La heteronormatividad de las tradiciones españolas (flamenco y tauromaquia): críticas del ensayo «De puertas para adentro» y la película «El debut»
Aunque nos pese, el flamenco y la tauromaquia son las principales tradiciones culturales de nuestro país, aquellas por las que se nos conoce en el extranjero pese a que nosotros mismos apenas les prestemos atención. Toda tradición está, de un modo u otro, anclada al pasado… y el flamenco y la tauromaquia no son una excepción. Por supuesto, la heteronormatividad es clave de su esencia, quedando la homosexualidad por completo marginada. ¿Y qué hago yo hablando de tradiciones en este espacio? Buena pregunta rápidamente resuelta por las dos obras a las que me dedico hoy: el ensayo De puertas para adentro, de Fernando López Rodríguez, y la película El debut, de Gabriel Olivares.
De puertas para adentro (2017) busca responder la cuestión de la invisibilidad de la homosexualidad en la tradición flamenca, para lo cual el bailaor, coreógrafo y filósofo Fernando López Rodríguez realiza un recorrido por algunas figuras icónicas tanto del cante y el baile flamenco (Antonio Mairena, Antonio Ruiz Soler, Carmen Amaya…) como de la copla (Miguel de Molina, Pedrito Rico, Rafael Conde…), tras lo cual recoge testimonios de artistas actuales de la talla de Belén Maya, Rocío Molina, Marco Flores o Daniel Doña para terminar realizando un análisis de las problemáticas estéticas y filosóficas que rodean la relación entre el flamenco y la homosexualidad. La doble condición de artista y pensador da al joven autor una visión muy precisa de la temática de su primera obra, la cual ha confeccionado mientras se dedica a la investigación en la Universidad Paris VIII-Vincennes-Saint-Denis. De puertas para adentro plantea una interesante paradoja al abordar el contraste entre la forzada heteronormatividad exigida a los bailaores (ruda masculinidad para ellos, delicada feminidad para ellas) y el amplio número de artistas LGTB dedicados al a menudo menospreciado arte de la danza. Nos hallamos por tanto ante un libro único que probablemente se antoje arduo para quienes tan sólo lo abran por curiosidad, pero que resultará de gran valía para quienes deseen reverdecer el vetusto arte flamenco.
Por su parte, la película El debut (2016), ópera prima de Gabriel Olivares, nos sume en un taller de interpretación donde un grupo de jóvenes actores investiga, crea y elabora la dramaturgia de la propia película que nos ocupa, la cual se sitúa por tanto a medio camino entre la ficción y el documental. Mediante una puesta en escena harto minimalista dominada por el azabache de las paredes y los trajes, la experimental cinta combina la espontaneidad del proceso creativa con el clandestino romance fraguado dentro de la propia historia gestada entre un torero principiante y su maestro. Jorge Monje y Raúl Peña, cuyos atractivos rostros resultan familiares a raíz de su participación en populares series televisivas patrias, encarnan con visceral sensibilidad a la pareja protagonista, siendo una lástima que, en el fondo, gocen de tan pocos momentos para dar rienda suelta a la química que los une. Coescrita por el propio realizador junto a Miguel Albadalejo, Jordi Farga y Almudena Sánchez (quien también firma la pulcra fotografía), El debut es un homenaje al arte creativo donde se funden poéticamente el teatro y la tauromaquia —por suerte, contenida dentro del primer arte, o sea, sin sangre— con la fogosidad del deseo sexual por fin satisfecho tras estar largo tiempo silenciado y la ternura del primer amor que a este acompaña, todo ello como si de una tragedia griega se tratara. Mas en el fondo el alma del filme no lo constituye nada de ello, sino esa fresca ambición creativa que lo invade tanto dentro como fuera de la pantalla.
Ni el flamenco ni la tauromaquia se encuentran precisamente entre mis temáticas favoritas, lo que sin duda ha influido en que ni De puertas para adentro ni El debut me hayan entusiasmado pese a su cuidada confección. No puedo, empero, negar la valía de dos obras arriesgadas y ambiciosas que resultan ciertamente únicas en su especie. Dejo por tanto en vuestras manos acercaros o no a ellas en función de vuestro interés por las castizas temáticas que abordan.
Shakespeare era gay, según el director artístico de la Royal Shakespeare Company. De los 154 sonetos que escribió, 126 estaban dirigidos a un hombre.
Esos sonetos pasaron por un “proceso de heterosexualización” cambiando los pronombres y alterando el significado de la obra ariginal; un cambio que, según Doran, estaría motivado por la necesidad de una sociedad muy conservadora de ocultar la verdadera sexualidad del gran dramaturgo inglés: “No estaba muy bien visto que el gran bardo nacional posiblemente sintiera afecto hacia su propio sexo, y de ahí ese proceso por tratar de blanquearlo a través de los sonetos.”
Pero la sexualidad de Shakespeare, según Dolan, no queda reflejada sólo en los sonetos sino también en algunos de los personajes clave de sus obras que aunque nunca se han interpretado como homosexuales claramente lo eran. Por ejemplo Antonio, de El Mercader de Venecia, que “está de forma absolutamente clara enamorado del joven Bassanio, y a veces eso se diluye” convirtiendo a Antonio y Bassanio en dos “colegas que se tienen mucho cariño.”
Para Dolan es importantísimo que la RSC y las otras compañías que representen obras de Shakespeare comiencen a interpretar a los personajes como el autor tenía pensado: “Antonio es un retrato muy particular de un hombre gay y creo que en el siglo XXI ya no es aceptable interpretarlo de otra forma que no sea homosexual. Simplemente soy consciente de cuántas veces Shakespeare ha escrito personajes gais, y cómo a veces esos personajes gais no son interpretados como gais. Y eso en este siglo ya no es aceptable.”
http://www.cristianosgays.com/2017/07/29/el-director-de-la-royal-shakespeare-company-esta-casi-seguro-de-que-el-autor-era-gay/
http://www.pinknews.co.uk/2017/07/26/william-shakespeare-was-probably-gay-and-the-victorians-changed-his-work-to-hide-the-truth-says-rsc-boss/