Carlos Barea (autor de ‘Bendita tú eres’): «Al activismo cultural hay que prestarle más atención»
Escritor y activista cultural, Carlos Barea es miembro fundador de la asociación LACAH, cuyo principal objetivo es ejercer el activismo a través de la cultura. Dosmanzanas ha charlado con el autor granadino, quien presenta su primera novela, Bendita tú eres, un relato editado por Egales que gira en torno a la búsqueda forzada de la identidad y en donde se mezcla el imaginario católico con elementos de la cultura popular.
La protagonista de tu primera novela es una monja, Ángela, que ha sido expulsada del convento en el que ha estado viviendo durante más de tres décadas después de que su gran secreto quede al descubierto. ¿Siempre te atrajo el folclore religioso?
El folclore religioso forma parte de mí. Yo he sido un niño mariquita, pegado a las faldas de su madre, que se crió en un pueblo de Andalucía y es algo que forma parte de mi personalidad. Ahora no vivo ese folclore como lo hacía cuando era pequeño, pero creo que lo bueno de esto es poder reinterpretar el folclore, como por ejemplo lo hacía José Pérez Ocaña o como se ha hecho en tantas otras intervenciones artísticas de cualquier tipo. Esto es, coger lo religioso y apropiarse de ello, que creo que es donde está el verdadero valor de lo religioso cuando no eres creyente como tal.
Ocaña precisamente fue un icono de resistencia de la dictadura franquista durante los años de la transición. ¿Piensas que su figura está olvidada o infravalorada?
No creo que la de Ocaña sea una figura especialmente olvidada. De hecho, últimamente se está explotando bastante su imagen, sobre todo en los círculos académicos. En los estudios queer y feministas se reivindica mucho esa figura, porque su pensamiento era muy queer en los años setenta, cuando ni siquiera se imaginaban el concepto, la teoría o esta fragmentación de identidades que tenemos ahora mismo. En el documental Ocaña, retrato intermitente, de Ventura Pons, él dice «Yo no sabía lo que era ser homosexual. Yo me enteré de lo que era serlo cuando llegué a Barcelona». Pienso que Ocaña estaría ahora retorciéndose un poco en su tumba al ver cómo lo están utilizando como forma académica.
Volviendo a tu novela, al principio del libro se desvela que Ángela acaba refugiándose en un pequeño piso del barrio de Lavapiés, lugar desde el que tiene que volver a aprender a vivir sin la disciplina de una congregación. Eres fan del Madrid más castizo, ¿no?
Sí, me gusta mucho Madrid, me gusta lo castizo y me gusta también mucho lo popular, en toda su expresión. De Andalucía cojo el folclore religioso, porque hay mucho folclore, y de Madrid cojo lo que tiene de barrio. También me gusta cómo se mezcla todo eso. Me gusta que se mezcle lo moderno con lo popular. Ahora mismo estoy viendo Hostal Royal Manzanares, que es como la cuna de lo castizo y te llegas a dar cuenta de cómo en 1996 hablaban de La Latina y el metro como si eso fuera toda España. En esos años la ficción que se contaba giraba en torno a lo castizo y las costumbres de Madrid.
Comentabas hace poco que, antiguamente, se decía a bastantes homosexuales aquello de «Tú métete en el seminario, que allí se folla mucho». ¿Crees que ha cambiado mucho el asunto?
Sí, yo hablaba de los años sesenta y setenta, en los que estaba profundamente condenado y perseguido el mantener relaciones homosexuales. Creo que en esos años se había creado una especie de búnker, de lugar seguro, en el que tú podías tener relaciones sexuales. Paradójicamente, pienso que en algunos casos el seminario era un lugar seguro para tenerlas. Ahora, por suerte, estamos impregnados de lugares seguros. Hoy puedes salir por el ambiente y hacer cruising sin ningún tipo de riesgo físico. En esa época no era solo que te condenaban socialmente, sino que también te metían una paliza o te mataban.
¿Por qué crees que a la Iglesia (católica española) le falta tanto sentido del humor?
Básicamente por dos cosas. Una, porque la Iglesia es una institución de derechas. Y es bien sabido que en el ala de la derecha no hay mucho sentido del humor. No manejan la ironía y cuando intentan hacer humor queda un poquito como de pastiche. Por otro lado, como institución que es pienso que tiene que hacerse seria. Como institución opresora no puede tener sentido del humor.
¿Cómo fue el ‘embarazo’ de tu criatura literaria y qué tal se está dando el parto?
Ha sido un embarazo de riesgo. Peor que un parto [risas]. La historia se fraguó hace cuatro años. Creo que un producto literario o cultural necesita sus tiempos. Necesita asentarse hasta que llega al sitio ideal. Pienso que ahora ha llegado al mejor sitio, que es la editorial Egales, y en un momento particular en el que todos, sobre todo los del mundo cultural, estamos viendo cómo tirar hacia adelante. Es un momento en el que estamos todas perdidas, pero tenemos también la posibilidad de construir una nueva forma de hacer cultura. Dentro de todo esto está una nueva manera de hacer promoción. Ahora mismo, he hecho una campaña de preventa de la novela, a través de la web de Berkana, y me he apoyado mucho en redes sociales. Si no hubiera habido pandemia, igual no lo habría hecho. Esta es mi primera novela y no iba a dejar que lo estropease una pandemia.
¿Qué opinas de las controvertidas declaraciones de J.K. Rowling?
No estoy para nada de acuerdo con sus declaraciones. Eso no quiere decir que se invalide su trabajo o su obra. Pero creo que deberíamos estar todos de parte de la diversidad. El negar la existencia de un sector de la población [las personas trans, en este caso] simplemente porque tú crees que a lo mejor con esto te están invisibilizando a ti es algo que yo no justifico de ninguna de las maneras. Las TERF están diciendo ahora mismo que el incluir a las mujeres transexuales como sujeto político del feminismo las va a disolver como sujeto mujer. Esto es lo mismo que se decía con el matrimonio igualitario, cuando decían que aprobarlo iba a destruir la familia. O ya mucho antes, cuando decían que el homosexual era un enfermo que ponía en riesgo la heterosexualidad. Pienso que nos cuesta mucho asumir los nuevos cambios porque, viviendo en una sociedad donde hay tanto sometimiento y tantas relaciones de poder, en cuanto se mueve un poquito el engranaje nos vemos amenazadas en nuestra pequeña parcela de poder.
Defiendes que la cultura es la herramienta más eficaz para ejercer el activismo. ¿Donde se ponga una buena película que se quite un buen mitin?
Más bien creo que todo tipo de activismo es bueno y necesario, pero con mesura (como decía Lola Flores). Al activismo cultural hay que prestarle más atención. La ficción tiene una cuestión que hace que te cale el mensaje sin hacerlo de forma directa. A la vista esta que siempre todas las dictaduras lo primero que han intentado controlar son los medios de comunicación y la cultura. Teniendo en cuenta que todos los activismos nos son necesarios, creo que la cultura es una buena forma de llegar a la gente, de hacer pedagogía, de enseñar cuestiones que igual en un mitin no vas a encontrar. Además, si Eduardo Rubiño da un mitin no irán a verle más personas que aquellas que ya sean cercanas a él o tengan curiosidad por cualquier cuestión. En cambio, una película como Call me by your name de pronto te la pasan por televisión y, aunque seas un señor de VOX o una señora de un pueblo de Albacete, la vas a ver y puedes tener la posibilidad de acercarte. La cultura es mucho más accesible para gente que está mucho más lejana a la ideología que lanza el propio mensaje ficcional.
Sin duda. Ahora mismo te encuentras inmerso en una investigación sobre el cine del director guipuzcoano Eloy de la Iglesia. ¿De dónde viene tu pasión por su trabajo, y qué puedes adelantarnos de ese estudio?
Ya no es solo que a mí me guste el cine de Eloy de la Iglesia como tal, sino que me gusta mucho el cine de esa época, los setenta y ochenta. También porque Eloy es el primer director de cine español que abordó, de una forma abierta, la cuestión homosexual. Una de mis películas preferidas suyas es La semana del asesino, porque en ella adelanta la cuestión de la interseccionalidad de la persona homosexual. Además, creo que a nivel cinematográfico, por primera vez, construye unos personajes homosexuales que no son planos sino que son personajes protagonistas complejos, con aristas y preocupaciones. Mi investigación se centra en la prostitución homosexual masculina en la época de la transición, y es un análisis a través de la película Los placeres ocultos. Quiero hacer ese análisis y, al mismo tiempo, asociarlo con el libro de Foucault de Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres. Creo que hay un paralelismo entre la relación entre amante y amado de la Antigua Grecia que describe Foucault y la que mantienen los dos protagonistas de la película de Eloy de la Iglesia. Desde ahí, quiero tender puentes utilizando herramientas de teoría fílmica.
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Aashta Martínez
Periodista. Profesional con compromiso social y fobia al servilismo político. Totalmente convencido de la responsabilidad social de los medios. Escribo sobre diferentes temas y pregunto (mucho) cuando me dejan.