De seducción va la cosa

Diego Manuel Béjar nos ha engañado. Dice que ha escrito un libro sobre cómo seducir a un hetero. Y encima se lo ha publicado en su propia editorial (Stonewall). Pero, lo que de verdad ha hecho ha sido escribir un libro sobre cómo seducir a un lector, a cualquier lector. Y es que ya imaginábamos que Béjar escribía bien (incluso lo habíamos podido comprobar en un cuento publicado en el recopilatorio Tiempo al tiempo, que era excelente). Pero es que además, los que hemos mantenido contacto “epistolar” con él (a veces, y casi siempre por desencuentros, a mi pesar, que siempre he sido el culpable de ellos), sabemos que escribe bien, siempre. Porque habla bien. Y eso que hablar bien es condición necesaria para escribir, pero no suficiente.

En las ocasiones en las que he tenido ocasión de hablar con él en persona me he dado cuenta de que gente como Diego es la que le hace falta a este país: hombres que se han construido a sí mismos a base de esfuerzo, inteligencia, don de la oportunidad, ilusión, pero también de decepciones, de fracasos. Es verdad que a ti se te podía haber ocurrido registrar el dominio Chueca.com y convertirlo en el primer portal gay en español. Pero se le ocurrió a él. Eso dice la Wikipedia.

Cómo seducir a un hetero es una historia descacharrante y muy morbosa. Un hombre gay se enamora de un quiosquero heterosexual (si es que eso es posible) y se busca la vida para irse a vivir con él. Su piso se convierte en un parque temático del morbo: montañas rusas de gayumbos sucios, pelos en la ducha y ruidos escatológico-sexuales. Poco a poco va derivando hacia el drama romántico, pero mejor léanlo. Béjar huye del lenguaje literario y recuerda mucho a cómo es él, a como habla. Uno es incapaz de no oírle mientras lo lee, oír a una persona cultivada, resabiada, irónica y algo decepcionada que de vez en cuando necesita salirse del tiesto con alguna ordinariez.

El primer capítulo se puede descargar gratis desde aquí. Y luego ya es no parar.

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Me ha fascinado Eastern boys (Francia, 2013), a pesar de que durante la primera media hora pensaba que estaba ante la típica película racista y xenófoba, moralista y judeocristiana de las que tanto abundan. O que acabaría como Funny games. Pero todo cambia en cada minuto. Un hombre conoce a un chapero en una estación de tren, queda con él en su casa pero se presenta toda la banda. Aun así, sigue viendo al muchacho y la relación se convierte, muy poco a poco, en otra cosa, en una cosa bellísima que no quiero anticipar. La película toca muchos temas a cual más fascinante y lo hace con gran profundidad de matices, los personajes se van haciendo progresivamente más complejos y, si es verdad que hay ciertas conductas que no son tolerables, es cierto que, comprendiendo el pasado, sabiendo de donde viene cada uno y cuál es su circunstancia personal, y utilizando esa inteligencia necesaria para colocarse en el lugar del otro, podemos sentir, al menos, cierta empatía que siempre es buena en estos tiempos de gritos y monólogos. Ciertamente resulta algo pretenciosa al principio, pero la propuesta se vuelve cada vez más fría y radical, sin juzgar, sin aleccionar. Lo que no se dice tan importante como lo que se dice. Y acabamos comprendiendo todo. Con desnudez y distancia. Una película excelente de Robin Campillo.

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