Dos chicos de 20 años se enfrentan a tres años de prisión en Uzbekistán por mantener relaciones homosexuales
Una pareja del mismo sexo ha sido detenida y sometida a torturas anales en Uzbekistán por mantener relaciones consentidas. Ambos están unidos en una relación desde hace unos meses y, hasta su detención, convivían en un piso que habían alquilado en Taskent, la capital de este país de la antigua Unión Soviética. La policía ha confirmado que se les ha sometido a “pruebas” anales, una práctica que el derecho internacional califica de “tortura”. Se enfrentan a una pena de hasta tres años de cárcel. Nadezhda Atayeva, presidenta de la Asociación para los Derechos Humanos en Asia Central, ha dejado claro que «es inaceptable perseguir a la gente por el hecho de mantener relaciones consentidas con otras personas del mismo sexo». Por otra parte, un tribunal de Moscú anunciaba hace unos días que mantiene la orden de deportación a Uzbekistán para el periodista gay Ali Ferouz, paralizada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Distintas organizaciones internacionales de derechos humanos exigen desde hace tiempo, y vuelven a hacerlo ahora, la derogación del artículo 120 del Código Penal de Uzbekistán, que criminaliza las relaciones entre personas del mismo sexo. Según esta legislación discriminatoria, la policía uzbeka ha detenido a dos jóvenes de 20 años que estaban conviviendo e iniciando una relación estable en Taskent.
Ha sido un portavoz de este cuerpo el que ha confirmado el arresto, así como el sometimiento de las víctimas a “pruebas” anales para “determinar” si habían mantenido sexo entre ellos. Este tipo de exámenes están calificados como “tortura” por el derecho internacional y atentan contra los derechos humanos básicos. Un juez tendrá que decidir la pena para estos chicos, que puede alcanzar hasta los tres años de prisión. Pero su castigo se prolongará, con toda probabilidad, incluso después de la cárcel, debido al estigma social: se enfrentarán a abusos, vejaciones y discriminación social (actitudes permitidas por el Estado uzbeko y, por lo tanto, impunes en casi todos los casos).
«Es inaceptable perseguir a la gente por el hecho de mantener relaciones consentidas con otras personas del mismo sexo. Cada persona es libre de determinar sus propias relaciones. Este incidente no es más que un acto demostrativo de discriminación hacia la comunidad LGTB y refleja las políticas del régimen actual” de Uzbekistán, ha declarado Nadezhda Atayeva, presidenta de la Asociación para los Derechos Humanos en Asia Central.
El periodista gay Ali Ferouz espera el fallo de Estrasburgo
Rusia decretaba el pasado mes de agosto la expulsión del periodista abiertamente gay Ali Ferouz a Uzbekistán, como informaba dosmanzanas. Ali Ferouz, que en realidad es un pseudónimo profesional (su verdadero nombre es Khoudoberdi Nourmatov) es un periodista independiente, aunque desde hace algo más de un año trabaja de forma estable para Novaya Gazeta, un periódico ruso crítico con Vladimir Putin y comprometido con los derechos humanos (es el periódico que destapó, por ejemplo, la persecución a homosexuales en Chechenia).
Aunque nació en Rusia, país en el que su madre y hermanos residen legalmente y en el que él mismo vivió durante su infancia y adolescencia, tiene la nacionalidad uzbeka. En 2008 se instaló en Uzbekistán, pero no tardó en colocarse en el punto de mira de los servicios secretos de ese país, que llegaron a someterlo a tortura por negarse a colaborar con ellos. En 2009 volvió a Rusia. Allí ha continuado su labor de periodista y ha solicitado asilo político, que le ha sido denegado. De hecho, Ferouz ya sufrió una primera detención el pasado marzo, aunque en aquella ocasión pudo evitar la expulsión.
Pero en agosto fue arrestado durante un control policial en Moscú. Pocas horas después el juez ordenaba su expulsión inmediata a Uzbekistán. Tras escuchar la decisión, Ferouz intentó autolesionarse con un bolígrafo, aunque los agentes que lo custodiaban lo impidieron. Y es que Ferouz, abiertamente gay, activista en favor de los derechos humanos y muy crítico con el régimen uzbeko (que precisamente destaca por su poco respeto a los derechos humanos), está convencido de que será detenido y torturado en cuanto pise el país. “Prefiero morir antes que regresar a Uzbekistán”, decía entonces, en palabras que trasmitidas por Daniil Khaïmovitch, su abogado.
Hace unos días, un tribunal de Moscú reafirmaba el mantenimiento de la multa y la orden de deportación. Sin embargo, Rusia no puede hacer efectiva la expulsión hasta que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos realice un dictamen oficial. Este tribunal con sede en Estrasburgo, hasta el que ha llegado el caso de Ferouz, mantiene paralizada la orden rusa y todavía no ha anunciado cuál será el sentido del fallo y, por consiguiente, el destino que tendrá que asumir el periodista gay en el punto de mira.
La LGTBfobia de Estado en Uzbekistán se mantiene de Karimov a Mirziyoyev
En febrero de 2016, Islom Karimov, entonces presidente de Uzbekistán, realizaba unas declaraciones cargadas de odio homófobo: «la homosexualidad es repugnante para los uzbekos». Karimov también dijo que la homosexualidad es una manifestación «vulgar» de la cultura occidental, en un nuevo ataque contra las personas LGTB en este país de Asia Central. Otra de sus perlas fue asegurar que “cuando los hombres viven con hombres y mujeres viven con mujeres, creo que debe haber algo mal aquí”, una opinión que trataba de justificar con un dicho uzbeko: “cuando Dios quiere revelar la vulgaridad de alguien, primero le quita la razón”.
El caso es que, seis meses después de esta ristra de declaraciones homófobas, Karimov moría, víctima de una hemorragia cerebral. Karimov presidía Uzbekistán desde 1989 (cuando fue elegido primer secretario del Partido Comunista) y en las distintas elecciones celebradas tras la caída de la Unión Soviética ha sido reelegido con victorias aplastantes. Eso sí, todas ellas han sido cuestionadas por la comunidad internacional, que ha llegado a denunciar parcialidad e incluso fraude electoral. Su última elección fue en 2015 con un supuesto 90% de los sufragios a su favor (una vez más, criticado por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, OSCE).
Con la muerte de Karimov, siguiendo con los trámites que marca la legislación uzbeka, el presidente del Senado asumía la presidencia del país de forma interina. Le correspondió a Nigmatilla Yuldashev, que previamente había ejercido el cargo de ministro de Justicia entre 2011 y 2015. Pero su escaso peso político no le ayudaría a mantener la presidencia, que finalmente recaía en Shavkat Mirziyoyev en diciembre de 2016. Mirziyoyev fue el primer ministro de Islom Karimov.
El respeto a los derechos humanos del colectivo LGTB fue inexistente durante la presidencia de Karimov, al que varias organizaciones y medios han tildado durante años de “dictador”, pero los dos sucesores (Yuldashev y Mirziyoyev, este último en el cargo) estaban en puestos de responsabilidad durante sus últimos mandatos y participaron en la persecución LGTBfóbica de Estado o, cuanto menos, no la combatieron. Del mismo modo que no lo han hecho al asumir la presidencia, legitimando la discriminación y poniendo a Uzbekistán en el mapa de la vergüenza (al ser uno de los más de setenta países que siguen criminalizando la homosexualidad).