«‘t Mandje»
Durante muchos años el café más conocido del Zeedijk, la calle principal del China Town de Amsterdam, fue el famoso “’t Mandje”. Este café-bar que tuvo su primera ubicación en el Jordaan -ese barrio alegre y desenfadado donde cualquiera de nosotros hubiéramos deseado pasar nuestra infancia-, fue adquirido en 1927 por Bet van Beeren, la hija mayor de una modesta familia de doce hermanos.
Bet, que naturalmente descubrió a edad temprana su preferencia sexual por las mujeres, pronto se transformó en uno de los seres legendarios del Amsterdam intemporal. No era raro ver a diario a Bet, enfundada en su chaqueta de cuero, surcando velozmente las calles de la ciudad a lomos de su rugiente motocicleta, acompañada en el asiento trasero por su última conquista femenina.
“’t Mandje” fue uno de los primeros cafés de Europa donde gays y las lesbianas podían relacionarse libremente, aunque no se encontraba permitido fumar. Sólo el día del cumpleaños de la Reina de Holanda los hombres y las mujeres podían bailar juntos y besarse en público en el interior del local. Bet incluso presumía de haber obtenido este permiso de la mismísima Reina Guillermina tras haberle dirigido una carta personal (en este punto, me resulta imposible no establecer algunas comparaciones).
Cuando Bet murió en 1967 su cuerpo fue expuesto durante dos días sobre la mesa de billar del café que había regentado durante tantos años. Ante tan inspirado como sobrecogedor monumento funerario cientos de homosexuales pudieron dar su último adiós a aquella leyenda. Su hermana Greet decidió continuar con el negocio, hasta que el azote de la droga descontrolada hizo la vida imposible en Zeedijk. No obstante, después de 25 años su familia ha vuelto a reabrir el local hace tan sólo unos meses (en abril de 2008, coincidiendo con el Koninginnedag o día del cumpleaños de la Reina), con el mismo aspecto y espíritu jovial de aquellos tiempos.
Parte de la barra del primer café“’t Mandje” –el del Jordaan- ha sido reproducido con todo detalle en el Museo Histórico de Amsterdam, y se guarda y exhibe, junto a cuadros de Rembrandt y otras joyas y símbolos, como uno de los mayores tesoros de la historia de la ciudad, incluyendo las corbatas, lazos y banderines que colgaban del techo, o el desconcertante collage de fotos que tapizaba enteramente sus paredes, así como los papeles manuscritos y las tarjetas personales dejadas por los clientes.
Por esas paradojas de la vida yo llegué a este mundo precisamente en la misma fecha que Bet lo abandonaba, y pude celebrar recientemente en Amsterdam ambos aniversarios acodado en esa mítica barra del “’t Mandje” en la que Bet acogió como en su propio hogar a tantos y tantos homosexuales.
Y mientras trataba de rememorar el ambiente de aquellos días imaginando a Bet jugando al billar con la gorra y camisa de marinero que tanto le gustaban, o sirviendo unas cervezas al son de la música, no pude evitar pensar que mientras en muchos lugares del planeta gays, lesbianas y transexuales intentan encontrar por primera vez un lugar para la dignidad y la tolerancia, en otros lugares –como en este desapercibido rincón de Amsterdam- la reivindicación de los derechos de los homosexuales sencillamente ya forma parte de la historia.
Eljovenamaril
genial. Sobre todo, evocador 😀
una pura delicia leerle, joven
Muy interesante tu carta.
Tomo nota del lugar para cuando vuelva a Amsterdam, que me encanta…
Sugerente historia, me ha gustado mucho.
precioso, jovenamaril
Gracias chicos y chicas. Qué os voy a contar yo de Holanda que no sepáis ya, pero de vez en cuando, por mucho que admiremos a este pequeño pais, no deja de sorprendernos con esas pequeñas historias que conforman todo un estilo de vida y que deberían estar reflejadas en todas las guías turísticas.
Mientras que en muchos paises -casi todos- un local gay abierto al público (bar, discoteca o asociación) sigue siendo prácticamente un instrumento de reivindicación y rebeldía, en Holanda es tan solo una pieza de Museo. Se lo debemos agradecer a gente tan valiente como Bet, gente además simpática, cosmopolita y solidaria, como son los ciudadanos holandeses.
No nos equivoquemos: ese es el irremediable futuro.