El novio de Guido Westerwelle, en el punto de mira por la supuesta utilización en beneficio propio de su relación de pareja
¿Ser lo que últimamente se ha dado en llamar «gay de derechas» protege contra la homofobia? Eso debió pensar Guido Westerwelle, vicecanciller y ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno de coalición alemán entre democristianos y liberales. Ariete ultraliberal, alejado de cualquier iniciativa que pudiera percibirse como comprometida con los derechos LGTB (su actitud propició incluso la campaña «Gays against Guido»), Westerwelle observa sin embargo como la visibilidad de su relación de pareja con un exitoso empresario le pasa una inesperada factura…
Y es que Westerwelle no ha dudado en viajar acompañado de su pareja, el empresario Michael Mronz, a diversos viajes oficiales al exterior. Algo que, de ser heterosexual y hacerse acompañar por su esposa no sería noticiable, pero que en su caso es escrutado con detalle por prensa y políticos de diversas tendencias. Y aunque Mronz ha aclarado que el coste de los gastos corre de su propio bolsillo, y que parte de su tiempo lo emplea en actividades benéficas ligadas a la ONG alemana en defensa de la infancia «Ein Herz für Kinder», medios de su país le acusan directamente de utilizar los viajes en beneficio propio. Organizador de eventos deportivos, Mronz ha sido acusado, por ejemplo, de haber utilizado su reciente gira por América Latina para hacer negocios, algo que él ha negado. Westerwelle ya ha anunciado que su pareja no le acompañará en su próximo viaje a Sudáfrica, próximo organizador del Campeonato Mundial de Fútbol, para no despertar sospechas, al tiempo que la canciller Ángela Merkel se ha visto obligada a salir en su defensa.
Pese a que existan sospechas razonables de que el séquito de empresarios que, además de su propia pareja, suele acompañar a Westerwelle en sus viajes resulta excesivamente próximo tanto a su persona como a su partido, no podemos evitar pensar que el asunto difícilmente estaría en primera plana de los medios de haberse tratado de un ministro heterosexual casado o -incluso- de un ministro gay que no se hubiera empeñado en comportarse como uno heterosexual a la hora de visibilizar a su pareja.
Lo cierto es que tanto la popularidad de Westerwelle como la de su partido están en declive tras los excelentes resultados cosechados hace sólo unos meses, mientras que sus socios de Gobierno democristianos, entre los cuales Westerwelle cuenta con no pocos enemigos, parecen aguantar mucho mejor.
Ay Guido! el techo de cristal ¿qué pensabas que a tus socios democristianos y sobre todo a la católica Baviera les iba a agradar que te comportases con naturalidad? pues no hijo no. Puede que el partido de la Merkel te tolere a regañadientes pero su versión bávara no. Por cierto querido Guido, que sepas que estás haciendo uso de derechos que ni defiendes.