Gus
Gus no era una ardilla normal, o mejor dicho, no tenía la vida que uno espera tener cuando se nace ardilla. Cuando Gus era apenas una cría, sus padres salieron a por comida una mañana y ya nunca regresaron al nido. Gus esperó y esperó hasta que sus tripas empezaron a hacer tanto ruido que los pájaros que vivían en aquel árbol empezaron a reírse de él, pero era tan pequeño que no sabía ni por donde empezar a buscar alimento, y si hubiera seguido solo mucho tiempo las cosas se habrían puesto muy feas. Afortunadamente una bandada de loros llegó entonces a su bosque buscando frutas nuevas, y una mamá loro, Mar, se conmovió tanto al ver a Gus solito que decidió no hacer caso de lo que los demás loros de su colonia le decían, y se lo llevó a su nido junto con sus dos hijos. Allí creció fuerte y alegre, jugando con sus dos nuevos hermanos y otros loros de su edad.
Todo parecía marchar bien hasta que un día Edu, el loro más popular entre los jóvenes de la colonia, apartó a Gus a un lado y no le dejó jugar con ellos.
-¿Por qué no puedo jugar con vosotros? – preguntó sin entender.
-Porque tú eres un raro – le contestó Edu con desprecio. -Tú no vuelas: saltas. Tú no tienes plumas: tienes pelo… Tú no eres normal, eres diferente.
Gus se sintió confuso y triste; de alguna manera él siempre había sabido que no era como los demás de la colonia, pero nunca había sabido muy bien por qué, y nunca creyó que fuera nada malo…Hasta aquel día.
Gus se escondió en lo más profundo del bosque y miró sus patitas peludas con repugnancia. Era cierto, no era como los demás…Pero él no tenía la culpa, había nacido así, con pelo, él no podía evitar ser diferente. Durante unos minutos lloró y lloró por ser distinto, y entonces pensó en su madre y su padre, en sus hermanos… Y pensó lo mal que debían de pasarlo también ellos también, y eso le hizo sentir aún más tristeza e impotencia. “Seré como todos” – resolvió entonces enjugándose las lágrimas. “Intentaré con todas mis fuerzas pasar desapercibido y encajar”.
A partir de aquel momento Gus empezó a reprimir muchas cosas que le salían de muy dentro como saltar de rama en rama o andar utilizando sus cuatro patas y no solamente dos. Y lo más importante: empezó a recoger todas las plumas que encontraba en el bosque para construirse unas alas. Cuando tuvo suficientes, las trenzó torpemente con hilos de tela de araña, se subió a lo alto de un árbol y trató de volar… Pero la caída fue bastante dolorosa. Con lágrimas en sus ojitos negros, Gus se acurrucó derrotado bajo las ramas. Entonces apareció Mar, rodeándole con sus alas con toda la ternura y el cariño de una madre.
¿Por qué has hecho esta tontería?- le preguntó viendo las alas destrozadas.
–Quiero ser como los demás- contestó él llorando. Su madre le miró conmovida:
-Pero no puedes fingir toda tu vida, tú no eres como los demás loritos, tú eres ardilla – le dijo con suavidad. – Y nosotros te queremos tal y como eres.
-Pero yo no quiero que los demás loros hablen de mí a mis espaladas, no quiero avergonzaros, no quiero estar solo.
-Nunca nos avergonzarás, y créeme, algún día encontrarás a alguien que te quiera tanto como yo te quiero aunque de una forma diferente.
Gus se abrazó muy fuerte a su madre y decidió hacerle caso: ya no intentaría evitar saltar si era eso lo que su naturaleza le pedía, nunca más evitaría buscar nueces en lugar de fruta, y nunca más sentiría asco de sí mismo por tener pelo y no plumas…Y en efecto, su madre tenia razón: siempre habría loros como Edu que le rechazarían porque no era como ellos, pero su nueva familia y algunos buenos amigos loros le enseñaron algo más importante: que también encontraría quien le quisiera y aceptara sin que tuviera que disimular lo que era de verdad… Y esos son los que desde entonces fueron su verdadera colonia.
Vasago
————————
Esta fábula formará parte del libro que estamos preparando con «Las fábulas del loro y la ardilla».
Qué bonito!!!
me ha emocionado…
y qué real!!!
Enhorabuena!
😉
Muy cierto y muy hermosa.
muy bonita Vasago felicidades