"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

El peso de los emblemas

que_la_razonHace un par de semanas visité una exposición de Chema Madoz, fotógrafo al que sigo con interés desde que hace un par de años encontré un pequeño libro con algunos trabajos suyos. Caminaba por las salas del Museo del Patrimonio Municipal de Málaga con una sonrisa cómplice, admirado por el ingenio y hasta el humor con que mezcla conceptos –algunos críticos han comparado su obra con las greguerías de Gómez de la Serna- cuando de pronto, una de las fotografías me dejó profundamente conmovido. Se trataba de una bandera, de cuyo mástil, en vez de tela, colgaba un trozo de alambrada –después de numerosas búsquedas en internet, no la he encontrado para compartirla con vosotros.

Aparte de la indudable fuerza de la fotografía como mensaje pacifista, me impactó mucho porque, cuando tenía unos veinticinco años, reflexionaba sobre los emblemas en un poema que me permito transcribir. Desde que lo escribí siempre he procurado tenerlo en cuenta en todo lo que pensaba y hacía.

Me duelen los emblemas que he colgado
de las telas de mi alma. Me parten
y desgarran el ombligo y me protesta éste
por la carne, por la historia y por la muerte
que amasé alrededor suyo.

A veces me imagino que he vuelto
a ser vientre solamente,
un pellejo transparente que surcara el océano,
impulsado tan sólo por mi aliento,
por mi aliento libertad y no conducta,
por la totalidad de mí, no por mi esencia…
Por mi alma tan sólo y toda ella.

Esos pequeños emblemas con los que uno intenta limitar su contorno, son como banderitas que uno clava en un mapa más amplio para poder localizar mejor una zona. Donde creemos que está el centro (nuestra ‘esencia’) clavamos una serie de banderitas que lo delimiten, para localizarnos más cómodamente, para entendernos mejor a nosotros mismos. Pero eso no significa que la zona exterior a las banderitas no forme también parte de nosotros. Fuera de esa zona a veces demasiado pequeña que identificamos como ‘nuestra esencia’ solamente porque dentro de ella creemos vivir sin conflicto, hay todo un paisaje desconocido que también forma parte de nosotros. También el pantano cenagoso al que las circunstancias, por mucho que lo creamos imposible, nos pueden empujar. Y también ese espacio al que nunca quisimos aventurarnos, por miedo o desconocimiento, porque el camino era escarpado, o simplemente por pereza, donde un día, para nuestra sorpresa, descubrimos que también hay belleza, y otras personas que han hecho de ese lugar su centro.

A veces nos colgamos más emblemas de los que en realidad necesitamos para vivir. Son como nuestras ‘instrucciones para la vida’. Ante un dilema ético, social, o del tipo que sea, buscamos qué emblema tenemos para esa ocasión, comportándonos a veces de manera injusta con los demás y con nosotros mismos. La semana pasada, por ejemplo, cuando redacté la noticia sobre los intentos de cambiar la ley estadounidense sobre crímenes de odio, y supe cómo la señora Foxx negó que el asesinato de Matthew Shepard fuera un crimen de odio, me pregunté cómo es posible cometer una maldad semejante en defensa de una posición que no es más que un emblema, una bandera. Seguramente si la señora Foxx, lo hubiera intentado, habría encontrado dentro de sí misma, fuera de ese limitado ‘centro’ que ella considera su ‘esencia’, la humanidad suficiente para no pronunciar tan vergonzosas palabras. Pero no lo hizo. Le resultó más cómodo atrincherarse en su centro, no fuera a ser que tuviera que arrancar alguna banderita y dejar al descubierto la herida.

La defensa de nuestros principios, de lo que nosotros consideramos nuestros valores, nuestras creencias, nunca debe hacerse a costa del sufrimiento de otros. Ante cualquier sufrimiento, tenemos la obligación de preguntarnos si es un sufrimiento gratuito, si ese sufrimiento desaparecería cambiando de sitio alguna de nuestras banderas, de nuestros emblemas, o incluso eliminando el emblema para siempre.

Como siempre, gracias de antemano por incorporaros a esta reflexión. Os invito a visitar la exposición, si Málaga os queda cerca, hasta el 24 de mayo. Al contemplar la fotografía de la que os hablo, seguro que experimentáis algo parecido a lo que yo sentí. Un saludo.

Comentarios
  1. elputojacktwist
  2. Nemo
  3. al
  4. DexterMorgan
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