Esos seres pequeños que nos enseñan
La pasada nochebuena, después de cenar, mi padre y mi hermano pusieron el especial navideño de Intereconomía, así que me fui con mi marido a lavar los platos –no sin antes mostrar mi desagrado por lo que tanto los contertulios como los ‘sms’ de los espectadores estaban diciendo-. Mi madre apareció en seguida en la cocina y se quedó un rato charlando con nosotros, intentando disimular. Volviendo al comedor, nos preguntó: ‘¿No venís?’. Le dije que preferíamos terminar y no quiso insistir. Mi sobrino, que tiene tres años, evidentemente se aburría en aquel comedor insuflado de política barata, así que se vino con nosotros a agotarnos como es su costumbre. Una de las veces que me acerqué a la sala para terminar de recoger la mesa, me dijeron –sin quitar la tele ni cambiar de canal- que dejara los platos para el día siguiente y nos sentáramos con el resto de la familia. ‘Es que no sé –alegué-. No está el ambiente muy navideño que digamos…’ Mi padre puso su cara de ‘¿qué habré hecho mal?’ y se volvió para la tele al tiempo que mi sobrino me llamaba desde la cocina para que siguiéramos jugando. A los pocos minutos apareció mi cuñada con el jersey del niño, ‘porque en la cocina hacía frío’, y se quedó también. Tras ella vino mi hermano, censurándome con la mirada por no dar mi brazo a torcer. Me di cuenta de que mis padres se habían quedado solos y me dio pena por mi madre. Al final mi madre apareció en la cocina, diciéndole al niño (y mirándome casi ‘implorante’): ‘¿Por qué no le cantas al abuelo el villancico que te he enseñado?’ Total, que volvimos todos al salón y, ya sin la tele, pudimos tener el resto de la noche en Paz.
Me he acordado de esto en una semana en la que los bebés han sido los involuntarios protagonistas. No deja de ser curioso que un niño de tres años fuera el que ‘impusiera’ inconscientemente a los adultos un poquito de respeto y generosidad. Me pregunto cómo sería el mundo si nos comportásemos siempre como cuando hay niños delante, aunque esto puede ser un arma de doble filo, así que será mejor ir por partes. Por un lado, tenemos por costumbre no discutir, no insultar, no tirar papeles al suelo, en definitiva, ser un buen ejemplo, cuando hay niños delante. Esto está fuera de cualquier debate. Lo malo son los intentos de imposibilitar al menor el conocimiento ‘no prejuicioso’ y pluridimensional de todo aquello que molesta, con el argumento de que ‘es la familia la que decide cómo tiene que educar’. Pues lo siento, pero no estoy de acuerdo. Eso será en el ámbito de lo privado, pero en el ámbito de lo público, la sociedad civil tendrá algo que decir. Es en este ámbito de lo público donde algunos intentan colar la censura, disfrazada eso sí de protección al menor. Los tentáculos de esta censura llegaron hace un par de semanas a la ópera de Atenas, tal y como publicamos aquí en DM. La escena de un beso entre dos hombres fue suprimida del ensayo general con la excusa de que un grupo de escolares había sido invitado. Y yo me pregunto, ¿qué pasa con los padres y madres que supieran de la existencia de esa escena y hubieran enviado a sus hijos a ver la obra conscientemente y como parte de su educación en valores y en diversidad? ¿Qué pasa con su derecho a educar?
Todo sería más fácil con los niños si simplemente prestáramos más atención a cómo se comportan en sus primeros años de vida, cuando aún no sienten la presión de la sociedad y aún se atreven a ser naturales. En este sentido tengo que volver a hablar de mi sobrino y de una escena que, por lo demás, seguro que se ha repetido en otros hogares. Un día nos vio discutir a mi marido y a mí, nos regañó y nos hizo darnos un beso. Tampoco era el primero que nos dábamos en su presencia, pero aquel beso, solicitado espontáneamente por él, dejaba sin argumentos a los que –incluído mi padre que contemplaba la escena aturdido- amenazan con niños traumatizados al menor contacto con la realidad LGTB. Lo cierto es que, desde que nació el pequeñajo, he dejado de tener la sensación de que con mi familia siempre avanzaba en círculos. Reconozco que era de la opinión de que la familia era más bien un estorbo, algo que nos impedía centrarnos en la causa LGTB. Miraba a los revolucionarios protagonistas de la película Stonewall, por ejemplo, y no veía a sus familias por ninguna parte (tampoco se les ve en la más reciente ‘Milk’). Pero he de admitir que estos pequeños grandes avances protagonizados por mi sobrino, estos pequeños ‘actos revolucionarios’, me están haciendo replantearme ciertas cosas. Incluso últimamente se está despertando en mí un instinto paternal que tenía muy escondido. Será que me estoy haciendo mayor.
Será.
Pero es un relato de lo más humano tu escena navideña…Por ejemplo, mi madre es una oyente constante de la COPE y, aunque me revienta, no le voy a decir qué tiene que escuchar en SU casa y con SU radio (ni en la mía tampoco, vamos).
Y sí, estoy de acuerdo con tu planteamiento. La Razón no entiende cosas que el corazón sí. ¡No somos robots joé!
Bueno, si mi madre fuera oyente de la COPE o mi padre televidente de INTERECONOMíA (que no lo son) te aseguro que delante mía no lo veían. Vamos, prefiero irme a otra habitación ….
Brillante y delicioso.
yo lo primero que hago cuando voy a casa de un familiar mío es coger el mando del TDT y «desintocinar» Intereconomía, Libertad digital y Popular Tv.
No discuto: actúo.
Por otra parte, hace ya más de diez años, un amigo mío (saludos, Pedro) era profesor de un cole en el que estaba su sobrino de cuatro años.
Al sobrino le decían en el patio: ¡a tu tío le gusta Doña Carmen!
Y el niño respondía: ¡no, si a mi tío le gusta un mosso d’esquadra!
Gracias por compartir con nosotros tu reflexión y por compartir un poco de ese sobrino encantador 🙂
Y tal vez muchos debieran leer tu artículo para entender que los niños son mucho más abiertos y acogedores de lo que a ellos y sus educaciones les gustaría. Y que las espinas crecen después, producto de lo que ellos han sembrado.
Por cierto, sobre lo que apuntas de que en Harvey Milk y tantas otras películas faltan detrás las familias … No sé si conoces un estudio estupendo, Las familias que elegimos,de Kate Wheston, que habla sobre cómo las familias lgtb del arco de la bahía de San Francisco acabaron estableciendo un nuevo tipo de parentesco basado en la solidaridad y el afecto, al faltarles a muchos los lazos de sangre, de una sangre que había decidido rechazarlos.
Afortunadamente, ahora casi todos tenemos dos familias: la de la sangre (aunque la mía también suele informarse con un par de copes de más) y la que hemos ido construyendo con nuestra gente.
En Milk, el tema de la familia sale de refilón, cuando tiene que dar impulso a la campaña contra la propuesta contra los profesores gays. En una reunión hace incluso que uno de sus colaboradores llame a sus padres para decirles que es gay (primero le dice que lo haga delante de todos, pero luego le da el teléfono para que llame desde un aparte); Scott le reprocha por ello, por estar haciendo que esos chicos rompan con sus familias.
También sale el tema de la familia con el chico que está en silla de ruedas: Milk le recomienda que huya, que coja un autubús y que se escape de ellos y de las torturas a las que iban a someterlo.
Raúl, me ha interesado mucho el artículo (como siempre), y me sirve también como respuesta a mi carta sobre este tema de los niños que apareció aquí la semana pasada: la escena del «beso solicitado», especialmente en un entorno cercano donde se escucha y se ve Intereconomía, es todo un motivo para el optimismo.
En cuanto a las familias de los «revolucionarios» (gays visibles en épocas más hostiles), parece evidente que en su mayoría estarían avergonzadas y escondidas, renegando de su ser querido. Vamos, que sale un miembro de la familia del armario y en su lugar se meten todos los demás.
Bueno, Milk (según la película) quería buscar el efecto contrario: pensaba que, conociendo que su hijo es gay, los padres cambiarían su forma de actuar, al menos, no votarían a favor de leyes discriminatorias. Ese conocimiento en el círculo familiar no es lo mismo que visibilidad como entendemos hoy en día; me parece que era, si quiere decirse así, una visibilidad en el círculo pequeño, pero que, si la película lo describe bien, sería un paso importante para pasar de la hostilidad a la no hostilidad. No hostilidad que tampoco es lo mismo que respeto y amor por la diversidad (y que seguramente metió en el armario a muchos padres), pero que es un avance importante viniendo de donde se venía.
De nuevo, estupendo artículo. La naturalidad contrapuesta a la rígida convención y a los prejuicios inculcados. La experiencia de esa naturalidad y su divulgación es lo que más nos puede ayudar de cara a la normalización.
Estupendo artículo Raúl. Como ya dije los niños no son tontos y los homófobos están sudando tinta al ver que no pueden ocultar la realidad a sus hijos y que necesitan mentiras a paletadas para mantener sus prejuicios vivos en las siguientes generaciones.
Pues si tu sobrino actúa así, estad seguros de que estáis haciendo lo correcto. Dale un beso de mi parte, ¡qué majico!
Impagable lo del sobrino de tu amigo Pedro, Puto. Me lo imagino diciendo lo del mosso d’esquadra y quedándose tan pancho.
Rukaegos, yo sí he leído el libro de Kate Weston y sí que me pareció genial la creación de esas «redes familiares». De hecho, ya sólo el título del libro es maravilloso: «Las familias que elegimos»… Simplemente genial.
Al, efectivamente podemos enlazar esta columna con tu estupendo texto de la semana pasada, donde por cierto también dejó algunas aportaciones muy interesantes Rukaegos, un saludo para los dos
Zarevitz, a lo que me refería es a que nuestras familias no suelen acompañarnos en nuestra lucha, incluso una mayoría no la ven con muy buenos ojos (casi siempre por miedo). Eso no quita para que nuestras familias, en el ámbito estrictamente privado, nos acepten en mayor o menor medida, que habrá de todo. En las películas que menciono, las familias son un personaje ‘en ausencia’. Un saludo para tí también.
Guillermo, Odisseus, Jack, CMQ, Doctor Turbio, Frantic, no me olvido de vosotros, gracias por vuestros comentarios 🙂
Enhorabuena por el artículo, Raúl. Cuántas maldades se han dicho y se han hecho por los bienpensantes, poniendo como excusa a los niños…
Raúl, papá.
Por cierto… ¡hay que ver cuántos de nosotros provenimos de familias de derechas! Ni Felipe, ni Zapatero, el cambio somos nosotros!!
En mi caso el mérito es a medias, porque la mitad de mis hermanos y hermanas, bueno, quizás menos de la mitad, también son de izquierdas.
La cuestión de la familia y su implicación en nuestro discurso gay es un tema complejo e interesante… humm! Otra cosa son los hechos de la convivencia, ahí no suele haber pegas.
Estupendo artículo, Raúl.
La verdad es que lo de las familias de las personas lgtb daría para escribir auténticos ríos de tinta. Desde el gay o la lesbiana que se ve de la noche a la mañana de patitas en la calle (quiero creer que cada vez son menos) hasta la madre de gay que va al Orgullo tan feliz y tan contenta a reivindicar los derechos de su hijo.
Muy bonito!!!
Y todavía hay algunos que dudan que a los niños se les pueda educar con naturalidad en la homofilia…
Solo puedo decirte que le des un beso muy fuerte de mi parte a tu sobrinito, que nos ha dado una extraordinaria lección.
Y Alfonso y tú…, pues nada, a animarse…
😉
Bueno, a mí me parece una falta de respeto total hacia tu padre que está en su casa tan ricamente viendo el gato al agua de Intereconomía, y llega su hijito a poner morros y a joder la fiesta porque no TOLERA, que su padre en SU CASA, vea lo que le sale del mismísimo potorro. Yo si voy a casa de mis padres y están viendo a la mamarracha de Eva Hache en lugar de a mi querido y venerado Dieter Brandau, no les monto el pollo como una niña mal criada. Sólo les haría ver que es más interesante ver el telediario y las tertulias de Dieter-Bombón que las mamarrachadas de la tipa esa.
Por cierto, éste es Dieter Bombón:
http://www.youtube.com/watch?v=80h4jetPaUY
Igualico, igualico, que la rata albina o Mªalbóndiga Iglesias de guapo que es 😀
«nuestras familias no suelen acompañarnos en nuestra lucha»
Tienes razón, esperemos que estén en las mini-luchas.
Por cierto, éste es Dieter Bombón
Igualico, igualico, que la rata albina o Mªalbóndiga Iglesias de guapo que es
http://www.youtube.com/watch?v=80h4jetPaUY
fanfatal, lo que me parece una falta de respeto es lo tuyo. Aquí nadie en ningún comentario ni en el artículo ha insultado a nadie, y vienes tu a joder el buen rollo (ya veía yo que tardaba en aparecer alguien…).
Y yo no soy quien para defender lo que hizo Raúl, pero ole por el porque yo haría lo mismo. Es más no será la primera vez que haga algo parecido, y sin embargo estoy respetando.
Y Eva H no es una mamarracha :-p
L@s niñ@s no contaminad@s por prejuicios de ningún tipo son sensibles a la expresión de los afectos —¡son su lenguaje!—, pero no hacen valoraciones acerca de los sujetos que se muestren ese afecto. Desde nuestra perspectiva, esa visión limpia y amable debería hacernos reconsiderar algunos comportamientos. Mejorar siempre es posible y deseable. Me ha gustado mucho leer esta entrada, sí.
Nairda-troll: Aprende tú a respetar las opiniones ajenas, chata. A mí no me parece normal que monte el pollo en la casa de sus padres por navidad porque su padre vea un programa que no le gusta a la lumbrera del autor de este artículo.
Eva Hache es fea y ridícula, peor que un dolor de coño. 😀
A ver, me pongo en situación: voy con mi marido a pasar la nochebuena con mis padres y ellos me reciben con la televisión homófoba oficial. Con mis respetos, eso es provocación… menos mal que estaba el chavalín. Y menos mal que al chavalín lo quieren todos. Con el tema del artículo no puedo estar más de acuerdo. Educación, esa es la palabra.
Poca inteligencia la del padre poner un canal ultrahomófobo con el hijo y el marido del hijo delante, además en plena cena familiar donde debería reinar la paz. Qué padre más poco sensible.
Fanfa, no sé qué le ves al tipo ese, por las mañanas en el metro de Madrid y hasta en el centro de un pueblo como en el que vivo se ve a ejecutivos mejores que ese y si te descargas los videos porno de men at play los ves en acción.
Pues yo si alguna vez he sintonizado Intereconomía, Libertad digital o algo por el estilo es con la misma actitud que contemplo algo exótico. Sé que no va conmigo y ya está, es como alguna vez que he entrado por curiosidad en webs como hazteoir, me parece que escriben barbaridades pero en todo caso me sirve para reafirmarme en mis principios, pero no me ofendo para nada si alguien me dice que ve estas emisoras ni me iría de la habitación.
Excelente y conmovedor artículo Raúl. Me ha encantado por lo certero, lúcido y tristemente habitual.
Normalmente los niños, cuando no están contaminados con los prejuicios y las bobadas pueden enseñarnos mucho a los adultos.
En casa de mis padres hace muchos años que optaron por apagar la tele durante las comidas para que los comensales puedan charlar de cosas interesantes.
Cuando a veces un hermano de mi madre y su hijo (a «efectos legales» mi primo) juez(ambos fachas y carcas hasta el vómito) van de visita a casa de mis padres y coincidimos todos, lo primero que les recuerda mi padre es que en su mesa y en su presencia NO SE HABLA DE POLÍTICA.
Si no lo respetan no pasa nada: yo cojo mi plato y termino en la cocina, el resto de los comensales acaban de prisa y en silencio, mientras los dos fachas sueltan memeces.
En esas «comidas indigestas por los de siempre» no suele haber ni postres ni café: no los merecen…
Si no se toca la política (o no está el hijo juez de mi tío) esas comidas familiares son hasta divertidas.
Tal vez nos haría falta un niño que pusiese los puntos sobre las íes a todo el personal…
Me ha gustado mucho el artículazo, Raúl.
Cuanta razón tienes en todo lo que dices.
Ah, y por cierto: un besazo al sobrino tan majo que tienes. Y no dejes ni por un momento que al crecer pierda la espontaneidad y libertad que tiene ahora.
FanFatal, yo si el presentador ese tuviera más barba y de color rojo, compartiría tu opinión.
Pero bueno, a la vista está que para gustos colores.
Lobogrino, no sé si te has dado cuenta o no te habrá pasado, pero los que sacan el tema de la política en la mesa son siempre, siempre, siempre del mismo lado político. ¿A que sí?
Totalmete cierto, Metabolic.
Sí, que me había dado cuenta, sí.
En casa de mis padres cuando nos reunimos para mis padres, mi hermana y yo tenemos montones de temas interesantísimos para charlar.
Pero cuando viene la familia derechona de mi madre hablan sólo ellos de política y como no tienen interlocutores (mi familia por pura salud mental no les hacemos ni puñetero caso) se acaban enzarzando entre ellos hasta llegar a ser ridículos y delirantes.
Sin caer en la sandez apestosa de fanfatal (para variar) yo descubrí el canal intereconomia estas navidades en casa de mis suegros (luego lo empece a ver en El intermedio, igual ya lo habia visto antes sin prestarle mas atencion) y mi reaccion (y eso que a veces soy muy visceral) fue la de quedarme alli, flipar en colores, cachondearme un poco con mis cuñados medio por lo bajini de un evangelista superviviente del 11-M que era para verlo y al rato mi suegro que era el que lo tenia puesto dijo que si queriamos ponia otra cosa. No quiero que se confunda mi argumento con el de esa rata de fanfatal (uso sus epitetos) pero si creo que hay que ser mas «tolerante» con la gente de una cierta edad, yo ocn mi suegro tengo muy buena relación y me parece una gran persona, si le gusta ver esas cosas no deja de ser suproblema (ademas me encanta ser yo el tolerante y el que tiene amigos o familia que ven intereconomia, esto ultimo lo digo porque siempre han sido los fachas los que han sido tolerantes y han tenido amigos gays). No se a lo mejor si hubiera sido en casa de mis padres si me habria sentido mas libre de montar el pollo pero creo que no merece la pena (me estare haciendo viejo)
Javi, pues yo sigo yendo a casa de mi «suegra» (aunque no llegué a casarme) tras el fallecimiento de mi pareja y se reía, cuando lo primero que hacía era desenchufar la radio, que siempre tenía puesta con la COPE con la frase: «Lo siento nena, llegó la censura». Las dos primeras veces quedó sorprendida, luego ya se reía y al final la quitaba ella misma. Y me paso unas veladas de lo más entretenidas oye.
Miss Nancy y Javi Murcia. En casa de mis padres se escucha la COPE y se ve Intereconomía con bastante frecuencia. De hecho yo me hice adulto escuchando a Antonio Herrero (que en paz descanse) y a Federico después, precisamente porque mi padre y yo siempre hemos sido muy madrugadores y desayunábamos juntos. Siempre he querido pensar que tanto su silencio como el mío eran en realidad una conversación cordial, una forma de decirnos, ‘no importa lo que digan estos o que estemos en desacuerdo, seguiremos desayunando juntos’. A mi padre lo quiero mucho como supongo que no hace falta decir, precisamente por eso y porque sé que él me quiere a veces me gustaría que me defendiera más, pero bueno, ya me defiendo yo solo. En fin, sigo pensando que la opción más razonable para una nochebuena es dejar la política a un lado. Sobretodo porque no tienes la opción de irte sin montar un pollo. Saludos a los dos.
Giorgio, Javier V. Crasamet, Rafa, Nairda, GranoGrueso, Alvar, Israel, Lobo, Metabolic, Despotorramiento, no me olvido de vosotros, gracias
A tod@s, os agradezco que cada semana os convirtáis en la ‘extensión’ de mi artículo y os apuntéis a la ‘charla’.
De acuerdo con muchos comentarios: una reunión familiar debe partir de la buena voluntad de todos los miembros y eso pasa por aparcar lo que los separa y fomentar lo que los une. Aquí el que unió fue el crío, dando una lección a todos los demás.
Si te pones a pensarlo con cuidado, no podía ser de otro modo.
Nosololopienso, pues es lo que dices…no creo que te hayas traumtatizado por escuchar a Antonio Herrero ¿ no? 🙂 .Me gusta de ti que siempre valoras los comentarios que te hacen, aunque estén de acuerdo contigo o no.
A mí lo de los puntos negativos o positivos, como que me da bastante igual.
Fanfa, es que se fué a la cocina … sus padres siguieron viendo intereconomía. Ahora que soy yo y le digo a mi padre que quite eso en cerocoma
Bueno esa guerra entre la libertad de mis padres para ver o ser como quieran y que lo que ven o hacen va totalmente en contra de lo que soy, creo que la tenemos muchas personas.
Lo que no se como lo gestionas tu en tu corazoncito, porque yo aunque intente razonalizarlo me sigue doliendo, y a mi que mi padre ponga intereconomía en mi presencia, lo consideraría poco menos que un insulto. Aunque entiendo tu postura, tu ya estas acostumbrado a este tipo de situaciones, y aunque a tu manera te revelas, ves lo realmente importante de la situación y actuas en consecuencia.
Yo soy bastante más visceral jeje, ya me conoces.