De loros, ardillas, amores y tragedias – 2ª parte
Parte II: Amor Verdadero
En este bosque todos sabían lo que era el Amor Verdadero, aquello que dos seres sienten y que les hace desear fundirse en uno, dar la vida, el alma y el corazón por el ser con el que comparten cada instante. Este Amor Verdadero era recompensado por el reino, dándole a la pareja toda la ayuda que necesitaban para vivir. Las hienas decían que entre animales de distinta especie, o de la misma especie y mismo género no puede haber Amor Verdadero. Las hienas, que vivían sin sentir lo que los amantes sienten, no sabían lo que era el Amor Verdadero, pero pensaban que solamente macho y hembra de la misma especie podían sentirlo. Estas ideas tan ruines eran compartidas también por las gaviotas, aves carroñeras que venían de Génova a comer lo que los demás animales les daban a las malévolas hienas, quienes compartían su comida con tal de tener aliados. Y para empeorar las cosas, junto con las gaviotas vivía el avestruz que mencioné al principio. En el reino se sabía desde hace tiempo que dos seres, sin importar su género ni su especie, pueden sentir amor, y por lo tanto, el reino reconocía su amor como Amor Verdadero. Y todos sabían también que el avestruz, en nombre de las gaviotas y alentado por las hienas, se había quejado ante el Tribunal de Sabios, diciendo que eso no era “amor verdadero”; que él tenía amigos de todas las especies y que no tenía problemas con ellos pero que no podía aceptar que a su sentimiento lo llamaran Amor Verdadero. Estas palabras despertaron quejas y temores, pero el Avestruz se defendió diciendo que solamente cambiaría el nombre por otro y les quitaría a las parejas de distintas especies o mismo género el derecho a adoptar
Sin saber de esta siniestra queja ante los Sabios, llegó al bosque una inocente perdiz que buscaba a otra perdiz de su mismo género para formar una pareja consagrada en Amor Verdadero. No tuvo mejor idea esta perdiz que preguntarle al avestruz si conocía a alguna perdiz para iniciar una relación de amistad y probar suerte. El avestruz, que sí conocía a alguien que sería la pareja ideal del recién llegado, accedió a ayudarlo. Sin embargo, este malintencionado avestruz empezó a dar vueltas con la perdiz siguiéndolo por todo el bosque sin llegar jamás a destino. Y cada pocos pasos se encontraba con un animal que le preguntaba por qué no estaba a favor de la igualdad. El avestruz respondía que tenía amigos de todas las especies y géneros, que serían tod@s iguales ante la ley, etc. Y mientras el avestruz –con el forastero siguiéndolo, cada vez más mareado- daba vueltas inútilmente, los demás se daban cuenta que estaba mareando la perdiz. Entonces separaron al desventurado visitante del avestruz y lo guiaron hacia donde vivía un solitario y hermoso señor perdiz.
Martín Oscar Caballero
————————
Esta fábula formará parte del libro que estamos preparando con «Las fábulas del loro y la ardilla».