Los ‘alegres’ mutilados
Aunque nunca he hecho demasiado caso a los intentos de los ultraconservadores por convencernos de que la homosexualidad puede curarse, las noticias del accionista de Pepsi supuestamente ex-gay que quiere acabar con el apoyo de la compañía a la causa LGTB y sobre todo el bochornoso espectáculo de la ex–lesbiana que quiere impedir a su ex–pareja que vea a los hijos que ambas adoptaron cuando estaban juntas, me ha llevado a la reflexión.
Pongo seriamente en duda que una persona tan resentida como para hacer eso pueda considerarse una persona sana. Una persona obligada a vivir el resto de sus días odiando una parte importante de los sentimientos con que creció y vivió es una persona enferma. Enferma de homofobia, y lo que es peor –aunque muy conveniente para los fascistas que propugnan estas ‘curaciones’-, dócil y sin voluntad. Para saber en qué estado de extenuación, incapacidad y mansedumbre, en qué triste y yermo estado mental queda una persona después de someterse a ‘tratamientos’ tan falaces, pensemos en el esfuerzo que supone para esa persona revertir y falsear toda su experiencia. Los que le atacaron, los que se burlaron de él y le acosaron, pasarán a ser los héroes. Por el contrario, aquellos que fueron generosos con él, aquellos que se mostraron comprensivos con su orientación, son ahora el enemigo a batir, ‘malas influencias’ a las que evitar y a las que culpar.
‘Acabar’ con la homosexualidad de una persona no es algo inocuo, como extirpar la vesícula biliar, porque la orientación sexual es algo determinante en nuestra experiencia vital, por eso, su supuesta curación conlleva que la persona curada vuelva la espalda a sus recuerdos, vacíe de contenido aquel poema que tanto le gustaba, olvide su primer amor… convirtiéndose en un ser amputado al que ni siquiera se le permite llorar por el ‘miembro’ que ha perdido. Porque se supone que debe estar agradecido y aliviado… Aunque no le sea posible ser feliz, tal como reconocía Povia –otro exgay homófobo– en la pancarta que lucía orgulloso en el Festival de San Remo, y con la que pretendía responder a los que le atacaban: ‘Es preferible la serenidad a la felicidad’. Ahí queda eso.
Dicen que las personas que han perdido algún miembro, conservan una ‘memoria’ de ese miembro. El síndrome del miembro fantasma, le llaman. No es difícil imaginar el miedo que un ‘ex–gay’ o una ‘ex–lesbiana’ sentirán cada vez que sientan este ‘reflejo’, cada vez que vuelvan a sentir la pulsión de su homosexualidad ‘cercenada’. Recordemos que tanto su autoestima como el apoyo de los que le rodean (aquellos que le empujaron a tan vergonzosa terapia) dependen de su ‘nueva’ heterosexualidad sin fisuras. Este miedo paralizador y atroz –‘serenidad’, según Povia-, ¿no debería poner bajo sospecha la palabra ‘curación’? Y si no podemos utilizar el término ‘curación’, ¿no es hora ya de que los que intentan venderla dejen de actuar impunemente, como ha sucedido con otros fraudes?
Me preocupa especialmente el tema de la ‘curación’ aplicado a l@s jóvenes. ¿Sería legal obligar a un menor a someterse a estas terapias? Más aún, ¿cómo podríamos asegurarnos de que se somete voluntariamente a ellas, y no obligado por sus padres? En el caso de resistencia a la terapia ¿hasta cuándo podría retrasarse el ejercicio de la libre sexualidad por parte del chico, algo fundamental en la construcción de su personalidad? ¿Por cuántas terapias diferentes podrían hacerle pasar? Si la terapia interfiere en otros aspectos importantes de su desarrollo, como los estudios, o el acceso a un trabajo, ¿tiene derecho a pedir explicaciones a los que le obligaron a someterse a la terapia, al curandero, al Estado?
Tratándose de menores de edad, y dado que son prácticas muy agresivas que pueden afectar al menor de por vida, creo que debería haber un control de las autoridades sanitarias, que informaran a los juzgados de familia cuando vieran cualquier indicio de abuso sobre el menor. Casos similares, como el uso de medicamentos experimentales para intentar curar a un bebé enfermo, han sido dirimidos en los tribunales y no ha bastado con el deseo y la autorización de los padres. También recuerdo el caso sucedido en España el año pasado, cuando un juez de Lleida impidió que una niña viajara a Gambia, donde se le iba a practicar la ablación del clítoris.
Ante la creciente y alarmante corriente de supuestos psiquiatras que afirman que pueden curar la homosexualidad y sectas religiosas (con los católicos a la cabeza) que les jalean, apoyan y avalan, ¿no es hora de que los gobiernos tomen cartas en el asunto?
Me parece que esperar que los gobiernos hagan algo contra este tema es mucho esperar.
¿No están permitiendo alegremente a esos criminales con túnica del vaticano, hacer declaraciones absurdas, peligrosas para la salud publica?
Y no solo eso, sino que uno de los principales partidos de este país ha pedido respeto para tales barbaridades.
Eso por no hablar de cosas como la venta en farmacias y otros lugares de productos bastante dudosos como la depuralina esa (que habia estado prohibida por sanidad) y productos milagro.
Ante esto, ante los fundamentalismos de corte teocratico, que son los principales impulsores, lo único que podemos hacer es luchar nosotros mismos.
En Catalunya hace años que lo tenemos, una gran persona, aunque muy atareado porque no le han eximido de su «reparto» habitual, así que tiene el doble de trabajo. Igualmente, però, Miguel Angel és un campeón en la lucha por las libertades afectivo-sexuales.
Excelente artículo Raúl y excelente la comparación con el «miembro fantasma».
No tengo mucho tiempo para comentar pero pego este enlace que es interesante sobre un «paciente» de Aquilino Polaino.
Cadena SER
Una reflexión muy interesante. Para que la ley entre en juego tiene que haber un sentimiento unánime de repulsa a estas prácticas; pero sólo las consideramos aberrantes los que sabemos que, como tú has dicho, la homosexualidad no es algo que se pueda poner o quitar como un sombrero de forma inocua, sino que es parte esencial de nuestra persona.
Creo que todo sería más fácil si existiesen (ya llegarán) evidencias científicas firmes que expliquen la homosexualidad y destierren ese fantasma del «se puede elegir, se puede contagiar, se puede curar». Hasta ese momento seguiremos como ahora: la gente se siente libre de opinar. Nadie diría «Yo creo que se puede dejar de ser negro», pero la homosexualidad se sigue considerando una opción reversible, lo que da pie quizá no a justificar, pero sí a dar el beneficio de la duda a estas terapias terribles.
Al hilo de lo que dice al sobre la «explicación de la homosexualidad», un interesante documental de Redes sobre el tema:
http://www.youtube.com/watch?v=DLq1t3AiJ58
Están ahí las 6 partes.
Habrá quien pueda considerar perjudicial investigar esto, por la tentación de sacar una «cura», pero en mi opinion, el conocimiento siempre es positivo.
Que luego se use para unas cosas u otras depende del hombre, vease la radioactividad, usada por un lado en bombas nucleares, pero también en radiografias.
Gracias por vuestros comentarios.
Muy bueno el enlace, Doctor Turbio. Y respecto al vídeo que enlazas, Dexter, a mí me pasa lo mismo que a tí. Personalmente me interesan las bases biológicas, culturales, etc. de las diferentes orientaciones sexuales/identidad de género, pero creo que es mejor no tocarlo. Tal vez nos sirva para entendernos mejor a nosotros mismos, pero desdeluego hay que ser firmes en el mensaje de que somos una realidad, y nuestros esfuerzos creo que deben ir más en esa dirección.
Un saludo a todos.
Estupendo artículo Raúl.
A mí todo esto de las supuestas «curaciones» me da auténtica grima.
Cuando sale el tema, no hago más que pensar en una película alemana («Un taxi a El Cairo» creo que se llamaba) en la que el protagonista se somete, para «curarse» su homosexualidad, a una terapia de aversión similar a la que aplican a Alex para que deje de ser violento en «La Naranja Mecánica».
Gracias, Crasamet. Recuerdo que cuando mis padres supieron lo mío, fue lo primero que propusieron. Yo me negué, y ellos no insistieron. Dentro de lo doloroso que fue, pienso en lo malo que podía haber sido.
La verdad, es horrible que se esté prestando tan poca atención a este tema.
Acertadísima reflexión, Raúl, a la que me uno.
Me ha gustado mucho lo que afirmas del cambio de roles tras el presunto cambio de orientación sexual:
«Los que le atacaron, los que se burlaron de él y le acosaron, pasarán a ser los héroes. Por el contrario, aquellos que fueron generosos con él, aquellos que se mostraron comprensivos con su orientación, son ahora el enemigo a batir, ‘malas influencias’ a las que evitar y a las que culpar»
Atinadísima reflexión sobre lo ridículo – entre otras muchas cosas-, que es tratar cambiar de orientación sexual…
¿No sería más fácil aceptar tu orientación que tratar de curarla?
Pues parece que no. Comparto tu preocupación.
Besos.
Buffff…
Estremecedora la entrevista cuyo enlace nos ha dejado Dr. Turbio en la entrada 3, sobre un paciente de Aquilino Polaino contando su historia.
Os la recomiendo, aunque es no apta para quienes tienen poca tolerancia a los integristas. Tal vez yo no debería haberla leído.
Excelente reflexión, yo creo que es evidente que se debería prohibir aplicar a menores semejantes terapias. Si todavía se mira hacia otro lado cuando se plantea una cuestión como esta es simplemente porque los enemigos de los derechos de los menores tienes todavía suficiente poder para impedir una legislación de ese tipo.
El ejemplo que pones al final del juez que evita que los padres sometan a una ablación genital a su hija es muy apropiado, seguramente en su país de origen los defensores de ese procedimiento sostienen que los padres tienen la potestad de decidir esa mutilización «para garantizar el bienestar» (o «la serenidad») de sus hijos, y el poder suficiente, en sus países, para evitar que el estado intervenga en defensa de los intereses del menor.
Me temo que en nuestro país sucede exactamente lo mismo, aquí también hay quien defiende que una mutilación, la referida a la orientación sexual, es una decisión que corresponde a los padres. Y tiene el poder suficiente para imponer ese criterio a la sociedad contra los intereses de los menores, es así de simple.
No creo que las razones por las que existe la homosexualidad debieran de cambiar la opinión de la gente.
Supongo que a la homosexualidad se puede llegar por distintos caminos, y todos ellos son igual de dignos. Puede haber gente que lo sepa desde muy pequeños, otros con quince años, otros con cuarenta y, quizá, otros no lo sepan con certeza nunca. Unos lo descubren en el colegio jugando con sus compañereos, otros viendo películas en la que se quieren comer a los actores (o actrices) de su mismo sexo, otros por que un buen dia salió el sol por Antequera, y otros por que se les cruzó en su camino el vecino del octavo.
La mayoría de la gente «consume» la marca heterosexualidad por que existe un gran marketing que la promociona de manera continua. Todo el mundo del entretenimiento se basa en la heterosexuaidad: cine, música, literatura, etc. La educación es heterocentrista. Es un verdadero milagro que haya personas que no se identifiquen con esta marca viendo la publicidad permanente que se hace de ella.
Creo que en realidad existe un fuerte componente cultural que hace que la mayoría de la gente opte por la única orientación sexual admitida por la sociedad, es decir, la heterosexual, pues en general las personas siempre buscamos el reconocimiento de los demás, y eso pasa por imitar aquellos comportamientos socialmente aceptados. Esto hace que la mayoría de la gente se declare heterosexual sin ni siquiera explorar otras alternativas.
Creo que la homosexualidad es digna en si misma, y no depende del camino elegido para llegar hsta ella. Por tanto, es irrelevante si es innata, adquirida, elegida o no elegida. ¿es acaso más digno que te guste la tortilla de patata por que existe una base biológica que te haga apreciar unos sabores más que otros que o por el hecho de haber nacido en un país con una determinada cultura gastronómica?.
Ese debate sólo les interesea a los homófobos, que siempre intentan buscar razones para justificar su rechazo a la homosexualidad.
No os engañeis, si se descubre que la causa es sólo biológica dirán que es una enfermedad que se debe curar, si por el contrario es algo ambiental o cultural dirán que es un vicio que se debe corregir. elloos ya han dictado sentencia sin que les importen laz razones.
Lo que deben entender los heterosexuales, y algunos homosexuales, es que la homosexualidad es digna por si mismo, y esta dignidad no depende de las causas.
Saludos.
Gracias, Nazareno, por tu aportación, qué triste es el ultimo párrafo de tu comentario, y qué cierto.
Fernando C. Estoy muy de acuerdo contigo, por eso decía que aunque a mí me pueda producir una curiosidad si existe o no una base cultural o lo que sea para mi orientación, nuestros esfuerzos deben ir por el lado que tú indicas. Mostrarnos como una realidad que hay que respetar, y trabajar para que así sea y para que todo el mundo asuma como suyo este trabajo.
Un saludo.
La verdad es que resulta escalofriante la idea de que se pueda someter a un menor a esas manipulaciones tan peligrosas como injustificadas. Los occidentales nos escandalizamos, y con motivo, ante prácticas como la ablación del clítoris, pero parece que en cambio no provocan inquietud alguna en nuestra sociedad los gravísimos efectos que puede tener para el desarrollo y la vida de un menor el que se juegue de ese modo con algo, la orientación afectivosexual, que forma parte del núcleo mismo de nuestra personalidad; y todo en nombre de un prejuicio absurdo y discriminatorio.
Gracias, Raúl, por este texto tan necesario.
yo no estoy en la cabeza de nadie, ni sé sus sentimientos pero puedo decir que esos que se «curaron» NUNCA fueron homosexuales, eso está clarismo. ahhh por cierto que yo me curé de la heterosexualidad, se puede y yo conseguí salir!