Conversación en la cama
“Tras hacer el amor se quedaron, como de costumbre, abrazados. La tenue luz de una larga vela bailaba lanzando sombras sobre la pared empapelada. Hatem habló largo rato sobre sus sentimientos hacia Abduh, que permanecía en silencio, mirando al frente, con su rostro repentinamente serio. Hatem le preguntó ansioso:
—¿Qué te ocurre, Abduh? ¿Qué te pasa?
—Tengo miedo, Hatem Bey —dijo Abduh, despacio y con gravedad.
—¿Miedo de qué?
—Del Señor, alabado sea.
—¿Qué dices?
—¡El Señor, alabado sea! Tengo miedo de que nos castigue por lo que hacemos.
Hatem permaneció en silencio y le observó en la oscuridad. Se le hacía extraño. Lo último que esperaba era hablar de religión con su amante.
—¿Qué quieres decir, Abduh?
—Hatem Bey, toda mi vida he sido creyente. En el pueblo me llamaban ‘el Sheij Abduh Rabbuh’. Siempre he elevado mis oraciones en la mezquita, ayuno en Ramadán y en todas las ocasiones que manda la sunna del Profeta. Hasta que te conocí y cambié.
—¿Quieres rezar, Abduh? Reza.
—¿Cómo voy a rezar si me paso la noche bebiendo vino y me acuesto contigo? Siento que Alá está enfadado conmigo y me castigará.
—¿Quieres decir que Dios nos castigará por amarnos?
—El Señor nos ha prohibido este tipo de amor. Es un pecado muy grave. En nuestro pueblo había un imam llamado Sheij Darawi, el Señor lo guarde. Era un hombre piadoso, un santo. Nos decía en el sermón de los viernes: ‘Alejaos de la sodomía, pues es un gran pecado que hace temblar de ira el Trono Celestial’.
Hatem no pudo contenerse. Se levantó de la cama, encendió la luz y prendió un cigarrillo. Su hermoso rostro y la camisa trasparente sobre su cuerpo desnudo le daban la apariencia de una bella mujer enfadada. Lanzó una bocanada de humo y se puso a gritar:
—Abduh, no sé qué hacer contigo. ¿Qué más puedo hacer por ti? Te amo, pienso en ti y siempre intento hacerte feliz y tú, en vez de agradecérmelo, me haces la vida difícil.
Abduh permaneció callado, mirando al techo con el brazo bajo la cabeza. Hatem terminó el cigarro, se sirvió una copa de whisky que se bebió de un trago y se sentó junto a Abduh, diciéndole con calma:
—Escúchame, cariño. El Señor es grande y verdaderamente clemente, nada que ver con lo que dicen los sheijs ignorantes de tu pueblo. Hay mucha gente que reza y ayuna pero que roba y hace daño. A esos castigará Dios. Pero a nosotros, estoy seguro de que Alá nos perdonará porque no hacemos daño a nadie, solamente nos amamos. Abduh, no hagas tu vida miserable. Esta noche es tu cumpleaños y debes estar contento.”
Si la franqueza con la que se aborda la homosexualidad en este fragmento de la novela El edificio Yacobián, del egipcio Alaa Al Aswany (2002), es ya bastante poco habitual en la literatura árabe contemporánea, más inaudito todavía resulta el hecho de que en él se permita a un personaje homosexual reivindicar su condición, su amor, frente a la intolerancia homófoba. A mí, la conversación en la cama entre el gay maduro Hatem y su joven amante Abduh me recuerda bastante a la conversación en la terraza que retrataba en 1976 el director español Eloy de la Iglesia en su película Los placeres ocultos, y a la que dedicamos no hace mucho otra columna. Ahora bien, entre las importantes diferencias que separan ambos diálogos, hay una que enseguida salta a la vista: Eduardo, el gay educado y rico (director de una sucursal bancaria) de Eloy de la Iglesia, no necesita hacer, en su intercambio de pareceres con el joven y tosco Miguel (proveniente de una barriada marginal), referencia alguna a la religión; en cambio, Hatem (director de un periódico cairota en francés) se ve forzado a hablar de religión con Abduh (que procede del Egipto más rural y atrasado), a pesar de lo incómodo que ello le resulta. Y es que, aunque en 1976 España era todavía oficialmente nacionalcatólica, la sociedad española de aquel entonces era ya, en realidad, mucho más laica que la egipcia de nuestros días.
Así pues, Hatem, tras reaccionar en un primer momento con irritación e impaciencia ante el discurso homófobo, basado en una forma cruda y primitiva de religión, de su joven amante, decide acto seguido contraponerle otro discurso de base también religiosa, pero mucho más amable y tolerante. ¿Qué credibilidad puede tener, sin embargo, para Abduh esta nueva versión, más sonriente y bonachona, de Dios que le ofrece Hatem, cuando el joven pueblerino tiene metida desde niño en la cabeza una imagen muy distinta, y extremadamente temible, de la divinidad? Los acontecimientos que esperan a los amantes en las páginas siguientes de la novela nos hacen pensar que más bien poca: la historia de Hatem y Abduh termina tan mal como podrían esperar aquellos ignorantes sheijs de aldea que tanto se habían esforzado en inculcarle a éste último la homofobia más feroz.
Ante el callejón sin salida que, como señalábamos en la última columna, supone para la sociedad egipcia y otras muchas sociedades árabes el hecho de que la oposición a unos gobiernos represivos y corruptos provenga principalmente de quienes querrían verlos sustituidos por otros aún más represivos (es decir, por teocracias islámicas), resulta comprensible que, dado que parece inevitable reconocer a la religión un papel central en dichas sociedades, haya quien opte por intentar al menos difundir una versión de la misma que sea lo menos incompatible posible con los derechos y la libertad de todas las personas. Uno no puede sino desear éxito en su empeño a quienes se proponen este objetivo; aun así, parece evidente que para millones de Abduhs esparcidos por el mundo musulmán, no resultará nada fácil en bastante tiempo desembarazarse de esos dogmas y prejuicios con los que tan familiarizados están.
La relación entre el Hombre y «dios» se parece al vínculo entre un menor de edad y su «papaíto». Esa total sumisión y desvalorización (que bien retrata Erich Fromm, en «El Miedo a la Libertad»), ese desamparo psicológico que hace que el ser humano no termine de crecer, supeditando su vida a fábulas de encanto, amonestaciones, castigo, represalias y venganzas, de una supuesta entidad que presuntamente, sabe «lo que le conviene».
«Padre-hijito» u «Oveja-pastor». El Hombre cede su libertad por horror existencial a ejercerla.
No sé porque nos sorprende muchas veces que la sociedad española, sea muy abierta en ciertos temas.
La sociedad española era muy abierta y durante la República se demostró con muchas leyes muy progresistas y de igualdad de derechos de muchos colectivos, la mentalidad cerrada de otros se impuso a esa mayoría que conquistó la República, llevándonos a una dictadura y sometiéndonos al nacionalcatolicismo, pero eso no quiere decir que las personas que no creían en esos valores nacionalcatólicos los asumiesen y en cuanto llegó la democracia, se ha visto lo avanzada que era y es nuestra sociedad, y que ha afrontado con suma naturalidad temas que nos parecía casi imposibles, como el aborto, el divorcio, el matrimonio civil (incluyendo el formado por personas del mismo género), etc.
No somos, ni éramos una sociedad atrasada, nos hicieron parecer y asimilar conceptos arcaicos y atrasados de los cuales hoy aún, una minoría ruidosa sigue defendiendo.
Las religiones son una perversión de la condición humana. Lo he dicho muchas veces y lo mantengo. Sólo son un vehículo para subyugar a las personas y someterlas al poder de las diferentes confesiones.
¿Cuántas de las personas que se denominan creyentes seguirían siéndolo si no fuera por la promesa de la vida eterna?. ¿Sería igual de interesante la existencia de un ser todopoderoso que no concediera dicho privilegio?, yo me atrevo a decir que no. Por tanto, lo que realmente le interesa al creyente es su propia supervivencia. Todos sus actos y esperanzas para con ese ser al que dicen adorar tiene como fin último un afán soberbio: vencer a la muerte y sobrevivir. Sin el caramelo de la promesa de vida eterna las religiones no serían nada, aún cuando nos hablaran de la existencia de Dios.
La creencia en seres sobrenaturales superiores que nos premian con vidas eternas y paraísos no es más que la extensión natural del instinto de supervivencia que tenemos en vida más allá de la propia muerte.
Sólo la derrota de todos los Dioses podrá devolver al ser humano su dignidad como tal. Aunque a partir de ese momento tendremos una gran responsabilidad con nosotros mismos y con los demás que debemos aprender a administrar.
Lo de una versión de la religión menos incompatible con los DDHH parece, efectivamente, el mal menor.
Y desde luego es bastante realista en ese sentido.
Pero yo no estoy de acuerdo. Como ponía en aquel artículo que el otro dia dejé en los comentarios, la base de moderados legitima a la cúpula de extremistas.
Con su silencio (que no pocas veces es por miedo, desgraciadamente) o simplemente porque están de acuerdo con sus dogmas.
¿A cuantos de esos «creyentes moderados» se les oye claramente expresarse en contra de los fanáticos que les gobiernan?.
Y aunque arriba menciono el miedo, ni eso hace falta.
Recuerdese lo de aquel calendario religioso-transexual, y cómo una asociación de creyentes en principio moderados y LGTB reaccionó con exactamente los mismos argumentos que cualquier asociación cavernaria (dichos, eso si, con mas moderación).
Sé que esto que digo no gustará, pero…
¡Qué manía con atacar la relígión! La religión como todo lo humano, puede dar de sí lo mejor y lo peor. Señalar sólo su potencial negativo es, cuando menos, una profunda deshonestidad.
El mal no es la religión en sí misma, sino el dogmatismo. Y el dogmatismo no tiene por qué estar vinculado a la religión. Ahí está el comunismo leninista, una versión del marxismo (no el marxismo como tal, por cierto) que causó millones de muertos.
Y la relación del creyente con Dios (o «el misterio», si queremos hablar «en laico») no es necesariamente la de un menor de edad con su papaíto. Puede serlo, pero no tiene por qué serlo (y Fromm, por cierto, lo sabía muy bien…). La relación de Jesús de Nazaret con Dios Padre, tal y como está descrita en los Evangelios, no es en absoluta esa relación de sumisión. Tampoco lo es la de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.
Y por si fuera poco, ahí estamos los lgtb creyentes de diferentes religiones. No sólo damos fe de que es compatible, sino que mostraremos a quien lo quiera ver que la fe da sentido a nuestra vida, nos hace felices y no nos convierte en inmaduros, sino todo lo contrario. Claro que esto lo ve quien lo quiere ver, pues ya me he encontrado con algún fanático antirreligioso (tan peligroso como el religioso…) que no quiere ni escuchar.
Sé que vendrán negativos, pero me veo en el deber de decir algo que no coincide con el tono general de los comentarios.
Hola soy gay. tengo depresiones y estoy en el paro. y no sé en qué trabajar porque cuando pienso en algún empleo siempre pienso en mi homosexualidad y que me van a discriminar o agredir. es la pescadilla que se muerde la cola. además tengo mucha presión en casa porque no puedo decir que soy gay porque mi padre es un retrógado y tengo miedo de que me eche de casa. ¿En que puede trabajar un gay de 27 años con sólo el tírulo de bachillerat que tuvo que dejar una carrera porque le acosaban en la universidad? Admito sugerncias. gracias
Iván, creo que todos estamos de acuerdo contigo, la religión no es mala en sí, sino el mal uso que hacen algunas personas de ella, para imponer sus ideas.
Antonio, no voy a ser Elena de Francis, pero creo que no debes buscar un trabajo en función de tu homosexualidad, sino en función de tus posibilidades como persona, en el que creas que estas capacitado para ejercer tu puesto. Si estas en paro y no has terminado tus estudios universitarios quizás podrías aprovechar el tiempo en acabarlos, sino te encuentras con ansias y ganas de hacerlo presencialmente, hazlo a distancia por la UNED. No sé si te ha podido servir mi consejo, pero ánimo y no te dejes amedrentar por los demás.
#5
No se quien negativizará. Sospecho que son los «libeggales» de siempre que ya pasan de contestar y se contentan con soltar negativo.
Yo solo negativizo a los trolls homófobos que se pasan por aquí de vez en cuando a soltar chorradas.
Hablas de potencial negativo y potencial positivo.
Si, qué duda cabe, la religión también tiene partes positivas.
Religiosos fueron los primeros códigos de conducta. La religión ha sido el «pegamento» de muchas sociedades, una ventaja evolutiva.
Pero ya no estamos en la antiguedad.
Las leyes que nos gobiernan ya no vienen dictadas por dioses o sacerdotes.
No solo eso. Esta página lleva unos cuantos años, y antes de esta página muchos otros, luchando precisamente contra ciertas leyes que están tan arraigadas en los códigos religiosos hasta el punto de ser indivisibles, por mucho que haya quien hable de «malinterpretación».
No es casualidad, de absolutamente ninguna manera, que los paises en donde peor situación tienen los nuestros, sean esos paises en donde las leyes siguen dictadas por esos dioses y sus sacerdotes.
Lo que hace 2000 años era útil, hoy no tiene porqué serlo.
Algunos creyentes cometen a veces (tu precisamente no. Por lo general es mas bien la caverna y los talibanes) un acto de egoismo bastante molesto, que es el suponer que vuestras religiones son las únicas que poseen determinados valores morales, o incluso que han sido ellas las inventoras.
Bueno, pues es falso. No existe ni un solo valor moral que no pueda darse fuera de un credo religioso.
Sea el sacrificio por los demás, la generosidad, la abnegación o cualquier otra cosa, la religión no es imprescindible para ello.
Más aún. Es muchísimo mas meritorio que una persona no creyente use y aplique dichos valores porque realmente desea aplicarlos, que muchos de los creyentes, que están pensando en recompensas de ultratumba, o que actuan movidos por el miedo al castigo.
A los ateos no nos espera recompensa posterior, lo único que tenemos es esta vida y nuestro deseo de vivirla lo mejor posible.
Mencionas el comunismo leninista como contrapuesto a algo religioso, que sin ser religioso tambien es nocivo.
Bueno, pues no podias haber hecho una mencion mas acertada, porque ahora llegaré a donde quiero llegar con toda esta vuelta.
He comentado que la religión no tiene ningún valor que no pueda existir por si mismo sin ella.
Bien, lo que sí tiene la religión, su principal característica distintiva, es la irracionalidad, la fe.
La religión se basa en seguir acríticamente una serie de dogmas, un dios, un sacerdote, etc.
Si, pueden existir diferentes grados de irracionalidad, y puede haber religiones sin una estructura tan jerárquica y mas progresistas y que se adapten a la sociedad.
Pero en último término, todas comportan la aceptación sin ninguna evidencia de un ser supremo.
Bueno, ¿y que tiene en común la religion con el marxismo leninista, con el stalinismo, el maoismo, el franquismo, el regimen de Pol Pot, etc?
Premio. La adoración irracional, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, en este caso el culto a la personalidad de un lider.
Imagino que no hace falta señalar que aunque estos regímenes (menos el de franco) hablaran de ateismo, esto no hace que el ateismo comparta las barbaridades de esta gente ¿no?. Que yo también se diferenciar entre creyentes y los que iban a las cruzadas, y no estamos en infocatólica o Haztelomirar XD, como para andar con esas tonterias.
Estos regímenes podían declararse a si mismos como ateos, pero se limitaban a sustituir religión por culto a la personalidad del lider.
De una forma u otra, anulación del sentido crítico.
Lo curioso del asunto, es que citas los evangelios como prueba de que los fanáticos extremistas y quienes comentamos lo de la sumisión, nos equivocamos.
Y mientras, los fanáticos extremistas citan también los mismos evangelios como prueba de que ellos tienen razón.
Y sin embargo, ninguno de los dos podéis saber quien tiene razón porque ninguno tenéis ni una sola evidencia real mas allá de esos libros que además hablan de milagros, poderes sobrenaturales, etc, con sus innumerables traducciones, perdidas de sentido, selecciones a conveniencia del conclave de turno, censuras, transformaciones con el paso de los siglos, etc.
Y efectivamente, eso lo ve quien quiere, porque para verlo hay que querer verlo, no porque esté ahí a la vista de todo el mundo. Me gustaria saber que fanáticos antirreligiosos has conocido.
Para mi un fanático es una persona violenta, dispuesta a matar por sus ideas.
De momento, y en este país, quienes ponen bombas en los teatros, quienes piden la censura de programas de televisión, de campañas de publicidad, quienes claman ante la ofensa de sus sentimientos, etc, no son precisamente «fanáticos antirreligiosos».
No puedes pretender quejarte de los «fanáticos antirreligiosos» porque se niegan a escuchar, si lo que tu quieres que escuchen como prueba, son sencillamente cosas que dependen de la fe.
Puedes presentarme todos los evangelios que desees. Pero seguirá siendo un argumento circular
Dices que la fe da sentido a tu vida y no te convierte en inmaduro.
Pues chico, no se que te parecerá a ti, pero a mi el hecho de no tener miedo porque piensas que un ser superior cuida de ti, me suena exactamente a la misma fe que un niño tiene en que sus padres cuiden de él.
#5:
Además los ataques que hacemos algunos lgbt hacia la religión son completamente legítimos; de ningún modo nos vamos a quedar callados ante la intolerancia, y menos si la están difundiendo y legítimando en base a invenciones de sus propias mentes.
Por lo demás, no me parece justo afirmar que un «fanático antirreligioso» es tan peligroso como uno religioso; no es fácil ver hoy en día a algún no creyente estrellando aviones contra torres, o avivando y apoyando penas de muerte para homosexuales, creando inquisiciones, por una simple razón: porque todo aquello se ha legitimado en base a dictados religiosos, a creencias de un «dios dice que…». Y de hecho las peores formas de dictadura han sido teócraticas o de inspiración teócratica; por ejemplo, Pacelli apoyó la Stazi Croata, recibió en audiencia a la Ustachá y la presentó como ejemplo de «buenos católicos»… la Ustachá mutilaba, con ayuda de sacerdotes franciscanos, a aquellos cristianos ortodoxos, judíos y musulmanes que no se convirtieran al catolicismo. Y ese es solo un ejemplo de varios, de tantos (ni siquiera se puede afirmar que el regimén comunista de Stalin – quién a los 14 años recibió una beca para estudiar teología en el seminario de Georgia – fue del todo ateo, no cuando ves que los comunistas le idolatraban como su fuese alguna especie de deidad… lo mismo pasa hoy en día en China).
Ok… puede ser que la teología de la liberación y la visión de un dios justo sea «menos dañina» (o «más ideal», como se quiera ver) que la de ese dios horrendo que asesinó a 30 millones de personas a lo largo de las páginas bíblicas, castigos monumentales para crímenes que en su mayoría eran pequeños, e incluso para cosas que ni siquiera lo eran si hablamos de mujeres «no vírgenes» y homosexuales. Los problemas con la teología de la liberación o con corrientes liberales de la religión (sea cual sea), desde como lo veo, son tres: es demasiado ecléctica en el sentido que no tiene unos criterios definidos para decir «que sigue siendo aplicable y que no», tampoco tiene criterios fijos (ok, esto también vale para las corrientes carcas) que puedan definir claramente que pasajes «son literales» y cuales «no lo son»… es decir ¿que criterios usan para definir a la narración del Edén como algo no literal pese a que a simple vista no admite otras interpretaciones, a la resurección y ascenso al cielo de Jesús? Pero el mayor problema que veo es esté: su problema no es el hecho de que apoyen los versículos lapidarios del Levítico o de Pablo, y de hecho sé que no los apoyan en literal, sino en su actitud de seguir aferrados a los mismos; en vez de rechazarlos tajantemente les tratan de dar justificación alguna, como ocurre con los versículos funestos del Levítico: cuando era «católico no carca» jamás ví que se condenara la pena de muerte estipulada para homosexuales por parte de las visiones liberadoras, lo único que se hizo fue simplemente trasladarla de las personas homosexuales hacia otro grupo de personas que practicaban la idolatría en forma de «actos homosexuales». Es decir: «si tienes una relación con una persona del mismo sexo y hay amor no hay problema; pero sí en tu relación no hay amor y está de por medio la adoración a otro dios mucho cuidadito eh…» como si el otro grupo de personas mereciesen de verdad la muerte.
Por supuesto, como ateo soy conciente de que todavía existirán los teólogos hasta el 2050 aunque no me guste, hasta que muchos seres humanos no superen su miedo a la muerte y a lo desconocido todavía seguirán existiendo las religiones, me guste o no; así que de vivir en un mundo cuya buena parte de sus mentalidades estén regidas por la mano carca de Natzinger a vivir en un mundo donde buena parte de las mentalidades tenga una visión «menos nociva» de la religión prefiero lo segundo (ojo, lo cual no significa que apoye la religión, para mí lo ideal sería un mundo sin dogmatismos religiosos de algún tipo).
Sé más autocrítico con tu religión, por favor. Tal vez la religión tenga cosas positivas (que no son suyas, las tomó del altruismo y solidaridad innata entre seres humanos, pero esa es otra historia… como ateo sigo siendo buena persona sin tener religión alguna), pero las que más salen a relucir a la luz pública, las que más están afectando y las que más son suscritas por varios seres humanos son las cosas siniestras de la misma. Si ves las manifestaciones homófobas a través de la historia, rara vez es la que no va acompañada de algún signo religioso.
Hombre Iván, puede ser cierto que hay comentarios hostiles a la religión, pero yo creo que hay una larga historia de utilización de las creencias religiosas para atacar y reprimir los derechos de las minorías y de los individuos. Es obvio que los textos religiosos han sido utilizados en muchas ocasiones sin ningún tipo de escrúpulo, previa manipulación, para fines nada espirituales; en otras ocasiones se ha empleado la religión directamente como medio de imponer códigos de comportamiento de fines más que materiales, cuando no simplemente apoyado el lucro y los intereses de una minoría bien posicionada. Yo creo que en España estamos huérfanos de un movimiento que desde la fe ataque todos esos elementos completamente ajenos al hecho religioso, impuestos por esos intereses tan terrenales, es lógico que le crítica prevalezca, es un simple movimiento defensivo (y esto vale también para la mayoría de los países de América Latina).
Respecto al artículo de Nemo, es de agradecer que se incorpore, sobre todo viniendo de alguien no creyente, como yo mismo, una visión más amplia del hecho religioso. No obstante yo creo que los que compartimos la voluntad de ir ampliando el marco de derechos de las personas LGBT, deberíamos contemplar el hecho religioso más allá de nuestro estrecho marco geográfico y cultural, no sólo para mirar el mundo islámico. Yo he estado en el Europride de Estocolmo, allí pude ver una amplia representación de la Iglesia Luterana, hasta hace bien poco religión oficial de ese país, participando activamente en la marcha del orgullo, organizando incluso actos religiosos vinculados al evento en la propia catedral, colocando los colores arco irís en el mismo crucero formando parte de un cartel anunciador. En Copenhague asistí estupefacto a la colocación de estos mismos colores en la columnata de entrada a la catedral, y quienes, con la ayuda de una grúa del ayuntamiento, se dedicaban a la tarea de embutir cada columna en vistosas telas de colores, tenían todo el aspecto de ser colaboradores habituales de las actividades religiosas del lugar.
Yo no hablaría de «mal menor» para esas manifestaciones religiosas, yo diría más bien que también es posible una religiosidad, no ya compatible con el pleno desarrollo de los derechos y dignidad de los individuos, sino incluso militante en ese terreno, con un fondo mucho más espiritual que los muy terrenales intereses en recortar las libertad de los seres humanos y favorecer su sometimiento a la autoridad de una élite con intereses muy materiales, siempre dispuestos a alcanzar alianzas de intereses con los grupos sociales e ideológicos que se pueden beneficiar de esa manipulación interesada de la fe.
Dicen que la fe mueve montañas, he conocido algún cristina (poquitos) que realmente aplicaba en positivo la religión en su vida, se les veía personas agusto y felices, por desgracia he visto mucho cristiano de misa dominical, ropa de marca e ideas retrógradas. Es esto último lo que más abunda, por no hablar de los representantes religiosos.
Las religiones, algunas, no son malas en sí mismas, malos son muchos de los usos e interpretaciones que de ellas se hacen.
Aún así yo no creo en ninguna religión actual ni pasada, sí creo que hay vida más allá, pero no la que dictan las actuales religiones. Es algo que no puedo saber.
#9
De nuevo, Neurófilo comenta aquello a lo que yo me refiero.
Por muy moderados que sean los creyentes o los sacerdotes, jamás se les oye rechazar o eliminar las partes mas salvajes de sus libro sagrados.
Sencillamente «hay que interpretar», o «es cosa de su tiempo».
Quiero agradecer los muchos y muy interesantes comentarios de esta semana; lamento no haber podido hacerlo antes.
En cuanto al ejemplo que pone Nazareno de integración de lo LGTB en las iglesias luteranas de Suecia y Noruega, si alguien tenía dudas de que las religiones monoteístas tradicionales fueran capaces de evolucionar hacia la aceptación de nuestra realidad, dicho ejemplo puede hacerle ver que ello es realmente posible. Claro que esa evolución se ha producido en el marco de dos sociedades fuertemente secularizadas y abiertas a la modernidad. Es decir, que primero la sociedad ha conquistado su autonomía respecto al ámbito religioso, lo que le ha permitido evolucionar al margen de éste, y después han sido las instituciones religiosas las que se han visto obligadas a evolucionar en el mismo sentido para no quedarse al margen de la realidad social.
Pero la religión por sí misma es muy poco dada a evolucionar: la sacralización como supuestas verdades inmutables surgidas de la boca de Dios de determinados textos y/o creencias sirve precisamente –entre otras cosas– para evitar ese cuestionamiento que haría posible el debate y la evolución. Por otro lado, dado que siempre es posible interpretar los textos sagrados y los dogmas de distintas maneras, ni siquiera dicha sacralización logra plenamente su objetivo de evitar el debate, aunque ciertamente lo dificulta y limita; y permite además a quienes se presenten a sí mismos como guardianes de la ortodoxia invocar la legitimidad divina para desatar la más brutal violencia contra quienes defiendan otra opinión, es decir, contra los herejes.
Por todo esto, no parece probable que sociedades que aún giran alrededor de la religión como las árabes (muchos de cuyos miembros, además, miran con extrema desconfianza todo aquello que vaya asociado a la idea de modernidad, pues ven en ello un peligro de que su propia cultura sea sustituida por la occidental) puedan evolucionar a medio plazo hacia la aceptación e integración de las personas LGBT en el ámbito religioso, incluso aunque fuese de una forma mucho más tímida y limitada que la de los luteranos nórdicos. Pero por otro lado, tampoco se ven buenas perspectivas de avance de dichas sociedades hacia la secularización y el laicismo. Es otra forma de ese callejón sin salida al que me refería en mi anterior artículo: y cuando uno está atrapado al final de un callejón sin salida, no queda otra posibilidad de movimiento que hacia atrás: ¿puede sorprendernos entonces que una ideología retrógrada como el islamismo cuente con tantos adeptos en aquella parte del mundo?
Bueno, tras el artículo de esta semana (el número 85), la sección «Entendámonos» de dosmanzanas se toma unas pequeñas vacaciones. Gracias a todos, una vez más, por estar ahí.
Volvemos en unas semanas.