De loros, ardillas, amores y tragedias – 4ª parte
Parte IV: El fin de la inocencia
Finalmente el día de la decisión del Tribunal de Sabios llegó. Y el resultado fue muy triste: decidieron que no puede haber Amor Verdadero entre dos animales de distinta especie o del mismo género. Una decisión fuerte, que rompió los corazones de muchos animales que quedarían desamparados. Sin embargo, el avestruz parecía haber cumplido su promesa, y en principio solamente se cambió el nombre y se quitó el derecho a adoptar a las parejas formadas entre animales del mismo sexo o de distinta especie. El nombre propuesto par las uniones que no se llamaban Amor Verdadero era “Unión por Conveniencia”.
Luego de tan terrible pero aparentemente sutil cambio, la vida en el bosque volvió a la “normalidad”, o una situación tan normal como puede serlo después de separar a los habitantes del reino en dos categorías: Los Que Se Aman y Los Que Se Unen Por Conveniencia. Una mínima diferencia en el nombre y la negación de la adopción. Nada más.
Pero sucedió que un fatídico día, mientras las dos papagayos paseaban, llegaron los chacales; amigos de las hienas que hacían lo que se les daba la gana. Los Chacales vieron a la feliz parejita y las atacaron salvajemente. La hierba se tiñó de rojo, el silencio se vistió de gritos de dolor y angustia.
Todos los habitantes del reino condenaron el vil ataque, menos las hienas, que guardaron el silencio que no habían guardado cuando les venía en gana insultar a la desdichada pareja. Tampoco dijeron una sola palabra las gaviotas. Y el avestruz guardó un conveniente silencio, sabiendo lo que los Unidos Por Conveniencia descubrirían muy pronto.
Una de ellas sufrió algunas lesiones, pero la otra quedó gravemente herida. Cuando la llevaron de urgencia a curar, su amada no pudo quedarse con ella ni visitarla siquiera, porque solamente se les permitía las visitas a las parejas unidas por el Amor Verdadero. No pudo estar presente mientras su amada iba aligerando más y más su peso, llegando a elevarse por encima de los árboles, vistiéndose de brisa y posándose sobre una nube de la cual ya no puede descender. Todos la extrañamos; incluso hoy, mientras escribo estas palabras, su recuerdo me sobrevuela y acaricia mi memoria y debo hacer una pausa de tanto en tanto para secar mi humedecido rostro.
La pobre señora Papagayo quedó sumamente dolida y su tristeza la abrumaba sobremanera. Y si bien ningún golpe puede ser peor que éste, no sería la última desgracia que debió soportar esta sufrida papagaya. Al poco tiempo descubrió que las hienas, las gaviotas y el avestruz habían presionado al gobierno para que las “Uniones Por Conveniencia” no sean socorridas por el Reino en caso de fallecer uno de los cónyuges. Es así como la señora Papagayo perdió todo, hasta sus ganas de vivir, que para ese momento eran escasas.
Entonces, en un último acto de entrega y solidaridad, golpeó la puerta del Loro Incoloro, se despidió con un tímido, húmedo y entrecortado “Adiós” y explotó en una lluvia de colores que tiñó de hermosura al sorprendido loro, mientras su cuerpo se hacía cada vez más ligero, se disfrazaba primero de luz y luego se vestía de viento, remontando vuelo hacia la nube donde esperaba feliz su compañera. Fue otra pérdida triste para tod@s, incluso para quien fuera conocido como “El Loro Incoloro”, cuyo dolor por la pérdida de su amiga superaba con creces la felicidad por haber logrado su sueño. Y aún así, sin respetar su dolor, las hienas lo acusaban de haber hecho algo antinatural, abominable. Es que las hienas jamás respetan el dolor ajeno ni se preocupan por los sentimientos de los demás.
Otra víctima de la injusticia fue la luciérnaga enferma, cuyo compañero (su “cosita”) también enfermó, y no pudo lograr que el seguro social de su pareja lo ayudara. Menos mal que los animales de este reino son tan generosos (con excepción de las hienas, las gaviotas y el avestruz).
Todos se preguntaron entonces por qué las parejas del mismo género o las de distinta especie tenían que sufrir esas injusticias solamente porque su amor no era como a otr@s les gustaba. Una injusticia incomprensible e inaceptable.
Entonces todos los demás animales del bosque, con el apoyo de Lord Astyaro, Lady Eleanore, Jack y el aprendiz de caballero decidieron pedirle explicaciones a los Sabios y a la Reina. Los Sabios entonces volvieron a debatir, y llegaron a la conclusión de que su decisión anterior estaba equivocada y había creado una gran injusticia. El anuncio de la nueva decisión de los Sabios llenó de júbilo el bosque. Pero como era de esperarse, provocó el enojo de las Hienas, las Gaviotas, el avestruz y la Lora Metiche.
Martín Oscar Caballero
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Esta fábula formará parte del libro que estamos preparando con «Las fábulas del loro y la ardilla». ¿Quieres que tu fábula forme parte del libro? Envíanos tu fábula, ¿a que estás esperando?