Los enemigos de la familia
Ghaith, un joven sirio, descubrió, o más bien aceptó, su homosexualidad mientras cursaba estudios superiores en Damasco. La que hasta ese momento se suponía que era su novia lo convenció, cuando se lo dijo, para que fuera al psiquiatra, y él accedió pensando que así le demostraría que ser gay no es ninguna enfermedad. Pero la actitud del psiquiatra fue muy diferente de lo que Ghaith esperaba: “Eres la escoria de este país”, le espetó el médico, “y no tendrías que estar vivo; si quieres vivir, consigue un visado, sal de Siria y no vuelvas jamás.” Después llamó a su madre –que se había divorciado del padre de Ghaith cuando éste era aún pequeño, y siempre temía que los demás la juzgaran por ello si sus hijos le salían mal– y logró llenar de ansiedad a la mujer.
La madre de Ghaith reunió a la familia, incluyendo a dos tíos, y entre todos sometieron al muchacho a una sesión de tremenda presión y humillación, haciendo oídos sordos a los argumentos de Ghaith, que pretendía hacerles ver que ser gay no era algo que él hubiese elegido, y pedía que lo aceptaran y respetaran tal como era. La amenaza de la madre de retirarle el apoyo económico para terminar sus estudios forzó al joven a aceptar las condiciones de la familia. Durante los meses siguientes tuvo que acudir a la consulta de 25 terapeutas distintos que pretendían curarle de su homosexualidad… aunque en realidad no entendían siquiera en qué consistía ésta, ya que la confundían con la transexualidad o veían en ella un problema hormonal.
En una ocasión, el cuñado de Ghaith lo llevó en coche a la consulta de uno de ellos, y durante el trayecto le anunció lo siguiente: “Yo me casé con tu hermana porque es de buena familia y tiene buena reputación. Si alguna vez le escucho decir a alguien que mi cuñado es gay, me divorciaré de ella.” El joven lo sintió sobre todo por su hermana, a pesar de que sabía que si ese divorcio llegaba a ocurrir, la chica le echaría a él la culpa. Estando embarazada, la hermana de Ghaith le dijo que esperaba que el bebé fuera una chica, puesto que si era un chico, le daría mucho miedo que su tío lo tocara.
Hoy Ghaith vive fuera de Siria, y sólo ve a su familia de vez en cuando. Su madre no deja de preguntarle cuándo le dará un nieto.
La historia de Ghaith, recogida en el muy interesante libro de Brian Whitaker sobre la vida homosexual en el Próximo Oriente Unspeakable Love (Amor sin nombre, Egales), es un caso más –ni siquiera es un caso realmente extremo, los hay mucho peores, incluso en Occidente– de la incomprensión y las grietas que la homofobia hace surgir en tantas familias de todo el planeta cuando uno de sus miembros resulta ser gay o lesbiana. Aunque los promotores mundiales de la homofobia –las grandes religiones, los poderes políticos o mediáticos próximos a éstas, etc.– insisten en considerar a las personas homosexuales como los enemigos de la familia por antonomasia, la realidad es que lo que dichas personas querrían no es distinto de que pedía Ghaith: ser aceptadas como realmente son por, entre otros, su familia de origen. Muchas de ellas aspiran, además, a formar su propia familia con la persona a quien aman. Es obvio –salvo, supongo, para quienes son incapaces de ver más allá de un dogma– que nada de esto causa daño alguno a la institución familiar; en todo caso, la refuerza. Lo que sí causa daño, y mucho, a millones de familias de todo el mundo es la homofobia.
La homofobia aleja a los hijos de sus padres y hermanos y del resto de sus familiares. Dicho alejamiento puede ser físico, como en el caso de Ghaith, o puede manifestarse de un modo menos evidente pero no menos real, al obligar a los primeros a ocultar a los demás miembros de la familia lo que realmente son, sienten y viven. La homofobia llevó también al cuñado de Ghaith a mostrarse dispuesto a repudiar a su mujer si la familia de ésta quedaba manchada por el deshonor de contar con un miembro gay: buena muestra de la hipocresía y/o la esquizofrenia de tantos autoproclamados defensores de la familia. Otra cosa, muy diferente, sería defender de verdad a las familias realmente existentes, lo que presupone respetar su diversidad y la de quienes las componen. Pero eso exige algo a lo que muchos, lamentablemente, no están dispuestos: mirar la realidad sin las gafas oscuras del prejuicio.
Lo del mundo islámico es para salir corriendo, todo lo referente a la homosexualidad que pueda venir desde cualquier país de estos va desde la prohibición de manifestaciones o webs a el asesinato. Espero que aquello que dijeron los informativos sobre una mujer musulmana que «escapó» creo que en Gerona de ser sometida a lo rigores de la sharia, por adúltera imagino, y estando ambarazada no se vuelvan a repetir. Ya que no podemos hacer nada por estos países como Siria, por lo menos debemos evitar la creación de tribunales de la sharia paralelos en occidente, ya tenemos bastante con los católicos y demás escoria como para encima ésto, porque querámoslo o no los musulmanes de la sharia parece que viven en la Edad Media.
¡Qué tristeza!
Por cierto Nemo, tu escrito, salvando las distancias me recuerda por el tema del repudio a la peli «rompiendo las olas» cuando a Bess la echan de la comunidad y los niños del pueblo le lanzan piedras al grito de «ramera» ni siquiera su madre le abre la puerta de la casa.
¡Cómo puede estar la gente tan loca por la religión que profesan!
Por otra parte me congratula que España haya incluido en su ley de asilo político a los perseguidos/as por su orientación sexual, así muchas de estar personas a las que sólo les espera la cárcel, la sharia o la muerte, podrán huír de esos países y vivir aquí a salvo de esas medidas cavernícolas.
Una historia terrible. La opción de tener que elegir entre el desarrollo de nuestra afectividad y la familia es exclusivo de homosexuales y transexuales (no es comparable el caso de un hetero que se enamora de alguien a quien no tolera su familia). En este caso sí veo razonable meterse en el armario (dentro de la familia) y buscarse un círculo de amigos con los que poder ser sincero.
P.S. Nemo, a ver si la próxima historia es un poco más optimista que llevas una racha que buff…
Tribunales de la Sharia ya los hay, y legales, en Reino Unido. Abajo la censura y la represión del pensamiento único. No nos callarán estos inquisidores.
Ocultar lo que uno es significa fingir, la homosexualidad no se oculta porque la homosexualidad solo representa la orientación afectivo-sexual de la persona exclusivamente, lo que ocultamos es su expresión circunstancial a nuestro entorno, la homosexualidad no se elige pero si las decisión que tomamos y la responsabilidad con que la expresamos.
La homosexualidad no es algo que supedite las cientos de características físicas y psicológicas del ser humano como el intelecto, la destreza, la valentía, la bondad, la tolerancia, y muchas otras virtudes, valores y potenciales. Otra cosa es que haya personas que lo conviertan en un producto kit de teletienda, anclando su orietación sexual a una identidad social llena de manipulaciones e intereses elegida por la persona por decisión propia.
#5 Glitter
Bueno, Gran Bretaña ha reconocido que la Sharia debe ser fuente del derecho, pero subordinada a las leyes británicas, del mismo modo que en España se reconoce la costumbre, o el derecho consuetudinario.
FuzzyLogic: «del mismo modo que en España se reconoce la costumbre, o el derecho consuetudinario«.
Y el arbitraje (tanto de derecho, como de equidad) y la sumisión a legislación extranjera…
Excluir la sharia, el derecho canónico, los diez mandamientos o cualquier otra normativa exclusivamente porque tenga naturaleza o administración religiosas representa una discriminación por razón de religión que no debería admitirse.
#8
Pues no estoy enteramente de acuerdo contigo, Zar.
En mi opinion, incluir leyes de origen religioso en el sistema judicial es un error, además de ser innecesario.
¿No robarás, no matarás, etc?. Eso no es necesario incluirlo, ya está. Es común a toda sociedad que se precie de ser civilizada, y no necesita de morales sobrenaturales para existir.
Lo que no está son otras cosas, que no son comunes a toda la sociedad, y que además suelen ir contra los DDHH.
¿Prohibicion del divorcio, inferiorizacion de la mujer, discriminacion LGTB, imposicion de simbologia?.
Eso también son leyes religiosas.
Entiendo lo que quieres decir pero no lo comparto. La sociedad debe regirse por unas normas comunes a todos, y esas normas no son ni pueden ser religiosas, porque no todos somos religiosos.
Si luego cada cual quiere seguir además sus preceptos religiosos de turno, que lo haga, pero desde luego, ha de ser en el respeto a los DDHH.
No me parece muy distinto a lo que se podía vivir en España en los 70 con un régimen inspirado y justificado en la religión católica.
Supongo que en lo que hay que insistir es en dejar a los iluminados-alucinados en su sitio.
Por cierto la obsesión milenaria-vaticana con los homosexuales es otra mentira más tópica, los cristianos no tienen ninguna razón bíblica para sustentar su paranoya con la gente gai, que persigan a los banqueros, la biblia deja clarisimo la condena del préstamo con interés.
Interesante y desgarrador relato Nemo. Enhorabuena. Lo mismo que este testimonio que he encontrado en otro periódico digital.
Dexter: en países «civilizados» como el nuestro, es habitual permitir que las personas que tienen un conflicto dedidan dónde y cómo resolverlo. Pueden decidir acudir a un tercero que, sin ser necesariamente una autoridad judicial sino un árbitro elegido por ellas, resuelva el conflicto de forma vinculante. Este arbitraje pueden tener lugar en España o en el extranjero, y si prefieren la resolución judicial, también pueden decidir los tribunales de qué localidad (incluso del extranjero) van a resolver el asunto. También se permite, tanto si ese tercero es judicial como si no lo es, que las personas elijan qué normas van a regir la solución de sus conflictos: leyes españolas, leyes extranjeras; incluso, en el caso del arbitraje, se permite que la decisión no se base en leyes sino en equidad. El motivo que subyace es que son las personas interesadas las que mejor pueden decir dónde, cómo y cuándo resolver sus conflictos, y en las sociedades liberales, tendemos a maximizar esta libertad.
Naturalmente, estas posibilidades están sujetas a límites, pues hay cuestiones que no conciernen sólo a los interesados, sino a la sociedad en su conjunto. Por ejemplo, hay materias que no se pueden someter a arbitraje o a leyes y tribunales extranjeros y también hay casos en que, pese a tratarse de un conflico en el que generalmente se da amplio margen de decisión, haya en la decisión del árbitro o del juez extranjero algún punto que vaya en contra de normas de orden público españolas y esa decisión no se pueda ejecutar en España.
Todo este régimen, que he intentado describir en dos pinceladas, existe y se aplica normalmente. En ocasiones, es difícil distinguir si estamos en un caso permitido o prohibido y, generalmente, quien salga perdiendo en el arbitraje dirá que, para empezar, que la materia no era arbitrable; y quien pierda un juicio ante un tribunal extranjero dirá que, para empezar, aquella materia no se podía someter a ese tribunal o que ese tribunal ha aplicado normas que van en contra de las normas de orden público españolas; todo ello para paralizar la ejecución de la decisión en España.
Permitir el funcionamiento normal de este régimen —con sus dificultades, pero normal—, pero tratar de excluir de él a un conjunto de personas y normas solamente porque son religiosas (por ejemplo, permitir los arbitrajes pero prohibir que un rabino pueda ser el árbitro; permitir que el arbitraje pueda ser de equidad, pero prohibir que esa equidad sea la que deriva de la ley judía) me parece una abierta discriminación por razón de religión.
Los límites siguen siendo los mismos. Has citado los derechos humanos, pero ese límite funciona tanto contra arbitrajes administrados por religiosos, como contra los administrados por quienes no lo son; es más, funciona incluso contra los poderes del Estado que no pueden ignorarlos y cuyas actuaciones son nulas si los vulneran.
Por eso, creo que el debate sobre la aplicación de la sharia en nuestras sociedades debe entenderse en los justos términos y no con la cierta paranoia que estoy viendo.
@zarevitch dame un ejemplo de arbitraje que pueda ser sometido a la sharia o a cualquier otra moral religiosa y te ganaras un caramelo
Sara: «dame un ejemplo«.
Un contrato de préstamo.
#14 a ver, especifica algo, pero por curiosidad: a que siempre beneficiara al varon frente a su mujer?¿
Zarevitz, los musulmanes moderados del Reino Unido están en contra de la Sharia, muchos llegan huyendo de ella, para al final encontrársela allí. Muchas personas, sobre todo mujeres son obligadas por su entorno a acudir a estos tribunales. Por muy débiles que seáis no podéis poneros del lado de los musulmanes más integristas, por favor.
Sara, dos ejemplos:
«Entre las situaciones en las que se recurrió a la sharia figuran la de prohibir a una mujer musulmana poder casarse con un no musulmán a menos que se convirtiera al Islam y la retirada de derechos de propiedad de una mujer en caso de divorcio.» EFE
@Glitter claro, si mis preguntas a @zarevitz eran retóricas, esa ley es inadmisible si queremos respetar los derechos humanos, la sharia debe ser ilegal
Sara: «a ver, especifica algo«.
Imagina que firmamos un contrato de préstamo con intereses y que sometemos el contrato a las normas de la sharia y a arbitraje de un imán conforme a ellas. No veo ningún motivo por el que ese arbitraje conforme a esas normas no pueda prosperar y eventualmente declarar la nulidad del pacto de intereses.
Mi argumento es que ese arbitraje tiene que ser tan válido (o inválido) como si, en lugar de decir «las normas de la sharia», dijese «las normas de la ley francesa» o si, en lugar de ser un «imán», fuese «Jacques Chirac». O más concretamente, que el argumento para prohibir el arbitraje del imán conforme a las normas de la sharia —pero no prohibirlo para Jacques Chirac conforme a las normas de la ley francesa— no puede estar en que la sharia y el imán son religiosos mientras que Chirac y la ley francesa no lo son. Esta distinción constituiría discriminación por razón de religión.
Otra cosa es que las normas de la sharia o la interpretación que haga el imán vulneren derechos fundamentales, los cuales forman parte del orden público español. Pero en ese caso, el problema no estará en la naturaleza religiosa del imán o la sharia, sino en su incompatibilidad con ese orden público. Exactamente la misma conclusión a la que habría que llegar si la vulneración del orden público proviene de la aplicación de la ley francesa por el árbitrio M. Chirac.
La Sharia debería estar prohibida en los países democráticos, es una ley abominable. Eso que habéis dicho de Francia me espanta.
¿Qué pasa qué una mujer puesta como atracción para ser azotada por un grupo de hombres es divertido, así como a las que entierran hasta la cabeza para apedrearlas porque salieron al mercado sin el permiso marital por no hablar de los homosexuales a los que matan sin el más mínimo reparo?
La ONU debería incluir a la Sharia como un atentado gravísimo contra los derechos humanos e intentar erradicar esta ley asquerosa.
zarevitz: jamás se me pasó por la cabeza que pudieses justificar de forma tan críptica la Sharia.
Sharia = atentado contra los derechos humanos.
Ojalá que en la UE la Sharia se considere un delito y a la cárcel estos tribunales de fanáticos descerebrados.
zarevitz: perdona no te quiero acusar de nada, si es que se desprende eso de mi último comentario. La Sharia por lo que he visto y leído me parece abominable, cualquier tipo de intentar justificarla o simplemente no condenarla como un crimen de lesa humanidad me parece inaceptable. No digo más.
Buenas noches
Bueno, pues llego tarde al interesante debate que habéis mantenido sobre la sharía en el Reino Unido. Aunque estoy de acuerdo con zarevitz en que hay que abordar esta cuestión (al igual que, en general, las demás que derivan de la presencia de minorías musulmanas en los países de Occidente) en sus justos términos y sin paranoias ni histerismos (a pesar de que salta a la vista que el histerismo y la paranoia, en este tema, venden mucho), confieso que no deja de producirme cierta inquietud que se aplique en una democracia liberal un código legal basado en dogmas que se presentan como salidos de la boca de Dios, y por lo tanto como absolutos e irrebatibles, lo cual está muy lejos de la mentalidad en la que (se supone que) se basa nuestro sistema político.
Dr. Turbio: has escrito: «Nemo, a ver si la próxima historia es un poco más optimista que llevas una racha que buff…» Bueno, amigo Turbio, tú tampoco has estado muy optimista últimamente. A lo mejor es que el momento actual no invita demasiado al optimismo… aunque sea un imperativo moral mantener siempre, al menos, un cierto optimismo de la voluntad.
En mi opinion, es un grave error permitir legislar en base a la tradicion, como es el caso de la sharia.
Entiendo que en el derecho también existe lo de la costumbre, y todo eso, pero yo entiendo también que no se refiere a una costumbre salida de la boca de un dios (espero no estar equivocado).
¿Acaso no es el foco de nuestra lucha?¿no es precisamente la tradicion nuestro principal enemigo, el «siempre se ha hecho así y por tanto es lo correcto?
Si aceptamos partes de la sharia, otras sectas religiosas querrán imponer también sus codigos (aqui tendremos en breve otro aquelarre de talibanes catolicos pidiendo eso mismo) y esto será inacabable.
Nemo justamente expresa lo que yo no he logrado (o no se me ha ocurrido en ese momento).
¿Como «actualizas» una ley salida de un dios?¿como la mejoras?¿como la derogas cuando ya es inutil?.
Los estados no pueden ser como la iglesia catolica, que tarda siglos en reconocer errores (si es que lo hace).
Dexter: aquí ya tenemos a los católicos que se casan en su iglesia y luego, si alguno de los cónyuges quiere que el matrimonio sea declarado nulo, pueden acudir a su imán, perdón, a su tribunal eclesiástico para que declare la nulidad, también con efectos civiles. Dicho en otros términos, al casarse por la Iglesia católica, los contrayentes aceptan que, llegado el caso, seran unos sacerdotes quienes resuelvan la cuestión conforme a un código emanado de otro religioso, el Papa.
La clave es que el código canónico se aplica en ese caso porque los contrayentes lo han elegido, no porque haya salido de la boca de Dios.
Un debate distinto es si hay que dejar negocios a la libre regulación de las partes. Esta liberad de autorregulación tiende a ser mayor cuanto más privados son los intereses en juego. Si hay una disputa contractual o puramente económica, se permite casi siempre.
En el caso de los delitos, la inmensa mayoría de las veces víctima y delincuente no tienen nada que acordar: el delito se persiguen incluso contra la voluntad de la víctima. Pero también hay delitos en los que cabe el perdón del ofendido (caso de las injurias) o en los que es necesario que la víctima los denuncie (caso de la violación).
En el caso de la adopción, por ejemplo, desde 1981 tampoco se permite llegar a acuerdos privados, no sin cierta polémica.
En el caso del matrimonio, la situación de la Iglesia católica es claramente privilegiada, porque a los demás no se nos permite regular privadamente esas mismas cuestiones.
En fin, podemos discutir en qué casos debe dejarse que los interesados se autorregulen y, en esos casos, con qué limites. La tendencia actual es favorecer dedididamente la autorregulación y el arbitraje, pero nadie pretende que desaparezcan los límites.
Hay campo para la discusión, pero lo que me parece inadmisible —y así enlazo con lo que dije en los comentarios anteriores— es impedir la aplicación de una cierta autorregulación que respete los límites, por el mero hecho de que tenga una naturaleza o administración religiosa.
A mí también me produce estupor que haya gente que siga creyendo en ese «amigo imaginario», como sueles decir, Dexter, pero mientras exista la libertad religiosa (o en general, de creencias) tenemos que admitir que las mismas cuestiones que nosotros podemos vivir a nuestro modo, ellos las puedan vivir conforme a su religión.