‘No vale’
“¿Por qué hacen eso, mamá?”. En el nuevo y moderno zoo de Valencia, un niño de unos tres años señala con el dedo a una pareja de monos (driles, aclara el panel correspondiente) que, en el proceso de despiojarse, parecen prodigarse toda suerte de caricias y arrumacos. “Pues porque se quieren”, le responde la madre. Y el niño: “Pero son chicos… ¡chico con chico no vale!”. “Pues uno de ellos será chica”. “Ah”, suspira aliviado el crío, “es que yo pensaba que los dos eran chicos…”
Chico con chico no vale, chica con chica no vale me parece una buena formulación, clara y sucinta, no sólo del principal mandamiento del heterosexismo y la homofobia, sino de la esencia misma del discurso heterosexista y homófobo; es obvio que, a pesar de su corta edad, el retaco del zoo tenía ya la lección bien aprendida. No vale: es decir, no se niega que eso (chico con chico, chica con chica) exista, puesto que ahí están las evidencias y no siempre es posible ignorarlas; en cambio, se niega –total o parcialmente– su validez. El deseo homosexual existe, sí, pero no vale como deseo natural, sano u ordenado. Existen incluso el amor homosexual, las parejas homosexuales y –legalmente en algunos, cada vez más, territorios– hasta los matrimonios homosexuales… pero no valen como amor de verdad, equiparable al heterosexual, ni como parejas y matrimonios genuinos, legítimos e iguales a los demás.
No vale, no vale… ¿es que hay algo más, en el discurso de los homófobos y heterosexistas? Por supuesto que sí: abundan los ropajes de apariencia científica o filosófica, destinados a vestir, de modo que quede más presentable en sociedad, la descarnada desnudez de ese rechazo y menosprecio, de esa prohibición. No les arredra la mala calidad de los tejidos, el carecer por ejemplo de fundamentos –de datos– mínimamente sólidos y convincentes para la comunidad científica de nuestro tiempo. No, ellos alegan sin inmutarse que el actual consenso científico sobre que la homosexualidad no constituye enfermedad o trastorno se debe a temas políticos, y con ello ya se sienten dispensados de la necesidad de aportar pruebas serias de sus propias afirmaciones.
Lo hemos visto hace poco, por ejemplo, en el caso de la profesora de la Universidad Católica murciana Gloria Tomás, que aunque recurre al lenguaje de la ciencia para dar respetabilidad a sus prejuicios en un entorno académico, no se esfuerza demasiado por ocultar que lo que realmente proporciona fundamento a sus opiniones es su fe religiosa. Así, declara a la prensa que “Desde el punto de vista católico –mi religión– los homosexuales son queridos y respetados, pero sus actos se consideran desordenados porque van en contra de la ley natural. Esa visión yo la comparto.” Con todo, quizá temiendo que estas palabras dejen transparentarse demasiado las vergüenzas del dogma homófobo con el que comulga, la profesora y numeraria del Opus Dei echa mano de inmediato de nuevos ropajes, en esta ocasión de corte filosófico: “[Los actos de los homosexuales] Van en contra de la apertura a la vida, de la complementariedad afectiva, que se traduce en la relación entre hombre y mujer”. De quiénes son en realidad los que se cierran a la vida y a la afectividad daba impresionante testimonio este mismo mes un lector de dosmanzanas en una carta publicada en esta web, “Un hombre como Dios manda”. Este texto, en el que Fernando nos cuenta cómo su muy católico padre (psiquiatra y miembro también del Opus) lo apartó por completo y para siempre de su vida cuando le anunció que era gay y estaba decidido a vivir como tal, pone en su sitio del modo más elocuente las huecas frases que Gloria Tomás pretende hacer pasar por pensamiento elevado.
Por otro lado, tengo la impresión de que muchos de los que comparten el dogma homofóbico no ven realmente necesidad alguna de fundamentarlo, pues para ellos lo de chico con chico no vale, chica con chica no vale es cosa, sencillamente, de sentido común. Para su desgracia, en una sociedad moderna y abierta el sentido común no es inmune al cuestionamiento, y la actividad que en este sentido han llevado a cabo, sobre todo en las últimas décadas, las personas gais y lesbianas y sus asociaciones ha logrado que la visión de la homosexualidad en las sociedades occidentales esté hoy en plena evolución. El no vale ha retrocedido muchísimo en estos años, y hay razones para creer que seguirá retrocediendo. Lo que no equivale a dar ya al prejuicio homofóbico y heterosexista por definitivamente derrotado. En nuestra sociedad sigue habiendo –y me temo que no en escaso número– niños de muy corta edad a los que su entorno les ha inculcado ya profundamente dicho prejuicio: ¿quién, cuándo, cómo les enseñará que chico con chico, o chica con chica, también valen?
Excelente reflexión, Nemo.
Pues fíjate que yo creo que a los adultos que queremos educar niños en la tolerancia nos hace falta «ser como deberían ser los niños».
Vamos que cuando el crío del zoo soltó que «chico con chico no vale» la madre debería haber empezado con un «¿Por qué no?» infinito hasta hacer ver al hijo que no existe un argumento para afirmar tal cosa.
Cuando niño, yo que siempre he sido de lo más independiente, me decían que «no estaba bien» que dos chicos estuviesen juntos siempre asaeteba a mis progenitores con inacabables retaílas de «¿por qués?». Dado que al final la charla se acababa con un argumento de autoridad tipo: «Porque lo digo yo» o «porque lo dice el libro, el maestro o el cura» mi reacción era: «vale: me callo pero pienso lo que me da la gana ya que tú no me has convencido de que eso esté mal».
Creo que a los críos de hoy les sobra conformismo y les falta interés por llegar a la razón última de las cosas.
Trabajo nuestro: “Pero son chicos… ¡chico con chico no vale!”.
…¿y por qué no?…
Me alegro mucho de leer una columna tuya, Nemo. Qué bien queda explicada la forma en que todos los prejuicios homófobos se resumen en ese «No vale».
Hace un año tuve que hacer un examen oral de inglés, para el cual yo tenía que escoger un tema y defenderlo; escogí el matrimonio homosexual (same-sex marriage). Cuando el profesor me preguntó por las herramientas que se están empleando para ganar esta batalla, yo le mencioné la visibilidad y la educación. Y tú has puesto el dedo en la llaga al hablar de la necesidad de una buena educación que libre de muchos prejuicios a los niños.
Muy buena columna, Nemo, como siempre. Que cuándo se les enseñara que chico-chico y chica-chica también vale? Pues queda mucho para ello, no de momento: prefieren dejarlo con una visión parcial de mundo, para luego abandonarlo a su suerte entre el miedo y la desesperación cuando sienta que no encaja en ese esquema. Así es, menos mal que aunque les digan que no vale, cada vez lo tendrán más a la vista, eso sin duda cuestionará los «no vale» de casa, porque, la educacion no sólo se recibe en casa, la calle y la sociedad hacen mucho… Si no, ¿quiénes fueron los primeros en enseñarnos los trucos del sexo? Pues, comúnmente, la casa-familia, no. Tiempo al tiempo.
ja ja ahora entiendo porque en el uruguay ya son cada ves mas los bisexuales , q heteros y homos juntos , porque yo de niño aca siempre habia visto a los perros de mi abuela y a los de los vecinos dandose y dandose entre ellos , sin fijarse en el sexo ,son perros todos bisexuales , ja , ja cuentenme como se dan los perros entre ellos en españa ,ok un saludo atlantico .
¡qué alegría, qué ganas de empezar la mañana con un poco de sentido común!
una rentrée por la puerta grande
La homofobia no vale.
Siguiendo en esa línea del «no vale», un interesante post del menéame sobre la hipocresía del ejército:
http://meneame.net/story/hipocresia-del-ejercito-eng
Enlaza a la fotografía de la tumba de un soldado en la que se puede leer algo así (en inglés):
«Cuando estaba en el ejército ellos me dieron una medalla por matar a dos hombres…y me expulsaron por amar a uno.»
Mi experiencia ha sido peor, no con niños sino con adultos. Conozco a algunos simpatizantes del PP, cuando les pregunto el por qué de la homofobia del partido al que votan siempre me responden que ellos no están de acuerdo con esa parte (si de mi experiencia dependiese podría decir que los dirigentes del PP hablan para nadie). Aun así insisto y, sabiendo que no están de acuerdo, les vuelvo a pedir que imaginen el por qué de los insultos y la negativa a la igualdad. Hasta ahora no he recibido una respuesta convincente.
Como Lobogrino he visto que los homófobos, a falta de otra cosa, necesitan un argumento de autoridad: «lo dijo un psiquiatra en la tele», «lo ha dicho Gloria Tomás». Los homófobos sienten una enorme inseguridad cuando se les pregunta por qué. Y eso que a los homófobos a los que he hecho esta pregunta no sabían que yo soy gay (en este caso la mayoría de los votantes del PP sí están de acuerdo con esa parte importante de su partido).
Pues el deber de esa madre ante la actitud aprendida del hijo era desmontarle esa sinrazón en vez de escaparse por la tangente.
Mi sobrino pequeño le preguntó a mi hermana si yo seguiría siendo gay tras la muerte de mi pareja (tenía 6 años). Mi hermana le dijo que por supuesto que eso no alteraba nada. «¡Ah!» respondió, y se quedó tan ancho.
Turbio, claro que se sienten inseguros porque ante la sinrazón de un ataque no hay lógica que valga, por eso intentan agarrarse a clavos ardiendo.
preciosa la foto del epitafio de Leonard Matlovich que ha dejado Dexter
para los curiosos:
http://es.wikipedia.org/wiki/Leonard_Matlovich
y aquí su portada de Time
http://garychapelhill.files.wordpress.com/2009/03/matlovich_time_cover.jpg
Estos momentos son cruciales, pero la gente no siempre los ve. Era una oportunidad de oro para quitarle cosas de la cabeza al niño. Ya que la reacción de la madre fue la naturalidad (‘porque se quieren’, le dijo), a lo mejor fue ella la primera sorprendida. Debería preguntarse dónde o quién le ha metido eso en la cabeza al niño, o si tal vez ha sido ella misma y el padre del niño los que le han transmitido ese prejuicio con alguna actitud.
Encantado de leerte de nuevo, Nemo
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Con lectores y comentaristas así, de verdad que da gusto reabrir, una vez más, esta sección de dosmanzanas.
Sobre el tema de hoy: como habéis señalado ya algunos de vosotros, a los homófobos les suele descolocar, y mucho, el tener que justificar su homofobia, quizá porque en el fondo ésta consiste esencialmente en un rechazo que no se basa más que en sí mismo: un no vale porque no vale y punto. A menudo los homófobos intentan compensar su carencia de argumentos (de argumentos serios y creíbles) dando más énfasis y visceralidad a su discurso, con lo que sólo consiguen dejar al descubierto lo subjetivo de su posición, subrayando así esa misma falta de razones objetivas que pretendían disimular.
Un buen ejemplo de esto lo tenemos en la noticia que aparece justo debajo de este post: las recientes declaraciones del expresidente del Tribunal Constitucional español, que para referirse al matrimonio homosexual empieza usando términos tan enfáticos como «monstruosidad» o «disparate»… y acaba desnudando por completo sus prejuicios en ese patético final, “Esto para mí es otro mundo y no quiero entrar en él”. Sin duda, antes que caer, a su edad, en la chocante puerilidad de comparar “un mundo donde dos hombres pueden casarse entre ellos con un mundo extraterrestre donde la gente ‘no anda de pie’”, al Sr. Jiménez de Parga le hubiera valido más tomar ejemplo del niño del zoo, y limitarse a repetir como un mantra “chico con chico no vale, chica con chica no vale” …
Es que la educación es la próxima frontera … que ya está aquí
Es un placer volver a leerte, Nemo, se te echaba de menos.
Bueno, supongo que los niños son auténticas esponjas que absorben todo lo que hay a su alrededor. Lo que tardan un poco más en comprender son las actitudes hipócritas, los niños del zoo emitieron el juicio que realmente perciben en su entorno, pero no el pudor al expresarlo que en general (y eso ya es un avance) tienen los adultos que en el fondo mantienen esa posición tan simple. Los adultos de los que habla Turbio si han aprendido a autocensurarse, me temo.
Si cuando se hacen encuestas relativas a los derechos LGBT (Matrimonio, comportamientos, etc.), y los encuestados contestasen con la espontaneidad de los niños del Zoo, descubriríamos una realidad quizás no demasiado amable.
Desde luego, el curso del activismo LGBT no acaba en el matrimonio o en la ley de identidad de género, sino que empieza en ese punto, creando una realidad diferente a la que habrá que hacer sitio poco a poco.
Yo me pregunto, si este niño, al ver, qué se yo, a una mujer conduciendo, o a una mujer trabajando en una oficina, hubiera dicho algo así como: «así no vale, las chicas no pueden conducir», o «así no vale, los que van a la oficina son los chicos, las chicas trabajan en la cocina», o cualquier mamarrachada por el estilo, ¿qué le habría respondido la madre?
Y yo no me quiero imaginar el malabarismo intelectual de la madre si el niño le hubiese preguntado: ¿y cómo sabes que son chico y chica sin levantarles la patita?
Felicidades por el artículo.
Totalmente de acuerdo con los que ponéis el acento en la educación, en la necesidad de educar a niños y adolescentes sobre la realidad LGTB.
El caso del niño del zoo valenciano pone una vez más en evidencia algo que ya sabíamos: que los prejuicios homófobos bien pueden estar presentes desde la primera infancia. Así, dificultarán un desarrollo armónico de la personalidad de los individuos LGTB, cuando se arraiguen en éstos, y crearán un entorno hostil para ellos, cuando se arraiguen en quienes les rodean.
De manera que habría que abordar este problema también desde edades muy tempranas, obviamente de manera adecuada a las características del grupo de edad de que se trate. Ésta es una reivindicación muy necesaria aunque difícil de sacar adelante, dado que los homófobos están dispuestos a sacar todo el arsenal de su demagogia, incluso de la más repugnante, para evitarlo (recordemos por ejemplo lo sucedido en España con la Educación para la Ciudadanía). Pero no podemos dejar de trabajar por ello, pues es la única forma de acabar con la homofobia y los graves, muchas veces terribles, perjuicios que causa.
A DexterMorgan y elputojacktwist: gracias por los enlaces sobre Leonard Matlovich. Una historia emocionante de lucha contra ese ciego y absurdo no vale que aún hoy sigue amargando tantas vidas.
Hola Nemo,
A mí estos episodios es que me hierven la sangre. En ese caso del zoo, igual hasta le habría dicho algo a la madre (a no ser que su marido fuese un maromo de dos por dos, claro).
Creo que no leíste [esta carta], y me haría ilusión que lo hicieses. Te interesarán especialmente las aportaciones de los comentarios posteriores que hablan sobre ese tema. Y creo que tampoco leíste [esta columna de Raúl]. Las dos tocan el mismo tema de tu escrito desde ángulos distintos. Igual me equivoco y sí las viste, pero creo que en esos días no se te veía por aquí.
Te agradezco el artículo porque es un asunto para mí fundamental. Espero que no se nos olvide y siga sobre la mesa.
Tienes razón, Al, no había leído ninguno de los dos textos a los que enlazas, dado que cuando se publicaron en DM yo estaba de viaje por esos mundos. Gracias a ti, ahora los he leído y he disfrutado mucho con ellos, y también con los comentarios que suscitaron. Tanto tu carta como el artículo de Raúl son realmente excelentes, os felicito.
Creo que el tema de cómo educar en la realidad LGTB a niños y adolescentes merecería que le dedicáramos el máximo interés tanto quienes de un modo u otro participamos en esta web como las organizaciones que defienden nuestros derechos. Como tú mismo señalas en tu carta, éste es un tema difícil de abordar, entre otras razones porque en este aspecto la homofobia sigue atrincherada (tras excusas falaces como que a los niños no hay por qué hablarles de homosexualidad ni de nada que tenga que ver con el sexo) incluso en personas que por lo general tienen actitudes más abiertas, o al menos parecen tenerlas.
Desde luego, lo que de ningún modo podemos hacer es resignarnos a que la realidad LGTB y el respeto a la diversidad afectivosexual sigan aprendiéndose, cuando se aprenden, por casualidad, y a menudo tarde y mal.