Paraíso gay
“México DF, paraíso gay”: este titular podía leerse en marzo del año pasado en uno de los periódicos de la capital mexicana; yo visitaba entonces por primera vez la ciudad, y quedé perplejo al leerlo.
Yo sabía que el Distrito Federal era en aquel momento uno de los dos territorios de los Estados Unidos Mexicanos que reconocían las uniones civiles entre parejas del mismo sexo (el otro era el estado norteño de Coahuila, vecino a Texas –es curioso que éste último sea, en cambio, uno de los estados más dominados por la homofobia de los EEUU–). Y quedé también agradablemente sorprendido por el grado de visibilidad LGTB que pude presenciar en amplias zonas del centro de la capital mexicana. Antes de mi viaje había visto la película El cielo dividido (México, 2006), en la que una pareja de chicos vive un apasionado romance en aquella ciudad, y se besan y abrazan en público muchas veces con toda naturalidad, especialmente en el marco de la UNAM, la célebre Universidad Nacional Autónoma de México. Confieso que al ver la película había interpretado dichas escenas como una especie de licencia poética del director, que ignoraría deliberadamente la realidad de la homofobia social y sus presiones, ya que lo que le interesaba contar en su película era simplemente una historia de amor y de desamor. Sin embargo, al visitar el espectacular campus de la UNAM pude ver a una pareja de chicos retozando tranquilamente sobre la hierba rodeados de otras parejitas heteros, en actitud tan inconfundiblemente amorosa como la de éstas. Luego pude ver muchas más parejas de chicos, y alguna de chicas, hablándose y mirándose, y besándose y abrazándose, en pleno centro de la ciudad, por la Alameda Central y el Paseo de la Reforma, sentados en bancos o paseando por la acera. Se concentraban en particular junto al Monumento a la Independencia, conocido como el Ángel, como discípulos aventajados de la lección de libertad que desde hace cien años -es decir, desde el primer centenario de la independencia de su país- recuerda a los mexicanos el dorado muchacho… o más bien muchacha, pues parece ser que el ángel es en realidad la diosa Victoria; libre también, por lo visto, de las limitaciones y los convencionalismos del género.
Precisamente a pocos metros del ángel/diosa empieza, o termina, la calle Amberes, que hace las funciones de distrito LGTB de la Ciudad de México. Dicha calle forma parte de la llamada Zona Rosa, aunque ese nombre es muy anterior a la aparición de los locales destinados al público homosexual y por lo tanto no se debe a éstos: en todo caso, así se llama este animado y agradable barrio. Quizá pueda decirse que el área propiamente LGTB es de dimensiones algo reducidas para una megalópolis tan enorme como la capital mexicana, de más de 20 millones de habitantes, pero aparte de eso la verdad es que recuerda mucho a las de cualquier gran ciudad de Europa o del resto de Norteamérica.
Podría pensarse, pues, que es a todos estos hechos a lo que hacía referencia aquel titular de periódico, “México DF, paraíso gay”. Sin embargo, la noticia que encabezaba tan llamativa frase era en realidad una sórdida historia de redes de prostitución masculina, drogas y corrupción política; aparentemente, para el redactor la expresión “paraíso gay” entraría en la misma categoría siniestra que, por ejemplo, paraíso del crimen. Tal vez para alguien como el inefable Rodrigo de Santos la combinación que refleja dicho artículo suponga una especie de paraíso, pero lo que en realidad anhelan la inmensa mayoría de los gais y las lesbianas es más bien lo otro, lo que he descrito más arriba. Es decir: anhelan un lugar donde les sea posible vivir sus vidas libre y abiertamente, sin necesidad de ocultarse y sin que nadie les persiga o discrimine por ello. Algo muy básico, a fin de cuentas: más que el de paraíso, debería corresponderle el prosaico nombre de normalidad. Basta, sin embargo, con dar una ojeada al vasto mapa de la homofobia en el mundo para entender por qué un lugar así, donde se respeten de verdad los derechos humanos de las personas LGTB, puede llegar a parecernos un paraíso terrenal.
Estuve en México en 2004 y me sorprendió agradablemente la visibilidad LGTB. Incluso en el metro del DF había un cartel institucional con los colores del arcoiris que hablaba contra la homofobia en el transporte público (o algo así, no pude leerlo bien porque me arrastraba la masa)
Y el ambiente juvenil y moderno (lo cierto es que la zona que visité era de «niños fresa»)
Fuera del DF, el ambiente se parece más a una película de Ripstein: machitos borrachos y prostitución trans.
No tenemos «El cielo dividido» en las reseñas del Desayuno en Urano (es una peli muy interesante) pero tenemos otra de Julian Hernández: Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor
http://archivo.dosmanzanas.com/index.php/archives/1855
Se me olvidaba lo importante: un placer leerte
«redes de prostitución masculina, drogas y corrupción» esos son los argumentos para justificar los actos prejuiciosos de los que se dicen conservadores, conservadores de sus privilegios demonizando a otros para no compartir algo universal como es la libertad, el respeto y la tolerancia. Ojo en España porque titulares parecidos sabemos todos en qué periódicos salen y qué bocas los vomitan
Vaya, qué coincidencia. Hace pocos días vi en Cinemateka «El cielo dividido» y, como a ti, también me sorprendió la naturalidad con la que los protagonistas se besaban en público. No me parecía verosímil que algo así pudiera pasar en México. Me alegra saber que estaba equivocado.
Por lo demás, la peli me pareció tan hermosa (la fotografía, los actores, la historia)como exasperante (la ausencia casi total de diálogos llega a poner de los nervios, al menos a mí).
Es que sí… fuera del DF o Tabasco (otro estado de convicciones liberales) ni para que les cuento.
Solo una vez he ido al DF pero como fue un viaje rápido no tuve la oportunidad de ver los campus de la UNAM y la Zona Rosa, pero de mis amigos quienes sí han ido han relatado algo muy similar.
Jack:
Yo había visto hace años El lugar sin límites, y de ahí venía la imagen que tenía de México en cuestiones LGTB. Por eso reaccioné con incredulidad ante lo que mostraba El cielo dividido: aunque ya imaginaba que las cosas podían haber cambiado, no pensaba que lo hubieran hecho hasta tal punto.
Claro está que fuera de la capital, o incluso dentro de ésta pero fuera de determinadas zonas del centro, las cosas deben de ser diferentes; pero eso, por desgracia, también ocurre a este lado del Atlántico. Como tú mismo has recordado alguna vez, a la salida de Chueca había antes una pintada que advertía: «Aquí empieza el gueto heterosexual».
Pues me parece estupendo que haya un oasis de libertad en la República Mexicana aunque sea un pequeño barrio de México D.F. Aquí en España, hace poco, era impensable que una pareja de gais o de lesbianas fuesen de la mano en una ciudad pequeña al menos que lo hubiesen visto hacer, con sus propios ojos, en Madrid o en Barcelona.
El ambiente LGBT no es un gueto sino un escaparate.
Respecto a las películas de Julián Hernández, coincido con elputojacktwist en su (muy recomendable, como siempre) reseña de Mil nubes…, una película que me dejó frío. El cielo dividido, en cambio, sí me llegó, y para mí es muy superior a la primera en todos los aspectos.
Como señala Giorgio, se trata de una película poco convencional, y por ello puede poner a prueba a muchos espectadores, pero también es muy hermosa y sugerente. Vale la pena.
Muchas gracias por el artículo, y muchas gracias también a los comentarios. Yo compartía con vosotros la misma visión, y pensaba que las leyes a favor de las personas LGBT, tanto la de uniones civiles como la de matrimonio, respondían sobre todo a la ideología de una élite política que buscaba significarse en el campo progresista. Es muy grato saber que además, existe una sólida base social. En todas partes la apertura y la visibilidad LGBT comienza así, primero en una pequeño gueto de la gran ciudad, pero luego, con el tiempo, y gracias a la militancia, se empieza a extender, y alcanza lugares insospechados. Neurofilo nos decía en otro comentario sobre la situación mexicana que sólo en Tabasco sería posible el éxito de una legislación similar; bueno, a mí me parecía que el paso de la capital ya era un avance gigantesco, que ahora se discutan iniciativas por todo el país es mucho más de lo que se pudo vivir en España durante mucho tiempo. Si en breve hay otro estado mexicano que se une, me vais a perdonar la vulgaridad, sería «La Hostia».
Leyendo el artículo me dan ganas de ir a Mejico, muy bueno. Pero la película El Cielo Dividido, pufffff, creo que es la primera vez que me entraron ganas de salirme del cine a la mitad, se ve que no llego y no cogí la cosa poética y tal 🙂
Es chistoso que el visitante solo se fijó en la red de prostitución masculina y en los puntos de venta y consumo de droga en la zona gay de la Zona Rosa, la cual, está decentemente circundada por innumerables centros nocturnos que ofrecen shows table-dance, en los que sin omisión alguna, existe una red de prostitución femenina y unos cuantos (bastantes diría yo) puntos de venta y consumo de droga y que algunos de ellos no cumplen con los requisitos mínimos de seguridad, por lo que también entran en la categoría de la corrupción… no sé exactamente si política o no, pero corrupción al fin.
Uno ve lo que le apetece y solo eso… ¿por qué solo se le adjudican estos defectos a la comunidad LGBT y no a la heterosexual que tiene más tiempo haciendo uso de estos excesos que además son moralmente admitidos?
¿Por qué señalar solo los del lado homosexual? … además los table-dances superan en número y por mucho a los bares y centros nocturnos de la comunidad LGBT en la zona rosa y en general en toda la república. Uno viaja por cualquier ciudad o poblado mediano y no se encuentra un solo anuncio con la bandera LGBT, pero en cada esquina hay un «centro botanero» o «centro nocturno» de nombre sugestivo para pagar a chicas que le bailen a los hombres decentes que abundan en el país…
En fin…
Lo siento, pero me aburrí enormemente con El cielo dividido. Me gustan las peliculas lentas y el cine independiente. Pero para mi gusto era demasiado leeeentaaa.
Debe ser una cuestión cultural o de mentalidad.
Dr. Turbio y Nazareno: en efecto, la visibilidad LGTB que se logra en determinados espacios de las grandes ciudades supone, por un lado, un contagioso ejemplo de libertad para toda la población homo, bi y trans; y por otro, facilita la evolución del conjunto de la sociedad hacia la aceptación de la realidad y los derechos de nuestro colectivo.
Por todo ello, los sectores homófobos detestan dichos espacios y procuran desprestigiarlos, como vemos en el caso español con las campañas a las que asistimos regularmente en determinados medios en contra, especialmente, de Chueca. Algo que tiene bastante que ver con la noticia que menciono en el artículo y su tendencioso titular.
Vaya Nemo, me has dado una alegría con el artículo. Yo he visitado el DF pero hace ya…. uys camino de 24 años. ¡Como pasa el tiempo! Recuerdo que me llamó la atención la enorme cantidad de homosexuales que me encontré. Con una discoteca llena a rabiar (y eso que era enooooooooooorme) y diciendo ¡pero si la homosexualidad está prohibida!. Me alegro que allá también vayan cambiando las cosas poquito a poco.
Esdom80: supongo que donde dices «Es chistoso que el visitante solo se fijó en la red de prostitución masculina y en los puntos de venta y consumo de droga en la zona gay…» en realidad lo que quieres decir es «Es chistoso que el artículo que leyó el visitante solo se fijó en la red de prostitución masculina y en los puntos de venta y consumo de droga en la zona gay…».
Porque el visitante, es decir yo, sacó una impresión francamente positiva de la Zona Rosa y del ambiente LGTB del DF, que nada tiene que ver con eso que dices y que mencionaba aquel artículo de periódico, cuya intencionalidad homofóbica me parece evidente. He creído conveniente aclararlo, aunque en mi opinión, todo eso está ya claro en el propio texto.
Yo tampoco pude terminar «El cielo dividido».