Acoso… y adolescencia (in)finita: críticas de «Por trece razones» y «Las ventajas de ser un marginado»
Que Por trece razones sea una de las series más populares del momento nos recuerda cuánta ignorancia rodea todavía el acoso escolar, una de las problemáticas más significativas —y al tiempo tabú— del mundo contemporáneo “desarrollado”. Pese al supuesto control del profesorado, los colegios y los institutos son lugares donde los niños y los adolescentes campan a sus anchas, descubriendo tanto las delicias de una relativa independencia como las no siempre agradables consecuencias de ella. Aprovecho el boom de la mentada serie para hablar tanto de ella como de una película que viene inevitablemente a la mente al debatir la marginación adolescente: Las ventajas de ser un marginado. Por cierto, las dos parten de exitosas novelas, con lo que podéis elegir el formato en que degustar ambas historias.
Por trece razones (13 Reasons Why, 2017) es el último triunfo de Netflix. Producida entre otros por Selena Gómez (quien aporta el maravilloso tema «Only You») y dirigida nada más y nada menos que por Tom McCarthy —receptor del Óscar a mejor guion original por la oscarizada Spotlight (2014), crudo retrato periodístico de los escándalos de pederastia eclesiásticos—, Gregg Araki —todo un experto en lo que a la homosexualidad adolescente respecta gracias a obras como Vivir hasta el fin (1992), Totally F***ed Up (1993) y Oscura inocencia (2004)—, Kyle Patrick Álvarez —revelación de Sundance con Experimento en la prisión de Stanford (2015)— y los versados realizadores televisivos Carl Franklin (Homeland, House of Cards, The Affair, The Leftovers), Jessica Yu (Anatomía de Grey, Castle, Scandal, American Crimen) y Helen Shaver (The Unit, Castle, Revolution, Orphan Black) con el popular libro de Jay Asher como base, esta miniserie de trece capítulos parte del suicidio de Hanna Baker (debutante Katherine Langford), quien deja como recuerdo trece cintas donde expone, paso por paso, los motivos que le han llevado a tomar tan terrible decisión. La serie conjuga su punto de vista, mantenido vivo por las reveladoras cintas, con el de Clay Jensen —Dylan Minnette, popular de la noche a la mañana gracias a Pesadillas (2015) y No respires (2016)—, el perfecto ejemplo de adolescente que pasa por el instituto sin pena ni gloria, sin inmiscuirse demasiado en problemas ajenos. Así, mientras el resto de personas involucradas en las cintas anteponen la salvaguarda de sus secretos a todo lo demás, Clay se verá cada vez más afectado por los descubrimientos, entre los que hallará, no ya una inesperada mezcla de inconsciencia y maldad en los corazones de sus compañeros, sino un total pasotismo por parte de padres y profesores, ajenos por completo a la realidad que viven sus hijos y alumnos. Aunque altamente adictiva, la obra es por momentos tramposa y sensacionalista, restándose mutuamente credibilidad e impacto los numerosos conflictos introducidos, pero el resultado sigue siendo interesante como punto de partida para un debate aún exento de la visibilidad que merece. Desde aquí concedo un aplauso especial al despliegue de personajes homosexuales y bisexuales, así como a la sutil relevancia que (como consecuencia de la LGTBfobia) tiene la sexualidad de cada uno en sus propias acciones… Acciones que siempre tienen consecuencias.
Por su parte, Las ventajas de ser un marginado (The Perks of Being a Wallflower, 2013), adaptada por Stephen Chbosky a partir de su propia novela, explora las dificultades de Charlie (un maravilloso Logan Lerman de rasgos y esencia curiosamente similares a los de Dylan Minnette), un tierno joven al que el triste pasado ha impuesto serios problemas de identidad, para hacerse un hueco en el instituto. Sus temores a ser marginado de nuevo son solventados al dar con los hermanastros Sam (una deliciosa Emma Watson en su mejor papel hasta la fecha, con perdón de la icónica Hermione Granger de Harry Potter) y Patrick (un carismático Ezra Miller que acababa de saltar a la fama encarnando al problemático protagonista de Tenemos que hablar de Kevin, 2011), quienes, pese a contar con sus propios problemas (ella ha sido tachada de “fácil” tras una mala racha de alcohol y líos amorosos y él debe afrontar diariamente la homofobia de las aulas, ¿os suena?), disfrutan de la vida con desprejuiciada imaginación y valiente locura. Al ritmo de las vitales canciones de artistas como David Bowie (cuya “Heroes” es clave de la inolvidable escena del túnel), The Smiths o The Samples, y, claro está, del musical The Rocky Horror Picture Show, los tres se apoyan los unos a los otros, hallando así las fuerzas necesarias para superar una etapa en la que nuestra autoestima puede tanto forjarse como quedar deteriorada para siempre. En otras circunstancias, cualquiera podría haber encontrado el triste destino de la protagonista de Por trece razones, pero la amistad (y el amor que la forja) es su salvación, como lo es para tantos adolescentes para quienes un solo apoyo (o la falta de él) marca una grandísima diferencia.
«Me siento infinito». Las ventajas de ser un marginado es una obra llena de nostalgia, pero también de esperanza, mientras que Por trece razones se centra estrictamente en el presente, señalado con un dedo acusador a una sociedad que todavía tiene mucho que aprender. Lástima que el necesario mensaje de esta última, que incluso ha sido acusada de glorificar el suicidio, se pierda entre los deseos de sus creadores por dejar al enganchado lector o espectador siempre con ganas de más, olvidando quizá que poco hay más impactante que la alarmante sencillez del bullying. Aun así, los cuatro obras (tanta las novelas, como los productos audiovisuales derivados de ellas) resultan idóneas para consumir en las aulas y reflexionar sobre las causas y las consecuencias de nuestros actos. Eso sí, que nadie se relaje: tan relevante es el papel del acosador (que, por cierto, no siempre sabe que lo es) como el de los que reaccionan con pasotismo, agradecidos de no ser ellos mismos quienes soportan una cacería que quizá tenga lugar más cerca de lo que creen.