Benidorm Fest 2023: ¡Blanca Paloma a Eurovisión!
Para sorpresa de nadie (o muy pocos, dado el giro de acontecimiento del año pasado), Blanca Paloma es la vencedora de la segunda edición del Benidorm Fest y por tanto nuestra representante en Eurovisión. Su «Eaea» no es la clase de canción que mueve montañas, pero su autenticidad, las tablas de la ilicitana, y el impacto de la puesta en escena la convierten en una apuesta, si no ganadora (algo muy difícil, no nos ceguemos por el entusiasmo), sí digna del top 10. Y eso, incluso con el reciente tercer puesto de Chanel, es mucho para España.
Sin duda, la principal alternativa era Agoney. Nuevamente, no porque «Quiero arder» fuera una canción maravillosa (lo único pegadizo es precisamente la estrofa sin voz), sino por el trabajazo del extriunfito, que cantó de maravilla dada la dificultad de la melodía y encima cuidó hasta el último detalle del baile y la escenografía. El odio que ha despertado entre ciertos sectores, fruto en gran medida de esa homofobia aún tan arraigada, es sin duda lo peor de la edición.
Mención especial para el cuerpo de baile de ambos artistas y también para el de Vicco, cuya «Nochentera» probablemente sea la canción con mayor recorrido de la edición. Por su marcha y su nostalgia, que se ganaron al misterioso jurado demoscópico. Vamos, que la bailaremos como locos en la discoteca durante mucho tiempo. Pero es que encima la actuación fue impecable, algo que pocos esperaban al escucharla hasta la saciedad en Spotify.
Fusa Nocta, sin embargo, volvió a cometer imperfecciones vocales con «Mi familia», aunque muchas menos que en la primera semifinal, donde solo se salvó gracias a la escasa competencia y la esperanza en que lo hiciera mejor en la final. Su propuesta era explosiva y muy auténtica, en la línea patria de Blanca Paloma, pero quedó última en la final por motivos obvios, y eso que durante semanas fue la favorita.
Los otros cuatro finalistas nunca tuvieron ninguna posibilidad, a pesar de presentar actuaciones muy dignas en la final. Karmento llevaba la mejor canción («Quiero y duelo», una preciosidad), pero sobre el escenario olvidó que a veces menos es más; Alice Wonder ofrecía grandes dosis de personalidad y aun así su «Yo quisiera» no llegaba a impactar como pretendía; José Otero emocionaba con «Inviernos en Marte», aunque descontrolaba la voz, y Megara bordaba «Arcadia» y sin embargo no enamoraba a casi nadie. De todo modos, los cuatro son artistas por derecho propio y ha sido maravilloso contar con ellos en el festival, que probablemente marque un antes y un después en sus carreras.
Dicho esto, a pesar de la irregularidad de las semifinales, ha sido un buen Benidorm Fest, mucho menos tóxico que el anterior, y deberíamos celebrarlo al margen de lo que suceda en Eurovisión. ¿Ganaremos? Lo dudo horrores, pero por segundo año consecutivo vamos dispuestos a conquistar Europa y borrar, poco a poco, el terrible historial reciente de España en Eurovisión. Y eso es motivo de sobra de alegría tanto para los eurofans como para nuestra industria musical.