Lo opuesto al domingo
Cuando era pequeño solíamos ir al campo los domingos. Salíamos de la ciudad y, justo antes de salir, mi abuela señalaba siempre a unos árboles que había junto a la carretera y nos decía a mi hermano y a mí: ‘Allí junto a aquellos olivos fusilaban a la gente en la guerra’. Cambiaba el coche –primero fue un 600, después un R-12-, cambiaba la estación del año, cambiaba el amigo que mi hermano se traía para poder jugar al fútbol –conmigo no contaba para eso- pero la escena siempre era la misma. La familia, el coche, los olivos, y mi abuela repitiendo ese ‘mantra’ con el que imagino ahuyentaba sus miedos y se reafirmaba como superviviente. No sé qué efecto pudo haber tenido esa historia de terror en otro niño. Sé que hay muchas personas que defienden que a los niños no debe hablárseles de ciertas cosas, pero lo cierto es que a mí me sirvió para hacerme una idea muy clara de algunos aspectos de la naturaleza humana. Desde pequeño ya supe que hubo un tiempo muy malo, en que fusilaban a la gente porque era la guerra.
Para mí, hasta los diez u once años, la guerra era lo opuesto a esa placidez mía de la infancia, a ese paraje ideal con sus árboles y su río. Lo opuesto al domingo. Supongo que inconscientemente tenía en mente el concepto de ‘estado de excepción’. La guerra es el tiempo en que todo vale. Se puede matar, se puede hacer prácticamente de todo ‘porque es la guerra’.
¿Estamos en guerra en este momento? La parte infantil que aún sobrevive dentro de mí, mi parte más vulnerable, me dice que sí. ¿Acaso no estamos en un momento en que todo vale? ¿Acaso cuando se aprobó la ley que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo no hubo una manifestación en Madrid en la que se lanzaron, como balas, insultos homófobos que van contra la dignidad de la persona? Cuesta pensar que alguna de esas ‘balas’ no fuera directa al corazón de uno de los muchos niños y niñas a los que, orgullosos, mostraron como arsenal. ¿Acaso la jerarquía la Iglesia Española no está usando los argumentos más lamentables e inhumanos en la ofensiva que mantiene contra el PSOE -y la parte de la sociedad a la que representa- con motivo de la ley del aborto? ¿Acaso no se defiende atacando, quitándole importancia a los abusos a menores en internados en Irlanda? ¿Acaso no ha jugado con un tema tan doloroso para tantas personas como la violación, insinuando en un ‘juego dialéctico’ que si el sexo es divertido, por qué considerar que una violación es un delito?
Volviendo a los domingos de mi infancia, a mi me parece que los niños de entonces sabíamos qué era la guerra y qué era un juego. En el juego había reglas, no valía todo –‘en la cabeza no’, ‘a este no le pilléis, que es cascarilla’-, incluso aunque jugáramos a policías y ladrones, sabíamos que estábamos jugando. Un niño sabe cuándo se está en guerra, o al menos antes lo sabía, tal vez por eso a mi marido nunca le terminó de convencer la película ‘La vida es bella’, en la que un padre intentaba hacer creer al niño que la guerra era un juego. Ahora ya no lo tengo tan claro, a lo mejor los campos de batalla son otros, a lo mejor hemos llegado a tal refinamiento en la guerra, que un niño no es capaz de saber cuándo se encuentra en el campo de batalla.
Un niño al que nunca le han contado lo que es la guerra, ve con sus padres un programa de televisión, de ‘entretenimiento’, en el que los comentaristas –triunfadores, populares- vociferan los argumentos más hirientes, más o menos los mismos argumentos que vociferaban los del Foro de la Familia, los obispos, Mayor Oreja y Trillo en aquella manifestación. Ve como sus padres participan del debate, aplaudiendo entusiasmados a los que están de un lado. Y al chico, que por la razón que sea nunca ha sido muy popular, le parece muy bien ganar un poco de notoriedad y aceptación –entre otras, la de sus propios padres- grabando un vídeo con los argumentos que ha oído en ese programa y colgándolo en internet. Aún no lo sabe, pero acaba de entrar en guerra. Pero, ¿él solito? A esos olivos un niño no sabe llegar solo.
Si estamos en guerra (y como bien dices, parece que sí), lo interesante sería qué podemos hacer o hasta dónde podemos llegar. En [este reciente post], por ejemplo, surgían ideas digamos «peligrosas». ¿Dónde está el límite?
En cuanto a la percepción de esta guerra por parte de los niños, no sé qué opinaréis los demás, pero puestos a elegir yo prefiero la situación actual, en la que al haber debate (por duro que sea) se habla del tema, y por tanto surgen posturas visibles a favor y en contra. Yo durante mi infancia y preadolescencia no supe *absolutamente* nada sobre la homosexualidad (vale, sí, sería un caso un poco raro, pero es cierto), dándose la extrañísima situación de ignorar unas pulsiones que, aunque estaban ahí, sólo pude identificar y comprender a posteriori años después.
El problema, Al, es que esa gente tenia que haber apagado la tele y decirle al niño: «Mira, hijo: estas personas, tanto los que están de un lado como los que están del otro, son unos desaprensivos que están llenándose los bolsillos a costa de los sentimientos de personas reales, de carne y hueso. Si quieres que hablemos del tema, podemos hablar». Seguro que las palabras de sus padres no habrían sido tan destructivas, aún manifestando una postura homófoba. Habiendo pluralidad, el niño siempre puede oir otras opiniones, hablar con profesores, no sé…
El problema es que todos hemos aceptado, por puro egoísmo, porque ‘es la guerra’, que trasladar la ‘guerra’ a mientras más ‘campos de batalla’, mejor. Una batalla ganada en un ‘talk-show’ lleno de histéric@s insultándose y gritando, es una batalla ganada.
Pero sólo los que tenemos cierta edad tenemos el suficiente criterio como para saber que eso es ‘la guerra’. El niño lo que ve es un ‘espectáculo’.
Últimamente tendemos a hacer de todo un ‘espectáculo’, y por ejemplo, ayer ‘Público’ tuvo que retirar algunos comentarios de la noticia del avión desaparecido porque hubo gente que, ignorando el dolor de los familiares y amigos de las víctimas, empezó a contar chistes… Otros veian un paralelismo con la serie ‘Perdidos’… En fin, creo que estoy divagando, un saludo, Al.
Pues sí que es fuerte lo del avión… Yo me curé de espanto cuando pocos días después del 11-s empezaron a circular fotos de gente que había saltado del edificio en llamas con puntuaciones debajo como si fuese una prueba olímpica.
La verdad es que me faltan referentes cercanos para saber qué efecto puede tener esto que comentas en los niños. Tengo la esperanza de que a pesar de todo sepan distinguir los insultos de las ideas, y los golpes bajos de los argumentos. El tiempo lo dirá.
Y luego, aquellos que van de supercatólicos por la vida, y que presumen de haber vivido tales tiempos con «extraordinaria placidez», son los mismos que prefieren que haya personas con familiares bajo las cunetas y sin poder darles entierro digno.
Decía el estratega militar prusiano Carl von Clausewitz, que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX, que «la guerra es la continuación de la política por otros medios». Por desgracia, a menudo lo contrario no es menos cierto: la política también puede ser la continuación de la guerra por otros medios. Supongo que al menos siempre es mejor eso que la guerra-guerra.
En todo caso, yo prefiero otra concepción de la política, la del pensador valenciano Joan Fuster, que escribió que la política «no es sino el arte o la ciencia de convencer a nuestro vecino de que debe ser consecuente consigo mismo y con su dignidad de hombre». No está de más que lo recordemos ahora que se acercan elecciones.
Nada tan difícil y, por otra parte, tan poco apreciado como educar a un niño y más si lo haces en solitario. Nunca estás segura de si lo has hecho lo mejor posible.
Hace un par de años, cuando se descorromoñó el helicóptero en el que viajaban Rajoy y Aguirre y todos los informativos se congratulaban de que los dos habían salido ilesos mi hijo saltó: «Hostia, ¿y del piloto no dicen nada? ¡Cuánto me joden estas cosas»
Fue entonces cuando supe que lo había hecho bien.
Si que estamos en guerra. Ahora todo vale y los corruptos de todo el planeta lo han destrozado todo. Seguro que incluso los árboles de la carretera.
Gracias a todos por vuestras aportaciones.
Frantic, no sabía que fueras madre. Buen punto lo de tu hijo, tendríamos que presentarlo a las elecciones 🙂
Besos a tod@s
¡Huy! Ni siquiera he conseguido que vaya a votar, desde que tiene edad para hacerlo. Claro que, visto lo visto, cada vez le entiendo más.
Aunque sea irse un poco por las ramas, Raúl, leyendo la mención a los niños y los debates espectáculos que haces en tu artículo me he acordado de un anuncio que echaron por la tele hace algunos años, no recuerdo cuántos (como me pase como con lo de Tianan Men, que han pasado veinte años y no me he dado ni cuenta, lo llevo claro), que pretendía que los padres controlaran más lo que ven sus hijos en la tele.
En el anuncio estaban un niño y una niña de unos ochos años viendo la tele. Y no recuerdo el diálogo exacto pero venía a ser más o menos:
NIÑA: ¿Pero esta no estaba saliendo con Fulano?
NIÑA: ¿Pero qué dices? Si se la ha visto con Mengano, paseando su amor por Saint-Tropez…