace un llamamiento expreso a considerar la posible aprobación de una enmienda a la Constitución de los Estados Unidos que «devuelva» el control de la regulación matrimonial a los estados.
- Sobre la adopción homoparental: el Partido Republicano muestra su apoyo a las agencias de adopción religiosas que rechazan a las parejas del mismo sexo, argumentando además de forma expresa que los hijos criados en hogares sin un padre y una madre tienen más posibilidades de consumir drogas, cometer delitos y tener embarazos no deseados.
- Defensa activa de la denominada First Amendment Defense Act (FADA), una propuesta legislativa que prohibiría sancionar, con independencia de las regulaciones antidiscriminatorias de los estados, a todas aquellas personas y negocios que que se nieguen a prestar servicios a parejas del mismo sexo en base a motivos religiosos.
- Sobre las denominadas «terapias reparadoras» o «de conversión» para modificar la orientación sexual o la identidad de género, aunque no las menciona de forma expresa, el Partido Republicano defiende el «derecho de los padres» a recurrir las terapias que consideren más adecuadas para sus hijos menores «consistentes con sus valores morales, éticos o religiosos sin discriminación ni castigo».
- Sobre los derechos de las personas transgénero:el Partido Republicano expresa su apoyo a legislaciones como la aprobada hace unos meses en Carolina del Norte, que entre otras muchas importantes medidas discriminatorias prohíbe a las personas trans utilizar los baños que corresponden a su identidad de género. También muestra su desacuerdo, sin nombrarlo explícitamente con el final de la prohibición de servir en el Ejército a este colectivo, decidida por la administración Obama y confirmada recientemente, al asegurar estar en contra «de la modificación o de la rebaja de los estándares para satisfacer la agenda no militar impuesta por la Casa Blanca».
- Sobre políticas antidiscriminatorias: el Partido Republicano se opone expresamente a incluir la orientación sexual entre las categorías generalmente cubiertas por las regulaciones contra la discriminación.
La elección de Pence confirma el giro conservador
Pero sin duda el gesto que de una forma más tajante ha dejado claro el giro conservador de Trump en materia LGTB ha sido la elección como candidato a vicepresidente de Mike Pence, gobernador de Indiana, un político cercano a la derecha religiosa que en las primarias republicanas apoyó sin fisuras a Ted Cruz. Opuesto al aborto, a la investigación con células madre, negacionista del cambio climático y cercano al creacionismo, en el año 2000, durante su campaña para ser elegido congresista, llegó a proponer que se utilizasen fondos destinados a ayudar a personas con VIH para sufragar a organizaciones que promovieran las «terapias reparadoras» entre aquellos que quisiesen modificar su orientación sexual.
No es de extrañar, pues, que su momento de mayor protagonismo como gobernador viniese precisamente de la mano de su oposición a los derechos LGTB. En marzo de 2015, Mike Pence sancionaba orgulloso una ley, aprobada por la legislatura del estado (también bajo control republicano) cuyo objetivo era impedir que entes locales o el propio estado pudiesen aprobar normativas antidiscriminatorias que afectasen a la “libertad religiosa”, eufemismo que suponía la legalización de la discriminación contra las personas LGTB. Un acto en el que Pence quiso rodearse de numerosos líderes religiosos, algunos de ellos virulentamente homófobos. La fotografía simbolizaba a la perfección el carácter de la ley:
La norma, sin embargo, provocó una intensísima reacción social en su contra, que amenazaba con afectar seriamente la economía del estado y que de hecho dejó muy tocada su imagen. Mike Pence se vio obligado a promover una norma adicional que clarificara los límites de la ley e impidiese la discriminación en la prestación de servicios a personas por motivos de orientación sexual. Una marcha atrás que dejó tocada la imagen de Pence y que quizá haya sido una de las razones que le han llevado a aceptar la propuesta de Trump en lugar de optar a la reelección como gobernador. En cualquier caso, Pence conserva su buena imagen entre el sector más conservador de los republicanos, receloso de Trump.
El magnate, por su parte, espera con este gesto reconciliarse con el «núcleo duro» del electorado republicano y amarrar el próximo noviembre los once votos electorales de Indiana, un estado que tiende a votar republicano en las elecciones presidenciales pero que por ejemplo en 2008 ganó (aunque por estrecho margen) Barack Obama.
¿Conseguirá Trump, con este tipo de maniobras, asegurar el voto tradicional republicano y sumarlo al de los muchos independientes que le han llevado en volandas hacia la nominación? Está por ver, pero lo cierto es que las encuestas señalan que la diferencia de intención de voto entre el candidato republicano y Hillary Clinton está, a día de hoy, muy ajustada. Todo puede pasar. De lo que cada vez caben menos dudas es de que una victoria republicana sería una tragedia para la causa LGTB. Veremos…