21º LesGaiCineMad (I): críticas de «Kater», «Ekaj», «People You May Know», «UIO», «Salvaje despertar», «AWOL», «Women Who Kill» y «Jesús»
La 21ª edición del LesGaiCineMad ya ha dado comienzo trayendo a Madrid, como siempre, múltiples obras de temática LGTB que, lamentablemente, será difícil ver de cualquier otra forma. Hasta el momento, he podido ver un total de ocho largometrajes de ficción (lo siento por los cortometrajes y documentales, pero no doy más de sí), cuyas impresiones paso a relataros.
Fuertemente posmoderna, Ekaj (2015) narra la huída de un ingenuo adolescente a la dura Nueva York, donde conoce a un cínico artista llamado Mecca que lo toma bajo su cuidado. La fotógrafa de moda Cati González confeccionó la película inspirada por un chico de quince años al que encontró en Facebook e intentó convertir en modelo. Jake Mestre no cumplió como tal, pero se ganó el cariño de la mujer y terminó protagonizando su primera película con arrojo, dándole incluso su propio nombre a modo de bifronte (Ekaj/Jake). El resto de personajes fueron confeccionados a partir de experiencias de la propia realizadora, quien ha dedicado su carrera profesional a aquellos que no encajan dentro de los parámetros establecidos de la sociedad. Así, las personas abandonadas por la sociedad son protagonistas de una cinta rodada en estilo “cinema verité” que evita toda convención narrativa hasta el punto de resultar algo difusa y perder el interés de todo espectador no cautivado por el carismático (y deliberadamente andrógino) protagonista. Nos encontramos ante una interesante mirada a la eterna búsqueda de aceptación, compañía y, a fin de cuentas, supervivencia del ser humano que, si bien no debe desestimarse, se habría beneficiado de un hilo conductor más claro.
La ecuatoriana UIO: Sácame a pasear (2016) nos acerca a la dulce relación entre dos estudiantes del último curso de secundaria: la introvertida Sara, subyugada por una madre dominante y un padre comprensivo pero silente, y la más vital Andrea, recién llegada a la zona. De esta forma, la pausada cinta muestra una edad difícil, especialmente para ser homosexual, y especialmente para serlo en Ecuador. Su realizadora, Micaela Rueda, afirmó que la idea surgió de la nada, inspirada por la música mientras escuchaba un disco del grupo “Lado C”. Y ciertamente hay poco que rascar en una obra que tan sólo se distancia de tantas otras gracias a su nacionalidad. Escrito por Juan José Vallejo y la propia directora, el guion fue laureado tanto en el neoyorkino Tribeca como en el OutFest de Los Ángeles, lo cual sorprende dada su escasez de originalidad e impacto. Por su parte, el reparto encabezado por Samanta Caicedo y María Juliana Rángel se mueve entre la naturalidad y un artificio fruto de la falta de experiencia, mientras que la puesta en escena pasa de la sutil elegancia a la pedantería filosófica de un modo algo chocante. Aun así, el resultado es agradable gracias a la sensibilidad de la realización, especialmente latente en la candorosa química entre las amantes protagonistas.
People You May Know (2016) es el segundo largometraje del guionista y realizador canario J. C. Falcón, quien rodó La caja (2006) en España con un reparto de la talla de Ángela Molina, Elvira Mínguez, María Galiana y Antonia San Juan y ha dado ahora el salto a Los Ángeles para narrar los líos amorosos entre cuatro amigos treintañeros. Las facilidades y dificultades aportadas por las redes sociales al universo de las relaciones constituyen el corazón de una cinta plenamente millennial que no podría haberse creado en ningún otro momento. Sin embargo, las preocupaciones de los personajes encarnados por Sean Maher, Andrea Grano, Mark Cirilloy, Curt Hansen y compañía no podrían estar más vistas, constituyendo la realización cuasitelevisiva un torpe envoltorio para tan irregular mezcla de drama y comedia. Ni siquiera la aparición puntual de la siempre genial Carmen Maura logra impulsar una cinta que cuenta con instantes correctos pero tan sólo contentará como conjunto al público menos exigente.
La polémica Jesús (Jesus, 2016), segundo trabajo del chileno Fernando Guzzoni, formó parte de la Sección Oficial del último Festival de San Sebastián, donde no dejó a nadie indiferente. Alejandro Goic (coprotagonista de El club, 2015) encarna al padre de Jesús, un adolescente perdido en la vida a raíz de una sociedad violenta y vacía. El joven Nicolás Durán da vida al protagonista, encarnando con coraje escenas de sexo y violencia que resultan gráficas en demasía. Y es que, tras un fascinante (pero, visto en perspectiva, superfluo) inicio de explosivos números musicales, la cinta se limita a hacernos partícipes de lo cruda que puede ser la existencia cuando se carecen de lazos afectivos u otras motivaciones vitales. Como ya dije en mi crónica del cine LGTB del Festival de San Sebastián, no encontré placer alguno en su visionado, pero, ya que para gustos colores, os comparto la opinión de Pamela Pianezza (Variety), quien define Jesús como “un intenso thriller dramático que explora la brecha generacional entre los adultos que crecieron con la dictadura de Pinochet y los jóvenes de hoy en día”, añadiendo que “Guzzoni se destaca como una de las nuevas voces más excitantes de Chile”. No fue la única que dedicó tales piropos al film, con lo que, quién sabe, quizá a vosotros os suceda lo mismo si optáis por verla (¡pero yo no me hago responsable!).
Veinte años trabajando en televisión han servido de poco al guionista, director y productor Joan Fermí Martí, cuyo primer largometraje, Salvaje despertar (2016), parece un manual de “cómo no hacer una película”. Así, la mezcla de un plano técnico por completo azaroso e intérpretes que no se toman en serio a sus propios personajes envuelve un ridículo guion centrado en las relaciones amorosas de dos jóvenes hermanos (aunque sus revolcones por la cama sugieran lo contrario) enamorados del mismo hombre en una especie de rancho donde la homofobia aflora pese a que curiosamente todos los habitantes sean gais salidos de un calendario porno. Así, entre diálogos que sólo logran hacer reír cuando no se lo proponen encontramos momentos destinados únicamente a alargar una cinta donde nada se sostiene. Fabián Castro, Júlia Hernández, Richie Ormon, Chirstian Blanch y el resto del reparto (salidos, algunos de ellos, sí, de Mujeres y hombres y viceversa) quedan así atrapados en escenas que no podrían dejarlos en peor lugar. Eso sí, que la cámara se regodee en sus esculturales cuerpos al menos les dará puntos de cara a trabajar como modelos. Dicho esto, se trata de una de esas películas tan-malas-que-son-buenas, con lo que la recomiendo encarecidamente para degustar con algunas copas de más en compañía de amigos risueños.
AWOL (2016) supone la adaptación del cortometraje homónimo premiado en Sundance en 2011 por parte de la misma realizadora: Deb Shoval, quien se crió en una ciudad minera de Pennsylvania donde tenía una granja de verduras orgánicas, ambiente este muy cercano al presentado por el filme. Kayla Dempsey cede el protagonismo a la deliciosa Lola Kirke de Mistress America (2015), mientras que Breeda Wool retoma su papel como la mujer casada (y lianta, para qué negarlo) de la que se enamora aquella. Expresivas y carismáticas, ambas son, de lejos, lo mejor de una producción extraña que empieza bien pero termina perdiendo cohesión conforme el previsible final se acerca. De hecho, el empleo brusco de la música y el montaje hace entrever serios problemas de posproducción, dando la impresión de encontrarse ante los recortes de una obra más grande. Presentado en Tribeca sin pena ni gloria, este irregular drama romántico es difícil de evaluar como conjunto, si bien resulta bastante entretenido gracias a la naturalidad de la puesta en escena y, claro está, a dos fantásticas actrices que podrían perfectamente compartir el premio interpretativo del certamen.
Es para mí difícil hablar de Women Who Kill (2015), ópera prima de la realizadora, guionista y actriz Ingrid Jungermann que se alzó con el premio a mejor guion del Festival de Tribeca pero me ha provocado verdadero tedio de principio a fin. Donde Eric Kohn (IndieWire) ve “la mejor comedia lésbica de terror de la historia”, yo veo la peor jamás realizada (aunque, siendo sinceros, probablemente ni él ni yo hayamos visto ninguna otra que acepte tal definición). Sinceramente, esta comedia negra (o, más bien, “comedia seca”) sobre una expareja de lesbianas (la mencionada directora, por completo exenta de expresividad, y una correcta Ann Carr) que mantiene como hobby un podcast de famosas asesinas no podría haberme resultado más anodina. Quizá lo peor sea cuán inconsistente es el tono, no posicionándose en ningún momento por la comedia, el drama ni el thriller, lo que resta credibilidad a sus incursiones en cualquiera de dichos géneros. Originalidad hay a raudales, sí, pero falta ingenio o verdadera intriga. Dicho esto, las risas ocasionales dejaron claro que hubo quien disfrutó de la proyección, con lo que tal vez nos encontremos ante una de esas obras cuya recepción depende del talante de cada uno…
Por último, pero no menos importante, Tomcat (Kater, 2016) es el segundo largometraje del austriaco Händl Klaus, quien ganó el galardón concerniente a mejor ópera prima de Locarno, así como el Premio Especial del Jurado de Sarajevo, con Marzo (2008). Escritor de prosa, teatro, radio y ópera, Klaus formó parte de la orquesta del Schauspielhaus Wien y ha tocado pequeñas partituras en películas de Christian Berger, Michael Haneke o Jessica Hausner, lo que explica la sensibilidad destilada por los momentos musicales de su última cinta. Receptora del Teddy Award de la Berlinale (quizá el reconocimiento LGTB más importante de la industria), Kater nos cuenta la dramática historia de una pareja acomodada (perfectos Philipp Hochmair y Lukas Turtur) que lo tiene todo para ser feliz y a la vez no tiene nada. Y es que la plácida existencia de la que disfrutan en compañía de su gato Moses (que se come la cámara, ¡premio a mejor intérprete animal, por favor!) y, claro está, de sí mismos, se ve invadida por un halo de melancolía y desgracia contra el que parece imposible luchar. Tan pausada como tensa, la cinta es una poderosa evocación del peligroso poder que la depresión tiene sobre las almas contemporáneas. No es para cualquiera, pero ciertamente invita a la reflexión. Para fomentarla, su director de fotografía, Gerald Kerkletz, pidió que la sala se mantuviera a oscuras durante los créditos finales.
Como veis, no ha sido una semana especialmente satisfactoria, pero no os preocupéis: el LesGaiCineMad suele reservarse lo mejor para el final, conforme la mejorable Sala Berlanga cede el protagonismo a la más elegante Cineteca del Matadero, y mis expectativas son altas en lo que respecto a títulos como Nunca vas a estar solo (que abrió el certamen el pasado 27 de octubre pero, en mi caso, lo cerrará el 13 de noviembre), Io e Lei, Esteros, Family Commitments o Closet Monster. Vamos, que este festival todavía tiene mucho que ofrecer, y yo os lo seguiré contando desde esta columna.