De loros, ardillas, amores y tragedias – 3ª parte
Parte III: Ave de mal agüero
Los animales seguían formando parejas, pero sobrevolaba sobre ellos la incertidumbre, ya que si los sabios le daban la razón al avestruz, sus hermosas uniones de alma, corazón y vida ya no serían reconocidas como Amor Verdadero.
Un día, una lora con ansias de fama, no tuvo mejor idea que hablar con la reina. Al igual que todos los loros, esta repetía lo que escuchaba; solamente que ella decidía, en vez de repetirlo exactamente igual, añadir sus propios sentimientos cada vez que abría el pico. También escribía sus mentiras con sus plumas envenenadas.
La Reina parecía no entender del todo por qué algunos animales formaban pareja con los del mismo género o de distinta especie y por qué les importaba que su amor sea reconocido como Amor Verdadero. La Reina compartió sus pensamientos con la Lora Metiche; sin embargo, “no entender” no es lo mismo que no aceptar.
La Lora Metiche se ganaba la vida contando historias que solía disfrazar de verdades. Les dijo entonces a los animales del bosque, previa cobranza de dos galletas por cabeza, que la reina estaba en contra de que el amor entre dos seres del mismo género sea considerado Amor Verdadero. Eso, entre otras maldades que puso en boca de la Reina.
Estas supuestas declaraciones provocaron el enojo de los animales, que se enojaron con la Reina primero y luego entendieron que eran mentiras inventadas por la Lora Metiche para conseguir galletas.
Cuando los animales empezaron a preguntarle a la Lora Metiche si su opinión coincidía con la de la Reina, ella dijo “Esta pregunta aburre a las vacas” Las vacas, ofendidas porque alguien tan ruin habló en su nombre, se retiraron furiosas. No conforme con esto, dijo “no puede haber Amor Verdadero entre un loro y una Ardilla”. Eso hizo desbordar agua salada por los ojos de la Ardilla Pilla, que fue consolada por el Loro Incoloro. Este loro y su amiguilla la Ardilla habían estado conociéndose y estaban preparándose para la consagración de su Amor Verdadero. Y estas palabras junto a la incertidumbre de no saber que decidiría el Tribunal de Sabios con respecto al Amor Verdadero.
Cundo las preguntas se volvieron muy incómodas para la Lora Metiche, ella exclamó “¡¡Libertaaaaaaaad!!”. En un instante apareció Libertad, una enorme águila, que rescató a la Lora Metiche y la llevó a su casa. Libertad era una prostituta que servía a los más poderosos y dejaba desamparados a los más débiles. Nadie sabe cómo fue que Libertad se convirtió en prostituta. Antes era una más del reino y era amiga tanto de los poderosos como de los más pobres y desamparados.
Martín Oscar Caballero
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Esta fábula formará parte del libro que estamos preparando con «Las fábulas del loro y la ardilla».