Teatro inmersivo para explorar la identidad gay: críticas de «Afterglow» y «Pilla Pilla»
El pasado 27 de marzo fue el Día Mundial del Teatro, el cual, como el anterior, fue difícil en el mundo entero para un arte que, más que cualquier otro, precisa del contacto con el público y la sociabilidad. Para celebrarlo, he disfrutado en Madrid de dos obras de teatro en condiciones perfectamente seguras y me gustaría instaros a hacer lo mismo, pues, más que nunca, teatros, actores y dramaturgos lo están dando todo por sobrevivir y hacernos llegar sus historias.
Afterglow, la obra de S. Asher Gelman, es todo un éxito del Off-Broadway de Nueva York, donde allá por 2017 se convirtió en el espectáculo de mayor duración de la historia del Davenport Theatre, despertando numerosas producciones internacionales entre las que se cuenta, ahora, la madrileña, adaptada por Carlos Martín y Diego Rebollo y dirigida por Pedro Casas. En ella, un matrimonio a la espera de su primer hijo ve su mundo desmoronarse tras compartir su cama con un tercero. Y es que las relaciones abiertas son estupendas sobre el papel pero a la hora de la verdad pueden tener consecuencias peliagudas. Andrés Acevedo, Christian Escuredo y Jorge Vidal, brillantes, se desnudan física y emocionalmente, convirtiendo al espectador en voyeur e invitando a reflexionar sobre la mecánica de pareja con una perfecta fusión de humor y dramatismo. Sencilla pero muy elegante, la puesta en escena contribuye a crear una atmósfera única de la que cuesta despedirse al término de la función. Ahora mismo, todas las entradas para ver esta obra en Nave 73 están agotadas, pero estad atentos porque nada debería impedir que renovaran.
En Pilla Pilla, representada en el Teatro La Encina, un policía nacional identifica en el hospital el cuerpo sin vida de su hermano, en cuyo móvil encuentra una cita sospechosa horas antes del suicidio desde el viaducto de la calle Segovia. Investigando, se dará cuenta de que, incluso en una ciudad tan cosmopolita como Madrid, la homofobia sigue latente. Escrita por Pedro Martín Cedillo en 2016, esta obra está inspirada en el horrible ‘Proyecto Pilla Pilla’, un movimiento neonazi surgido en Barcelona que acosaba a homosexuales a través de aplicaciones de contactos. Triste y curiosamente, poco después del estreno de la obra en Madrid, el pasado 8 de marzo un joven belga fue asesinado por tres jóvenes que le tendieron una trampa en Grindr. Por las mismas fechas, y aquí entro en el terreno personal, un amigo mío podría haber corrido una suerte parecida, al encontrarse con un grupo de neonazis en el lugar donde supuestamente lo esperaba su cita. Por cosas como estas es tan peligroso el reciente auge de la extrema derecha en Europa. Dicho esto, la obra que nos ocupa, durísima, está dirigida con sensibilidad por Ángel Ferrero y valientemente interpretada por Pedro Rubio, Alejandro Pena, Víctor Fornieles, David Melero y Rubén Riera, que conforman un variopinto quinteto de personajes torturados por los prejuicios de la sociedad. En mi opinión sobra algo de intensidad, pero el corazón está sin duda en el lugar correcto.
Y, ya que hablo de teatro gay, aprovecho para recordar que la obra Here comes your man, sobre las terribles consecuencias del acoso escolar, acaba de volver a Madrid. Os hablé de ella el año pasado [ver crítica] y os invito a descubrirla también. Lo dicho, id al teatro, que es seguro (y, si sentís que no lo es, decidlo: los teatros son los primeros que así lo desean).