"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Lo opuesto al domingo

que_la_razonCuando era pequeño solíamos ir al campo los domingos. Salíamos de la ciudad y, justo antes de salir, mi abuela señalaba siempre a unos árboles que había junto a la carretera y nos decía a mi hermano y a mí: ‘Allí junto a aquellos olivos fusilaban a la gente en la guerra’. Cambiaba el coche –primero fue un 600, después un R-12-, cambiaba la estación del año, cambiaba el amigo que mi hermano se traía para poder jugar al fútbol –conmigo no contaba para eso- pero la escena siempre era la misma. La familia, el coche, los olivos, y mi abuela repitiendo ese ‘mantra’ con el que imagino ahuyentaba sus miedos y se reafirmaba como superviviente. No sé qué efecto pudo haber tenido esa historia de terror en otro niño. Sé que hay muchas personas que defienden que a los niños no debe hablárseles de ciertas cosas, pero lo cierto es que a mí me sirvió para hacerme una idea muy clara de algunos aspectos de la naturaleza humana. Desde pequeño ya supe que hubo un tiempo muy malo, en que fusilaban a la gente porque era la guerra.

Para mí, hasta los diez u once años, la guerra era lo opuesto a esa placidez mía de la infancia, a ese paraje ideal con sus árboles y su río. Lo opuesto al domingo. Supongo que inconscientemente tenía en mente el concepto de ‘estado de excepción’. La guerra es el tiempo en que todo vale. Se puede matar, se puede hacer prácticamente de todo ‘porque es la guerra’.

¿Estamos en guerra en este momento? La parte infantil que aún sobrevive dentro de mí, mi parte más vulnerable, me dice que sí. ¿Acaso no estamos en un momento en que todo vale? ¿Acaso cuando se aprobó la ley que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo no hubo una manifestación en Madrid en la que se lanzaron, como balas, insultos homófobos que van contra la dignidad de la persona? Cuesta pensar que alguna de esas ‘balas’ no fuera directa al corazón de uno de los muchos niños y niñas a los que, orgullosos, mostraron como arsenal. ¿Acaso la jerarquía la Iglesia Española no está usando los argumentos más lamentables e inhumanos en la ofensiva que mantiene contra el PSOE -y la parte de la sociedad a la que representa- con motivo de la ley del aborto? ¿Acaso no se defiende atacando, quitándole importancia a los abusos a menores en internados en Irlanda? ¿Acaso no ha jugado con un tema tan doloroso para tantas personas como la violación, insinuando en un ‘juego dialéctico’ que si el sexo es divertido, por qué considerar que una violación es un delito?

Volviendo a los domingos de mi infancia, a mi me parece que los niños de entonces sabíamos qué era la guerra y qué era un juego. En el juego había reglas, no valía todo –‘en la cabeza no’, ‘a este no le pilléis, que es cascarilla’-, incluso aunque jugáramos a policías y ladrones, sabíamos que estábamos jugando. Un niño sabe cuándo se está en guerra, o al menos antes lo sabía, tal vez por eso a mi marido nunca le terminó de convencer la película ‘La vida es bella’, en la que un padre intentaba hacer creer al niño que la guerra era un juego. Ahora ya no lo tengo tan claro, a lo mejor los campos de batalla son otros, a lo mejor hemos llegado a tal refinamiento en la guerra, que un niño no es capaz de saber cuándo se encuentra en el campo de batalla.

Un niño al que nunca le han contado lo que es la guerra, ve con sus padres un programa de televisión, de ‘entretenimiento’, en el que los comentaristas –triunfadores, populares- vociferan los argumentos más hirientes, más o menos los mismos argumentos que vociferaban los del Foro de la Familia, los obispos, Mayor Oreja y Trillo en aquella manifestación. Ve como sus padres participan del debate, aplaudiendo entusiasmados a los que están de un lado. Y al chico, que por la razón que sea nunca ha sido muy popular, le parece muy bien ganar un poco de notoriedad y aceptación –entre otras, la de sus propios padres- grabando un vídeo con los argumentos que ha oído en ese programa y colgándolo en internet. Aún no lo sabe, pero acaba de entrar en guerra. Pero, ¿él solito? A esos olivos un niño no sabe llegar solo.

Comentarios
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