Remigio el Pedete
Tengo la sana costumbre de escuchar las conversaciones ajenas de los desconocidos que hay a mi alrededor. El metro es mi debilidad: si uno se coloca en un buen lugar, cada mañana, durante la hora y media de los desplazamientos habituales, se puede escuchar el pálpito de las relaciones sociales de tu ciudad, una actividad mucho más enriquecedora y entretenida que leer un libro de sociología. Mi novio dice que soy un cotilla, yo sostengo que simplemente soy curioso; tampoco nos ponemos de acuerdo en eso.
Pero el lugar en el que más disfruto de las conversaciones ajenas es un bar de jubilados. En un buen bar de jubilados, humeante de tertulianos y de naipes, si uno tiene buen oído, se puede medir la temperatura exacta de nuestro bienestar socioeconómico. En mi pueblo hay varios locales que me gustan mucho y uno que me fascina. En éste – no voy a decir el nombre para salvaguardar su intimidad- , hay una partida de mus que reúne cada tarde a lo más granado de los tertulianos locales. Sus conversaciones – política, religión, sexo, asuntos municipales, algún que otro cotilleo del pueblo…-, no dejan indiferente a nadie. Yo me suelo acercar al bar X, con mi periódico en ristre, me siento solo cerca de la mesa en la que se cuece todo, y hago como que leo, pero no leo, sólo escucho. De entre los tertulianos que despachan los naipes, buena gente en general, destaca uno, un tal Remigio, apodado El Pedete, que es con diferencia el más sabio y dicharachero de todos. Enjuto, locuaz, farolero en exceso al mus, Remigio se define a si mismo como un intelectual, no en vano presume de llevar cuatro décadas seguidas leyendo la Tercera de ABC sin faltar un día a su cita. “Yo estudié en la Universidad de la Vida”, le he oído decir varias veces. Coqueto y presumido, también he oído decir que de joven era todo un ligón, incluso hay quien asegura que tuvo un asunto amoroso con Merceditas la Caperusa, una muchacha de pechos generosos que era el sueño húmedo de toda la comarca. Mi padrino me cuenta una maldad sobre él: me dice que cuando una hembra se le resistía, airado, solía decir de ella: “ésa se tira pedos de dos yemas”. Seguramente de ahí le venga el mote.
Recuerdo perfectamente una conversación de los tertulianos del bar X acaecida en julio de 2005, recién aprobada la ley de matrimonio homosexual. Los tertulianos hablaban de la nueva e insólita ley socialista, y como imaginarán los lectores, aquel día yo tenía mi oído aguzado al máximo dado lo enjundioso del tema. “Va a acabar con la familia tradicional”, bramaba un tertuliano, “pero que a la familia tradicional no le va a pasar nada porque se casen los maricones…”, le replicaba otro. En fin, la discusión normal sobre el tema, con los argumentos habituales. Pero de repente, Remigio, que había estado en silencio, como pensativo, intervino con su habitual contundencia: “si dejan casar a dos tíos va a suponer un coste muy grande para las empresas y para la Seguridad Social, va a ser una ruina para todos”. Se hizo un silencio respetuoso, y Remigio, acto seguido, empezó a desgranar uno por uno los costes de los matrimonios gays para las empresas: prebendas, seguros médicos, permisos matrimoniales, jubilaciones, pensiones de viudedad… Todos le escuchaban en silencio, con ese respeto del alumno hacia el maestro. Cuando acabó su discurso nadie se atrevió a contradecirle, los conservadores habían ganado la batalla ideológica a los progresistas. Yo escuchaba en silencio, apesadumbrado.
Cinco años después de aquellos acontecimientos, leo aquí, en DM, con un nudo en la garganta, esta noticia: “El presidente del Partido Republicano de EEUU argumenta que el matrimonio homosexual es negativo para las pequeñas empresas”. Michael Steele, que así se llama este señor, afirma que cuantos más matrimonios homosexuales más coste para las pequeñas empresas. “De repente, tengo trabajando a alguien que antes no estaba casado, sobre el cual no tenía ninguna responsabilidad, y que ahora reclama que está casado, y que debo asumir esa responsabilidad”, ha manifestado el Sr. Steele. Al parecer la idea se la dio una pizpireta estudianta con la que compartió asiento en un avión: “yo es que me siento fiscalmente conservadora pero socialmente liberal en temas como el matrimonio gay”, le confesó la estudianta. Vamos, que los homosexuales hagan lo que quieran, pero que a mi no me cueste un centavo, venía a decir la muchacha con toda la razón del mundo.
Todos conocemos sobradamente el ideario en materia económica de los llamados “liberales”, los famosos neocon: despido libre, flexibilidad laboral, privatización de los servicios públicos, reducción de impuestos a las rentas más altas, preeminencia del mercado sobre el estado (excepto cuando hay una crisis, en cuyo caso se puede abrir un paréntesis en la economía de mercado)… etc. Pues bien, el Sr. Steele acaba de añadir un postulado más a la lista: restringir los matrimonios homosexuales para disminuir los costes de las PYMES. Impecable. Pero llegado este momento yo querría decir dos cosas. Una: dejar bien claro que este último postulado no es suyo, es una idea que le ha plagiado a un señor de mi pueblo que se llama Remigio. Y dos, si han sido capaces de robarle una idea a un pobre jubilado de León, ¿No habrán robado las otras en alguna conversación de jubilados de Wisconsin o Dakota? ¿No es acaso eso de las FAES un club de jubilados ociosos? Demasiadas coincidencias como para que uno esté tranquilo.
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Bueno, como muy bien dices Rafa, me reiría si el asunto no fuese tan serio. Osea, se les acaban los argumentos «morales» y argüyen los «económicos». Pa mear y no echar gota. El caso es seguir dando la brasa. En cuanto a la «estudianta» supongo que no pensará quedarse embarazada durante su vida laboral…. no te jode (y conste que no es un ataque a las féminas) es que si eres fiscalmente conservadora vete hasta las últimas consecuencias, ¿no?
Pues sí, Rafa, eres un cotilla, qué le vamos a hacer, tiene razón tu novio. Y que conste que yo no lo soy más porque mi oído no es muy agudo, que si no… 🙂
Una cosa: Cristóbal Montoro, ministro de economía con Aznar, ya dijo lo del coste de las parejas del mismo sexo. ¿No será que va por tu pueblo y conoce al tal Remigio?
Bueno, claro.
Casarse supone un coste para el Estado. Que debería estar estimado por los gobiernos afines al Pedete, porque suponen que el 100% de la población es heterosexual …
¿O es que, precisamente le argumentaban al Presidente del Partido Republicano, está en contra del matrimonio porque supone costes para la Seguridad Social?
Rafa, creo que es el artículo tuyo que hasta ahora más me ha gustado. Me ha ha hecho recordar este otro artículo que viene del otro lado del charco que opina lo contrario a ese Sr.Steele, que pude leer hace unos días en ADN:
http://www.adn.es/sociedad/20090526/NWS-2835-Nueva-York-matrimonio-legaliza-millones.html
Lo cierto es que me ha divertido mucho leer el libro.
Lo digo por una vez sin ironia y sin querer debatir el tema (de momento);luego ya veremos.
Al menos me estoy tomando el desayuno con una sonrisa en los labios
Gracias
Estoy de acuerdo con tu novio. 🙂
En fin, pues si el matrimonio entre personas del mismo sexo, genera esos gastos tan perjudiciales para las empresas, lo coherente sería proponer el fin de cualquier beneficio al matrimonio, y santas pascuas. Hay, que me da a mi que no es nada sincero sobre sus motivaciones frente el matrimonio gay.
Y lo mismo para el tal Remigio y demás hierbas…
Creo recordar que cuando se discutía sobre la esclavitud, buena parte de las argumentaciones para defender ese figura venían sustentadas en los extraordinarios perjuicios que, para la actividad económica, podría suponer prescindir de ella. No vayamos a pensar que se trataba tan sólo una cuestión de racismo, por Dios.
Por cierto, supongo que los mismos costos supone que las personas LGBT se casen con personas de distinto sexo, algo que parece no importarle mucho ni a Remigio y a los líderes de partidos conservadores, creo. ¿En ese caso los dan por bien empleados?
Pues siguiedo con la ‘sabiduría’ popular, me acuerdo de un refrán: ‘Los ojos lo curiosean, y el corazón lo desea. ¿No será que Remigio, tanto hablar de ‘maricones’, tenía por ahí algún deseo oculto? Tan coqueto, tan ligón,…
Y sobre lo tuyo, Rafa, de cotilla nada, a tí lo que te gusta es comentar, ¿qué tiene de particular escuchar lo que la gente dice en público? Lo que de verdad sería interesante es saber lo que dicen cuando están en casa y creen que nadie los oye.
Muy buen artículo 🙂
un gustazo leerte
No soy yo muy entendida en el tema económico, pero… serán los mismos costes que el matrimonio hetero, ¿no? Esto es como cuando la mujer se lanzó al mercado laboral y se dijo que de esa forma aumentaría el paro… Vamos, que si hubiera que «restringir matrimonios» habría que restringirlos todos, no solo los gay. Yo es que lo veo clarísimo, no se si estoy diciendo una barbaridad, la verdad, con este tipo de declaraciones ya es que pierdo las perspectivas.
Iba a decir lo mismo que Olga, si algún Remigio te dice algo aí dile que la solución es que nos hagamos todos curas y monjas y así no se casa nadie. Nunca falla. Siempre se quedan sin argumentos.
Qué suerte, tienes que agudizar el oído para oír tonterías homófobas. Yo las oigo en mi trabajo, hasta que se cansan de que les responda y, supongo, lo dicen cuando yo no estoy. El nivel general de la población es deprimente. Hace mucha falta una buena educación para la ciudadanía para todas las edades.
A mi también me gusta escuchar eso no es ser cotilla, cotilla es el que escucha y luego lo va comentando con malicia para perjudicar al que se lo escucho.
Con referencia a lo escuchado que decir, cuando se les acabe ese argumento idearán otro pero no porque sean homófobos, sino «homosbobos».
Querid@s Amig@s,
Gracias por vuestros comentarios,
No hay nada como un poco de humor (y de inventiva), para ver lo ridículos que pueden llegar a ser los integristas.
Crassament:
¿Acaso dudas que Cristóbal Montoro y Remigio el Pedete son una misma persona?
Pues eso.
🙂
Besos para tod@s
Muy bueno, te felicito por este tremendo articulo.
Pues yo creo -en la línea de lo que apuntaba Nazareno- que en más de un club de jubilados de Mississippi o de Alabama le explicarían al señor Steele otra manera de reducir los costes de las empresas: reimplantar la venerable institución de la esclavitud de los negros. Tan vomitivo como lo que él mismo (que, por cierto, es americano de origen africano) sostiene.
El artículo, un gustazo, Rafael.