21º LesGaiCineMad (II): críticas de «De l’ombre il y a», «Io e Lei», «The Center of my World», «La Vanité», «Below Her Mouth», «Family Commitments», «Heartland» y «El virus del miedo»
Tras la relativa decepción que constituyó le primera semana (al menos, en lo que a mis elecciones respecta), el LesGaiCineMad se ha recuperado con ocho títulos bastante interesantes que abordan, desde todo tipo de tonos y perspectivas, cómo se viven la homosexualidad, la bisexualidad y la transexualidad en rincones del mundo tan variopintos como Alemania, Canadá o Camboya.
Protagonizada por dos intérpretes de la talla de Sabrina Ferilli (La gran belleza, 2013) —en quien recayó la única candidatura a los David di Donatello de la cinta— y Margherita Buy (Mia Madre, 2015), Io e Lei (2015) muestra la complicada relación entre una despampanante exactriz orgullosamente lesbiana y una comedida arquitecta cuyo pasado incluye marido e hijos (y cuyo presente no está exento de secretos). Maria Sole Tognazzi, realizadora de correctas cintas como El hombre que ama (2008) o Viajo sola (2013) juega con los tópicos de la comedia romántica para ofrecer puro entretenimiento, algo que se echa bastante en falta en las típicas “producciones LGTB de prestigio”. El resultado es tontorrón por momentos, pero también encantador y punzante, si bien podría haberse ahondado más en la crítica social que la situación propicia. Innegablemente, la fuerza de la cinta reside en el carisma de sus dos estrellas, siendo encomiable que una pareja homosexual madura reciba por una vez el protagonismo.
En la otra cara de la moneda, el adolescente The Center of my World (Die mitte der welt, 2016) es el tercer largometraje del austriaco Jakob M. Erwa, a quien debemos también el aplaudido Todas las cosas invisibles (2006) y el reciente Homesick (2015). En él asistimos al regreso a casa tras un verano de campamento de un joven (Louis Hofmann, estrella de una de las películas del momento: Land of Mine, 2015) que se encuentra con una realidad muy distinta a la que dejó: una madre (Sabine Timoteo, receptora del Leopardo de Plata de Locarno por L’amour, l’argent, l’amour, 2002) y una hermana (debutante Ada Philine Stappenbeck) enfadadas la una con la otra, una amiga más alocada que nunca (Svenja Jung, que ha protagonizado este mismo año Fucking Berlin) y un nuevo compañero de clase (el guapo Jannik Schümann, habitual de la televisión alemana) del que se enamorará perdidamente. La crisis de identidad atravesada por el chico al afrontar tantos cambios de golpe se muestra a partir de una cronología desfragmentada que roza la confusión por momentos pero da lugar a una atmósfera reflexivamente poética que distancia la cinta de otros tantos retratos del primer amor.
Heartland (2016) constituye el típico ejemplo de cine estadounidense independiente bien realizado que cuenta bien lo que se propone contar pero lamentablemente se propone contar más bien poco. Maura Anderson debuta en la dirección tras años dedicada a la producción de cintas como Night Catches Us (2010) o Winter’s Bone (2010), por la que su equipo fue nominado al Óscar a mejor película. Este drama romántico-familiar cuenta la historia de una artista suburbana de Oklahoma (Velinda Godfrey, quien también coescribió el guion en compañía de Todd Waring) que regresa a casa de su madre (Beth Grant) tras la muerte de una novia a la que esta nunca quiso conocer, iniciando así una complicada relación con la pareja de su hermano, a la que da vida una deliciosa Laura Spencer a la que los seguidores de la serie Big Bang reconocerán rápidamente. La cinta no podría ser menos original en lo que a la trama se refiere, pero está confeccionada con encanto y sensibilidad, evitando toda muestra de artificio para bien o para mal. Quizá el elemento más destacable del conjunto sea la bella música sureña de Mark Orton, a quien también debemos la maravillosa partitura de la Nebraska (2014) del gran Alexander Payne.
Presentada en el penúltimo Cannes (donde compitió con la mismísima Carol [crítica] por la Palma Queer), De l’ombre il y a (2015) parte del cortometraje No Boy (2013) del francés Nathan Nicholovitch y constituye el segundo largo de este tras Casa Nostra (2012). Su protagonista es una mujer trans de 45 años que trabaja en Phnom Penh como prostituta mientras sueña con conseguir dinero que le permita costearse las operaciones que desea cuya vida da un giro el día que su novio desaparece y aparecen cuatro niñas encerradas en su piso. Además de coescribir el guion junto a Clo Mercier y el propio realizador, David D’Ingeo encarna a la estrella de la función con solvencia, protagonizando escenas verdaderamente complicadas. Y es que, al lidiar con el travestismo, la transexualidad, la prostitución y la trata infantil en un país tan tristemente oscuro como Camboya, la cinta deambula por senderos enredados, lo cual resuelve con relativa solvencia con una combinación de sensibilidad y confusión narrativa. El resultado es una cinta lenta y dura no apta para cualquiera pero innegablemente interesante.
Aplaudida a su paso por Toronto, Below Her Mouth (2016), es de lejos la mejor película hasta la fecha de la canadiense April Mullen, a quien debemos despropósitos como Muertos antes del amanecer (2012) y 88 (2014). La cinta nos acerca al tórrido y secreto romance entre una mujer que trabaja en el mundo de la construcción mientras disfruta de líos esporádicos sin futuro y una exitosa editora de moda emparejada con un hombre. Erika Linder y Natalie Krill brillan con fuerza como las dos opuestas protagonistas, dando a la tópica pareja de rudo marimacho vs. bellezón femenino una dimensión creíble, natural y desprejuiciada. En la línea de La vida de Adèle [crítica], los momentos sexuales no podrían ser más gráficos, pero están justificados al reivindicar la cinta la sexualidad como parte clave de toda relación satisfactorio. El guion de Stephanie Fabrizi es rítmico y sensible, si bien resulta algo cansino que el conflicto de la mayoría de romances lésbicos radique en que una de las involucradas cuenta con una relación con un hombre (sin ir más lejos, así son AWOL y Heartland, también presentes en este festival). En cualquier caso, su visionado vale mucho la pena.
Flojo ha sido el año para el cine LGTB, al menos, en lo que al LesGaiCineMad respecta. Así, una de las cintas que más risas prometía, la alemana Family Commitments (Familie verpflichtet, 2015), apenas extrajo un par de sonrisa durante su proyección en el Ateneo, en la misma sala que hace unos años estalló con la hilarante G.B.F. (2013). Y es que hace tiempo que dar visibilidad a la comunidad LGTB aportando un par de bromas fáciles no es suficiente para confeccionar una película satisfactoria. Esta comedia de enredo sobre una pareja homosexual (Maximilian von Pufendorf y Omar El-Saeidi, correctos sin más) cuyos deseos matrimoniales se ven truncados por un padre árabe homofóbo, una madre pseudo-ortodoxa y un embarazo no deseado es tan tópica y previsible que pierde rápidamente el interés de un espectador al que apenas logra divertir en un par de ocasiones aisladas. No se trata de un visionado desagradable, pero sí de una experiencia plenamente olvidable que, por tanto, no merece la pena vivir a menos que uno se halle al borde del más mortal de los aburrimientos.
Un enfermo terminal decidido a poner fin a su vida (Patrick Lapp), un joven ruso que se prostituye para mantener a su familia (Ivan Georgiev) y una viuda española que emigró en los sesenta (Carmen Maura) comparten una reveladora noche en un motel suizo en La Vanité (2015), la última película del suizo Lionel Baier, a quien debemos pequeñas cintas no exentas de interés como Otro hombre (2008) y Les grandes ondes (à l’ouest) (2013). La comunidad LGTB y la esencia queer suelen estar presentes en la filmografía del realizador suizo y La Vanité no es una excepción, si bien su tratamiento transversal del asunto vuelve relativamente sorprendente encontrarla en este festival. Dicho esto, nos hallamos ante una sutil —y algo difusa— comedia dramática impulsada por el carisma de sus tres protagonistas (ellos fueron reconocidos en los Swiss Film Awards y ella… ¿qué decir de la gran Maura?) que vale la pena ver despejado para degustar su reflexión existencial con detenimiento.
Como parte del homenaje al icónico realizador catalán Ventura Pons, el festival ha permitido a todos aquellos que se perdieron el limitado estreno disfrutar de su última producción: El virus del miedo (El virus de la por, 2015), adaptada por el propio Pons y Josep Maria Miró a partir de la obra de teatro de este con el mismo reparto. Roser Batalla, Albert Ausellé, Santi Ricart y Diana Gómez están perfectos en sus respectivos papeles, pero el irresistible Rubèn de Eguia sencillamente se come la pantalla como el profesor cuyos gestos de cariño hacia un niño con miedo al agua difunden espantosas dudas sobre su persona. Jugando con el tiempo y el espacio, la cinta ofrece varios puntos de vista sobre los mismos eventos, revelando con inteligencia cómo pequeños detalles sin importancia lo cambian todo de cara a juzgar a alguien. Y es que, en lugar de tratar de provocar confusión con respecto a la inocencia del protagonista, Pons lo presenta desde el principio como una víctima de una sociedad excesivamente mediatizada donde todo el mundo es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Nos hallamos ante una película sumamente teatral que parece hacer un uso bastante azaroso de los mecanismos cinematográficos (¿qué aportan esos contrapicados o el recurrente reloj?) pero mantiene la atención del espectador de principio a fin gracias al sugestivo tema y el dinámico ritmo.
El certamen llega a su fin, pero todavía queda un fructífero fin de semana para degustar cintas que prometen encontrarse entre lo mejor del mismo: Pojkarna, Closet Monster, Taekwondo, Nunca vas a estar solo , Vestido de novia o Esteros. No os las perdáis; yo, desde luego, no pienso hacerlo.