El héroe imaginado
En esta misma columna el martes pasado, el amigo Zarevitz nos recordaba la necesidad de ser generosos también con las personas que, sin ser LGTB, están a nuestro lado y nos apoyan. Inmediatamente me acordé de una historia que me contó hace ya bastante un compañero de Facultad. La verdad es que la historia es tan rica en matices que no me extrañaría que el chico que me la contó la hubiera novelado un poco. Estábamos tan deseosos de lirismo, de tertulias literarias, y la Facultad de Letras nos había decepcionado tanto en ese aspecto… En fin, que no me extrañaría que la hubiera ‘sazonado’ un poco, pero es hermosa igualmente.
El chico en cuestión, le llamaré Carlos, había tardado bastante en desarrollar, y además era muy amanerado, así que no es de extrañar que se convirtiera en objeto de las burlas de sus compañeros de clase y que no tuviera demasiados amigos. Pero un año, el primer día de instituto, un chico nuevo, le llamaré Pedro, se sentó a su lado. A los dos les gustaba dibujar, así que conectaron. Empezaron a quedar para estudiar, y en los descansos hacían caricaturas de profesores y se reían de lo que tocara. Como era previsible, mi amigo se enamoró de Pedro. Sus ganas de estar con él crecían inversamente al tiempo que Pedro le dedicaba, porque, como también era previsible, Pedro empezó a hacer otras amistades y se unió al equipo de baloncesto del Instituto. De vez en cuando a Carlos le caía la típica broma homófoba, sobre todo de un chico, el típico chulito, que se tomó bastante en serio eso de hacérselas pasar putas. Entre tanto, Carlos y Pedro se habían distanciado bastante, ya que Pedro finalmente no pudo soportar la presión del grupo y evitaba dejarse ver con Carlos.
El chulito, paradójicamente, tenía la carpeta forrada de tíos buenos: mucho futbolista, mucho Bruce Springsteen… Fotos que a mi compañero jamás se le habría pasado por la cabeza llevar en su carpeta, pero el chulito sí que podía y nadie parecía extrañarse de esta circunstancia. Un día, al volver de un recreo, la carpeta del chico apareció con huellas evidentes, blancas y espesas, de que alguien se había masturbado sobre ella. El revuelo que se formó en la clase fue impresionante. El chico, humillado, tuvo que limpiar la carpeta ante las burlas de todos los demás. Y por supuesto, Carlos estaba eufórico. En algún momento la mirada de Pedro y la de Carlos se cruzaron y éste lo supo, o creyó saberlo. Había sido él.
Evidentemente no hay forma de saber si fue Pedro el que hizo aquello. Pudo ser alguien que odiaba al macarrilla de la clase y simplemente quiso gastarle una broma pesada, pero aceptemos la premisa de que fue él y atribuyámosle el mérito: aunque no debió apartarse de Carlos por los prejuicios de los demás, lo cierto es que para un chico de 16 años a finales de los 80, no está nada, nada mal. Tuvo que echarle cojones para hacer lo que hizo, exponiéndose a que le pillaran.
Mi amigo siempre se sintió en deuda con Pedro. Le habría gustado acercarse a él y darle las gracias, pero algo le detuvo. A lo mejor evitó hacerlo por miedo a descubrir que no había sido él. En el fondo a todos nos gusta tener héroes a los que admirar. Nos da seguridad pensar que hay gente alrededor que se preocupa por nosotros, que entiende los problemas por los que estamos pasando y que están dispuestos a actuar si es necesario. En el caso de Carlos, aquella historia que él quiso creer, le dio ánimos para encarar el miedo al rechazo. Saber que hay personas fuera del colectivo que hacen suyas nuestras reivindicaciones, hace más llevadera nuestra lucha. Así que al César lo que es del César. Aunque yo siga pensando que a la sociedad heterosexista aún le quedan muchos cambios para que nosotros podamos vivir en ella plenamente y con igualdad, hay muchas personas dentro de esa sociedad que, con mayor o menor frecuencia o intensidad, nos defienden. No está mal acordarse de ellos de vez en cuando, como decía Zarevitz.
Y en cuanto a Pedro, aquel acto puntual fue una heroicidad, y encuentro normal –llamémosle ‘justicia poética’- que Carlos le esté agradecido.
Una historia bien bella, me pareció a mi. Quizá un poco ‘novelizada’, como dice nosolopienso-raúl. Hablando así de apoyos puntuales, me parece recordar que hubo algún diputado de la derecha que votó a favor de la ley de matrimonio española, supongo que les caería lo suyo dentro de sus propios partidos.
Curiosa esta mezcla de lirismo, solidaridad y semen.
El blog de Putojacktwist me parece ahora escrito por una monja clarisa.
😀 😀 😀 😀
¿perdón? esta te la guardo 😉
Así es seiscolores, fueron dos diputadas. María Pía de Badajoz y Celia Villalobos de Málaga. Les cayó una multa.
juasss, juassss, casi lo estoy viendo limpiando la corrida con cara de asco, juassss
Una historia muy bonita, desde luego.
¿Cuándo estrenan la peli? 😉
Justo, es reconocer que la gente en ocasiones actúa bien (‘defendiendo’ a tu amigo) incluso cuando antes hizo mal (distanciándose de él).
Por cierto, blanca y espesa, podía ser la cola blanca de trabajos manuales. 🙂
Aunque sí que pueda parecer «novelada», si intento volver a mis quince años y leerla de nuevo, me parece mucho más significativa. ¡La de héroes que habremos construido en nuestra adolescencia en base a mucho menos! Una sonrisa, una mirada, un buen gesto… Seguro que todos y todas podríamos escribir un libro con los héroes de nuestra propia adolescencia.
Saludos desde Italia
Salutti 😀
Preciosa historia. Ya casi no nos acordamos pero el matón adolescente era un tipo repugnante al que le estaría muy bien empleado que alguien le hiciera una putada así…
Estoy de acuerdo, la historia que nos has contado es material cinematográfico… lo del semen y la carpeta con tíos buenos es muy visual. A ver si alguien se anima con el guión…
Besos.
Es una bonita historía, felicidades.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios, nos vemos aquí la semana que viene 🙂
Me ha gustado.
Divertida y…»afortunadamente lejana»…
Creo que soy incapaz de recordar apenas nada de los años de Instituto, salvo las inacabables tertulias «pseudo filosóficoliterarias» que organizábamos a cualquier hora.
Eso y mi encandilamiento por varios profesores. Sobre todo el de Historia del Arte. ¡Que tiazo!.
Me ha gustado.
Un abrazo, Raúl.
Lobogrino, pues en mi instituto había también un profesor de historia del arte que estaba buenísímo,vamos… que la mayor obra de arte era él.
A ver si va a resultar que…
Que el mundo es muy pequeño…
El de mi instituto tenía pinta de bruto (por eso me gustaba, claro).
El «guapo oficial» (además de supereducado, amable, siempre sonriente, etc,etc,etc) era el de Griego (como es lógico…). Me llevaba genial con ambos.
Pero me da que al de Griego no le molestaba del todo mi amabilidad con él.
Siempre lamenté no haber sido más arriesgado.
Claro que ahora que lo pienso…
¡¡¡Voy a buscar su número!!!…
Gracias por la idea Miss Nancy!. 😉
El mundo es pequeño, sí..pero sería mucha coincidencia, además creo que tú eres gallego,¿no?, lo cual queda muy lejos de los lares por donde se movía ese profesor..Ahora recordando a mis profes de esa época también me ha venido a la memoria uno de filosofía de COU que tenía un pedazo de culo que te daba para filosofar más que el tema de Platón, que te tirabas dos meses de curso con él, y era de los fijos para selectividad 🙂
No te creas: soy gallego pero no fui al Instituto en Galicia sino en la otra punta de España…
Me llevaba genial con mi profesora de Filosofía, sí: aún somos amigos.
…Mientras miraba con deseo al de Arte, y le tiraba los tejos al de Griego. Que por cierto: ya he encontrado su teléfono. Creo que mañana habrá reencuentro gracias a DM, a Raúl y a ti…jajajaja.
pues que te aproveche :-),mis profesores de esa época deben de estar ya un poco pasaditos…que una cosa es que me atrajeran los maduritos y otra es la gerontofilia, palabra griega donde las haya.
Una hermosa historia que ha «acabado» bien 😛
Lobo, Miss Nancy: mi profe de literatura de COU era el que estaba más cañón. Algunos pensaban que entendía, porque nos llamaba ‘cielo’ y ‘cariño’, pero yo creo que era una forma de hablar 🙂
Martín Caballero, gracias por los comentarios en los dos posts.
Todos: Una vez más, un placer (me repito, lo sé)
Es curioso esto de pararse a pensar a estas horas de la mañana cómo estaban los profesores del instituto. 😀
En mi caso ni héroe fué el delegado de clase, un chaval que nos llevaba 2 años al resto (tenía yo 16 años)y con cuerpo de hombre ya. Cuando dije a unos pocos que «sospechaba» ser homosexual me dijo: «No te preocupes, si alguien se mete contigo, me lo dices». Ahí se acabó mi calvario que duraba desde la básica.
Nosololopienso, No me extraña que lo pensaran jaja. Pero si como dices estaba cañón y encima era tan cariñoso pues como para tripetir curso, ¿no?
Espectacular, Despotorramiento.
Bonita historia… sí, parece un poco novelada, pero eso la hace real. A veces te pasan cosas que si las contaras nadie te creería.