Al otro lado
Al otro lado (Alemania, 2007)
Fatih Akin
Hoy saco a relucir mi lado oscuro. Recientemente elegida por los lectores de dosmanzanas como mejor película LGTB del año 2009, “Al otro lado” es una historia de historias paralelas que se cruzan al final. Dos ataúdes, uno que vuelve a Turquía y el otro a Alemania, con dos mujeres: una de ellas víctima de la violencia machista y la otra víctima de una estupidez.
Desde el punto de vista LGTB (que supongo que es lo que más ha influido en vuestra elección, aparte de la accesibilidad a la cinta), nada que reprochar. La historia entre las dos mujeres es natural e incluso positiva. Lo que pasa es que Fatih Akin juega en otra liga: la de los directores que llegan hasta el último confín de la Tierra, y en esa liga mi nivel de exigencia es altísimo.
El problema de “Al otro lado” es que recuerda demasiado a la pretenciosa “Babel” (hasta en el disparo inocente). Fatih Akin toca muchos conflictos: generacional, de raza, de orientación sexual, de género, de religión, de cultura. Y lo hace con un trazo muy grueso. Demasiado grueso. Y lo peor de todo es que lo hace desde la posición del que lo sabe todo (o quiere hacernos creer que lo sabe). No voy a criticar la técnica de la película (nunca lo hago, no soy técnico). El director conoce su oficio y los actores son estupendos. Pero el tufo a producto multicultural y buenrollista para triunfar entre palomitas europeas no hay quien se lo quite.
Además, da la sensación (ojalá me equivoque) de que Akin comprende todo: el machismo, la violencia de género, el terrorismo. Todos en el fondo somos buenos, luchamos por proteger a nuestros hijos, a nuestras familias, a nuestro pueblo, a nuestra cultura, a nuestras creencias. Pero el mundo es muchísimo más complejo de lo que parece.
“Al otro lado” es un discurso político de tercera, uno espera ver un “Vota a Fatih Akin, soluciones para todo” al final. Mézclese un poco de conciencia social, de inmigración, de LGTB-filia, amor sin fronteras, tres canciones turcas, un par de vistas de Estambul y a triunfar. Sólo he echado de menos el cambio climático. Pero este político de tercera siempre está dispuesto a disculpar al machista, al homófobo o al terrorista porque tiene una familia, un pasado, o incluso sentimientos. Todo es disculpable porque todos somos humanos.
Ni siquiera Hanna Schygulla consigue, con esa cara de “¿pero qué invento este?”, quitarnos la sensación de que estamos viendo un telefilme de domingo por la tarde. Al final, el director ni siquiera se atreve a explicitar una intención que deja manifiesta: la de disculpar al padre del protagonista por una frase que le dijo de pequeño.
Y es que se puede tener una capacidad inmensa para perdonar, pero no todo el mundo es bueno. Para eso estaba Manolo Summers, que tenía más gracia.
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Actualizado a 16 de febrero, 10:40: ver los comentarios a esta entrada en la versión antigua del blog.