No es una fase y no se nos va a pasar
Cuando hablamos de la situación de la homofobia en el Estado español es inevitable referirnos al cambio, a la situación paradójica de convivencia de los valores más tradicionales e inmovilistas con una nueva visibilidad y acceso a derechos. Si nos preguntamos por la homofobia en la educación observamos dos situaciones de diferente velocidad. Por una parte, el profesorado que piensa que no necesita saber más de lo que ya sabe, que su alumnado ya tiene suficiente que con tener las habilidades básicas y que claro, cada año los estudiantes son peores. Y por otra parte, un alumnado y profesorado que se muestra abiertamente y se enfrenta con sus propias herramientas a las normas dominantes, con el consabido castigo por manifestarse como lesbianas y gays o por su identidad de género elegida.
En muchos centros la tónica habitual es aseverar que aquí no tenemos ese problema. Es decir, que la discriminación de género, homófoba o xenofoba no existe, que hemos alcanzado una situación aparente de igualdad formal. Y esta afirmación imposibilita que reconozcamos que tenemos alumnado gitano, trans, o migrante, por ejemplo. Su argumento es que si abordamos de forma específica alguna de estas realidades, estamos creando la diferencia. Negar la diversidad y complejidad no nos posibilita entender porqué faltan a clase, porque a veces tienen actitudes pasivas, porqué no quieren salir al recreo o nadie les elige en los trabajos en grupo, porqué desconectan con los contenidos o dejan el instituto demasiado pronto… Y nos permite dar otras explicaciones menos incómodas a su comportamiento: son vagos, tontos o incapaces.
Son ya bastantes los centros educativos que a través de diferentes iniciativas están abordando la homofobia y el sexismo. A veces hay algún docente valiente al tiempo que kamicaze, que se atreve a introducir cuestiones en el aula, cuyo trabajo a menudo no aparece en ningún medio de comunicación. Otras veces contamos en el apoyo de organizaciones lgtb que nos dan una charla; otras veces, se trata de campañas desde las administraciones públicas. Esta situación de visibilidad y de intervención es inédita, y sin embargo, persiste la impresión de estar abordando problemas aislados, que afectan a una minoría del alumnado, que no tienen conexión con otras discriminaciones estructurales y que nada tiene que ver con las cuestiones verdaderamente importantes.
En esta situación de doble velocidad para muchas personas el armario sigue siendo la opción más segura. Al menos hasta saber cómo reacciona tu profe, tu compi de clase, tu entorno, el claustro de profes… Y para muchas de nosotras la vida no puede esperar a pedir permiso a la persona que tenemos al lado. Para las niñas y niños trans en primaria es vital que se reconozca ya su nombre y su identidad. No pueden esperar ni al curso que viene, ni a la semana que viene. A los y las adolescentes no les podemos negar los sentimientos que tienen por alguien del mismo sexo. Luego diremos que no conocemos a estos jóvenes ni qué les pasa por la cabeza. Al profesorado se nos pide que enseñemos sobre valores, pero que no abordemos las cuestiones lgtb porque son incómodas. De nuevo, se nos demanda que nuestra vida sea irrelevante para el ejercicio docente, y esto es, simplemente imposible.
No es una fase y no se nos va a pasar. La sexualidad y la identidad de género no son caprichos fugaces. No se trata de algo irrelevante para el desarrollo de la persona en formación.
Abordar la sexualidad en la educación no es una campaña pasajera. Es una necesidad real de hoy. Enseñar sobre la sexualidad y la diversidad sexual se puede hacer, no es una utopía. De hecho se está haciendo en otros países europeos, como Escocia y Holanda, incidiendo directamente en reducir la homofobia. En nuestro entorno, hay muchos docentes que ya llevan muchos años trabajando por una educación integral en igualdad. Un trabajo que se ve recompensados por unas chicas y chicos que son reconocidos como personas con derechos, estudiantes que vuelven al cabo de los años para agradecerte tu trabajo y explicarte que algo que tu dijiste hizo que dejaran de sentirse aislados o raros, que les ayudó a tener un pensamiento crítico y constructivo. Docentes que estamos abordando el analfabetismo de género y sobre la sexualidad de nuestro sistema educativo, poniendo de manifiesto que no sólo existe el currículum oculto sino que también en el oficial se está reforzando el heterosexismo.
No podemos escudarnos en que el profesorado está desbordado atendiendo otras cuestiones urgentes en el aula. No podemos poner como excusa la presión conservadora que nos pide que hagamos clones de buenos estudiantes cívicos que no piensen por sí solos. No podemos doblegarnos a la homofobia de la sala de profesores que ve en la homofobia una herramienta didáctica para enseñar a los chicos a no ser nenazas y convertirse en hombres de verdad.
Es hora de hacernos visibles, enseñar sobre la sexualidad de manera transversal en todas las asignaturas y etapas educativas, entendiendo que para abordar la homofobia tenemos que hablar también del vinculo con otras formas de exclusión. En una Europa que expande derechos pero también que está girando para derechizarse, es el momento de movilizarse por los derechos sexuales. Ya no nos quedan excusas.
Raquel (Lucas) Platero
Raquel Platero es activista de RQTR, docente en Secundaria e investiga sobre ciudadanía íntima en la UCM. Coautora de ‘Herramientas para combatir el bullying homofobico’ (Talasa, 2007, 2008) y coordina ‘Lesbianas: Discursos y representaciones’ (Melusina, 2008).
Este artículo ha sido publicado originalmente en el último número de la revista Sexpol.
¿por su identidad de género elegida?.
Esta tía es idiota.
Buen texto, a veces me dan ganas de hacer magisterio para ayudar desde dentro a que la educación en diversidad sea efectiva xD
Hay demasiadas trabas en que esto sea así, la pregunta es «de que manera se puede lograr que se respete eso?» es una pregunta constructiva, a veces me puede el desanimo
#1 despues de un texto tan constructivo te quedas con ese detalle y la llamas idiota?
¿Idiota por qué?
Las personas nacemos con un sexo biológico y podemos sentirnos o no identificadas genéricamente con él. Cuando una persona no se siente identificada con ese sexo biológico, le quedan dos opciones: intentar vivir de acuerdo al género que supuestamente le corresponde según su sexo, o bien intentar vivir de acuerdo a lo que realmente siente. Esa es la elección de identidad de género.
¿Lo pillas o me vas a llamar idiota a mí también?
yo considero que tengo mucha suertepor el echo de que en nuestro instituto,ciertos profesores si que nos hablan de la homosexualidad, aunque sea en la literatura, y en filosofia el profesor considera que la orientacon o identidad de genero son muy importantes para el desarrolo de la persona, aunque haya otros que nio consideren importante esos aspectos de la persona, ignorandolo como causa de abuso
ElJorge, está muy bien esconderse para insultar. Nos ayuda mucho contra la LGTBfobia. Cuánta valentía y qué crítica más razonada…
comparto el artículo palabra por palabra.claro k no se nos va a pasar!
el otro dia llevé a clase de segundo de ESO unos catetos de familias en los k en vez de familia bantú y familia eskimal salen familia de Gorka con ama y amatxu, familia de acogida de Kintxo venido de Nicaragua, etc. y una alumna alucinada me dijo: andereño y con ésto les dejas jugar a tus hijos????????mucho curro por hacer.Gracias a tod@s l@s que luchamos por un mundo mejor
La virgen la cantidad de veces que escuché en mi adolescencia el manido es una fase o bien, se te pasará. Por eso me encanta la frase que ha escrito no es una fase y no se nos va a pasar. Chapó.
Bravo por el artículo. Este panorama tan lamentable lo retrataba muy bien el otro día El País en un artículo sobre la educación sexual en los centros educativos de este país. Los comentarios que se podían leer a continuación (y que eran mayoría) parecían sacados de los años 40.
Sigue habiendo un gran problema acerca de quién le pone el cascabel al gato de los contenidos transversales (homofobia, respeto a la diversidad, racismo…) y que, por su carácter, al final se quedan en tierra de nadie y muchas veces ni siquiera se nombran.
Y, de la misma forma, aunque la clase de educación sexual puede abordar estos temas, así como otros que le tocan de cerca, como las ETS, debería centrarse en conocer el propio cuerpo y aprender a disfrutar de él, bien solos o con más personas, asumiendo la responsabilidad que implica, desmitificando la genitalidad como parte central de las relaciones y abriendo el abanico a la posibilidad (no obligada, por supuesto) de aunar sexo y sentimientos. Claro, ahí fue cuando se desataron las huestes de la Inquisición, que está más viva que nunca.
Saludos
enhorabuena a Raquel y adelante con la lucha!
Muy buen artículo Raquel. Mi estrategia para evitarme problemas en el instituto fue meterme en el armario. Me jodía mucho el ver la naturalidad con la que mis compañeros heteros se expresaban mientras yo me tenía que callar.
Como profesor de secundaria y ocasional «kamikaze», por supuesto estoy de acuerdo con el artículo pero tampoco veo ideas o soluciones prácticas en él.
«Es hora de…», «Hay que…», «Ya no nos quedan excusas»… Repito que estoy a favor, pero ¿a quién va dirigido todo esto? Yo doy clase de informática y bastante culpable me siento si dedico una o dos horas a hablar de estos temas porque un alumno (ejemplo real) ha dicho que «va a haber que empezar a dar palizas» al enterarse de que había dos LGTB en la clase de al lado. Y lo de kamikaze es acertado, porque como uno de estos chavales tenga un padre del foro de la familia, me puede buscar perfectamente un lío al ser estos contenidos no ya transversales sino inexistentes en el sistema educativo. Y por supuesto (ahí está nuestra desgracia) «opinables».
Más aún, mi experiencia es que los profesores pasan completamente de los contenidos transversales. Ni respeto a la mujer, ni igualdad, ni nada. Quizá sólo mediante asignaturas concretas (al estilo de EpC) se logre algo, y fijáos el lío que se montó. Se necesita aportar al estudiante un texto, un libro, una fuente fiable en la que compruebe cosas tan ¿triviales? como que la homosexualidad no es una enfermedad. Es decir, que no sea la opinión de un profesor contra la de un alumno, sino que se manejen unos contenidos unánimemente aprobados como ciertos y a los que el profesor pueda recurrir sin sentir que está sobrepasando sus funciones.