Los abrazos rotos

Hoy tenemos un invitado en Desayuno en Urano. Así que, puesto que la película en cuestión lo merece, hacemos dos reseñas: una buena y una mala.

Los abrazos rotos (España, 2009)
Pedro Almodóvar

Reseña de Raúl Madrid:

A mí me ha gustado, tanto como cualquier otra película de Almodóvar, a quien siempre tendré que reconocerle el mérito de poner a disposición de su público un producto rebosante de un oficio que hace perdonar otras posibles carencias y que, desde luego, iguala la admiración que sus seguidores puedan sentir por él.

Almodóvar siempre fue un gran contador de historias. Me parece que la parte en la que inventa la historia es la menos costosa para él (viendo la escena en la que Mateo y Diego se inventan ‘una de vampiros’ casi pude verle a él fraguando una de sus películas). Podría inventar historias como rosquillas y lo sabe, tal vez se ve a sí mismo como la escritora de novelas rosa de ‘La flor de mi secreto’: sus historias enganchan, pero son simples. De hecho, sin su uso constante del contrapunto cómico (por ejemplo en esta película la delirante aparición de la lectora de labios) y su oficio como cineasta, sus películas probablemente no tendrían el valor que tienen. Y con ‘Los abrazos rotos’ vuelve a demostrarlo. La historia es –como todas las suyas excepto la de ‘Hable con ella’- normalita, incluso folletinesca, pero la forma de narrar, con los flashbacks, las interpretaciones y sobre todo con la constante intención estética como un personaje más –el interiorismo, el color rojo, la bisutería de las actrices, las pelucas, el cine, los libros,…– salpicada esta vez por si fuera poco por continuos guiños a toda su producción anterior -sobre todo de ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’- la elevan a la categoría de arte.

Aparte de todo esto, no negaré que tengo una especial simpatía a Almodóvar por haber sido capaz como pocos de enmarcar el drama en contextos cotidianos. Aquí vuelve a hacerlo –por ejemplo, con las escenas que ‘regala’ para su lucimiento a Ángela Molina. Nos demuestra que las grandes pasiones no están reñidas con un día a día de lo más común, por eso la protagonista de Chicas y maletas (alter ego de Pepa en Mujeres) es capaz de hacer lo más poético (dejar arder la cama que compartía con su amante) llevada por el recuerdo mucho más prosaico de los gazpachos que le preparaba.

Lo que no me gusta es lo que nunca me ha gustado de Almodóvar: la profusión de escenas innecesarias, el exceso de cameos de aspirantes a actor/actriz más o menos populares,… pero eso también es Almodóvar, no hay que olvidarse.

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Reseña de elputojacktwist:

Hay muchos Almodóvar, pero hay dos que me gustan especialmente: el Almodóvar físico, tan pegado a la realidad que resulta grosero, pero tan vital, tan duro y tan divertido a la vez, y el Almodóvar metafísico, el que crea un universo ficticio y sin referencias a lo real, el que hace del artificio una ley, del engaño una obra de arte. Una muestra del primero sería ¿Qué hecho yo para merecer esto? y una del segundo Mujeres al borde de un ataque de nervios. Caravaggio frente a Piero della Francesca.

Entre ambos extremos, y dependiendo de cuánto se acerque a uno u otro, encontramos aciertos como La ley del deseo, Hable con ella, Atame, Todo sobre mi madre o Volver, y fallos como Kika, Carne trémula, La mala educación o Los abrazos rotos. El problema es que Almodóvar pesa demasiado incluso para sí mismo. Cuando vamos a ver “una de Almodóvar” llevamos una grandísima historia a nuestras espaldas, una historia que no es sólo personal sino colectiva, puesto que lo almodovariano forma ya parte de nuestra cultura. Y las expectativas son muy grandes.

En el caso de Los abrazos rotos, la compleja estructura narrativa no llega a funcionar, perjudica a la historia, que se hace centrífuga y nos aleja de ella, los actores (salvo la una vez más magnífica Penélope Cruz) no encuentran el punto a la película, las escenas cómicas no son más que la repetición de otras escenas cómicas de Almodóvar… Almódovar intentando ser Almodóvar.

De todas formas, la experiencia me dice que incluso las peores películas de Almodóvar ganan en una segunda oportunidad, una vez que uno ha decidido que es mala. Los abrazos rotos tiene los suficientes atractivos para que así sea: los homenajes cinéfilos explícitos a Viaggio in Italia o Peeping Tom, la forma de obligar al espectador a enfrentarse a su propia condición de voyeur, la bellísima escena del beso congelado para la eternidad gracias a un fotograma, la Lena real que dobla a la Lena de la pantalla, o los desternillantes minutos en los que aparece Lola Dueñas. En cuanto al tema lgtb (omnipresente en sus films), Rubén Ochandiano construye un personaje complejo y conocido, pero jamás perdonaré a Almodóvar que habiendo tenido a sus órdenes a Dani Martín no le haya sometido a una doble penetración o a llenarle la boca de algo para que al menos tenga una excusa que justifique su ininteligible jerga (en la película, me refiero, aunque creo recordar que habla poco o nada)

El día que el señor Almodóvar empiece a hacer lo que le dé la gana, se autohomenajee y disfrute con su cine, se olvide de su nombre y se lance al vacío sin red que le sujete, volveremos a ver a ese grandísimo director de cine que conocemos. Mientras se deba a su industria, a su público y a su nombre seguirá produciendo la misma película, se aburrirá y comenzará a oír ruidos en su cabeza. Porque él es el primero en saber que el pisto manchego repite mucho cuando se abusa.

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