Festival de Eurovisión 2023: Blanca Paloma no se gana al público europeo y Loreen vence de nuevo
Seamos sinceros: «Eaea» no entusiasmaba a nadie. La actuación, sí. Y Blanca Paloma es muy trabajadora y talentosa. Pero Eurovisión, ante todo, es el Festival de la Canción, y, si la canción no enamora, poco puedes hacer. El 17 puesto, provocado por la indiferencia del público europeo (si por el jurado fuera, sería el 9), es por tanto decepcionante y algo injusto, pero no incomprensible. Y poco tiene que ver con el estilo de la propuesta o la propia actuación, que, a diferencia de muchas otras, fue impoluta.
En cualquier caso, ha sido una edición bastante floja, con muchas propuestas buenas (el «Due Vite» del italiano Marco Mengoni, el «Carpe Diem» de los eslovenos Joker Out, el «Stay» de la lituana Monika Linkytė o el «I Wrote a Song» de la británica Mae Muller, por ejemplo), pero pocas realmente extraordinarias. Por no decir ninguna. Eso explica que Loreen haya logrado convertirse en la segunda persona (y la primera mujer) en ganar el festival dos veces con la olvidable «Tattoo», básicamente un «Euphoria» descafeinado. Que su afinación fuera tan irregular vuelve incomprensible el apoyo masivo de los jurados de expertos.
Si por el público (servidor incluido) fuera, el finlandés Käärijä se habría llevado el gato al agua con su divertido y sorprendente «Cha Cha Cha». Y es que hasta 18 países le dieron su máxima puntuación. ¡18! Pero poco podía hacerse frente al perezoso, y hasta sospechoso, voto profesional. La victoria de Suecia, la séptima del país escandinavo, permitirá que la próxima edición se celebre allí, coincidiendo con el 50 aniversario del «Waterloo» de ABBA. Demasiado casual todo. ¿Y qué decir del tercer puesto del «Unicorn» de la israelí Noa Kirel? Pues que Chanel solo hay una.
Seguiría escribiendo, pero reconozco que, entre el mal sabor de boca que me dejó la pataleta de ciertos eurofans españoles ante la merecida victoria de Ucrania el año pasado y el poco interés que me ha despertado esta edición en general, no tengo ganas. Además, qué importa, ya está todo dicho en Twitter.