Un mundo sin género: crítica de la película «Monos» y entrevista a Sofía Buenaventura, protagonista
Conforme las historias LGTB se hacen un hueco en la gran pantalla (véanse por ejemplo Solo nos queda bailar [crítica] y Ema [crítica], en cartelera), resulta más y más interesante ese cine que las cuenta desde nuevas perspectivas, más allá de los clásicos dilemas en torno a la salida del armario. De ahí que el jurado del Sebastiane del último Festival de San Sebastián decidiera otorgar el reconocimiento a mejor película LGTB del certamen a la valiente cinta colombiana Monos en lugar de la quizá más obvia, aunque ciertamente maravillosa, Retrato de una mujer en llamas [crítica]. Con esto, no se premió necesariamente a la mejor película, pero sí a la más arriesgada y diferente. Medio año después, Monos por fin llega a las salas españolas, con lo que es una ocasión perfecta para hablar de ella y, de paso, entrevistar a una de sus estrellas emergentes.
En una montaña lejana, ocho niños con armas vigilan a un rehén y a una vaca lechera secuestrada. Esa es la extraña propuesta de Monos, la última apuesta colombiana para el Oscar y el Goya, que finalmente se quedó sin nominación al primero y, peor aún, sin ganar el segundo. Alejandro Landes, autor de la sórdida Porfirio (2011), retrata aquí una comunidad no binaria donde todos los miembros actúan, sienten y aman tal y como les viene en gana, beneficiándose de crecer alejados de los prejuicios de la sociedad supuestamente civilizada. Son salvajes, para bien y para mal. No están sin embargo por ello el egoísmo y la crueldad por completo erradicados, lo que dice poco del ser humano como individuo, si bien es cierto que un ambiente tan deliberadamente violento está por lógica lejos de ser ideal. Entre todos ellos, sobresale el personaje sin género de Rambo, encarnado por Sofía Buenaventura, quien atraviesa un fascinante proceso de autodescubrimiento en un contexto que, según se mire, puede antojarse muy constreñido o muy libre. En su rica evolución reside la magia de una película deliberadamente ambigua que puede antojarse frustrante a ojos de espectadores impacientes. La fotografía de Jasper Wolf y la música de Mica Levi conforman una atmósfera hipnótica, ofreciendo la experiencia sensorial del momento, la cual debe disfrutarse en pantalla grande.
El género no binario, que se aplica a las personas que no se consideran estrictamente varón ni mujer y pueden por tanto identificarse con un tercer género o con ninguno, todavía es un terreno sin explorar tanto para la sociedad como para el séptimo arte, con lo que resulta maravilloso que una obra tan aclamada como esta haya decidido sumar ese elemento a su de por sí rica narrativa, si bien es cierto que la mayoría de los espectadores, aún vírgenes en la materia, probablemente la verán sin llegar a percatarse de tan reivindicable novedad social. En cualquier caso, bravo por Monos.
A continuación, os dejo con mi entrevista a Sofía Buenaventura, estrella revelación de Monos, con quien he hablado de lo que supone renunciar al binarismo de género en una sociedad que sólo parece entender de antónimos.
Cuéntanos un poco de Rambo, tu personaje en Monos…
Rambo es un personaje sin género, un adolescente que no está encasillado dentro de ningún prototipo. Creo que es muy sensible a todo lo que lo rodea. Primero se siente ansioso por pertenecer al grupo pero poco a poco se da cuenta de que en realidad no quiere formar parte de él.
¿Cómo llegó ese personaje de género no binario al guion?
El director me confesó que originalmente el personaje de Rambo era un chico y que, tras conocerme, lo modificó para sumar a la película ese misterio de no tener género. Después de todo, Alejandro quería sacar a la gente de su zona de confort, de ahí que no ofrezca lugares, fechas o nombres reales.
Te identificarás bastante con el personaje entonces…
Sí, interpretar a Rambo fue muy familiar porque yo también he atravesado ese proceso de autodescubrimiento, de tratar de decidir de qué lado del espectro me siento mejor, para confluir finalmente que no puedo decidir, que no me voy a identificar con nada establecido. Que soy lo que soy.
Parece que en Latinoamérica en general y en Colombia en particular la comunidad LGTB está dando pasos agigantados. O así lo refleja el cine. ¿Cómo lo vives tú?
El cambio ha sido enorme, sí: ahora hay mucha más aceptación y mayor libertad. En las grandes ciudades, ya puedes ir por la calle de la mano de quien quieras sin problema. Sin embargo, el recelo hacia las personas que, por así decirlo, arriesgan con la identidad sigue ahí. En concreto, como la sociedad sigue siendo machista, creo que hay mucho rechazo hacia los hombres gais, ya que se sigue exigiendo a los hombres que sean masculinos, lo cual por supuesto es absurdo.
Monos es una película LGTB, pero una nada convencional…
Sí, creo que es una visión muy positiva, muy libre. Rambo en concreto está atravesando la etapa de metamorfosis de la adolescencia, descubriendo su propia sexualidad… Y la película busca decirte que el camino que elijas en ese sentido estará bien, que la elección sólo depende de ti.
Es tu primera película… y una película muy importante. ¿Cómo te has sentido al formar parte de algo así?
Cuando empecé a grabarla, no imaginé que sería algo tan grande, la verdad. Ahora que hemos estado en Sundance, la Berlinale, los Goya… ya soy consciente de la suerte que he tenido. Lo he vivido como una fantasía, ¡hemos llegado a 40 países! Es increíble.
¿Cómo llegaste tú a la película?
Fue un golpe de suerte. Yo estaba en el colegio jugando al baloncesto cuando llegó una chica con una planilla y me ofreció presentarme al casting. Lo hice y luego tuve que pasar un entrenamiento militar con otros quince chicos. Tras ello, el director habló personalmente conmigo y me dijo que mi personaje se llamaría Rambo. Y que, claro, estaba en la película.
¿Tus compañeros de reparto han colaborado tanto como tú en la definición de sus personajes?
Creo que sí; de los jóvenes, salvo Moisés Arias (Patagrande) y Julián Giraldo (Lobo), casi todos somos actores no profesionales, así que hemos estado muy abiertos en todos los sentidos. Trabajar con todos ellos, no sólo el reparto sino todo el equipo, ha sido una experiencia increíble. Fueron cuatro meses juntos y era como formar una familia. Nos hemos nutrido los unos de los otros. La película nos ha dado mucho y espero que nosotros también le hayamos dado mucho.
Alejandro Landes, el director, ¿os daba mucha libertad?
No teníamos guion, así que Alejandro estaba muy abierto a la improvisación, nos animaba a decir las cosas tal y como las sentíamos. Tener charlas privadas con él nos ayudó mucho: cada día, antes de rodar, nos hacía entrar en el personaje a través de lo que sabía de nosotros para alcanzar las emociones que buscaba.
Monos es una película muy potente visual y sonoramente, ¿te la imaginabas así mientras rodábais?
Para nada. De hecho, Alejandro no nos dejaba ver las escenas rodadas para que no perdiéramos frescura, así que no vi la película terminada, incluyendo la increíble música de Mica Levi, hasta el estreno en Sundance. Fue muy loco ver el monstruo completo; no me esperaba una película tan cruda.
La habrás visto ya varias veces, ¿has despejado todas sus incógnitas?
La he visto más de diez veces y no quiero verla más para no arruinarme mi propia película [risas]. Pero lo cierto es que cada vez que la veo descubro algo nuevo, voy conectando unos puntos con otros… ¡Creo que no la entendí del todo hasta la tercera o cuarta vez [risas]!
La película presenta una sociedad muy salvaje, perdida en medio de la nada, sin distinción de género, quizá aislada de los prejuicios sociales…
Sí, creo que es una película que rompe muchos prejuicios en torno al papel de hombres y mujeres en la sociedad. Y lo hace dentro de un contexto muy fuerte, como es la guerra, pero en realidad el foco de atención está en la mirada adolescente: su conflicto interno. Los personajes tratan de sentirse cómodos consigo mismos. Monos lanza un mensaje muy positivo: lo que te pasa es normal; no te sientas raro. Si tu identidad, sea la que sea, te hace sentir bien, está bien.