Héroes improbables
Ray y Brig se conocieron en Hawái, donde estaban destinados por el ejército, en plena Segunda Guerra Mundial. De no ser por la guerra, por la repentina suspensión de todo aquello que hasta entonces había sido su vida, por la soledad y la tensión y esa omnipresente sensación de que había que vivir intensamente cada momento pues podía ser el último… de no ser por todo eso, Brig cree que jamás habría podido suceder lo que sucedió entre ellos.
Así se lo dice a Ray años después por carta, la última carta –asegura Brig– que le escribirá, pues la guerra ha terminado y ambos han vuelto a casa y lo imposible vuelve a ser imposible. Brig le escribe a Ray que ahora tiene “una vida buena y normal”, y desea olvidar “que alguna vez hubiera otra cosa” que esa vida de ahora en Utah junto a su familia, muy probablemente mormona (Brig es forma apocopada de Brigham, y Brigham Young es el nombre del profeta que condujo a los mormones hasta Utah). Añade que confía en que Ray, que es “bueno y generoso”, le ayudará a olvidar.
Pasan más años y Brig es ahora el joven senador de los Estados Unidos por Utah Brigham Anderson, casado y con una niña de corta edad. Un día le llega la que parece que ha de ser su gran oportunidad de destacar: el encargo de presidir una importante comisión del Senado. Brigham se ve de pronto en el centro de un formidable torbellino político, una lucha de poder descarnada: su esposa empieza entonces a recibir llamadas anónimas que le aconsejan que el senador actúe de determinada manera si no quiere que salga a la luz lo de Hawái. La mujer intenta que Brigham le cuente qué fue lo que ocurrió en Hawái, pero éste es incapaz de contarle nada, y sale corriendo para viajar a Nueva York en busca de Ray, con la esperanza de hallar el medio, hablando con él, de evitar el escándalo.
Ya en Nueva York, Brigham averigua que Raymond Schaf, Ray, se halla en esos momentos en un lugar llamado Club 602, y se dirige hacia allí sin dudarlo; pero apenas ha penetrado en él cuando retrocede, horrorizado y asqueado, al darse cuenta de en qué clase de sitio se encuentra: la clientela es exclusivamente masculina, lleva ropa ajustada y algunos parecen amanerados… Ray lo reconoce y sale del local tras de él, pero Brig ya no tiene nada qué decirle: sube a un taxi, da un empujón a su antiguo amante, que cae de bruces sobre un charco, y regresa a Washington para cortarse el cuello con una navaja en el lavabo de su despacho.
La historia de Brig y Ray forma parte de la película estadounidense de 1962 Tempestad sobre Washington (Advise and Consent), un thriller político que reviste cierta importancia dentro de la historia LGTB por ser uno de los primeros filmes de Hollywood que se atrevieron a abordar más o menos abiertamente el tema de la homosexualidad, y el primero desde los años 30 en mostrar al público de aquel país un bar gay. Claro que atreverse a hablar sobre la homosexualidad no es lo mismo que hacerlo de manera positiva, o simplemente libre de prejuicios. En mi opinión, la película refleja el estado de opinión homófobo ampliamente dominante en los Estados Unidos a principios de la década de 1960, como pone de manifiesto el diferente trato que reciben en ella los personajes de Ray y Brig.
Éste último nos es presentado como una especie de héroe trágico, alguien que al menos lo ha intentado: ha intentado integrarse en la sociedad, crear una familia y servir a su país, de modo eminente. Su fracaso final no es en definitiva culpa suya, y por ello al final del filme sus colegas del Senado repudian al instigador del chantaje que acaba costándole la vida al mismo tiempo que se ocupan de evitar que “el viejo pecado de Brig, fuera el que fuera” salga a la luz para manchar su memoria (así de paso evitan también que el escándalo recaiga sobre el Senado y sobre el sistema mismo, poniéndolo en cuestión).
En cambio, Ray (¿es casualidad que su nombre se parezca tanto a gay?) aparece sólo durante un instante antes de acabar hundido en ese sucio charco neoyorquino, en una imagen en la que es difícil no ver una obvia metáfora de su estilo de vida, simbolizado también en ese local, el Club 602, que provoca el horror y la náusea de su antiguo amante. En definitiva, se nos hace ver que el armario es honorable, mientras que el estilo de vida gay –la homosexualidad abierta y asumida– es algo sórdido e indigno.
Supongo que nadie podía imaginar en 1962 que sólo siete años después los clientes de otro bar gay neoyorquino (sólo que bastante más chocante que ese, a fin de cuentas, inocente Club 602 donde los gais charlaban tranquilamente mientras sonaba Frank Sinatra) iban a convertirse en héroes inesperados –e improbables– para millones de personas, y que su gesta, resistir a la agresión policial, habría de conmemorarse en medio mundo cada año durante décadas bajo el nombre de Orgullo LGTB.
No sé hasta que punto la tragedia de Brigham Anderson sería verosímil en 1962, pero creo que hoy no lo sería apenas: no imagino a un senador de los EEUU suicidándose sólo por haber tenido un romance homosexual en su juventud, muchos años atrás. Está claro que las cosas han cambiado considerablemente desde los años 60… Me pregunto a cuántos Brigham Anderson, a cuántos homos armarizados que se espantarían y avergonzarían de ellos, habrán salvado la vida los clientes del Stonewall Inn, y todos aquellos que han recogido su bandera a lo largo de las cuatro últimas décadas.
Te ha faltado decir que la película es de Otto Preminger.
Gran artículo nemo.
Me han entrado ganas de volver a ver la peli y recordar la cara de espanto de Brig al entrar en el Club 602.
Y sí, a los héroes improbables de Stonewall les debemos mucho, como a las trabajadoras que murieron el 8 de marzo en una fábrica textil en 1908 o a una señora negra maleducada y muy poco discreta que se negó a ceder su asiento en el bus a un hombre blanco en 1955.
El 28-J y conmemorando los 40 años de Stonewall 69, dosmanzanas podría dedicar una entrada especial sobre la efeméride, recopilando fotos sobre lo que pasó y recordando alguna entrevista de los protagonistas.
Los colaboradores habituales de esta página (nemo es el primero) podrían animarse y colgar algunos textos.
Gracias, Nemo, por traerme a la memoria esa buenísima película.
Hace un montón de años vi la película «El Detective«, 1968 (1) de Gordon Douglas, con Frank Sinatra como protagonista, en el que también se hablaba de la homosexualidad. Hay una escena que recuerdo bien en la que la policía iba a un club gay y detenía y golpeaba a los clientes. Lo que me llamó la atención fue que estos entraban en el furgón como corderitos, sin protestar. Ahora esto no sería posible.
Está bien que estas películas reflejen la situación pre-Stonewall, así cuando ciertos personajes (que en Dos Manzanas conocemos bien) digan que lo mejor es ser discretos, no llamar la atención para que la sociedad nos acepte (como si nosotros no formasemos parte también de la sociedad) tendremos documentos de que esa es la actitud que los homófobos necesitan para mantenernos en el armario.
Nigra, excelente tu recuerdo a la activista negra Rosa Parks, para cierta asociación LGBT próxima al PP ella sería una persona que da mala imagen al colectivo afroamericano.
(1) Cuidado, la wikipedia te cuenta el final de la película.
Pues gracias, Nemo. No se me ocurre mejor metáfora para quienes no quieren una celebración de lo que ha salvado la vida a muchas personas …
Pero recordemos que en el caso de Rosa Parks también se evitó elegir a una persona que pudiese dar mala imagen. Colette (no recuerdo su apellido) había hecho lo mismo, pero era más joven, estaba embarazada sin estar casada y tenía la piel más oscura que la señora Parks. Son alternativas tácticas muy difíciles de tomar, porque son mutuamente excluyentes. Pero en el caso del Orgullo, no sé qué les impide a unos hacer sus actividades paralelas (incluso en la propia marcha) sin molestar ni sentirse molestados por lo que hacen los otros. No hay necesidad de optar, pueden *sumar*.
Muchas gracias por vuestras estupendas aportaciones.
Gracias especialmente a ti, zarevitz, no sólo por apuntar el nombre del director de la película sino porque fue gracias a un reciente comentario tuyo aquí en DM que supe que ese Club 602 que aparecía en ella era el primer bar gay que mostraba Hollywood desde la Segunda Guerra Mundial, lo que acabó por darme la idea de donde ha surgido este artículo. Muy agradecido, pues.
Es que es una gran película sobre los armarios, de todo tipo, y sobre lo vulnerables que somos al chantaje si no vivimos honestamente. Buen material para un buen post. Besos, Nemo.
La mujer de la que hablé antes no se llama «Colette», sino Claudette Colvin.
la mejor escena del celuloide oculto, en mi opinión
http://www.youtube.com/watch?v=IyFlg4f5Xvw
Esa escena,cuando el senador retrocede aterrorizadoy, una vez en el taxi, empuja sobre un charco a su ex amante, me dejó marcado. Yo era un crío y recuerdo perfectamente el miedo que sentí ¿así iba a ser mi vida?
Ya que estamos ahora con el tema de COLEGAS y la escandalizacion, los tópicos y blablabla, ¿para cuando un análisis de The Rocky Horror Picture Show?. Película mítica donde las haya, y muy friki además XD.
Pues ahora que hablas de Rocky, los que viváis en Madrid no deberíais perderos [esto], para vivirla en su salsa, como en esas sesiones golfas norteamericanas en las que la peli, tras su fracaso inicial, se convirtió en mito.
Estupendo artículo, Nemo, gracias.
Creo que es una excelente idea ver de nuevo las películas de los años 60 que tratan el tema de la homosexualidad en la era pre-stonewall.
Un beso.
Al, agggggggggggggg. ¡Que estuve en Madrid el finde pasado y no me enteré, por Diorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr! ¡Qué penaaaaaaaa!
Muy bueno, Nemo. Afortunadamente el cine es testigo de que esa época no es tan lejana como ahora nos parece. Es bueno recordar cuál sería la otra opción al orgullo LGTB.
Supernene, lo siento… lo llevan haciendo todos los viernes desde hace un año, o puede que más… de todas formas seguro que después del verano lo hacen de nuevo. (perdón por el off topic)