Y la bisexualidad ¿qué?: crítica del ensayo «Bifobia» y entrevista al autor, Ignacio Elpidio Domínguez Ruíz
Pese a que muchos de los grandes referentes culturales LGTB están protagonizados por bisexuales —Carol [crítica] y Call Me by Your Name [crítica], sin ir más lejos—, la bisexualidad mantiene un serio problema de visibilidad (que no de identidad, como muchos parecen pensar). Prueba de ello es la escasísima bibliografía existente centrada expresamente en ella, lo que ha llevado al joven Ignacio Elpidio Domínguez Ruíz, madrileño nacido en 1991 y miembro de Arcópoli, a lanzarse a la escritura de Bifobia aun no siendo él mismo bisexual. Nace así un interesantísimo y fascinante estudio de la que quizá sea la identidad sexual más incomprendida.
Bifobia (2017) es un acercamiento a la bisexualidad desde el acoso constante que, en forma de lluvia fina, la misma recibe. Y es que, a la hora de pensar en esta identidad, los prejuicios brotan a mansalva: desde la relación directa con el poliamor hasta la negación que entiende que todo hombre bisexual es un gay en el armario y toda mujer bisexual, una heterosexual frustrada, pasando, claro está, por las bromas interminables acerca de la incapacidad para tomar decisiones de quienes se identifican con esta identidad. El problema de todo esto, como siempre, es el desconocimiento, sumado en este caso al hecho de que todo el mundo ha oído hablar de la bisexualidad prácticamente desde la infancia sin llegar a tener referentes claros al respecto, lo que lleva a cada cual a forjarse una opinión tópica y prejuiciosa. A fin de cuentas, raro es el homosexual que no soñó alguna vez con ser bisexual, ignorando que enmarcarse en esta etiqueta es aún más difícil que hacerlo dentro de una monosexualidad no heterosexual de cara a ganarse una verdadera comprensión ajena. De hecho, así como la homosexualidad se ha ganado poco a poco un lugar respetado dentro del mundo occidental, ayudada en gran medida por las numerosas figuras públicas que se han declarado gais o lesbianas, la bisexualidad sigue sin abordarse directamente en la mayoría de contextos, aun cuando, como ya he señalado, muchos de los grandes referentes LGTB —ficticios o reales— son bisexuales. Clave de todo esto es el problema de representación: ¿cómo simbolizar la bisexualidad sin rozar el poliamor? Imposible, tal y como revelan los esfuerzos recogidos por Ignacio Elpidio Domínguez Ruíz en su bien contrastada Bifobia. Y, claro, así no hacen sino surgir más y más prejuicios, incluso dentro de la propia comunidad LGTB, cuyos miembros ven en ocasiones en la bisexualidad una especie de traición, desconocedores de que esta sexualidad no deja de ser una perfecta forma de rebeldía frente al heteropatriarcado (sin serlo, claro, pues, como todas las sexualidades, se debe más a lo que se es que a lo que se desea ser).
Editada, como casi todos los ensayos LGTB, por la editorial Egales, Bifobia es una obra imprescindible para aquellos interesados tanto en la bisexualidad (sobre la que aún queda muchísimo que decir) como, sobre todo, en el injusto recelo que esta despierta y seguirá despertando mientras incluso quienes albergan buenas intenciones miren a las personas no monosexuales con los ojos equivocados. Humilde pero directo, y apoyado siempre en afirmaciones y opiniones ajenas, el acercamiento de Ignacio Elpidio Domínguez Ruíz a esta complicada cuestión sólo puede calificarse de perfecto.
A continuación, os dejo con mi reveladora entrevista a Ignacio Elpidio Domínguez Ruíz, autor de Bifobia, con quien trato muchos de los asuntos desarrollados tanto por mi texto como por su obra.
Antes de nada, ¿qué lleva a un hombre gay a interesarse tanto por la bisexualidad?
Sobre todo darme cuenta de que hacía falta una publicación sobre bisexualidad y de que el año temático de la bisexualidad para la FELGTB –el 2016– era una buena oportunidad para ello. Creo, sin embargo, que importa más que yo me defino como antropólogo y como activista LGTB antes que como gay. Como miembro de la asociación madrileña Arcópoli yo ya iba a participar en actos de este año temático y me pareció necesario aprovecharlo para sacar adelante el primer libro español sobre el tema. La escuela de la antropología en la que yo me ubico defiende hacer de esta disciplina hago útil y político para la sociedad en la que vivamos, y ese ha sido el objetivo en todo momento: acercar la experiencia cotidiana de la bifobia.
¿No es curioso que no sea una persona bisexual quien escriba Bifobia cuando precisamente uno de los temas del libro es la invisibilidad de los bisexuales? ¿Te preocupaba la cuestión?
Es curioso, sin duda. Me han llegado muy pocas críticas al respecto, y solo de personas alejadas del movimiento LGTB mayoritario o reformista. La realidad era que no había nada publicado, y yo tenía los medios y la oportunidad para sacar adelante algo necesario y novedoso, así que tuve que trabajarme mucho la reflexión sobre mi posición en todo esto y seguir investigando y escribiendo. Hacerlo desde la antropología me ha venido bien: he buscado privilegiar otras voces, las de activistas bisexuales, y no tanto la mía. En esta línea he llegado a no meterme en determinadas cuestiones dentro del libro, o en no llegar, incluso, a dar mi propia definición de bifobia. En las tres presentaciones que he hecho del libro he visto que no tenía motivos para preocuparme: solo he recibido buenas críticas y comentarios muy constructivos.
¿Están poco involucrados los bisexuales en el movimiento LGTB?
Hablar de “los bisexuales”, como conjunto, es tan complicado como hacerlo de “los gais” o “las lesbianas”. Hay personas bisexuales con una enorme involucración en movimientos activistas, llegando a ocupar de forma visible responsabilidades y proyectos importantísimos. En la historia del activismo han sido también imprescindibles, aunque tal vez hasta hace relativamente poco han sido leídos y leídas como gais y lesbianas. Destaco el papel que han tenido hace poco dos mujeres bisexuales –Amanda Rodríguez e Izpia Batres– en mi asociación, Arcópoli. Otra cuestión es cómo de cómodos y abiertos sean algunos círculos activistas para personas bisexuales. Desde que empecé a investigar para el libro he ido comentando algunas de mis ideas y conclusiones con compañeros y compañeras de diferentes organizaciones y he encontrado en algunas ocasiones contextos que no invitan a la participación de bisexuales. Como en el caso de la participación de compañeras en estos movimientos, creo que es más importante preguntarnos cómo de cómodos e inclusivos son estos espacios.
¿Es consciente la propia comunidad bisexual de la dificultad de representarla gráficamente? (Google lleva automáticamente a imágenes de tríos…)
Totalmente. Al entrevistar a varias personas bisexuales activistas me reconocieron todas que es o bien difícil o bien directamente imposible, un problema de concepto que no tiene solución. La experiencia de varias campañas de fotografías que buscaron representar a la diversidad sexual y de género hizo que estas personas hubiesen reflexionado largo y tendido sobre el tema. Algunas de estas personas recomendaban o sugerían representaciones dinámicas, de varios momentos de la vida de una persona, entendiendo que salvo en casos de poliamor, no se puede representar en una única imagen una orientación no monosexual. Otra persona de las entrevistadas iba más allá negando que fuese posible, diciendo que incluso la representación de parejas de gais o de lesbianas tiene un problema de fondo y es que en una foto es difícil o imposible representar la diversidad sexual y de género.
¿Qué referentes has tenido?
Referentes activistas he tenido muchos y muchas, aunque destaco aquellas personas que también han realizado imprescindibles investigaciones académicas. Paula C. Rust y Amanda Udis-Kessler son dos grandes estudiosas y teóricas de la bisexualidad y de las complicadas relaciones dentro del activismo lésbico. En los años noventa hubo en ocasiones difíciles relaciones en el seno de movimientos lésbicos anglosajones, y se debatió mucho sobre el papel de las mujeres bisexuales en ellos. Las investigaciones que salieron de ese contexto han sido imprescindibles.
¿Y qué referentes literarios, cinematográficos, etc. pueden tener los jóvenes bisexuales? (del modo en que los gais pueden tener Call Me by Your Name y las lesbianas, Carol, por ejemplo, aunque curiosamente ambas novelas/películas están protagonizadas por personajes bisexuales…)
¡Creo que en parte te has respondido! Creo que la cuestión es precisamente señalar que gran parte de estos productos culturales están protagonizados por personajes bisexuales y que podemos interpretarlos así. Representar explícitamente la bisexualidad parece a priori complicado pero luego tenemos películas, series o novelas en las que aparece el deseo o la atracción hacia más de un sexo/género sin problemas o dilemas. Creo que estos pueden ser los referentes que hacen falta, si destacamos y sacamos a la luz que dos hombres que están liados no tienen por qué ser gais, que dos mujeres en una pareja no tienen por qué ser lesbianas, y que una pareja de distinto sexo/género no tiene por qué ser de heterosexuales.
¿Por qué Bifobia y no Bisexualidad?
El título y la portada responden a un deseo… didáctico, por decirlo de alguna manera. Casi nadie reconoce la bandera bisexual –magenta, lavanda, azul–, y quería que la lectura de Bifobia llevase a más gente a reconocerla, poco a poco. El título buscaba provocar extrañeza. Cada vez más gente conoce la palabra homofobia, incluso entre personas heterosexuales, y mi título buscaba provocar analogías, que la mente se fuese hacia la homofobia y hacia otras formas de opresión o de discriminación. Por otro lado dejo claro en el libro que mi investigación no se centró en la bisexualidad como orientación sexual sino en la opresión que sufren las personas bisexuales. Aún hacen falta más investigaciones y publicaciones sobre el tema, y espero que pronto tengamos alguna centrada en la bisexualidad como orientación.
¿Por qué es tan peligrosa la bifobia?
El mayor peligro de la bifobia es su invisibilidad o sutileza. Frente a agresiones físicas cada vez más reconocibles, la violencia simbólica y estructural parece una tontería o, directamente, no aparece. Es una lluvia fina continua que golpea a las personas bisexuales, repitiéndoles que o no existen o no son personas válidas. Este repiqueteo constante es difícil de imaginar para las personas que nos hemos criado en una sociedad mínimamente respetuosa con la homosexualidad, así que asumo que en parte va a ser una cuestión de tiempo: cuanta mayor sea la visibilidad de la bisexualidad y de las personas bisexuales, menor es el poder de la opresión que sufren.
¿Qué estereotipos rodean a la comunidad bisexual?
Los estereotipos son en general son muy conocidos, tanto que llega a ser paradójica la enorme invisibilidad de la bisexualidad. Estos estereotipos implican hablar de la bisexualidad como algo innato y natural, más que como una orientación válida y en el presente; tratan a la bisexualidad como transicional y transitoria, una fase hacia otras orientaciones –monosexuales– que serían, así, “de verdad”; hablan de las personas bisexuales como dudosas, con dificultades para el compromiso; hablan de estas personas como seres hipersexualizados, caracterizados por el vicio; por último, está el estereotipos que exige a las personas bisexuales “alternar” entre sexos/géneros para ser reconocidas como tal. La realidad de las personas bisexuales luego es previsiblemente diversa: como entre todas las orientaciones, hay de todo. La cuestión es el papel que tienen los estereotipos influyendo en las relaciones con personas bisexuales, llegando a rechazos y a ataques.
¿Es bífoba la comunidad LGTB? ¿Por qué?
Creo que la cuestión es si hay bifobia en la comunidad LGTB, a lo que respondo con un rotundo sí. Igual que hay clasismo, machismo, racismo o transfobia, porque no nos hemos educado en el vacío sino en una sociedad que trae consigo estas opresiones. Más que bifobia diría que hay monosexismo, que es el sistema que impone la monosexualidad –la orientación hacia solo un sexo/género– como única opción válida. Nos rodean un gran número de dicotomías aparentemente insalvables, y esta es una de ellas: parece que todo ha de ser A) o B), y no es así. Por suerte la diversidad sexual y de género es inherentemente diversa.
¿Es ahora mismo la sociedad más bifoba que homófoba? ¿Qué distingue ambos sentimientos?
Es una pregunta difícil de responder porque las opresiones no son directamente comparables, no se pueden contar como quien cuenta peras o manzanas. No hay un ratio que nos permita comparar el número de casos de bifobia con los de homofobia. Creo, además, que tenemos que distinguir entre la visibilidad de una orientación o colectivo –las personas gais y lesbianas somos más visibles que las bisexuales– y la visibilidad de una opresión o discriminación –la homofobia es hoy más conocida y visible–. Hay diferentes ideas y papeles de la violencia, por supuesto. En la homofobia parece ser más importante la violencia física, aunque la simbólica, la continua y estructural, tiene efectos más a largo plazo. En el caso de la bifobia la violencia física tiene un papel reducido, y eso influye en su falta de visibilidad. La invisibilidad es un pilar fundamental de la bifobia, así que impide que tengamos un conocimiento claro de hasta dónde llega.
Y después de Bifobia, ¿qué te planteas hacer?
Estoy terminando mi segundo ensayo, que trata los orígenes y evoluciones de barrios y otros espacios LGTBI. Me centro en el caso de Chueca, el espacio que más conozco e investigo, pero propongo un marco teórico útil para hablar de cualquier espacio de la diversidad sexual y de género. En pocos meses estará publicado. Estoy trabajando también en un siguiente libro sobre la bifobia, el monosexismo y la bisexualidad. Habiendo hecho el primero me sentía incapaz, políticamente hablando, de escribir uno segundo a solas, así que lo estoy haciendo con un compañero: Carlos Castaño, responsable de los grupos de bisexualidad de COGAM y de FELGTB. Vamos a coordinar un volumen con una gran diversidad de miradas y propuestas.