Roy
Roy
Roger Peyrefitte
Editorial Egales (libro cedido por Berkana)
Peyrefitte nos cuenta la historia del guapísimo Roy, adolescente de familia rica supuestamente descendiente de la realeza francesa, que conoce al Jefe de Policía y le introduce en el mundo de la homosexualidad, además de ofrecerle contactos con personajes que están dispuestos a pagar por los favores sexuales de Roy. Jack, el Policía, perdidamente loco por Roy, es un homófobo que cree que la homosexualidad es un vicio secreto de ricos y de personajes poderosos, como él, y que es un error que la gente lo vea como algo natural y que lo descubran las clases medias, pues perdería todo su encanto.
Lo interesante de la novela es el entorno histórico: en las conversaciones descubrimos la historia de Harvey Milk, su acceso al Ayuntamiento, sus discursos, el doble asesinato, la posterior peregrinación con velas. Conocemos a Anita Bryant, la homófoba cantante. El mes de noviembre de 1978 se suceden una seria de acontecimientos que influirán en la postura de Roy frente a la homosexualidad: la victoria frente a la Proposición 6, el suicido/asesinato masivo de la Guayana, la muerte de Milk y el alcalde George Moscone a manos de Dan White (el exbombero) y los White Night Riots. Un complemento perfecto para los que quieran profundizar en el asunto tras ver la película de Gus van Sant.
Roger Peyrefitte (1907-2000), estudió en colegios religiosos de jesuitas hasta su llegada a la Universidad de Toulouse. Siendo casi un niño, se enamora de un joven del internado. Este acontecimiento biográfico, que marca buena parte de su obra, está presente sobre todo en “Las amistades particulares” (Egales, 2000). Estudia Ciencias Políticas y trabaja para la embajada de Atenas entre 1933 y 1938. Tras desempeñar diversos cargos en el Ministerio de Asuntos Exteriores, abandona definitivamente la carrera diplomática para dedicarse en exclusiva a la creación literaria. A los 57 años, durante el rodaje de la película sobre “Las amistades particulares”, se enamora de Alain-Philippe Malagnac, de 14 años, que luego se casaría con Amanda Lear y moriría trágicamente en el incendio de su casa al poco tiempo de la muerte de Roger Peyrefitte. Destacamos “Las llaves de San Pedro” (Edhasa, 1981), obra irónica que describe el entorno del Vaticano, y “El exiliado de Capri”, estupenda novela de la que ya hemos hablado en esta web.
Basta que paguen
Alessandro Golinelli
Editorial Egales (libro cedido por Berkana)
Novela sobre un chapero que hace la calle en una plaza de Milán en los años noventa y las múltiples historias con sus clientes: desde el misterioso señor del acuario que busca a un hombre con el que compartir su vida, hasta el chico de dieciocho años que se ha escapado de su casa y solo busca un lugar donde dormir.
Acompañando por unos colegas brasileños, emprenden un viaje de burdel en burdel por Europa (Ámsterdam, Hamburgo…) y acaban volviendo a la misma plaza de la que salieron. No sé si durante el periplo habrán aprendido algo, pero basta con que los clientes paguen.
Alessandro Golinelli (Pisa, 1963) trabajó como profesor de enseñanza media antes de dedicarse a la literatura y a la televisión (en el año 2000 fundó el primer canal privado italiano de tema gay). Es autor de «Kurt sta facendo la farfalla» (1995), sobre el tema del sida, «Angeli» (1996) y «Le rondini di Tunisi» (2005), que trata de prostitución e inmigración o «Come ombre» (1999).
Esta dislexia me mata! Había leído Rajoy!!!!
Jajajajajaajajajajajaajajajajajaja. Odysseus, me has alegrado la mañana, jajajajajajajaajajajajajaja.
JAJAJAJA
Habrá sido sólo el primer momento, ¿verdad, Odysseus? Vamos, que ya desde la primera línea, al describirlo como ‘guapísimo’ se acaba toda confusión posible 🙂
Jack, el Policía, perdidamente loco por Roy, es un homófobo que cree que la homosexualidad es un vicio secreto de ricos y de personajes poderosos, como él, y que es un error que la gente lo vea como algo natural y que lo descubran las clases medias, pues perdería todo su encanto.
Pues entonces seguro que al tal Jack el Policía no le gustaría nada la idea de celebrar el Orgullo por la calle y en plan multitudinario. Mucho mejor, dónde va a parar, organizar una fiestecita privada, por ejemplo en un barco… y en vez de «el Orgullo LGTB», mejor festejar «la vergüenza sodomita».
¿tanto se me ha notado que lo he puesto adrede?
Me ha faltado dar el nombre, jejeje
Pues sí.
Y de vivir en la era de Internet en España, intervendría aquí intentando defender lo indefendible. Seguro.