Ucrania: con independencia del bando, las personas LGTB pierden
Mucho se está hablando de Ucrania estos días, y más se hablará en próximas semanas. El reciente triunfo de la revuelta que llevó a la salida del poder del presidente prorruso Víktor Yanukóvich y el aún más reciente referéndum de Crimea han provocado una convulsión internacional de difícil pronóstico. Se suceden en prensa los análisis, a veces con un enfoque demasiado simplista y maniqueo. Nosotros hemos querido asomarnos hoy a un conflicto en el que nos resulta difícil dirimir qué bando tiene la razón, pero en el que hay algo seguro: las personas LGTB pierden, en cualquier caso.
La situación de la minoría LGTB en Ucrania ya era muy complicada antes del estallido del presente conflicto. La homosexualidad fue legalizada en 1991, pero más allá de eso no existe reconocido ningún derecho. La homofobia, amparada desde ámbitos como el religioso o el policial, es generalizada. Un sondeo hecho público en noviembre de 2011 mostraba que el 78,1 % de los ucranianos condena las relaciones entre personas del mismo sexo.
Todavía permanece en nuestra retina la imagen de la brutal agresión que sufría en mayo de 2012 el activista LGTB Svyatoslav Sheremet con ocasión de la que iba a ser primera marcha del Orgullo LGTB de Kiev, la capital ucraniana, suspendida en el último momento ante la presión de cientos de contramanifestantes. Cuando Sheremet explicaba a un grupo de periodistas el porqué de la anulación, fue brutalmente atacado por una decena de jóvenes que se ensañaron con él, pateándole con fuerza incluso cuando ya estaba en el suelo. Los extremistas atacaron también a otras personas presentes con gases lacrimógenos, puñetazos y patadas. Un año después, en mayo de 2013, el Orgullo era prohibido por los tribunales a petición de un grupo de parlamentarios ucranianos, argumentando posibles disturbios. Aún así, la marcha se acabó celebrando, y 50 activistas se manifestaron durante algo menos de una hora.
No han sido ni mucho menos los únicos incidentes de tipo homófobo que hemos recogido ocurridos en Ucrania. También en mayo de 2012 una exposición de la fotógrafa Yevgenia Belorusets sobre la vida de las familias LGTB era atacada y varias obras eran destrozadas. El copresidente del consejo de organizaciones LGTB ucranianas, Andriy Maimulakhin, denunciaba por entonces como una atípica alianza de ultranacionalistas radicales, prorrusos y organizaciones religiosas había lanzado una auténtica campaña homófoba sin precedentes. Amnistía Internacional llegó a desaconsejar a gays y minorías étnicas viajar al país con motivo de la Eurocopa 2012.
En dosmanzanas también nos hemos hecho eco del intento de la Rada Suprema (Parlamento ucraniano) de aprobar una ley contra la «propaganda homosexual» al estilo de la ahora vigente en Rusia. Un proyecto cuya tramitación fue suspendida en el verano de 2012 tras las fuertes presiones internacionales, pero que luego se intentó resucitar. El proyecto, por cierto, era mucho más duro que el que finalmente se aprobó en Rusia: contemplaba penas de hasta cinco años de cárcel para aquellos que divulguen información positiva sobre la homosexualidad.
¿Se puede esperar algo mejor del nuevo Gobierno?
La situación descrita, por desgracia, es transversal a las dos comunidades que coexisten en Ucrania. Un país que desde su independencia en 1991 ha vivido en permanente tensión interna entre la población de habla rusa, concentrada al este y sur del país, y la de habla ucraniana, concentrada al norte y al oeste. Por lo que se refiere a la religión, la mayoritaria es la ortodoxa, aunque también aquí hay divisiones: unos obedecen al patriarca de Moscú, otros al de Kiev. Existe también una significativa proporción de fieles greco-católicos, concentrados al oeste del país. Y más allá de esta realidad interna, ya compleja de por sí, Ucrania es además pieza clave en el tablero geopolítico internacional, en el que la vecina Rusia es un jugador especialmente interesado. Tras la independencia ucraniana, no lo olvidemos, Rusia ha mantenido en Crimea a una buena parte de su flota naval (anteriormente rusa, Crimea fue «regalada» a Ucrania por Nikita Kruschev en 1954, cuando ambos países eran parte de la Unión Soviética). Ucrania está además atravesada por diversos gasoductos que conducen el gas ruso a Europa.
Seguros de que bien poco puede esperarse de un Gobierno prorruso por lo que a los derechos de la minoría LGTB se refiere, los hay que pueden pensar que el nuevo Gobierno, supuestamente proeuropeo y apoyado por el bloque occidental, debe ser distinto. Desgraciadamente, nada apunta a que esto vaya a ser así, especialmente si se tiene en cuenta que en la «nueva Ucrania» las fuerzas políticas de extrema derecha, cuando no abiertamente neonazis, se han situado como un agente político de primer orden y de importancia creciente. Una de las formaciones determinantes en la génesis de las protestas contra el Gobierno prorruso de Yanukóvich fue Svoboda («Libertad»), un partido de extrema derecha, antisemita y homófobo, que en las elecciones de 2012 se alzó con más del 10% del voto en en total del país, pero que en agunos de sus distritos occidentales obtuvo más del 30% del voto.
El líder de Svoboda, Oleg Tiagnibok, no ha dudado por ejemplo en calificar de «héroe» al criminal de guerra nazi (y ucraniano) John Demianiuk («Iván el Terrible»), uno de los responsables del exterminio judío durante la Segunda Guerra Mundial. El clima de antisemitismo que se vive en las calles es tal que el rabino de Kiev ha pedido a sus fieles que abandonen la capital (e incluso el país) tras los últimos acontecimientos. Este partido de extrema derecha, algunos de cuyos miembros han atacado en el pasado a activistas LGTB, es uno de los grandes triunfadores de la «revolución ucraniana», hasta el punto de que ha colocado en el nuevo gobierno al viceprimer ministro, a tres ministros y al fiscal general, además de a varios gobernadores de provincias.
Pero si Sbovoda era ya un importante actor político en Ucrania, la formación que ha crecido al calor de las revueltas es el denominado Pravy Sektor («Sector de Derechas»), una organización neonazi de carácter paramilitar cuyo líder es Dmitri Yarosh, que hace pocos días concedía una entrevista al diario El País en la que al ser preguntado por los derechos de los homosexuales se mostraba de acuerdo con las leyes «antigays» de su odiada Rusia. «Soy cristiano y mi actitud es negativa hacia ellos. Entiendo que la gente con una sexualidad diferente tenga derecho a vivir como quiera, pero no acepto la propaganda de todo eso ni los matrimonios gays. Estamos a favor de la familia tradicional”, afirmaba.
¿Conseguirán los sectores moderados del nuevo Gobierno ucraniano suavizar la situación y desplazar a los radicales de extrema derecha del centro de la escena política? No lo parece, a tenor de los últimos acontecimientos. «Les quemará el suelo bajo sus pies», clamaba este fin de semana el primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, en alusión a los separatistas crimeos en un discurso televisado. No parece, desde luego, el mejor escenario para la moderación. Confiemos en que la situación se destense, y que las personas LGTB de Ucrania puedan respirar algo más tranquilos. el panorama no es sin emabrgo alentador.
Lo que pierde sobre todo es la verdad, cuando uno lee los medios mayoritarios, solo buscan dejar mal a Rusia aunque para ello tengan que aliarse con grupos extremistas como Svoboda o Pravy Sektor.
Mal arreglo tiene todo esto, tras Crimea habrá otras regiones de Ucrania (fundamentalmente del este) que buscarán la anexión a Rusia, véase las protestas en Donestk.
No creo que los elementos más moderados de Kiev acaben tomando el control, todo lo contrario, es la extrema derecha nacionalista ucraniana la que ha salido legitimada para gran parte del pueblo ucraniano en todo esto.
Muchas veces hemos dicho que religiones que se odian y combaten se ponen de acuerdo y van de la mano en asuntos como la homofobia, aquí es lo mismo. Nazis y ultraderechistas ucranianos se dan la mano con ultranacionalistas e neoimperialistas rusos en su odio hacia los homosexuales. Terrible.
Sea como sea la situación es muy delicada, Rusia está decidida a resucitar su imperio y para ello necesita a Ucrania, la situación en esta es además muy compleja y tiende al radicalismo frente a las pretensiones rusas… En ese escenario no veo más que retroceso para los LGTB y los derechos humanos en general.
En efecto, Neike, en nuestro país la línea mayoritario ha optado por respaldar la posición de «nuevo» régimen ucraniano. Pero no es menos cierto que una cierta izquierda pretende ver en la acción rusa el espejismo de una renacida Unión Soviética, algo que está muy muy lejos de la realidad. Los que leen alguno de mis comentario desde hace un par de años, saben que soy muy pesimista a la hora de ver la evolución tanto de España como del conjunto de la Europa continental en el corto y medio plazo. Para mi, el desarrollo de este conflicto demuestra una vez más que el clima político-social se asemeja cada vez más al de entreguerras, si bien con la notable diferencia de que ahora mismo no veo ningún tipo de movimiento ideológico comparable en robustez al antifascismo de los años 30. Para mi, si hay que buscar un paralelo al actual conflicto ucraniano en el pasado, lo compararía con un suceso histórico que la mayoría de la opinión pública ignora.
Todo el mundo conocer el término de Anschluss, y el proceso de absorción de Austria por la Alemania regida por el nazismo, aunque sólo sea por haber visto «Sonrisas y Lágrimas». Pero lo que casi todo el mundo ignora es que el principal obstáculo que Hitler tuvo que salvar para lograr ese objetivo no fue ni la oposición de las potencias occidentales (Francia y Gran Bretaña), ni la de la Unión Soviética. La potencia que movilizó resueltamente sus tropas en el verano de 1934, fue la Italia de Mussolini. (Esa actitud hizo ganar muchos puntos a Mussolini ante la diplomacia británica, que secularmente había buscado crear un equilibrio de fuerzas en el continente que impidiera una hegemonía unilateral, y que además no simpatizaba en absoluto con la pujanza de los partidos marxistas). La comunión ideológica no implica necesariamente la comunión de intereses, sobre todo si la ideología compartida implica un expansionismo agresivo. Esa comunión si será posible si surge un enemigo común, y entre Mussolini y Hitler, el entendimiento se fraguó en buena parte en la guerra civil española.
Obviamente, el paralelo que cito no es un espejo, pero si me interesa resaltar que un conflicto de ese calibre se puede desarrollar dentro del mismo campo ideológico, y convendría no olvidarlo.
Para los que tengan interés en la historia dejo enlace al artículo de la wikipedia donde se puede ampliar lo que yo he contado aquí:
http://es.wikipedia.org/wiki/Anschluss
Completamente de acuerdo con lo que dice Castillo, yo solo he visto tus comentarios después de terminar el mío. Quizás añadir que no es el único problema grave que ahora mismo se cierne sobre Europa, hace ya bastante tiempo que ni siquiera en los estados miembros de la Unión Europea se pueden tener garantizadas las los requisitos mínimos que se pueden exigir para considerar que se pueda considerar la existencia de una estado de derecho, y los resultados de los próximos procesos electorales son bastante sombríos en este sentido, incluso en países ya muy destacados.
Todo parece indicar que que la corriente que inició Blair asimilando y consolidando las enseñanzas de Margaret Thatcher en un ideario de gran éxito que ahora es normativo en la socialdemocracia europea; coordinada con la nueva derecha «pragmática» de Merkel, en el marco de una profunda crisis económica, va dando frutos predecibles…
Mucho demonizar a Rusia pero los que han dejado en el caos a Libia, por citar un ejemplo reciente, no son los rusos. Libia era uno de los países con mayor esperanza de vida y mayor tasa de alfabetización de toda África. Creo haber leído que la producción de petróleo ha caído un 70% (por cierto, con duras consecuencias laborales en una región europea: Sicilia).
Rusia no ha pegado un tiro en Crimea.
El otro día una tele alemana sacó un video de la década pasada del líder de Svoboda diciendo burradas sobre rusos y judíos. Ese señor tiene ministros en el gobierno.
un analisis, sencillamente exelente.
Hombre es muy famoso el video en el que el lider del pravy sektor amenazaba y le pegaba hostias al fiscal general de una de las regiones de ucrania y llego alli con toda su corte de gorilas a pegar a todos los funcionarios judiciales, asi es el calibre de la cosa.
por otra parte Xavi tienes razón y no solo Libia si no tambien Irak, Afganistán, parte de Pakistán, Siria, Egipto….y hay gente que se rasga las vestiduras porque Rusia haya recuperado territorio propio….en fin por lo general no me gustan los imperios, ni el estadounidense, ni el ruso, ni el chino, etc. imperio es imperio. pero yo creo que la balanza delictiva esta muy inclinada hacia un imperio en concreto…
Pero si cayese bajo la influencia occidental la situación tendría más visos de mejora. Pero bajo influencia rusa sólo se puede esperar sufrimiento y muerte.
Es lamentable que parte de la izquierda se alinee con Rusia por su antiamericanismo y parte de la derecha por los intereses económicos.
#10 Hop – Ah, claro, somos antiamericanos por no bailarle el agua a los neonazis ucranianos… bueno, y tb somos antirrusos por criticar las leyes homófobas de Putin, y antiespañoles por criticar la salvajada de la Guardia Civil el otro día en Ceuta. Más vale que encontreis mejores argumentos, que lo del anti(loquesea) ya está muy gastado.