Malasia: el vuelco electoral abre una esperanza de mejora de la situación de la comunidad LGTB
Las elecciones generales celebradas el pasado miércoles en Malasia resultaron en un vuelco histórico: por primera vez desde la independencia, el derechista Barisan Nasional (BN, «Frente Nacional») pasará a la oposición. El nuevo primer ministro Marathir Mohamad, que ya gobernó el país entre 1981 y 2003, se presentó con la promesa de conceder el indulto y ceder el testigo al dirigente opositor Anwar Ibrahim. Actualmente en prisión tras su segunda condena por sodomía, Ibrahim podría convertirse en el próximo jefe del Gobierno. Su ascenso al poder despierta tímidas esperanzas de una mejora de la situación de la comunidad LGTB, tras la fuerte represión promovida por el ya ex primer ministro Najib Razak.
La historia política malasia ha estado dominada, desde su independencia, por el Barisan Nasional y su predecesor, el Parti Perikatan («Partido de la Alianza»). Bajo las siglas del BN, Marathir Mohamad ejerció como primer ministro entre 1981 y 2003. Entre 1993 y 1998, el cargo de vice primer ministro lo ostentó Anwar Ibrahim, una figura muy conocida en el país. Tras un cese motivado por las crecientes discrepancias con las políticas del BN de Marathir, Anwar fue condenado por sodomía y corrupción en un proceso marcado por la crítica internacional y a las fuertes sospechas de purga política. Permaneció seis años encarcelado hasta su liberación en 2004.
En 2008, Anwar regresó a la política para liderar la oposición al entonces primer ministro Abdullah Ahmad Badawi y a su sucesor a partir de 2009, Najib Razak. En ese año se abrió la segunda causa contra el político por sodomía. Su ayudante Mohd Saiful Bukhari Azlan denunció que Anwar lo había violado y presentó supuestas pruebas que no cumplían los mínimos estándares legales para ser tenidas en consideración. El juicio comenzó en 2010 y el dirigente opositor fue declarado inocente en 2012; sin embargo, la parte demandante recurrió el fallo y la Corte de Apelaciones sentenció a Anwar a cinco años de prisión en marzo de 2014. El acusado recurrió a su vez, pero el Tribunal Federal (la máxima instancia judicial del país) denegó el recurso en 2015 y confirmó por unanimidad la pena.
El Gobierno malasio defendió que el juicio había respetado escrupulosamente las garantías legales, pero organizaciones de defensa de los derechos humanos vieron, de nuevo, una clara motivación política detrás del proceso. De hecho, el demandante reconoció en el juicio haberse reunido con el entonces vice primer ministro y posteriormente jefe del Gobierno Najib Razak dos días antes de que presuntamente ocurrieran los hechos que denunciaba. Políticamente, la condena dejaba a la oposición sin un liderazgo claro durante un tiempo: incluso después de cumplir la pena, Anwar estaría inhabilitado para presentarse a unas elecciones durante cinco años más.
En enero de este año, sin embargo, el ex primer ministro Marathir Mohamad anunciaba que se presentaba a las elecciones de mayo para arrebatar el poder a Najib, tras un pacto con su anterior adversario Anwar Ibrahim en virtud del cual le cedería a este el Gobierno en 2020 como muy tarde. Tras abandonar el poder en 2003, Marathir se había ido alejando de las posiciones de sus sucesores, hasta el punto de romper con el BN y unir fuerzas con Anwar para formar una alternativa. El ex primer ministro ganaba a Najib Razak las elecciones del pasado miércoles y se convertía, a sus 92 años de edad, en el primer jefe del Gobierno que no concurría por el BN o su partido antecesor.
En cumplimiento de la promesa de Marathir, la hija de Anwar anunciaba el sábado pasado que su padre recibirá el indulto el próximo martes. El líder opositor iba a concluir su condena, en cualquier caso, el próximo mes de junio. Pero el indulto anula la inhabilitación para cargo público de cinco años que todavía habría tenido que cumplir, abriendo la puerta para su futura investidura como primer ministro tras la dimisión de Marathir por su avanzada edad.
Si finalmente se cumple el plan y Anwar Ibrahim se convierte a medio plazo en primer ministro, la comunidad LGTB malasia alberga la esperanza de una mejora de su situación. Malasia sigue siendo un país dominado por la LGTBfobia social y de Estado, usada en el caso de este caso como arma política contra la oposición. En 2012, Anwar tachó de «arcaicas» las leyes antisodomía vigentes en el país, que amparan «la discriminación y la intolerancia violentas».
Malasia: LGTBfobia política y social
Malasia, una de las economías emergentes del sudeste asiático, es un país de variada composición étnico-religiosa, aunque de mayoría musulmana, en el que conviven leyes civiles, de obligado cumplimiento para todos, y leyes islámicas, de aplicación a los ciudadanos musulmanes. Las relaciones homosexuales, en cualquier caso, son ilegales y se castigan con penas de hasta 20 años de cárcel. De hecho, en 2011 nos hacíamos eco de las intenciones de varios líderes musulmanes malasios de endurecer las medidas contra la homosexualidad y en 2015 el entonces primer ministro, Najib Razak, comparaba a las personas LGTB con el Estado Islámico, alegando que carecen de derechos humanos.
La LGTBfobia social y política imperante en Malasia ha llevado a situaciones que rozan el absurdo, y que hemos recogido en esta misma página. En febrero del año pasado, en un vídeo promovido por el Departamento de Desarrollo Islámico de Malasia, se sugería a los homosexuales que «aprender» a ser hetero es como iniciarse en la equitación. Otros ejemplos son el anuncio de censura de programas con personajes homosexuales; la censura de una escena de La Bella y la Bestia y de una canción de Lady Gaga o la cancelación de un Festival que se celebraba desde 2008 para promover el respeto a la diversidad sexual. En febrero de este año nos hacíamos eco de un artículo que ejemplificaba la estigmatización de la comunidad LGTB también desde los medios de comunicación.
Especialmente preocupante fue lo sucedido en 2012, cuando un joven gay musulmán recibió amenazas de muerte por difundir un vídeo en el que animaba a otros homosexuales a salir del armario. Aunque el suceso que causó una mayor consternación fue el brutal asesinato homófobo del joven T. Nhaveen en junio del año pasado. Está claro, sin embargo, que ni siquiera un hecho tan terrible como este ha servido de acicate para que el respeto a la diversidad gane posiciones en Malasia, como ya entonces pronosticábamos.
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