Uno de los autores de la agresión a una musulmana embarazada actuó como encubridor del asesinato tránsfobo de Sonia Rescalvo
Un 6 de octubre de 1991, Sonia Rescalvo, una mujer transexual, era asesinada en el Parque de la Ciutadella de Barcelona por un grupo de seis skinheads de ideología ultraderechista. 25 años después, otro neonazi que en su momento actuó como encubridor del crimen ha sido detenido por otra bárbara agresión: dar una patada en el abdomen a una mujer embarazada que caminaba por la calle ataviada con niqab.
La agresión ocurrió el pasado 29 de agosto, cuando la mujer paseaba por el barrio del Born de Barcelona junto a su marido y dos hijos. Dos hombres comenzaron a increparla por vestir el niqab o velo integral y a hacer comentarios islamófobos. El marido les recriminó sus palabras y en ese momento los dos individuos agredieron tanto al marido como a la mujer, a la que propinaron una patada en el abdomen sin importarles que estuviera embarazada de ocho meses. Afortunadamente otros viandantes que presenciaron la bárbara agresión (que fue registrada por una cámara de de seguridad cercana) protegieron a la mujer y a los dos niños y llamaron a la policía. Los agresores fueron finalmente identificados como simpatizantes de las Brigadas Blanquiazules, conocido grupo de seguidores del R.C.D. Espanyol de carácter ultraderechista.
Ahora se ha sabido, además, que uno de ellos (Óscar Lozano, de 42 años) fue condenado en su momento como encubridor del asesinato de Sonia Rescalvo, un crimen especialmente doloroso para el colectivo LGTB catalán, y que en su momento supuso un antes y un después en la percepción social de la violencia tránsfoba. Sonia y otra compañera, Dori, dormían al raso cuando el grupo de jóvenes fascistas decidió “tocar el tambor”, como llamaban al hecho de golpear brutalmente la cabeza de alguien con sus botas. Sonia murió, mientras que Dori sufrió graves heridas. Otros tres sin techo que dormían en el parque fueron también atacados. Uno de ellos perdió la visión en un ojo como consecuencia de la agresión.
“Ninguno negó los hechos”, recordaba en su momento en el diario El País el entonces subinspector de los Mossos d’Esquadra, Joan Carles Molinero, que destacó además “el nivel de desafío, beligerancia, prepotencia y chulería” de aquel grupo de asesinos. Uno de ellos contó que los “bultos” que atizaron tenían “aspecto travesti”. Otro “sintió un fuerte dolor en el dedo gordo del pie” mientras pateaba a las víctimas: tal fue la brutalidad de la agresión, que a pesar de la punta de hierro de las botas el agresor se había roto una uña.
El grupo fue detenido por el equipo de Molinero en marzo de 1992. El juez les condenó a un total a 333 años de cárcel, aunque luego se les rebajó la pena. Todos han sido ya liberados (los dos últimos salieron de la cárcel en 2011). Salvo dos de ellos, el resto ha reincidido después en otro tipo de delitos, entre ellos violencia de género. El ahora detenido por la agresión islamófoba, sin embargo, no llegó a pisar la cárcel, dado que no participó directamente en la agresión. Sí que fue multado como encubridor.
Sonia Rescalvo, un antes y un después
La prensa de la época siempre se refirió a Sonia en masculino, como “travesti” y utilizando el que era su nombre legal por aquel entonces, José Rescalvo Zafra. Su vida fue un reflejo de las vidas de tantas otras víctimas de la transfobia a lo largo de la historia: Sonia había huído de su Cuenca natal a los 16 años para instalarse en el anonimato de Barcelona. Y aunque llegó a actuar en el teatro, la suerte le dio la espalda y acabó dedicándose a la prostitución. Sin apenas contacto con su familia, vivió en los últimos tiempos en la indigencia.
La investigación y juicio por asesinato de Sonia supusieron un punto de inflexión en el modo de tratar las agresiones relacionadas con el odio y la discriminación. “Fue la primera vez que un tema de homofobia y transfobia se trataba en serio”, recordaba en su momento Eugeni Rodríguez, del Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC). También para la abogada María José Varela, que llevó la acusación popular, supuso un momento emocionante, en tanto que “gays y transexuales luchaban por salir de la invisibilidad”.
Precisamente en marzo de 2011 fue inaugurado en el Parque de la Ciutadella el primer monumento que honra en la capital catalana la memoria de las personas LGTB represaliadas por su orientación sexual e identidad de género. A la elección del lugar no fue ajeno el hecho de que allí precisamente fuera asesinada Sonia. Dos años después, de hecho, la hasta entonces conocida como Glorieta dels Músics pasó a denominarse “Glorieta de la Transsexual Sònia” en recuerdo y homenaje a Sonia Rescalvo.
Una mujer cuyo nombre siempre permanecerá en la memoria del colectivo LGTB catalán y español. «Sonia fue y es un símbolo de los crímenes de odio en España. Fue la primera vez que la justicia se preocupó de una manera cierta», comenta la activista trans y diputada en la Asamblea de Madrid, Carla Antonelli a La Sexta en el siguiente reportaje, en el que se muestra como uno de los asesinos, Oliver Sánchez, entrevistado en 1996, aseguraba no sentir «ningún tipo de remordimiento» por haber asesinado a Sonia:
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Flick
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