Manifiesto por la plena equiparación en derechos civiles: ‘The Dallas Principles’
El pasado fin de semana, 24 activistas por los derechos LGBT, se reunieron en Dallas y redactaron una Declaración a la que han llamado ‘The Dallas Principles’. El manifiesto, que no pierde de vista los derechos fundamentales, incluye una serie de principios y objetivos, encaminados a conseguir la plena equiparación en derechos civiles en todo Estados Unidos. Su carácter global tanto en la cantidad de derechos perseguidos, como en su llamamiento a la unión de todo el activismo, podría estar marcando el principio de un cambio de estrategia. O no. Depende del éxito de la iniciativa.
En el preámbulo, los firmantes rechazan que la defensa de los principios que fundamentan la nación suponga una búsqueda de la confrontación. A los partidos les advierten: ‘No permitiremos más que nuestros hijos, nuestra familia, nuestros amigos o nosotros mismos seamos utilizados como herramienta política para ningún partido o ideología. Un nuevo día ha llegado’.
En los principios advierten que no dejarán atrás a ninguna parte de la comunidad y manifiestan que las creencias religiosas no son la base para otorgar o negar derechos civiles. Resulta interesante uno de los principios, en el que se expone que el éxito (base del ‘sueño americano’) se mide por la cantidad de derechos civiles que alcanzamos, y no por otras cosas, como el dinero que podamos ganar.
La Declaración continúa con unos objetivos (‘resumen’ de todos los frentes actualmente abiertos en la lucha por la equiparación de derechos) que sólo se conseguirán ‘comprometiéndonos en acción conjunta’. Entre estos objetivos, el derecho de todos los LGTB a la dignidad y a una vida libre de discriminación, el derecho a la igualdad de oportunidades y a ser admitido como cualquier otro ciudadano en programas de ayuda, subvenciones o viviendas sociales, el derecho a formar una familia, a una educación que permita su afirmación y libre de acoso escolar, a pertenecer abiertamente a las fuerzas armadas, o a ser protegidos contra los crímenes de odio.
Finalmente, en el apartado titulado Llamada a la acción piden a asociaciones LGTB un ‘nuevo y revolucionario modelo organizativo basado en la colaboración’. A los LGTB les pide que acepten su responsabilidad personal y que hagan todo lo que esté en su mano por la igualdad, así como que se involucren por medio de voluntariado, donaciones y haciendo pública su condición. También pide a los medios de comunicación que presenten a los LGTB de manera justa y objetiva y que no incluyan o den crédito a cualquiera con pretensiones discriminatorias.
Me pregunto: ¿cabe exigir «igualdad» cuando estamos hablando de «opciones sexuales»?; ¿no es una cuestión más bien de «libertad» equivalente a la libertad de expresión, o de creencias?. En tal caso, ¿por qué hay que hacer pública la «propia condición»? ¿No se trata de un asunto «opinable» sujeto a la privacidad y particularidades de cada cual?
Javier,¿me ha parecido leer la palabra ‘opción’ en tu comentario?
Javier, las opciones son el climatizador,la tapicería de cuero y las llantas de aleación, yo no recuerdo que nunca se me haya ofrecido la opción entre ser gay o no, entre ser zurdo o diestro, negro o blanco. Los avances en materia de derechos LGTB siempre han venido de la mano de la visibilidad, otra cosa es que el que cada uno tenga su parcela de armario particular sea totalmente respetable.
Programa Electoral PSOE
Europeas 2009:
«Los socialistas españoles tenemos muy claro qué Europa queremos: una sociedad
más libre e igualitaria y, por tanto, más justa y fuerte. La UE debe ser un espacio de
vida en común caracterizado por la libertad, la igualdad de oportunidades, la
preservación del medioambiente, los derechos sociales y laborales y el pleno respeto
a las opciones ideológicas, sexuales o religiosas de cada cual.»
Fuente:
http://www.estepartidosejuegaeneuropa.com/wp-content/uploads/2009/05/manifiesto2.pdf
http://www.psoe.es
¿Y? Lo ponga dónde lo ponga no es correcto.
PROGRAMA ELECTORAL
ELECCIONES EUROPEAS 2009.
IZQUIERDA UNIDA:
12. LIBERTAD SEXUAL
Izquierda Unida apuesta por un cambio del actual modelo
de relaciones afectivas y sexuales entre las personas, que
está basado en la familia tradicional, con exclusión de
opciones sexuales distintas a la heterosexual…
Ahora se toleran estas y otras formas de quererse y relacionarse,
pero se sigue negando la plena equiparación legal y social a las opciones afectivo-sexuales distintas a
la heterosexual, y a las formas de vivir y expresar la afectividad
y la sexualidad distintas a la familiar-matrimonialmonógama…
Fuente:
http://www1.izquierda-unida.es/doc/Programa%20IU%20Europeas2009.pdf
http://www.izquierdaunida.es
Vamos a ver: si es que los partidos que nos representan dicen que «lo nuestro» es una «opción sexual», que la elegimos porque nos da la gana y que les tenemos que agradecer que defiendan nuestra «libertad». Lo más que podemos aspirar es que no se nos discrimine por esta nuestra «opción». Pero, vamos, que es un asunto de nuestra vida privada…
Lo siento Javier, pero no te entiendo. ¿Ahora tenemos que consentir que los partidos políticos nos dicten quiénes somos o cómos nos sentimos?
Me importa un bledo lo que diga el PSOE, Izquierda Unida, el PP o el partido que sea. Yo no elegí ser homosexual. Punto.
Y… ¿qué opinan nuestros líderes al respecto?
Bueno, pues voy a meter yo baza.
El que una persona se sienta atraída por personas de su mismo sexo o del sexo opuesto, como bien señalan Al-ex y Nosololopienso, no es una opción, pues no lo elegimos. Es una orientación. Y denominarlo «opción sexual» es algo, si no recuerdo mal (que alguien me corrija si me equivoco) ya superado por los colectivos lgtb. Si en los programas de los partidos políticos lo han expresado así (no dudo que con la mejor de las intenciones) puede deberse a apresuramiento o a que no han encontrado la expresión adecuada.
Lo que constituye una opción, no es la orientación sexual, sino el vivir esa orientación en plena libertad y consciente de cuales son tus derechos, o por el contrario, vivirla a hurtadillas, en el armario, o aceptando el discurso de los homófobos. Eso sí es una opción.
A ver, Javier, yo no tengo líderes, a lo mejor tú sí los tienes. Las asociaciones LGTB, que en todo caso tampoco me representan al 100 % (en mayor o menor porcentaje según la asociación) no utilizan la palabra ‘opción’. Nuestros políticos (que no líderes, insisto) cada uno hablará de nosotros con mayor o menor corrección, según se lo haya currado, y eso en público, que en privado vete tú a saber. Si quieres saber mi opinión, las fuerzas políticas que han estado en los gobiernos desde que accedimos a la democracia han tenido en su mano hacer mucho más por nosotros. Han hecho lo que han pensado que les saldría ‘rentable’ en cada momento político. Con mayor o menor convicción, con diferencias incluso dentro de cada partido, porque no son bloques, sino que están formados por personas. Y nosotros debemos votar libremente teniendo en cuenta todos estos elementos de juicio.
Y eso es todo… Por eso suscribo punto por punto la parte del manifiesto donde dice: No permitiremos más que nuestros hijos, nuestra familia, nuestros amigos o nosotros mismos seamos utilizados como herramienta política para ningún partido o ideología. Un nuevo día ha llegado’. Punto por punto
Entonces… ¿no sería conveniente que haya miembros del colectivo les-gay dentro de los partidos, en posición de suficiente poder como para, entre otras cosas, elaborar los programas y proponer las políticas a seguir para con nosotr@s?
Javier V.: tengo la sensación de que el primer comentario está cargado de reflexiones, pero no soy capaz de entenderlo. Creo que va más allá incluso que la queja por que el PSOE haya incluido la expresión «opciones … sexuales» en el programa, ¿o no?
Exactamente, zarevitz, así es.
En mi opinión, se está produciendo una cierta divergencia entre el discurso político y las necesidades que nuestro colectivo va poco a poco sintiendo y expresando.
Me alivia mucho leer todo lo dicho por seiscolores, al_ex, nosololopienso y Crasamet que coinciden en rechazar la falacia de «las opciones sexuales».
Sin embargo, a diferencia de lo que opina Crasamet, no creo que los partidos usen la expresión de manera que haya que restarle importancia al hecho de que lo hagan.
El enfoque oficial, hoy por hoy, es el de equiparar «lo nuestro» a una circunstancia como puede ser tener unas creencias u otras, profesar una religión u otra o ninguna, o defender una ideología u otra… Todo ello se sitúa en el ámbito de lo opinable, de lo subjetivo, de tal manera que sólo cabe pedir al Estado que se proteja la libertad y la no discriminación para quienes sigan unas determinadas creencias, ideas, religión, etc.
Se es libre, se debe ser libre, para opinar, para las propias convicciones, que pueden ser expresadas en público o mantenidas en secreto, o sólo comentadas en ámbitos discretos.
Así, si «lo nuestro» es una mera «opción», entonces, queda relegada al ámbito de la privacidad de cada cual, debe ser protegida como una libertad y no tiene por qué ser amparada por los poderes públicos en términos de situar en un plano de igualdad con respecto a…
De hecho, no hay por qué defender la igualdad de las diversas opciones que libremente se eligen, sea en el ámbito que sea, religioso, ideológico, etc. Ni tampoco hay que propugnar desde lo público su visibilidad.
Bueno, la verdad es que, como se habrá notado, no creo en los partidos… En las asociaciones, un poco más… No se me da bien creer en cosas demasiado grandes, por lo difícil que se hace controlarlas. Creo que lo ideal es buscar un sitio en el que te encuentres cómodo, con gente, una poca gente, en la que confíes, y luchar, en la medida de tus posibilidades. Eso es lo que hago aquí en DM. Mis posibilidades de activismo, me temo que terminan aquí.
Efectivamente, nosololopienso, no somos influyentes y nos tenemos que limitar a que nos den las cosas hechas.
Nos queda el recurso a intentar pensar por nuestra cuenta y compartir ideas en pequeños ámbitos de «opinión pública» como es DM.
Cuando intentas poner en común esas ideas, aun con poca gente, es muy difícil llegar a puntos en común de manera decidida, sobre todo si se apartan de las doctrinas que circulan ampliamente, que no termina uno de saber cuál es su verdadero y primer origen.
Sin embargo, a diferencia de lo que opina Crasamet, no creo que los partidos usen la expresión de manera que haya que restarle importancia al hecho de que lo hagan.
Por lo que veo, has utilizado un subterfugio argumentativo un tanto «socrático» que, a mí por lo menos, me ha despistado completamente, y creo que a otros comentaristas también.
Pues te diré que yo he utilizado otro. En mi convencimiento de que estabas completamente entregado y supeditado a lo que decían los programas electorales que has citado y enlazado, le he restado importancia al uso que en ellos se hace de la expresión «opción sexual» para hacerte a ti una captatio benevolentiae.
Expresa tus planteamientos de una forma un poco más clara, leñe, que nos desconciertas, 😉
«Expresa tus planteamientos de una forma un poco más clara, leñe, que nos desconciertas»
Eso :-)…que aunque tus comentaríos Javier V. me parecen interesantes, algunas veces como en ésta no sé muy bien dónde quieres llegar. ¿Además, tú en alguna ocasión no has escrito aquí que tú habías elegido ser gay en el sentido de que era una decisión que habías tomado de una forma consciente? Siento si no te he entendido bien…
I’m sorry. Es que me debato entre el cinismo y la ironía, porque no me gusta la Ley del Trato, que está por venir; ni me gusta cómo han sido las reformas de los Estatutos de Autonomía; etc…
Miss Nancy, cuando afirmo que «elijo ser gay» lo hago en el sentido que hace Crasamet de rechazar la homofobia que nos viene dada y de auto-afirmar [a posteriori] la realidad propia, el ser propio, que no es, desde luego, objeto de elección ni opción. Lo hago también, en el sentido que puede dar, por ejemplo, Pedro Zerolo al concepto de «orgullo», como reafirmación que necesitamos quienes somos puestos en cuestión por ser como somos.
Pero ser homosexual es como ser hombre o mujer, o ser negro, blanco o «amarillo». Es una realidad previa, objetiva, que, desgraciadamente en nuestro caso, puede ser auto-reprimida, auto-negada por adaptación al entorno hostil, pero que está ahí por sí misma, no por voluntad o decisión libre.
La consecuencia de que el hecho de ser les o gay es algo objetivo, es que podemos exigir igualdad y podemos reclamar de los poderes públicos que asuman la defensa y protección de «lo les», «lo gay», porque no es opinable ni subjetivo.
Puede y debe considerarnos el Estado un colectivo social al que ha de apoyar activamente para remover los obstáculos que impiden o dificultan la plenitud de nuestra libertad e igualdad efectivas y reales, ello con respecto al colectivo social mayoritario que es el heterosexual, que no precisa de dicho apoyo público, por su posición dominante previa.
El hecho de ser les o gay no es un asunto de la vida privada de cada cual; sino que se es o no se es. Si estuviera considerado en plano de absoluta e inequívoca igualdad con el hecho de ser hetero, no existiría «el armario» ni «el medio armario»; no tendría sentido ninguno la invisibilidad, como actualmente no existe ningún caso de nadie que oculte ser hetero. No tendría lógica ninguna que nadie dijera frases del tipo: «bueno, cada cual es libre de dar a conocer si es homosexual o no», que no vienen sino a dar por normal la desigualdad existente.
Javier V.: «La consecuencia de que el hecho de ser les o gay es algo objetivo, es que podemos exigir igualdad y podemos reclamar de los poderes públicos que asuman la defensa y protección de “lo les”, “lo gay”, porque no es opinable ni subjetivo. »
Tengo que reflexionar sobre este párrafo, porque no veo la relación entre lo objetivo y lo igual. Que ser gay no sea algo elegido no veo que justifique mejor la reclamación de igualdad. El argumento de que no hubo elección suele emplearse en el ámbito penal, para determinar, en definitiva (sin ser estricto en los términos), si el acusado era «culpable» de lo que hizo. Situar ahí el debate nos devuelve al tiempo en que se distinguía entre los gays que lo eran de nacimiento y los que lo eran por vicio. ¿Queremos volver ahí?
Pensemos en algo que sea elegido. Por ejemplo, las ideas políticas. ¿Admitiríamos discriminación por razón de opinión o creencias?
Quizá me digas: realmente no podemos elegir nuestras creencias políticas, qué ideas nos parecen más convincentes: se nos muestran así ante nuestra conciencia y lo único que podemos construir en contra son excusas. Quizá lo único que podamos elegir es si las expresamos o no.
Pero esa línea de argumentación nos lleva a que *ser* gay puede no ser elegido, pero *expresarte* como gay (tener novio, tener relaciones sexuales consentidas, casarte con un hombre) sí es algo elegido. ¿Estamos dispuestos a que nos discriminen en los actos que voluntariamente queremos llevar a cabo cuando esos actos expresan que somos gays? ES curioso, porque precisamente son las relaciones consentidas *voluntarias* entre adultos las que han merecido protección recientemente en Estados Unidos, incluso cuando son entre dos hombres. ¿Vamos a volver a que, como son voluntarias, merecen menos protección?
El principio (legal y político) de igualdad exige tratar del mismo modo a quienes son diferentes, cuando esa diferencia es irrelevante para el trato en cuestión. Defender la igualdad en un caso concreto es defender que las diferencias que pueda haber son irrelevantes al caso. Es decir, por ejemplo en el caso del matrimonio, que el hecho de que dos personas del mismo sexo no puedan engendrar hijos propios es irrelevante para el cumplimiento de los fines del matrimonio, como sucede con las parejas heterosexuales estériles o ancianas. Es decir, por ejemplo, que el color de la piel de un candidato es irrelevante para su contratación como profesor. Y donde digo color de la piel, puede ser el color del tinte del pelo, algo elegido por el candidato en su última visita a la peluquería. Todo esto no es decir que gays y heteros somos iguales, no es decir que blancos y negros somos iguales o que el rubio y el moreno son iguales; es decir que las diferencias no justifican un trato diferente, que es justamente cuando existen diferencias cuando cobra todo su sentido el principio (legal y político) de igualdad. No sé cómo encajar este esquema tradicional en las pautas de la reflexión que propones.
Finalmente, y que conste que no hacen más que surgirme dudas y pocas certezas, ¿de verdad que ser blanco o negro es algo objetivo? ¿Acaso no es algo completamente arbitrario decir que Barack Obama es negro, cuando tan negro como era su padre era blanca su madre? ¿Un cuarto de sangre negra es suficiente para calificar a alguien como negro? ¿Un octavo, un diecisesisavo…? ¿Qué porcentaje de atracción por personas de tu mismo sexo (cómo determinar cuál es tu sexo es otro debate) hace falta para poderte considerar homosexual? ¿Medimos con la escala Kinsey?
Es muy tarde y mañana tengo que ir a misa (una comunión). Deseadme suerte. 🙂 Buenas noches!
Con estos dos comentarios entiendo lo que quieres decir con que «nos tenemos que limitar a que nos den las cosas hechas». Estoy de acuerdo y en parte es culpa de nosotros mismos pues una parte del colectivo desierta en cierto modo de sí mimo al no reconocerse y asumir como lo propio lo de que la sexualidad pertenece al ámbito de lo privado, así que son los demás lo que nos «piensan».
Me refería a los comentarios de Javier V., aunque el de Zarevitz también parece interesante y sustancioso, pero ahora es muy tarde…jeje
Javier, cualquier LGTB que decida integrarse para luchar en un partido político no sólo está en su derecho (faltaría más) sino que además tiene mi apoyo.
Respecto a que la estrategia deba ser la integración de los LGTB en partidos políticos (supongo que con la consecuencia de la desaparición de las asociaciones, o su mantenimiento sólo con carácter ‘asistencial’), tengo serias dudas. No sé cuántos LGTB tendría que haber en un partido para que nos hicieran caso, no sé si los partidos estarían dispuestos a darnos puestos de responsabilidad, no sé si estarían dispuestos a asumir la pérdida de votos entre sus electores (me estoy refiriendo todo el tiempo a TODOS los partidos, incluso los de izquierdas)por apoyar y acoger a gays y lesbianas…
En fin, sobre esta forma tuya de argumentar… Podrías haber sido claro desde el principio, y el debate quizá habría sido más fluído.
En cualquier caso, si tienes ‘un plan’, si tu idea está más desarrollada o piensas desarrollarla más adelante, me gustaría escuchar tus argumentos.
Javier, no estoy de acuerdo contigo y sí con Zarevitz.
Creo que el hecho de que no elijamos nuestra orientación sexual no sirve como argumento reivindicativo. Nos retrotrae al pasado, a la distinción, como acertadamente señala Zarevitz, que hacen muchos homófobos, entre los que lo son «por vicio» o «de nacimiento». Nos sitúa en una posición de «somos gays o somos lesbianas a nuestro pesar» que creo que puede ser contraproducente. En segundo lugar, porque los propios homófobos han superado ese discurso hasta el punto de que incluso la Iglesia dice que no tiene nada en contra del hecho de ser homosexual, que ellos aceptan a los homosexuales como personas, como hijos de Dios, lo que no aceptan son las prácticas homosexuales (que para ellos sí son una opción, pues frente a éstas siempre podemos recurrir a la castidad). Para los homófobos, la solución a una homosexualidad predeterminada no es la plena equiparación, es la «curación».
Tu argumento me parece, en cierto sentido, plantear el hecho homosexual como una especie de discapacidad: exigimos igualdad de trato, exigimos que la sociedad rompa barreras porque tenemos una limitación de la que no somos responsables.
Debemos exigir a los poderes públicos que remuevan los obstáculos que impiden nuestra plenitud simplemente porque somos personas, exactamente igual que los heterosexuales, independientemente de cuál sea el origen de nuestra orientación o de si la hemos elegido o no. Y desde luego, si la orientación sexual fuese una opción, fuese algo elegible por la persona, no invalidaría para nada la reivindicación, no invalidaría nuestro derecho a la igualdad y a la libertad.
Apelar al determinismo, a la inevitabilidad del hecho homosexual como base de nuestras reivindicaciones me parece una especie de victimismo. Plantear la lucha como tú la planteas tira a la basura la lucha por la liberación sexual. Y no me gusta.
zarevitz: tú te estás refiriendo a la igualdad formal, la del art. 14 CE, para la que es indistinto referirse a los aspectos objetivos o subjetivos de las personas. De hecho, la futura Ley del Trato va por ahí, por desarrollar esa igualdad formal ante la ley, que afirma que ha de tratarse igual a las personas con independencia de sus diferencias.
Sin embargo, esa igualdad formal es la que ya existe desde el siglo XIX, desde el liberalismo, y es la que, desde el 29/12/1978 nuestra Constitución nos garantiza en España. Cualquiera, a partir de los años 80, ya podía instar recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional si consideraba vulnerado el principio de igualdad.
El TC, además, en una Sentencia del año 2006, ya dejó claro que «la orientación sexual [que no las opciones sexuales, por cierto, aunque para este planteamiento daría igual, pero las consecuencias pueden ser distintas] se entiende incluida como circunstancia o condición del art. 14 CE».
Yo, sin embargo, quiero ir más allá. Defiendo la necesidad y el derecho a exigir la aplicación de la igualdad material, la real y efectiva, que propugna el art. 9.2 CE, que es la que las mujeres, los jóvenes, los mayores, etc., llevan décadas ejerciendo legalmente.
Crasamet: Yo no entro a debatir origen ni causas, ni nada por el estilo, pues no lo hacen los heteros con respecto a sí mismos, ni pretendo «justificarnos».
Lo que planteo es constatar la realidad objetiva de que el ser humano no es hetero en sí mismo, sino que es diverso en su sexualidad, y ello no porque en unos países y momentos históricos determinados, algunos «hayamos optado» por ser «homo» o vivir «con una opción homo», sino porque universalmente, en todas las épocas y lugares del mundo, una parte de la población ha sido y es homosexual: lo que distingue a unas épocas de otras, y a unos lugares del planeta con otros, es el grado de represión que se ha ejercido contra nosotr@s.
No cabe juzgar, no caben los juicios de valor acerca de «la homosexualidad», pues tal cosa, en sí misma, no existe. Sólo procede, a mi entender, analizar qué camino objetivo conduce al bienestar integral de las personas y cuál conduce a su destrucción o malestar o sufrimiento. Quien es les o gay, porque lo es, para ser feliz, ha de vivir conforme al propio ser y la sociedad ha de estar estructurada conforme a la realidad inherente a la les o al gay, es decir, la sociedad debe situar en plano de igualdad plena a les y gays con respecto a heteros, no siendo correcto, ni ético, situar en un plano de superioridad de ningún tipo a las personas heteros, aunque sean mayoría social.
Es decir, no tenemos que justificarnos, sino denunciar la esencia de una sociedad que viene siendo, desde hace milenios, profundamente homófoba por gravísimo error en su cultura y sus planteamientos generales. ¿Dónde ha estado y permanece «el mal»? En la configuración heterosexista y heteronormativa de la sociedad.
Raúl Madrid: Agradezco tu interés y ello me motiva mucho. Me gusta el debate y me duele que muchas veces se rehúya, dándose por sentadas demasiadas cosas. Estaré atento yo también a tus planteamientos.
En relación a los partidos políticos, no soy original, sino que sigo la estela de los planteamientos feministas, en el sentido de que ellas apuestan por el empoderamiento: si un colectivo social ha sido históricamente relegado es, entre otros motivos, porque ha sido apartado del ejercicio del poder. Por tanto, como medio para alcanzar la igualdad es necesario alcanzar el poder y compartirlo en su ejercicio, pensando en el propio colectivo.
Si existen asociaciones LGBT es porque se supone que existe el colectivo social LGBT. Si existimos como colectivo, lo importante no son los medios o los instrumentos, es decir las asociaciones, sino los logros para cada una de las personas que formamos parte del colectivo.
En varias ocasiones he detectado un cierto temor a que nuestra «institucionalización» conlleve «desmovilización asociativa». En primer lugar, habría que decir que nunca ha existido gran «movilización asociativa» precisamente, nunca han sido especialmente numerosas en cantidad de soci@s las asociaciones. En segundo lugar, se supone que las asociaciones persiguen objetivos, no para las personas asociadas, sino para todas las personas del colectivo social, que es de lo que se trata. Cuando se habla de igualdad, se piensa en tod@s y cada un@ de nosotr@s, ¿no?
Me resulta revelador que supongamos (y pareciera que puede ser cierto) que la presencia en puestos destacados y con poder de les y gays dentro de los partidos políticos (¡y del Gobierno!), aun de izquierdas, pudiera conllevar pérdida de votos para ellos. Pues lo que deben hacer los partidos es perder ese temor y actuar para superar esa homofobia social y… ¿propia?; si no… ¿qué es lo que piensan de nosotr@s en realidad?
Miss Nancy: Eso es, sí, jeje, «nos piensan», «nos piensan»…
Javier, tal vez hable del tema (asociaciones vs. partidos políticos)en una de mis columnas de los martes, ok?
Un saludete.
Ok, nosololopienso, estaré atento.
nosololopienso: «tal vez hable del tema (asociaciones vs. partidos políticos)en una de mis columnas de los martes«.
Hace algún tiempo tocamos este tema al hilo de la postura de Arcópoli en relación con el conflicto árabe-israelí, especialmente a partir de este comentario de dlareg.
Javier V.: «Yo, sin embargo, quiero ir más allá [de la igualdad formal]. Defiendo la necesidad y el derecho a exigir la aplicación de la igualdad material, la real y efectiva, que propugna el art. 9.2 CE, que es la que las mujeres, los jóvenes, los mayores, etc., llevan décadas ejerciendo legalmente«.
Me parece perfecto. Lo que no veo es que, para ello, haga falta subrayar el carácter no voluntario de la homosexualidad. No lo veo conveniente políticamente (parecería que no estamos disculpando por ser como somos) y quizá me confunda, pero no creo que sea un requisito para poder aplicar esas medidas.
Otra cosa es que esté muy de acuerdo con explicar cuantas veces haga falta que nadie elige ser gay, que simplemente uno es así y punto. Pero lo apoyo porque es real y es bueno que la verdad se conozca; no porque sea un dato que nos favorezca en la defensa de nuestros derechos.
Javier V., te leo con gusto pero cosas como
«Pero ser homosexual es como ser hombre o mujer, o ser negro, blanco o “amarillo”. Es una realidad previa, objetiva»
uffffffffff
Claro, zarevitz, es que es un dato real; por eso me choca muchísimo que se le haya dado la vuelta y se hayan generalizado teorizaciones que no se basan en la realidad, sino en lo contrario a cómo son las cosas.
En cuanto a las consecuencias, es que ello nos convierte en colectivo social, más allá de las ideologías y voluntarismos, que puede y debe ser objeto de protección y remoción de la desigualdad.
Si se tratara de una decisión voluntaria, idea inventada que much@s quieren ahora propagar, sería una opción de vida que entraría en el ámbito de la libertad personal y que no tendría por qué merecer la atención de los poderes públicos, ni, por ejemplo, incluirse su conocimiento en el ámbito educativo general.
De hecho, esta es la «tesis» de la derecha, de la Iglesia, etc., a la que se suma la izquierda, sólo que un bando vería mal tal «opción» y el otro defendería su libertad.
Si se trata de una realidad previa, objetiva, que es lo que es [lo cual parece que no le cuadra a elputojacktwist], entonces, podemos hablar de la igualdad entre heter@s y les-gays, en términos sociales, que no ya meramente individuales.
Por ejemplo: está asumido que debe apoyarse la igualdad de «la mujer» con respecto al hombre. A tal fin, no proceden los poderes públicos a indiferenciar en su actuación entre mujeres y hombres, sino que, más bien al contrario, lo primero que hacen es poner en marcha las estadísticas con impacto de género, para analizar hasta qué punto el conjunto de mujeres está situado en un plano de desigualdad con respecto al conjunto de hombres. A continuación, se activan medidas que no atienden a circunstancias personales, sino al hecho de ser mujer.
Lo que se pretende es un resultado final en el que en términos globales «la mujer» haya alcanzado la igualdad con respecto «al hombre». Tal meta no se la plantearía nunca el Estado en relación a una posible igualdad entre, por ejemplo, las personas no emparejadas y las personas emparejadas.
Javier V.: «Si se tratara de una decisión voluntaria, idea inventada que much@s quieren ahora propagar, sería una opción de vida que entraría en el ámbito de la libertad personal y que no tendría por qué merecer la atención de los poderes públicos, ni, por ejemplo, incluirse su conocimiento en el ámbito educativo general«.
Casarse o tener hijos también son actos voluntarios(*) y en las escuelas se habla del matrimonio y de la paternidad.
La Iglesia católica y los partidos afines lo que dicen es que el matrimonio gay y la homoparentalidad son perjudiciales para la sociedad o que, dado que hay división de opiniones, debe dejarse que cada persona (especialmente los padres respecto de la educación de sus hijos) decida si las admite o no, sin imposición legal.
No recuerdo que estos grupos fundamenten su oposición a lo gay en que sea un acto de libertad, pero bueno, la respuesta es evidente: también existe libertad para elegir profesión o para vivir en la costa o en el interior, y en la escuela se habla de las profesiones y se habla de la distribución geográfica del país.
Los homófobos siempre encontrarán (pseudo)argumentos para perjudicarnos. Si quienes están en contra quieren emplear el artículo 9.2 CE, no sólo tienen que pensar en términos de igualdad, sino que pueden (es más, creo que deben) hacerlo también en términos de libertad:
“Pero ser homosexual es como ser hombre o mujer, o ser negro, blanco o “amarillo”. Es una realidad previa, objetiva”
Para mí no tiene nada de criticable esta frase y la asumo totalmente. Ahora que si nos metemos en teorías queer y eso…, en las que cada cual puede ser lo que quiera y todo es como muy difuso… Suena como muy moderno e igualitario, pero si no hay heterosexuales, gays,lesbianas, hombres, mujeres….¿qué reivindicamos?
Sé que lo he llevado al extremo, pero básicamente estoy de acuerdo con la idea de Javier V.
Pues yo no. No estoy de acuerdo ni con el postulado de las “realidades objetivas” ni con que debamos basar la reivindicación en ese postulado.
Javier dice:
“Pero ser homosexual es como ser hombre o mujer, o ser negro, blanco o “amarillo”. Es una realidad previa, objetiva”
La mayoría de nosotros creemos tener claro qué es una persona homosexual y una heterosexual, qué es un hombre y una mujer, etc. Tú problema, creo, es que lo estableces en términos de compartimentos estancos, demasiado estancos para mi gusto, lo cual recuerdo que te provocó tus más y tus menos en esta página a propósito del fenómeno queer con otros comentaristas habituales. ¿Cuál es la realidad objetiva de “hombre” y “mujer”? ¿El sexo biológico, o el sexo del que esa persona se siente? Esa distinción “objetiva” entre “hombre” y “mujer” en la que dices que se fundamenta la reivindicación feminista puede muy bien –y de hecho lo es- ser la base de la discriminación de las personas transexuales. ¿Dónde encuandran en esa “realidad objetiva” las personas transgénero y las personas intersexuales? ¿Ser una persona transgénero es una “realidad objetiva” o una “opción personal” y, por tanto, ya no merece la protección de los poderes públicos? ¿En una «realidad objetiva» de homosexuales y heterosexuales, ¿dónde quedan las personas bisexuales. Sí ya sé, tema controvertido donde los haya, pero si una persona se considera a sí misma bisexual y no tenemos razones para pensar que en realidad no lo sea, ¿dónde encuadra en tú esquema objetivo?
Por otro lado, ¿cómo demostraría un ciudadano su «realidad objetiva» homo ante los poderes públicos? ¿Con un carnet, con algún tipo de certificado? ¿Con promesa o juramento? Lo digo, porque ya que has hablado tanto de la dicriminación por razón de sexo y de la igualdad entre mujeres y hombres, para el Estado, el sexo de una persona es el que aparece en su partida de nacimiento y en su D.N.I., no el que aparentemente tiene. ¿Habría que señalar nuestra orientación sexual en nuestra partida de nacimiento y en nuestro D.N.I.? Pues apañados vamos. Sé que este último párrafo es una exageración, pero sólo quiero demostrar hasta qué absurdos puede llevar un planteamiento inicialmente bienintencionado, pero a mi modo de ver, erróneo.
.
Javier dijo:
En cuanto a las consecuencias, es que ello nos convierte en colectivo social, más allá de las ideologías y voluntarismos, que puede y debe ser objeto de protección y remoción de la desigualdad.
Nos convierte en colectivo social, ¿a qué precio? ¿Al precio de ser un colectivo social “a nuestro pesar”, una especie, como te dije el otro día de “discapacitados” que necesitan que los poderes públicos remuevan los obstáculos que dificultan nuestra igualdad lo mismo que los invidentes necesitan que determinadas informaciones escritas se traduzcan al Braille? Evidentemente (y lo digo también para evitar posibles susceptibilidades) los discapacitados psíquicos, físicos y sensoriales tienen todo el derecho del mundo a que los poderes públicos se fijen y preocupen por ellos y velen en todo momento por su igualdad, Dios me libre de hacer agravios comparativos. Pero creo que nosotros, las personas lgtb no debemos plantear nuestra reivindicación en esos términos. Y no debemos hacerlo porque, como te dije el otro día, debemos exigir a los poderes públicos que remuevan los obstáculos que impiden nuestra plenitud simplemente porque somos personas, exactamente igual que los heterosexuales, y porque el art. 9.2 de la C.E., tan oportunamente citado por Zarevitz no sólo habla de igualdad y libertad, como señala él (Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas […]), sino que no establece por ningún lado que esos grupos en que se integra tengan necesariamente que ser “realidades objetivas”. Y en otro de los artículos de nuestra Carta Magna que tantas veces citamos aquí, el 14, se dice textualmente
Este artículo señala, para prevenirlos, posibles motivos de discriminación según tú, objetivos (sexo, raza), pero también otros que, evidentemente, no lo son, como la religión y la opinión.
Javier dice:
”Si se tratara de una decisión voluntaria, idea inventada que much@s quieren ahora propagar, sería una opción de vida que entraría en el ámbito de la libertad personal y que no tendría por qué merecer la atención de los poderes´públicos, ni, por ejemplo, incluirse su conocimiento en el ámbito educativo general.
Bufff… ¿Por qué? ¿En el ámbito educativo general no se habla también de realidades subjetivas, de opciones de vida? ¿Qué ámbito educativo general es ese, uno en el que sólo se dan matemáticas, física y ciencias naturales? ¿En el ámbito educativo general no debe hablarse del ser humano como tal, con todo lo que eso conlleva de realidades objetivas y subjetivas? Sinceramente, este planteamiento no lo entiendo. Y las libertades tanto personales como públicas, ¿no son especial objeto de protección en nuestro ordenamiento jurídico? ¿Para qué se redactó entonces el Título I de nuestra Constitución?
Javier dice:
De hecho, esta es la “tesis” de la derecha, de la Iglesia, etc., a la que se suma la izquierda, sólo que un bando vería mal tal “opción” y el otro defendería su libertad.
No, la “tesis” de la Iglesia, de la derecha, etc. no es, en su discurso público que la homosexualidad sea una opción, sino que las opciones derivadas de vivir esa homosexualidad con normalidad y con plena equiparación de derechos (matrimonio, adopción, etc.) son las que no son admisibles porque subvierten otros valores (la complementariedad del matrimonio heterosexual, el derecho del menor adoptado a tener un padre y una madre, etc.) que están por encima de ellas. Y en cuanto a la izquierda, ya hemos mencionado el error de bulto de hablar de “opción” en lugar de “orientación”. Es evidente, y ahí es donde habría que criticarles, en que no conocen nuestra realidad como ellos creen que la conocen. Donde se equivocan, por tanto, es en su lejanía de nuestra realidad, no en que quieran defender nuestra libertad. Porque como también se ha dicho ya, no tenemos libertad para elegir nuestra orientación, esta nos viene dada, pero sí tenemos libertad para elegir cómo queremos vivir esa orientación.
Javier dijo:
“Si se trata de una realidad previa, objetiva (…) podemos hablar de la igualdad entre heter@s y les-gays, en términos sociales, que no ya meramente individuales. Por ejemplo: está asumido que debe apoyarse la igualdad de “la mujer” con respecto al hombre. A tal fin, no proceden los poderes públicos a indiferenciar en su actuación entre mujeres y hombres, sino que (…) se activan medidas que no atienden a circunstancias personales, sino al hecho de ser mujer.
Lo que se pretende es un resultado final en el que en términos globales “la mujer” haya alcanzado la igualdad con respecto “al hombre”. Tal meta no se la plantearía nunca el Estado en relación a una posible igualdad entre, por ejemplo, las personas no emparejadas y las personas emparejadas.
Ni se la planteó en 2005, en la redacción final de la ley que reforma el código civil en materia de derecho a contraer matrimonio, entre hombres y mujeres o entre homosexuales ni heterosexuales. En dicha ley no se hacen distingos no ya entre maridos y esposas (esto es, entre hombres y mujeres), sino que además se añadió el famoso párrafo que decía (y cito de memoria, no literalmente) que los efectos del matrimonio serán los mismos independientemente de que los contrayentes sean del mismo o de distinto sexo. Simplemente. No habla, por tanto, de homosexuales y heterosexuales como realidades objetivas.
Evidentemente, es de suponer que si una persona se casa con otra de su mismo sexo lo hace porque es homosexual. Pero sólo es de suponer. La ley no dice ni que sí ni que no, hasta el punto de que podría darse el caso de que dos hombres heterosexuales se casaran por conveniencia, pongamos por caso. Es decir, de “realidades objetivas”, nada de nada.